lunes, 24 de septiembre de 2018

No poseemos nada, Mateo, pero lo poseemos todo

                         “Debemos decir a los que se nos acercan que deben pasar por alto las consecuencias, olvidar al padre y a la madre y las perspectivas mundanas, que lo único que es capaz de hacer el intelecto, la voluntad y las emociones es preparar un camino para que Dios viaje por él (un alma a la que Dios le agrade visitar); deben orar y orar más, y por último, orar; pues esa fe es un don moral, otorgado igualmente a sabios y a tontos; ofrecido no a los que, como dice Tomás de Kempis, pueden discutir eruditamente sobre la Trinidad, sino a los que aman a Dios; no al que puede definir la contrición, sino al que la siente.”
R.H. Benson, Un libro de Ensayos. 

          Hoy, ya pasadas las fiestas patrias, que este año fueron cinco días de cuecas, empanadas, ramadas, borrachines, unas inesperadas y benditas lluvias, y un lamentable número de accidentes de tránsito como es costumbre, ha llegado mi cumpleaños y mi santo el mismo día: Festividad de San Mateo. Y para la ocasión mi Angelito organizó un encuentro familiar en casa. Vinieron mis padres, mis sobrinos, mis cuñados, y mis hermanos, sí, todos mis hermanos, y entre ellos dos que son mi hermano cura y mi hermano ingeniero eléctrico que también vive en el extranjero como el cura, y que se ha transformado en un ferviente defensor de todo lo que yo combato. Tomás, el ingeniero, siempre fue el más liberal de todos nosotros, con una innata tendencia hacia la rebeldía. Hacía bastante tiempo que tanto Cristián, el cura, como Tomás, no coincidían en una reunión familiar porque siempre se andan moviendo por el mundo. 

          Cristian es cura tradicional y pertenece a la Asociación de Sacerdotes Tridentinos (Nota de Beatrice: no googlee esto, porque no lo va a encontrar ya que es un nombre ficticio inventado por esta servidora, de una congregación que me encantaría que existiera, pero que es pure imagination). Una asociación de curas tradicionales que se reunieron con un cardenal inglés que los agrupó para fundar una especie de orden semi eremita, siguiendo la espiritualidad benedictina y que rezan la liturgia tradicional. Vive desde hace un buen tiempo en la Pérfida Albión - ¡ay mis pobres ascendientes ingleses! ¡Cuánto rezo cada día por la conversión de la Gran Bretaña! - en un Manchester industrializado y en medio de ellos hace su apostolado. Mi hermano Cristián se ha transformado en un tipo que tiene como un áurea de eremita o de monje del desierto, guardando las debidas distancias obviamente, porque con todo, aún le queda un largo camino para alcanzar la vía iluminativa. Es poco lo que habla, pero mucho lo que reza e intenta contemplar. Siempre está contento, no se queja por nada, a todo le encuentra gracia...bueno, a todo lo que agrada a Dios por supuesto. Le gusta la pipa lo mismo que cantar viejas canciones del repertorio familiar, juega con mis hijos como uno más de ellos. Es de esos curas con la masculinidad recia de los curas de antes formados en el rigor y en la disciplina, y aunque habla poco, como ya les dije, cuando lo hace sus palabras nos llenan el alma.

Por su parte, Tomás vive en Australia dedicado a las energías renovables y todas esas cosas tecnológicas. Si tuviera que ponerle un mote a mi hermano, diría que es el clásico millenian, pero algo pasado de años. Se adelantó a su época, en un quinquenio. 

 Estoy seguro que muchos de ustedes tienen un familiar que está alejado de la Fe y que sufren por eso, sabrán, por tanto, del dolor que hay en mi alma. No quiero que piensen que mis hermanos son una especie de caricatura familiar porque es la realidad misma. Tampoco quiero que piensen que Tomás es el malo y Cristián es el bueno. En estricto sentido, y si lo vemos a la luz de lo que Dios quiere de nosotros, efectivamente es así, pero vamos...no sé cómo explicarme. No me basta con decir que a pesar de sus errores Tomás es una buena persona, simplemente digo que dentro del mar de errores, faltas y pecados públicos manifiestos posee virtudes humanas, pero esto no basta para llegar al Cielo, y eso es lo que el porfiado de mi hermano menor no entiende y me lleva la contra hasta el punto de que yo ya me rendí. Yo ya le dije todo lo que pienso acerca de su vida de conviviente, de su vida de jolgorio y fiestas, de su alejamiento de la Iglesia y de los Sacramentos, del peligro de su condenación eterna, y un largo etc, etc. Pareciera que mientras más le refriego en la cara su vida disoluta más se encapricha con ella.  Y cuando le hablo sobre esto no lo hago con el afán de hacerle sentir que yo soy un santo y que él es un paria. Cuídese de caer el que está seguro dice el Apóstol. Se lo digo porque le amo y no quiero verle perdido para siempre. Si no le quisiera, me daría lo mismo lo que hiciera con su vida, total, problema suyo, pero lo quiero a pesar de todo sus defectos, y de solo pensar en que puede condenarse eternamente hace que se me revuelva el estómago. En él compruebo aquellas palabras de San Pablo a los Romanos: ‘En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad.  Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles -su poder eterno y su divinidad- se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa:  en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad.  Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios". En un necio se ha convertido mi hermano, en un necio ciego y sordo, obstinado en sus errores. Entonces yo, habiendo ya dicho y hecho todo lo que está a mi alcance para hacerle entender, ahora rezo y me mortifico para que Dios tenga misericordia de su alma y mueva a su corazón y a su mente de vuelta a Él.


El punto es que estuvimos a la hora del té celebrando mi cumpleaños. Tratamos se evitar los temas conflictivos a la hora de comer. Nada peor para la buena salud que enfrascarse en discusiones cuando se está comiendo, porque literalmente se nos echa a perder la sangre y nos enferma. Estuvimos cantando viejas canciones, haciendo recuerdos de nuestra infancia y de las estupideces que se nos ocurrían y que mi pobre madre toleraba con paciencia. Alguna mención hicimos obviamente a lo que pasa en el mundo, en el país y en la Iglesia, pero sin entrar en polémicas. Pasó la tarde y poco a poco mis demás hermanos con sus familias se fueron retirando. Ángeles se fue a descansar a nuestra pieza y mis hijos cada uno en lo suyo. En el living nos quedamos Cristián, Tomás y yo.  Ambos me pidieron que les tocara algo con el violín, y mientras revisaba las partituras para elegir alguna pieza proveché para sacar lo que me estaba torturando, y así Christian tendría también la oportunidad de volver a remecer su alma.  No habíamos tenido en muchos años la ocasión de estar a solas los tres y era el momento ideal. Sería, por mi parte al menos, la última vez que insistiría con él.

- Gracias Tomás por haber venido este año a mi cumpleaños y también te agradezco que hayas venido solo y no con... ¿cómo es que se llama tu "pareja"?

-  Había sido una tarde tan agradable y tenías que ponerte pesado, sabes perfectamente su nombre, pero te gusta la ironía y el sarcasmo - dijo Tomás acomodándose en mi sillón de tal modo que podía decirse que estaba sumergiéndose cómodamente hasta las profundidades del mueble. - No quise venir con Clare para no incomodar a la familia. No puedes negar que me he portado muy decentemente contigo. Fui una seda a la hora del té.

Yo ya había colocado mis partituras en el atril y sostenía mi violín con una mano y en la otra tenía el arco. No tenía intención de tocar por el momento, quería hablar sobre la preocupación que tenía comprimida en mi alma sobre la salvación de mi hermano. Christian estaba cabeceando sobre el sofá, a punto de quedarse dormido, de modo que no me quedó otra que continuar con tan desagradable tema a mí, mientras esperaba que el cura recuperara algo de sueño.

- Sí, noté que estuviste mordiéndote la lengua cuando comentamos sobre los liberales...porque te has convertido en un liberal de tomo y lomo. - mi hermano puso una cara de fastidio impresionante.

-Ya vas a empezar a sermonearme...

- Necesito sacar esto que tengo atragantado. No es lo mismo que te lo diga por correo a decírtelo en persona. Casi nunca vienes a Chile y no tenemos ocasión de vernos muy seguido. Tienes que entender que me angustia tu situación - Tomás tenía en su rostro un rictus que denostaba que se estaba incomodando conmigo - estás viviendo en un pecado público y que...- ahí me interrumpió.

- Sería bueno que te metieras en tus propios asuntos, que vieras tus propios pecados antes de venir a juzgarme. ¿Quieres que te diga un par de cosas? Yo te las voy a decir. A ti te gustaría que yo me casara, que tuviera un lote de hijos como tú, que fuera un tradi y fuera a misa cada domingo a golpearme el pecho en latín. Yo no tengo intenciones de hacer nada de eso y es porque no quiero pasarme la vida arrepentido por haber tomado la decisión de embarcarme en una aventura de la cual no tengo ninguna seguridad. Me basta con verte vivir siempre angustiado porque no sabes si vas a llegar a final mes, angustiado por la responsabilidad de llevar una familia cuando todo está en contra tuya. Yo no tengo esa preocupación ni que darle cuentas a nadie con mi vida. Viajo cuando quiero, voy a los mejores lugares a comer, me visto con la ropa que me agrada, me gusta mi trabajo porque además cumplo con una función social ayudando a gente que en su vida pensó que iba a poder acceder a la electricidad. En fin, la vida es corta y hay que disfrutarla al máximo.

Hizo una pequeña pausa al finalizar sus palabras y antes que yo pudiera replicar a sus argumentos continuó con el asunto religioso.

- En cuanto a la religión, bueno, es un asunto que no me preocupa mayormente. Pasé mucho tiempo reprimiendo lo que naturalmente afloraba en mí por algo de lo cual no tenemos ninguna certeza. Es francamente inhumano, es de una irracionalidad propia de gente enferma que necesita algo en qué creer por miedo a la muerte, a desaparecer, esa obsesión con la idea de trascender los hace buscar la vida después de la muerte renunciando al tiempo presente en el cual hay tanto que descubrir. Tarde o temprano nos vamos a morir, y en unos años más nadie se va a acordar de nosotros, por eso yo vivo la vida que me gusta y trato de sacar de ella el mayor de los provechos.

-  Para que sepas yo no vivo angustiado por llegar a final de mes. Me preocupa, eso sí, hay cuentas que pagar, comida que comprar, pero nunca nos ha faltado nada. Hemos estado a punto de sucumbir, pero Dios nunca nos ha dejado a la deriva. Recuerda lo que dijo nuestro Señor, "buscad primero el Reino de los Cielos y lo demás se os dará por añadidura". Que no puedo darme gustos y placeres, sí, es verdad, pero me da lo mismo. Los placeres pasan, las culpas quedan, y no quiero que por unos momentos de diversión o de placer luego tenga una eternidad de sufrimiento. Estas cosas que a ti te gustan, a mí no me llenan. Podrán durar un rato, pero luego, no hay nada, entonces quieres más y más, y nunca quedas satisfecho.  Yo te pregunto Tomás, ¿Y no te asquea siempre nadar buscando y buscando con qué satisfacer tus impulsos? ¿no te aburres de ti mismo al final el día, de pasarlo bien tú y solo tú?  Tú actúas así porque perdiste la fe, ¿verdad? Él asintió con la cabeza, y me respondió.

- ¿Qué si perdí la fe? Creo que nunca la tuve de veras, sino como algo impuesto por nuestros padres, como una tradición familiar. Un día comencé a cuestionarme muchas cosas, y no cosas como el típico argumento de que la Iglesia no es de origen divino porque está llena de corrupción, o porque es rica y predica la pobreza...no, no, mi despertar a la ceguera (yo no pude menos de sonreír ante tal estupidez) vino por el lado de la razón. Se me hace racionalmente imposible pensar en que haya Dios, porque nadie ha sido capaz de demostrarme su existencia con argumentos racionales. Ahí tienes eso de que lo que no puede explicar el creyente le llama "misterio". No, no, eso no va conmigo. Por otro lado, tienes toda la moral, los mandamientos y los preceptos. Son una carga demasiado grande, es imposible para cualquier ser humano normal cumplir con cada uno de los preceptos que exige esta religión. 

- De cualquier creería lo que me estás diciendo, pero no de ti. Porque no eres un tipo ignorante que nunca ha tenido la posibilidad de estudiar un poco de teología y analizar sus argumentos para probar la existencia de Dios. Porque según deduzco de tus palabras ya ni siquiera crees en Dios. – Mientras acababa de decir esta frase Cristián dio señales de vida. Creo que nunca estuvo dormido, sino solo esperando a que yo me metiera en el tema teológico para intervenir. Porque el asunto de Tomás no iba por el lado de razones filosóficas y teológicas, según creía el cura, sino por el de la Fe, y por eso Cristián desvió la conversación. Sabía que yo me iba a ir por el lado intelectual, y ese no era el punto, no iba a lograr nada desde ahí si quería remecer a Tomás para que al menos quisiera abrirse a la posibilidad de la duda razonable.

- Dime una cosa Tommy - dijo Cristián - ¿hace cuánto que dejaste de rezar? 

- Y ¿cómo sabes que yo no rezo? - dijo Tomás muy serio. Evidentemente que era una broma, me hubiera parecido de alguien realmente desfachatado decir que ya no tiene fe, y luego afirmar que sin embargo aún reza. Cristián le quedó mirando descolocado, no supo qué pensar.

- Cristián, es obvio que una vez más te está tomando el pelo, ¿cierto Tomás? - dije yo, y Tomás sin poder contener la risa, largó una desagradable y desubicada carcajada.  

- Ja,ja,ja, si ustedes dos han planificado esta encerrona cristiana, es mejor que me lo tome con humor. 

- No hemos planificado ninguna encerrona - dijo Cristián con toda calma - supongo que Mateo está preocupado por tu alma al igual que yo, y vio que estando ahora los tres aquí podríamos hablar un poco sobre el asunto. Tommy te hice esa pregunta porque la pérdida de fe que tienes está inseparablemente ligada a tu falta de oración, de eso no me queda la menor duda. 

- Sí, puede ser. Creo que desde el momento en que vi que no sacaba nada con rezar poco a poco la fe se me fue apagando. Me di cuenta que si no rezo, no me pasa nada; si no voy a misa, no me pasa nada, si no me confieso, la vida sigue igual. ¿Para qué complicarse la existencia con tormentos auto infligidos? Somos muy autoflagelantes y serlo nos está privando de ver las potencialidades y los talentos que tenemos. 

- Claro, ya veo. Mira cuando dejas de regar una plantita al principio no se nota, te das cuenta que la planta sigue viva igual y que mejor te ahorras la molestia y el agua. Pero al cabo de un tiempo la planta comienza a morir, y al igual que tu fe, la planta finalmente se muere. Nosotros necesitamos de la oración lo mismo que la planta del agua para fortalecer no solo la Fe, sino además la Esperanza y la Caridad. Y la Fe no pasa por un asunto intelectual como crees. No te puedo obligar a creer en Dios, aunque te lo demuestre racionalmente. Dice por ahí en un libro de R.H. Benson, que el don de Fe no es el resultado de procesos intelectuales, aunque puede ser concedida en respuesta a ellos. Para creer, hay que querer creer. Si la voluntad se cierra a la Verdad, es imposible que el intelecto asienta a Ella. Y, por el contrario, si la voluntad quiere hallar la Verdad, Dios no te la niega, de ahí que Él siempre se revela a las almas de buena voluntad que lo buscan. ¿Has hecho el esfuerzo por buscar a Dios o simplemente te fuiste por el camino más cómodo? Porque indudablemente tenemos que poner de nuestra parte para poder merecer.

- ¿O sea que reconoces que lo que Dios pide en sus mandamientos y preceptos no es cómodo, sino una carga? A mí en verdad no me va ni me viene si Dios existe o no, y todo lo que tiene que ver con Él. Yo vivo mi vida haciendo lo que me da en gana. Si ustedes quieren creer y eso los hace felices, yo respeto su opción, pero yo no me complico. 

- Lo que tú llamas "carga" no es tan difícil de llevar cuando se sabe que se lleva por amor. Nadie niega que vivir como Dios nos manda es difícil. Somos una naturaleza caída y tenemos esta tendencia a dejarnos llevar por el mal. Sin embargo, Cristo nos ayuda a llevarla, y para eso hay que pedirle que nos dé las fuerzas suficientes. No es fácil llevarla solo, hay que dejar que el Señor nos ayude. Yo sé que a ti te gusta disfrutar de la vida, viajar, comer, estar con mujeres, ir a fiestas, comprar ropa de marca, pero te hago la misma pregunta que te hizo Mateo, ¿te llenan esas cosas o siempre estás buscando más y más porque nunca te sacias?

Tomás había cambiado ahora un poco su actitud y su mirada ya no era altanera, sino que se notaba que bajo las cenizas aún ardían unas brasitas de Fe. Estaba con la mirada perdida y yo sabía que el recuerdo de sus antiguos actos de piedad pasaba en esos momentos frente a sus ojos.

- Hay veces en que me asqueo, no les voy a mentir. 

- Es natural que te sientas asqueado. Lo que busca tu alma no está en las criaturas por muy buenas que ellas sean. Me vas a disculpar que me ponga un poco autoreferente. No me has preguntado qué es lo que a mí me llena, pero te lo voy a decir. Cuando estoy en la capilla, en silencio, con las luces apagadas, solo iluminado por la luz del sagrario, me pongo a considerar las heridas de nuestro Señor en la Cruz. Lo veo ahí, sufriente, abandonado por todos, y cierro los ojos y comienzo a repetir las Letanías del Santo Nombre de Jesús, y repito una y otra vez su nombre, Jesús, Jesús mío, ten misericordia de nosotros, Jesús, Hijo de la Virgen María, te misericordia de nosotros - el rostro de Cristián se iba transformando a medida que rezaba las letanías. Su cara se puso roja y hablaba con una enorme pasión repitiendo el nombre de nuestro Señor una y otra vez con los ojos cerrados. El sudor le corría por la sien y tenía los ojos apretados. De pronto se detuvo porque se dio cuenta de que no estaba en su capilla, sino con nosotros, hizo una pequeña pausa, abrió los ojos, nos sonrió y secándose la frente, luego continuó - Bueno, perdonen. Como te decía, repito Su nombre y me imagino alguna de las escenas de los Evangelios y entonces en mi corazón siento como un calorcito bueno, una dulzura en mi alma, que con ninguna cosa creada jamás podré tener. Y quedo en paz, con el corazón inundado del Amor Divino, e inflamado por la Alegría me voy a trabajar en la huerta o en el taller de carpintería, o a donde lo ordene mi superior. Durante el día voy repitiendo el nombre de Dios y de nuestra Señora…nunca dejo de tener a Dios presente durante el día. No podría hacer nada si no lo hiciera. No me soportaría ni a mí mismo ni al prójimo. No te puedes imaginar cómo el Señor es capaz de llenar tu alma, es algo que me es imposible explicar adecuadamente con palabras. 

         Con Tomás nos miramos. Nunca nos había hablado así el cura, ni lo habíamos visto en esta faceta. No pudimos seguir conversando. Estábamos impresionados y hasta diría, asustados un poco. Yo me puse a tocar el violín y mientras lo hacía, escuché a mi hermano Tomás decirle a Cristián que iba a pensar en lo que le había dicho. ¡Qué iba a pensarlo! Puede que no sea una gran cosa, pero para mí fue más que suficiente. 

- Pídele a Dios, Tomás, que te ayude.

- No puedo padre...

- Pídele a Dios que sople las brasas bajo las cenizas, para que la Fe que un día tuviste, vuelva a arder, que el fuego del Amor vuelva a arder en tu alma. Mira a Mateo, mírame a mí, no poseemos nada, pero lo poseemos Todo.

                    RECUERDEN QUE LOS ARTÍCULOS DE BENSONIANS PUEDEN LEERSE AHORA TAMBIÉN EN MARCHANDO RELIGIÓN. SE AGRADECE SU DIFUSIÓN
                                                 http://marchandoreligion.es/

martes, 11 de septiembre de 2018

Una nueva página católica: Marchando Religión

  

Ha estado bien botado Bensonians. ( Y que Monseñor Benson me perdone). Pareciera que cada año que pasa hace que me sea más difícil escribir. ¿Las causas? Muchas, demasiadas, y tendría que partir por explicarme a mí misma porqué ya no me atrae escribir y para eso tendría que comenzar a excavar en las profundidades de mi alma y eso, obviamente, no lo voy a hacer frente a mis lectores. Ninguno que yo conozca anda por ahí desnudando su alma.
En fin, y para no dilatar más, se me ha invitado a formar parte de comité editorial de una nueva página web católica creada por mi muy querida amiga Sonia Vazquez. Es un verdadero honor para mí que ella haya pensado en mí para ser parte de su equipo y espero poder colaborar en lo que más pueda para poder transmitir la buena y sana doctrina desde sus páginas. Tendré, por tanto, que sacudir la modorra y el desánimo y ponerme a escribir de una buena vez.
Este vienes 14 de Septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz,  será el lanzamiento de la lo página, no dejen de visitarla y de recomendarla:  www.marchandoreligion.es

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lunes, 2 de julio de 2018

El fruto moral del ataque moderno contra la Iglesia, Hillarie Belloc

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  Además del fruto social del ataque moderno contra la Iglesia Católica, está el fruto moral, que abarca, por supuesto, toda la naturaleza moral del hombre. Y en este terreno, su obra ha sido hasta ahora carcomer toda forma de contención impuesta por la experiencia a través de la tradición.

        Digo "hasta ahora" porque en muchos aspectos de la moral esta rápida disolución de los vínculos tiene que llevar a una reacción: la sociedad humana no puede coexistir con la anarquía. Surgirán nuevas contenciones y costumbres nuevas. Así, pues, los que señalan la decadencia moderna de la moral sexual como efecto principal del ataque moderno contra la Iglesia Católica, están probablemente en un error, pues esa decadencia no tendrá resultados muy duraderos. Según la naturaleza de las cosas, tiene que surgir algún código, algún conjunto de normas morales, aun cuando el viejo código sea destruido a este respecto. Pero hay otros efectos malignos que podrán ser más duraderos.

       Ahora bien, para descubrir cuáles pueden ser estos efectos, tenemos una guía. Podemos considerar cómo los hombres de nuestra sangre se comportaban antes de que la Iglesia creara la Cristiandad. Lo que principalmente descubrimos es lo siguiente.

      Que en el terreno de la moral una cosa se destaca: el indiscutido dominio de la crueldad en el mundo no bautizado. La crueldad será el fruto principal en el terreno moral del ataque moderno, como la resurrección de la esclavitud será el fruto en el terreno social.


      El crítico podrá preguntar aquí si la crueldad no sería más característica de los cristianos del pasado que de los de hoy. ¿No es acaso que toda la historia de nuestros dos mil años una historia de conflictos armados, de masacres, de torturas judiciales y horrible ejecuciones, de saqueo de ciudades y otras cosas más?

      La respuesta a esta objeción es que hay una diferencia capital entre la crueldad excepcional y la crueldad sistemática. Si los hombres aplican castigos crueles, se basan en el poder físico para lograr resultados, y desencadenan la violencia en las pasiones de la guerra. Si todo esto lo hacen en violación de su moral aceptada, es una cosa; si lo hacen como parte de una actitud mental completa y aceptada, es otra.

        Aquí está la diferencia radical entre esta nueva y moderna crueldad y la esporádica de las anteriores épocas cristianas. Ni la venganza cruel ni la crueldad en el acaloramiento, ni la crueldad en el castigo de un mal reconocido, ni la crueldad en la represión de lo que admitidamente debe ser reprimido, es el fruto de una mala filosofía, pues aunque esas cosas sean excesos o pecados, no provienen de una doctrina falsa. Pero la crueldad que acompaña el abandono moderno de nuestra religión ancestral es una crueldad congénita con el ataque moderno, es parte de su filosofía.

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      Prueba de ello es lo siguiente: que los hombres no se indignan ante una crueldad, sino que permanecen indiferentes. Las abominaciones de la revolución Rusa, extendidas a la de España, son un excelente ejemplo. No sólo el pueblo afectado presencia los horrores con indiferencia, sino también los observadores distantes. ( Nota de Beatrice: ¿qué mejor ejemplo de la moderna indiferencia frente a la crueldad que el mutismo de la mayoría frente al crimen del aborto, quizás la mayor crueldad de la que hoy somos testigos?) No hay grito universal de indignación, no hay protestas bastantes, porque no rige ya el concepto de que un hombre, como hombre, es algo sagrado. Esa misma  fuerza que ignora la dignidad humana ignora también el sufrimiento humano.

        Digo nuevamente que el ataque moderno contra la Fe tendrá en el terreno moral mil frutos malos y, de éstos, muchos aparecen hoy, pero el característico, el que presumiblemente  será el más duradero, será la institución de la crueldad junto con un desprecio de la justicia.

         La última categoría de efectos por los cuales podemos juzgar el carácter de ataque moderno consiste en los que produce en el terreno de la inteligencia: cómo trata a la razón humana. Cuando el ataque moderno estaba en formación, hace un par de siglos, mientras se reducía aún a unos pocos académicos, comenzó el primer asalto contra la razón. Parecía adelantar muy poco fuera de un círculo restringido. El hombre común y su sentido común, que son los baluartes de la razón, no fueron afectados. Hoy sí.

          Hoy se desacredita en todas partes a la razón. El antiguo procedimiento de convicción por argumento y prueba ha sido sustituido por la afirmación reiterada, y casi todos los términos que eran la gloria de la razón llevan ahora a su alrededor una atmósfera de desprecio.

         Véase, por ejemplo, lo que ha ocurrido con la palabra "lógica", o la palabra "controversia". Obsérvense frases populares como: "Nadie hasta ahora ha sido convencido por argumentos", "Todo puede probarse" o "Esto podrá estar muy bien en la lógica, pero en la práctica es diferente". El lenguaje de los hombres está saturándose de expresiones que denotan en todas partes un desprecio por el uso de la inteligencia.

        Pero la Fe y el uso de la inteligencia están inextricablemente ligados. El uso de la razón es una parte principal - o más bien fundamente - de toda la investigación en las más altas especulaciones. Fue precisamente porque la razón recibió esta autoridad divina que la Iglesia ha proclamado el misterio: esto es, que la razón tiene sus límites. Tenía que ser así, para que los poderes absolutos atribuidos a la razón no excluyeran verdades que la razón puede aceptar pero no demostrar. La razón está limitada por el misterio solamente para enaltecer la soberanía de la razón en su propia esfera.

         Cuando la razón se ve destronada, no sólo se destrona a la Fe (ambas subversiones se producen juntas) sino que toda moral y actividad legítima del alma humana se ve destronada al mismo tiempo. No hay Dios. Así las palabras "Dios es la Verdad", que el espíritu de la Europa cristiana usó como postulado en todo cuanto hizo, dejan de tener sentido. Nadie puede analizar la legítima autoridad del gobierno ni ponerle límites. En ausencia de la razón, la autoridad política reposa sólo en la fuerza y no tiene límites. Y la razón se vuelve así víctima, porque es la humanidad misma lo que el ataque moderno está destruyendo con su falsa religión de la humanidad. Por ser la razón la corona del hombre y, al mismo tiempo, su marca distintiva, los anarquistas marchan contra la razón como su principal enemigo.


         Así se desarrolla y obra el ataque moderno. ¿Qué presagia para el futuro? Es la pregunta práctica, inmediata, que todos tenemos el deber de considerar.


        El ataque está actualmente lo bastante desarrollado para que hagamos algún cálculo sobre el cuál podrá ser la próxima fase. ¿Qué perdición caerá sobre nosotros? o bien ¿por qué buena reacción nos veremos beneficiados? Concluiré con esta duda.

       El ataque moderno está mucho más adelantado de lo que generalmente se cree. Siempre ocurre así con los grandes movimientos en la historia de la humanidad. Es otro caso de error en la apreciación del tiempo. Una potencia en vísperas de la victoria parece estar a mitad de camino de su objetivo y hasta parece haber sido detenida. Una potencia en pleno desarrollo de su energía primera parece, a los contemporáneos, un pequeño y precario experimento.

        El ataque moderno contra la Fe ( el más reciente y formidable de todos ) ha avanzado tan lejos, que podemos afirmar ya con bastante claridad un punto muy importante: de dos cosas, una debe ocurrir; uno de dos resultados tiene que definirse en el mundo moderno. O la Iglesia Católica ( que ahora se está transformando rápidamente en el único lugar en que las tradiciones de la civilización son comprendidas y defendidas) será reducida por sus enemigos modernos a la impotencia política, a la insignificancia numérica y, en cuanto abarca la apreciación pública, al silencio, o la Iglesia Católica reaccionará, como en el pasado, más fuertemente contra sus enemigos que lo que sus enemigos has sido capaces de reaccionar contra ella. Recobrará y extenderá su autoridad y surgirá una vez más a la cabeza de la civilización que hizo, y recobrará y restaurará así al mundo.

         En una palabra, o nosotros, los de la Fe católica, seremos una pequeña isla despreciada, en la humanidad, o seremos capaces de lanzar al final de la lucha el viejo grito de guerra: ¡Christus imperat!.



         La conclusión humana en tales conflictos - que uno u otro de los combatientes será vencido y desaparecerá - no puede aceptarse. La Iglesia no desaparecerá, porque la Iglesia no es mortal, es la única institución entre los hombres no sujeta a la ley universal de la mortalidad. Decimos, por lo tanto, no que la Iglesia puede ser suprimida, sino que puede ser reducida a un pequeño grupo casi olvidado entre el vasto número de sus adversarios y sometida al desprecio de éstos por ser la institución vencida.


         Tampoco es la alternativa aceptable. Porque aunque es cierto que este gran movimiento moderno ( que tan singularmente se parece al avance del Anticristo) puede ser rechazado, y hasta puede perder sus características y morir como el protestantismo ha muerto ante nuestros propios ojos, éste no será, sin embargo, el final del conflicto. Éste puede ser el conflicto final. Pueden surgir una docena más, o hasta un centenar. Pero siempre habrá ataques contra la Iglesia Católica, y nunca la disputa de los hombres conocerá la unidad completa,  la paz ni la alta nobleza por la completa victoria de la Fe. Porque si así fuera, el Mundo ni Jesucristo estaría en oposición al Mundo.

        Pero aunque no es su integridad, al menos en su parte principal tiene que producirse una de estas dos cosas: la victoria católica o la anticristiana. El ataque moderno es tan universal y opera con tal rapidez , que hombres que ahora son muy jóvenes vivirán seguramente bastante para ver algo así como una decisión de esta gran batalla.

         Algunos de los observadores modernos más agudos de la última generación y de ésta han usado su inteligencia para descubrir cuál sería el destino que nos espera. Uno de los más inteligentes entre los católicos franceses, judío convertido, ha escrito una obra para probar (o afirmar) que la primera de estas dos soluciones posibles será nuestro destino. Considera los últimos años de la Iglesia en la tierra como vividos aparte. Ve una Iglesia del futuro muy reducido en número y dejada de lado en la corriente general del nuevo paganismo. Ve una Iglesia del futuro en la cual habrá intensidad de devoción, por cierto, pero que esa devoción será practicada por un pequeño grupo, aislado y olvidado en medio de todos.

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         Robert Hugh Benson, ya fallecido, escribió dos libros, ambos notables, y en cada uno de ellos encara una de ambas posibilidades opuestas. En el primero, The Lord of the World, presenta el cuadro de la Iglesia reducida a un pequeño grupo errante, como volviendo a sus orígenes, el Papa a la cabeza de los Doce, y una conclusión sobre el Día del Juicio. En el segundo presenta la plena restauración de lo católico: nuestra civilización restablecida, revigorizada, una vez más en su trono y con sus vestiduras y en su espíritu verdadero, porque en esa nueva cultura, aunque llena de imperfección humana, la Iglesia habrá recobrado su autoridad sobre los hombres e infundirá una vez más, al espíritu de la sociedad, proporción y belleza.

          ¿Cuáles son los argumentos que se presentan por ambas partes? ¿Sobre qué base tenemos que concluir por una tendencia hacia uno u otro sentido?

         En cuanto a la primera solución ( la merma de número y el valor político al borde de la extinción) debe observarse la creciente ignorancia del mundo que nos rodea junto con la pérdida de aquellas facultades por las cuales los hombres pueden apreciar lo que el catolicismo significa y valerse de su salvación. El nivel de cultura, así como el sentido del pasado, disminuye visiblemente. Con cada década el nivel es inferior al de la anterior. En  esta declinación, la tradición está desintegrándose y derritiéndose como un ventisquero al terminar el invierno. Se le caen grandes trozos a cada momento, que se disuelven y desaparecen.

         En nuestra generación, la supremacía de los clásicos ha desaparecido. En todas partes se ven hombres con poder que han olvidado aquello de donde todos hemos venido; hombres para los que el griego y el latín, las lenguas fundamentales de nuestra civilización, son incomprensibles, o, en el mejor de los casos, curiosidades. Los hombres viejos que viven ahora pueden recordar, inquietos, la rebelión contra la tradición, pero los jóvenes sólo advierten para sí cuán poco queda contra qué rebelarse, y muchos temen que, antes de morir ellos, el conjunto de la tradición haya desaparecido.

        Todos admiten que la disposición de ánimo para la Fe ha sido en gran parte perjudicada, verdaderamente perjudicada, para la mayoría de los hombres. Tan cierto es, que una mayoría (debería afirmar que una mayoría muy grande) ya no sabe qué significa la palabra fe. Para la mayoría de los que la oyen (relacionada con la religión), significa aceptación ciega, afirmaciones irracionales, leyendas que la experiencia común rechaza, o una simple costumbre heredada de imágenes mentales que nunca han sido probadas y que ante el primer toque de la realidad se disuelven como sueños que son. Todo el inmenso cuerpo de la apologética y la ciencia de la teología (la reina de todas las demás ciencias) han dejado de existir para la gran masa de hombres modernos. Con sólo mencionar sus títulos se consigue un efecto de irrealidad e insignificancia.

        Hemos llegado ya a esta situación extraña: que mientras el cuerpo católico (que es ya en la práctica una minoría, aun en la civilización blanca) comprende a sus adversarios, sus adversarios no comprenden a la Iglesia Católica.

        El historiador puede trazar un paralelo entre el decreciente cuerpo pagano de los siglos IV y V, y el cuerpo católico de hoy. Los paganos, especialmente aquellos paganos educados y cultos, que entonces vivían en número cada vez más pequeño, conocían bien las altas tradiciones a que estaban apegados y comprendían (aunque odiaban) a esa cosa nueva, la Iglesia, que había crecido entre ellos e iba a desplazándolos. Pero los católicos que iban a suplantar a los paganos comprendían cada vez menos las modalidades paganas, despreciaban sus grandes obras de arte y tomaban a sus dioses por demonios. Así, hoy, la antigua religión es respetada pero ignorada.

         Aquellas naciones que por tradición son anticatólicas, que una vez fueron protestantes y que ahora no tienen tradiciones fijas, han tenido el predominio durante tanto tiempo, que consideran a sus adversarios católicos como definitivamente vencidos. Por otro lado, aquellos naciones que han conservado la cultura católica están ahora en su tercera generación de educación social anticatólica. Sus instituciones podrán tolerar a la Iglesia, pero nunca están en alianza activa con ella, sino a menudo en aguda hostilidad.

        A juzgar por todos los paralelos de la historia y por las leyes generales que rigen el surgimiento y decadencia de los organismos, puede concluirse que el papel activo del catolicismo en las cosas de este mundo ha concluido y que, en el futuro, tal vez en un futuro próximo, el catolicismo perecerá.

        El observador católico negará la posibilidad de la completa extinción de la Iglesia. Pero él también tiene que seguir paralelos históricos; él también tiene que aceptar las leyes generales que gobiernan el crecimiento y la decadencia de los organismos, y tiene que inclinarse, en vista de todo el cambio ocurrido en el espíritu del hombre, a aceptar la trágica conclusión de que nuestra civilización, que en gran parte ha cesado ya de ser cristiana, perderá también todo su sabor cristiano. El futuro a encararse es un futuro pagano, y un futuro pagano con una forma de paganismo nueva y repulsiva, pero no menos poderosa y omnipresente, por repulsiva que sea.

                                         Resultado de imagen para neopaganismo

        Ahora bien, hay por otra parte consideraciones menos obvias pero que atraen fuertemente al pensador y al erudito en cosas pasadas y en la experiencia de la naturaleza humana.


         Ante todo, está el hecho de que durante siglos, en los momentos de mayor peligro, la Iglesia ha reaccionado fuertemente hacia su resurrección.

         La lucha mahometana fue algo muy cercano, casi nos inundó: sólo la reacción armada de España, seguida por las cruzadas, impidió el completo triunfo del Islam. El ataque de los bárbaros, de lo piratas del norte, de las hordas mongolas, llevaron a la Cristiandad al borde de la destrucción. Sin embargo, los piratas del norte fueron domados, derrotados y bautizados a la fuerza. La barbarie de los nómades orientales fue eventualmente vencida, muy tardíamente, pero no demasiado tarde para salvar lo que podía salvarse. El movimiento llamado Contrarreforma hizo frente al hasta entonces triunfante avance de los herejes del siglo XVI. hasta el racionalismo del siglo XVIII fue, en su debido lugar y tiempo, detenido y rechazado. E verdad que engendró algo peor que él mismo. algo que padecemos ahora. Pero hubo reacción contra él y esa reacción fue bastante para mantener la Iglesia viva y hasta recuperar para ella elementos de poder que se habían creído perdidos siempre.

        Siempre habrá reacción, y hay en la reacción católica cierta vitalidad, cierta forma de aparecer con fuerza inesperada por medio de hombre y organizaciones nuevos. La historia y la ley general del surgimiento y de la decadencia orgánica llevan en sus líneas más generales a la primera conclusión, esto es, el rápido debilitamiento del catolicismo en el mundo; pero la observación, aplicada al caso particular de la Iglesia Católica, no lleva  a tal conclusión. La Iglesia parece tener una vida orgánica bastante inusitada desde su nacimiento, un modo de ser único, y facultades de surgimiento que le son peculiares.

        Además, obsérvese este punto, muy interesante: las mentes más poderosas, las más agudas y las más sensibles de nuestro tiempo, están inclinándose claramente hacia el lado católico.

  ( Nota de Beatrice: en este punto yo discrepo en cierta medida con Belloc, y discrepo porque ya han pasado ochenta años desde que él escribió este libro y mucha agua ha corrido bajo el puente. Vemos actualmente algo exactamente contrario a esta última opción planteada por Belloc y aunque es indudable que, por las promesas de Cristo la Iglesia no perecerá, la veo disminuida a su expresión mínima, infectada desde dentro y perseguida desde fuera. Me quedo con la primera tesis ya que así como se ve el panorama sólo nuestro Señor podrá restaurarla cuando ya todo parezca perdido)

          Son, por supuesto, por su naturaleza, una pequeña minoría, pero una minoría de una clase muy poderosa en los asuntos humanos. El futuro no se resuelve por los hombres mediante una votación pública: se decide por el desarrollo de ideas. Cuando los pocos hombres que puedan pensar y sentir más fuertemente, y que tienen el dominio de la expresión, comienzan a mostrar una nueva tendencia hacia esto o aquello, entonces esto o aquello tiene grandes probabilidades de dominar el futuro.

         De esta nueva tendencia a simpatizar con el catolicismo - y en el caso de caracteres fuertes, de correr el riesgo, aceptar la Fe y proclamarse sus defensores - no puede haber duda. Hasta en Inglaterra, donde el sentimiento tradicional contra el catolicismo es tan universal y tan fuerte, donde la vida entera de la nación está ligada a la hostilidad hacia la Fe, las conversiones que impresionan a los ojos del público son continuamente que se destacan en el orden intelectual, y obsérvese que por cada uno que admite abiertamente su conversión, hay por lo menos diez que dirigen la vista hacia lo católico, que prefieren la filosofía católica y sus frutos a todos los demás, pero que no se atreven a aceptar los pesados sacrificios que implica una conversión pública.

          Por último, esta muy interesante y tal vez decisiva consideración: aunque la fuerza social del catolicismo, ciertamente en número, y en la mayoría de los demás factores también, esté declinando en todo el mundo, la división futura entre el catolicismo y aquello que es completamente nuevo y pagano (la destrucción de toda tradición, el rompimiento con nuestra herencia), está ahora claramente marcada.

          No hay, como había hasta hace bastante poco tiempo, un margen o penumbra confuso y  heterogéneo, que podía hablar con confianza en sí mismo bajo el vago título de "cristiano" y discursear confiadamente sobre alguna imaginaria religión llamada "cristiana". No. Hoy están, ya bastante diferenciados y cada uno en su terreno, como para ser destacados pronto sobre negro y blanco, la Iglesia Católica por una parte, y por otra, los adversarios de lo que hasta ahora ha sido nuestra civilización. Las filas se han formado como para la batalla, y aunque tan clara división no signifique que uno u otro antagonista vaya a vencer, significa que por último habrá un resultado final y simple. Y en un resultado simple, tanto una causa buena como una mala tienen mejores posibilidades que en la confusión.

          Hasta los más equivocados y los más ignorantes de los hombres, que hablan vagamente de "iglesias", están empleando ahora un lenguaje que suena hueco. La última generación al menos podía hablar, en los países protestantes, de "iglesias". La actual generación no puede hacerlo. No hay muchas iglesias:hay una sola. Está por una parte la Iglesia Católica y por la otra su mortal enemigo. La liza está cercada.

         Estamos así ante el problema más trascendental que se haya presentado hasta ahora ante el espíritu del hombre. Estamos, pues, en la bifurcación de caminos por donde pasará todo el futuro de nuestra raza.


                                                                       Hilaire Belloc, Las Grandes Herejías, Ed. Vórtice.





       
   
         

lunes, 23 de abril de 2018

De los relatos de Mateo: La caridad de los más se enfriará.


           Hace algo más de un mes que comenzamos un nuevo año lectivo aquí en la universidad. Se ven caras nuevas en el campus y me da la impresión que, en general, hay más alumnos nuevos que el año pasado no así en mi instituto. En fin, a pesar de la baja en la cantidad de alumnos de primer año mi trabajo como jefe de docencia este primer mes ha sido, como todos los años, muy intenso con el papeleo, los horarios y las dudas de los alumnos nuevos que entran y salen de mi oficina a cada rato. Estuve esta mañana con tanto ajetreo que se me pasó la hora del almuerzo y a eso de las tres de la tarde recién pude ir a engañar a mi pobre estómago que rugía con lamentos de hambre desde el mediodía. Me dirigí entonces, bajo el abrazador sol de estos días, al sucucho de amasandería a donde voy a merendar - para no llamarle almuerzo -  al menos una vez a la semana, y el cual está ubicado a una cuadra de la universidad. A mi mujer no le hace gracia que yo concurra a este local porque lo encuentra poco higiénico y de mal aspecto. Le doy la razón en ambos puntos, pero a pesar de su apariencia el lugar me gusta porque las empanadas son riquísimas, el rincón donde hay un par de mesas tiene una vista espectacular y el dueño es un tipo muy simpático que me deja llevar mi propio bebestible y no tengo que comprarlo ahí. Siempre está lleno de estudiantes hambrientos que se gastan sus monedas en algún pan amasado con jamón y queso o en una empanada frita o de horno.

          Me instalé en la mesita que ocupo siempre, junto a la ventana, esperando a que el dueño del local me llevara mi pedido mientras me tomaba mi bebestible. La amasandería tiene solo unas pocas mesas, unas tres o cuatro, de modo que es el mismo dueño el que las atiende. Finalmente, al cabo de unos minutos me trae mi fragante empanada y mientras la dejaba en la mesa, me metí la mano al bolsillo de mi pantalón para darle una propina. Grande fue mi sorpresa cuando al hacerlo me encontré con una carta, una carta que me había pasado mi ayudante en la mañana y que por trajín de la jornada había olvidado por completo.  Al panadero le entregué una buena propina que agradeció dejando a mi lado un pocillo con pebre.

                                       Resultado de imagen para empanada

 Me quedé pensando en el momento en que Rafael, mi ayudante, me había entregado la carta, y lo había hecho tal como se entrega el testimonio en una carrera de posta en atletismo cuando ya iba él con bastante retraso corriendo a una clase.

- Hola profesor, chao profesor...un hombre, que dijo ser un conocido suyo, le dejó esta carta.

 Olvidada por completo había estado escondida en el fondo del bolsillo de mi pantalón y ahora la tenía en mis manos. El sobre, un tanto arrugado, iba dirigido a mi muy solemnemente: Sr. Ph.Dr. Mateo Mansfield, presente, pero no tenía remitente y a esa altura estaba yo intrigado por completo. ¿Quién podía haberme dejado una carta y no me había esperado sabiendo que mi oficina está siempre abierta y dispuesta para una buena conversación con un café recién molido?  Abrí el sobre y leí lo siguiente:

"Me han comentado de su forma de pensar y de enseñar, por lo que quisiera comentar lo que he visto en la sociedad que vivimos. La plena descortesía, humillaciones, profanaciones e insultos de unos a otros. Ya la gente no se preocupa del otro, de sentir por el prójimo. Prefiere pisotearlo y reírse de él.
Esto es producto de que la mayoría de nuestros pastores se han dedicado a no preocuparse de su rebaño y de la enseñanza de sus Padres. Las jóvenes que usan la sexualidad para obtener cosas o logros (casa, auto, ascensos, dinero, etc) pisoteando al resto. Jefes que abusan de su posición contra sus subordinados. Ladrones que violentan la seguridad de los moradores en sus casas y no temen matar a una persona.

¿Por qué la sociedad ha perdido los valores y principios morales que se requerían para tener una sana convivencia? Ahora solo hay gritos, en vez de conversar. Engañar en vez de ser veraz. Estafar cuando no están satisfechos con su propio dinero. Pisotear al otro, en vez de ser amable con el. Abusar del amor cuando no se debería.

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Nuestros pastores haciendo, algunos, oídos sordos a ciertas situaciones. Cuando deciden actuar, solo lo hacen por una sola vía: el vaticano y no por la otra vía: justicia civil. Deben darse ambas vías.  Personas que cuando van a comulgar, literalmente, arrollan a otras personas para llegar al sacerdote, y este no les reprocha que están frente al objeto más sagrado que existe en el mundo. Abuso y re-abuso de los “ministros de comunión”, que solo deben actuar cuando exista REAL necesidad. ¡Sus manos no están consagradas y tocan el objeto sagrado, y el Sacerdote lo aprueba!

¡El Sagrario apartado del centro de la parroquia o capilla del lugar de donde debería estar! Y nadie (sacerdote incluido) le llame la atención.
¿Cómo cambiaron tanto los Valores de antaño con los “nuevos”?

¿Qué me dirá, Sr. Profesor, de todo esto?"

La releí varias veces.  La carta era un bombardeo de temas salpicados por aquí y por allá. Los primeros haciendo referencia a la sociedad en general y los segundos relativos a la Iglesia.  Por el tipo de pregunta y el lenguaje que usaba de inmediato supe quién era el misterioso personaje epistolar: un atormentado amigo que vive buscando respuestas y que por más que yo me esfuerce en responder parece no quererlas entender. Acude a mí buscando consejo, pensando en que soy una gran eminencia que puede responderlo todo, y no entiende que no soy ningún sabio ni un iluminado y que mi sabiduría (si es que puedo denominarla así) únicamente radica en intentar escuchar y asimilar lo que los grandes maestros, aquellos que nos conducen a la Verdad, han enseñado, y de entre todos estos maestros el único que puede ser llamado con autoridad Maestro. Puedo formular miles de respuestas, llenar cartas y cartas con consejos que casi llegan al borde de convertirse en lugares comunes, puedo citar y citar las SS.EE, palabras de santos y filósofos, pero si su espíritu no está llano a querer que esas palabras se hagan algo concreto en su vida, no saco en limpio absolutamente nada. Palabras perdidas, palabras que se las lleva el viento. El oído, o la vista en este caso, puede estar presto a escuchar o a ver, pero si la voluntad iluminada por la inteligencia no quiere asimilarlo no es mucho lo que sirve dar respuestas.

Terminé mi colación, volví a guardar la carta en el bolsillo y me fui directo a mi oficina a responderla. Suponía que mi amigo estaba realmente interesado en que yo contestara, en la medida de los posible, a sus inquietudes, así que me senté frente a mi notebook y me puse a escribir lo que pensaba acerca de todo este aluvión de interrogantes.

Mi estimado amigo en Cristo:

Creo que son demasiadas cosas las que preguntas que me planteas. Sé que te atormentan porque las sufres a diario y comprendo tu rabia y tu angustia, pero debes – y recalco el debes – elevarte por sobre ellas y buscar paz a tu espíritu. Por el momento te diré lo que pienso acerca de tus cuestionamientos sociales, es decir, de la primera parte de tu misiva. Te quedaré debiendo mi visión acerca de la segunda parte, haré todo lo posible por responder pronto a sabiendas que por el momento estoy colapsado de trabajo.

 Lo que nosotros como católicos estamos soportando es el hedor que viene de un cuerpo podrido. Este cuerpo es la sociedad que se infectó cuando sacó a Dios de su vida. Arrancó de a poco a Dios de su vida dejando la herida abierta sujeta a que en ella entren gérmenes y bacterias, (léase liberalismo entre otros) que la han enfermando aniquilándose poco a poco, yendo contra sí misma producto de su locura, tal como se enferma un cerebro humano cuando las bacterias llegan a la cabeza. Y así han pasado los años y las generaciones y el abandono de Dios y de la práctica religiosa nos tienen a nosotros, ¡pobres de nosotros!, sufriendo esta herida que supura por todos lados y que esperamos de una buena vez reviente y sea curada de cuajo. La sociedad está enferma, el hombre moderno está enfermo porque le falta Dios.  Tanto individual como colectivamente prefiere seguir en este pus, revolcándose en sobre sí mismo haciendo oídos sordos a ese grito en su ser más íntimo que no es otro que el llamado de Dios para que vuelva a Él, a darse cuenta que está mal. Desde que Dios ya no reina en la sociedad, a ésta no le importa agradarlo ni servirlo, ni cumplir con sus mandamientos. Lo que ella haga no tiene ya consecuencias para la eternidad, y sus fines son emanantista y hedonistas, y el desenfreno es total.

Observa, amigo, como el sentido común ha desaparecido y que estamos teniendo que llegar al absurdo de defender lo que antes jamás hubiéramos pensado era necesario defender. El mundo está patas para arriba, eso es obvio. Tenemos que andar cuidándonos de ofender a sensibilidad estúpida de las cabezas termocéfalas que se arrojan el ser la voz de la mayoría.  

Las almas de los hombres están confundidas y eso les trae insatisfacción e inconformismo, entonces para poder llenar ese vacío se arrojan como unos locos a abrazarse a sí mismos buscando el placer y las diversiones que ahora tienen por montones.  La vida está para pasarla bien, ¡qué va! Nos encontramos rodeados de gente que acumula en su interior muchas frustraciones y problemas, y así va acumulando y acumulando esta rabia que tiene que reventar por algún lado y revienta a la primera oportunidad desatando su rabia con el pobre mortal que se cruzó en su camino y que por casualidad le golpeó el auto o le hizo perder el tiempo con un descuido, ejemplos hay por miles. Por consiguiente, como anda alterado, el pobre tipo estresado se desquita con el que se le atravesó y vamos, lo insulta, lo denigra, lo agrede y hasta en algunos casos puede llegar a matarlo. ¡Si te matan por un móvil! ¡te matan porque los miraste feo! Porque el que te molesta es una cosa, un estorbo. No es un prójimo, no es un alter Christus, y como toda caridad viene de Dios, al enfriarse esta ya no nos estamos mirando como criaturas de Dios creadas para amar, conocer y servir a Dios, sino como un desconocido al que me está permitido ofender y humillar. La descortesía, la falta de caballerosidad, el egoísmo, la prepotencia, la falta de empatía, el resentimiento y todo lo que dices son fruto de la falta de la Caridad porque Dios ya no reina en nuestras almas, ni en las familias ni en la sociedad.

 Esa es la radiografía del mundo en el que estamos. ¿Qué podemos hacer nosotros para sobrevivir en esta selva y no pegarnos un tiro, o volvernos locos, o acriminarnos con alguien? Si sufrimos a la sociedad es porque Dios quiere que en medio de el hedor seamos luz y combatamos. No creas que voy a sentarme contigo a lamentarme por lo que te pasa con la gente, no, no voy a animar tu desconsuelo para llorar juntos, sino que voy a animarte a combatir y a ser uno de los que lleve la antorcha de la Fe. Dice el cardenal Newman que el combate es señal genuina de un cristiano. El combate no solo contra el demonio y la carne, sino contra el mundo. No somos del mundo y debemos procurar salvar nuestra alma con los medios que Dios no da. Esto es para valientes y para hombres con coraje, como aquellos pequeños hobbits que demostraron tenerlo más que nadie frente a las puertas de Mordor. Se combate al mundo con firmeza, pero con caridad, siendo lo que somos, verdaderos hijos de Dios. Donde Dios me ha colocado, contra todas las pruebas a la que a diario somos sometidos, ahí tenemos que estar de pie con nuestras armas espirituales llevando la Bandera del Rey.

 Estás lleno de cuestionamientos, está bien, no somos unos seres irracionales incapaces de reflexionar sobre nuestra existencia. Pero todo tiene un límite y el límite es no quedarse exclusivamente con las preguntas. El “Por qué” y el “para qué” a veces terminan por enloquecernos. Las preguntas están ahí, desde que el hombre eligió ponerse en el lugar de Dios y darle la espalda y lamentable (o afortunadamente porque nuestra salvación está más cerca) el misterio de la iniquidad opera con más fuerza hoy, perdemos cada día más, la poca inocencia que nos quedaba. Que no te extrañe que las cosas sean así, desde el momento en que los hombres asesinan a sus propios hijos dentro del vientre de sus madres, cualquier cosa se puede esperar.

 Si algo puedo aconsejarte es a ignorar el mal que viene de nuestros coetáneos. Ya, te doy el punto, los demás nos humillan, nos pisotean, nos maltratan, nos deprecian, somos incomprendidos, perseguidos, tratados injustamente. ¿Y? ¿voy a quedarme dándome pena a mí mismo o levantaré la cabeza, tomaré mi arma y seguiré luchando por ser un ejemplo, tratando de, en medio de los demonios, ser santo? ¿acaso nuestro Señor no sufrió lo mismo? ¿Qué somos nosotros para pedir menos? El sufrimiento espiritual es incluso muchas veces mayor que el físico y es insoportable, pero tiene que ser por algo: nos debe conducir al Cielo. No somos unos resentidos. porque nosotros no podemos serlo si tenemos fe. Nosotros ofrecemos a Dios nuestro dolor y esperamos que sea Él el haga justicia. " No os tengáis por sabios ni volváis a nadie mal por mal; antes procurad obrar bien no sólo ante Dios, sino también ante todos los hombres. Si es posible, cuando esté de vuestra parte, vivid en paz con todos los hombres; no os venguéis, amados míos, mas dad lugar a que pase la ira, porque escrito está: A mí me pertenece la venganza; Yo haré justicia, dice el Señor".  " No te dejes vencer del mal, sino vence el mal con el bien" ( Rom. 12, 16 -21)  No podemos anidar en nuestro corazón odio hacia estas personas que nos hacen sufrir. No los odiamos, los superamos, vamos más allá, seguimos nuestro peregrinaje. Nos apartamos, dentro de lo posible, con nuestro silencioso padecimiento, que debiera ser un alegre padecimiento, y vamos por la vida siendo luz, no dejando de ser lo que somos: amables, educados, pacientes. Estamos siendo ayudados misteriosamente a través de la oración de nuestros hermanos en la fe. Nos asisten los sacramentos y en la Santa Misa encontramos la fuente de salud que sana nuestros corazones heridos.  "Como maltratados, aunque no muertos; como tristes, estando siempre alegres; como necesitados, aunque hemos enriquecido a muchos; como que nada tenemos, y todo lo poseemos...", dice San Pablo.

Por último, y te lo repito: no estés dándole vueltas en tu cabeza a las acciones que se hacen en tu contra. Es el demonio que quiere torturar tu alma y hace que te revuelques una y otra vez pensando en todo lo que la gente te hace sufrir, en lo mala que está la sociedad, eso ya lo sabemos, ¿voy a lamentarme eternamente por eso? No, no se puede vivir así, es una tortura. Cada uno tiene su propia cruz y por Dios que hay gente que lo está pasando mucho peor que nosotros.

Nunca está de más recordar el evangelio del apóstol del cual llevo mi nombre, para que sirva de consuelo y nos prepare el ánimo cuando observemos que lo que ahora sucede se pondrá cada vez peor: “Después os entregarán a la tribulación y os matarán y seréis odiados de todos los pueblos por causa de mi nombre. Entonces se escandalizarán muchos, y mutuamente se traicionarán y se odiarán. Surgirán números falsos profetas, que arrastrarán a muchos al error; y por efecto de los excesos de la iniquidad, la caridad de los más se enfriará. Mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo”. (Mt. 24, 9-13)

Tuyo con afecto,
Mateo Mansfield B.

p.d: Te cuento lo siguiente para que te sirva de consuelo: están a punto de echarme de la universidad, ja,ja,ja ¿no te parece gracioso?. Soy un inadaptado a los nuevos tiempos y creo que, así como voy, pronto tendré que irme a vivir con mi familia como un desterrado a algún pueblo lejano en el sur o en el norte. ¿quizás formar una colonia católica autosustentable? Lo estoy pensando…lo estamos pensando.
p.d. 2: queda pendiente la segunda parte de tus preguntas.

Nota de Beatrice: aunque Mateo es un personaje ficticio recibió de veras esta carta de parte de uno de sus fieles lectores. Agradezco la colaboración de este sincero lector.