Hemos estado viendo, con asombro y perplejidad, cómo los estudiantes de arquitectura de una de las universidades más importantes de Chile han protestado porque se sienten presionados por la carga académica, lo que ha influido en su salud mental.
Sobre los alumnos solo decir un par de cosas. Me parece increíble que estando recién en abril ya estén sobrestresados, siendo que lo que se estudia y exige es lo mismo que viene haciéndose desde siempre, y además, tienen la ventaja, que nosotros los cincuentones y cuarentones no tuvimos, de contar con toda la tecnología a su disposición lo que facilita enormemente el trabajo de investigación y los proyectos.
Pero no es solo es en esta carrera donde los alumnos sienten que casi se les revienta la cabeza. Estoy segura que en muchas otras carreras pasa lo mismo y creo que hay que analizar con detalle las causas que los llevan a estresarse a un punto tal que hasta piensan terminar con su vida. Las razones son muchas y abarcan todos los ámbitos de la vida: problemas de pésima o nula formación en el colegio tanto en ciencias como en letras, nos encontramos con alumnos enflaquecidos intelectualmente hablando ignorantes hasta de lo mas básico de la cultura general; mala constitución familiar con muchas carencias afectivas; enviciados con el sexo, con las drogas y con el "carrete" (fiesta o panorama de diversión) del fin de semana que parte el jueves; poca tolerancia a la frustración; mal manejo de las emociones, falta de autodisciplina y del manejo del tiempo; poco espíritu de trabajo y de perseverancia y, en fin, un largo y casi infinito etc, etc. No voy a a entrar a analizar cada una de estas causas porque sería eterno. En resumen, pareciera que esta generación, que cree saber más que todos nosotros los viejos porque saben más de tecnología y de sus aparatitos inteligentes, quiere todo ahora, ya, rápido y fácil, hic et nunc. No se dónde estos pobres jóvenes tienen su cabeza, ni qué esperan de la vida. Con honrosas excepciones, hay muchos jóvenes que no tienen idea de porqué viven ni qué quieren hacer con sus vidas. Andan como perdidos, sin proyección, y se lanzan buscar algo a qué aferrarse. Es ahí donde se encuentra el caldo de cultivo para que lleguen los heraldos de las más pérfidas ideas a entregarles algo por qué luchar y que les de una razón para el combate.
Ahora bien, todo esto que he señalado arriba no es en su totalidad culpa de los alumnos. Es culpa del sistema educativo, y el universitario, en especial, que ha transformado a las universidades en empresas mercantiles. A muchos profesores universitarios en Chile les importa un pepino sus alumnos. No sé si les interesa sacar lo mejor de su alumnos, que es un acto de caridad por lo demás. No motivan, no prenden la chispa de la admiración. ¿Donde están los maestros que despiertan en sus alumnos la admiración y el deseo de aprender? Los profesores, como llevan años enseñando lo mismo, repitiendo hasta los mismos chistes, no logran prender en sus alumnos la curiosidad y el deseo de saber más, de investigar, de llegar a certezas...porque para la mayoría de los profesores universitarios ya no hay certezas ni verdades que se puedan efectivamente encontrar y eso es lo que lamentablemente transmiten a sus alumnos.
"Los buenos maestros, me apresuro a decirlo, más allá de sus técnicas, inflaman el espíritu de sus estudiantes cuando el fuego virtual de los textos golpea la actualidad a través de la chispa de su propia voluntad e ingenio"
John Senior, La Restauración de la Cultura Cristiana. Editorial Vórtice, pág.173.
Abunda la mediocridad no solo entre los alumnos, sino que también entre los mismos profesores. Recuerdo cuando antes un doctorado era una cosa que tenía peso propio y no cualquiera podía llegar a obtenerlo. Es cierto que existen más facilidades y ya no es necesario viajar a Europa o a U.S.A para sacar un doctorado porque en las universidades locales también se pueden obtener estos grados, pero no es menos cierto que el nivel de exigencia en comparación con el de antes no es el mismo. Al ser más masivo no se puede ser tan riguroso y puntilloso con los alumnos, sumando a que ya desde pregrado las universidades comienzan a ofrecer alargar las carreras en dos años o más, con las maestrías y doctorados, motivados por el hecho de que es un muy buen negocio mantener a los alumnos casi diez años estudiando. Tal como lo decíamos antes, la universidad ahora más bien parece una empresa que se dedica a fabricar profesionales mal preparados que, al llegar al mundo laboral, no saben hacer su trabajo, no saben cómo enfrentar los desafíos de la realidad y han de aprender, a la fuerza, haciendo aquello que la universidad nunca les entregó.
"Todo aquello que tiene un comienzo y un medio tiende hacia un fin determinado. La palabra curriculum viene del latín y significa "correr una carrera", y una carrera tiene sentido solamente si tiene una línea de llegada. La educación actual simplemente no tiene línea de llegada. Las universidades son una colección de estudios que posibilitan la obtención de varios certificados - en historia, literatura, ingeniería, medicina o cualquier otra cosa -, pero no hay ninguna causa final para la institución en su conjunto, no hay un principio de integración, no hay una "idea" de universidad, según el sentido que le dio Newman; no hay una definición de hombre educado, lo que el propio Newman llamaba un "caballero", en oposición al mero académico, crítico, científico o técnico. Como la nación misma, las universidades se han propagado siguiendo las demandas del mercado, empujadas por grupos ideológicos de presión y limitadas por la inercia. Ya no tienen definición."
John Senior, La Restauración de la Cultura Cristiana. Editorial Vórtice, pág. 164
En fin, es un tema largo y complicado al que no le veo una solución así como están las cosas. Y por qué digo esto, porque la imbecilidad ha llegado al punto máximo, y los que debieran parar a los imbéciles no lo hacen por miedo a ser políticamente incorrectos. Para muestra un botón. En una universidad privada de muy buena fama el profesor de una cátedra a los de primer año les pasa un listado con una serie de textos, desde la filosofía antigua hasta la contemporánea, para que hagan de cada uno de ellos un ensayo con un resumen del libro y la opinión que tienen de lo leído. Los alumnos reclaman que no quieren leer ni a Sócrates, ni a Platón y a Aristoteles, ni a Santo Tomás. La razón, sus filosofías son machistas y sexistas porque hablan solo del hombre y nunca nombran a las mujeres más que para decir que son inferiores....sin comentarios.
Quiero terminar este artículo con una nueva cita de John Senior a propósito de este mismo tema de la universidad, y les paso el aviso: este libro es lectura obligatoria. He gozado leyendo este libro, he vuelto a leer una y otra vez sus párrafos pensando en que seria un milagro llevar a la acción lo que Senior propone. Al menos en Chile sería un milagro, nuestra idiosincrasia de pueblo envidioso del que quiere hacer algo bueno para el bien de todos lo hace casi imposible. Senior escribe en términos sencillos verdades que nos parecen obvias, tan obvias que se nos han pasado por alto y nos hemos olvidado de ellas. Puede comprarse aquí:
"Tal como dicen los escoceses: "El pescado se pudre comenzando por la cabeza". La actual crisis de liderazgo es una catástrofe nacional. Estamos sufriendo bajo el reinado de los ignorantes y sometidos a una burocracia imbécil pero astuta en su mediocridad, cuya mayor preocupación es la de preparar su propio crecimiento, lo cual facilita dejar de lado a aquellos a quienes les interesa el trabajo que hacen, los que se quedan noches enteras pensando los misterios de la física y del corazón, y días enteros peleando con las incansables y reacias mentes de los jóvenes.
Pero los profesores no tienen derecho a quejarse. Los profesores de las universidades traicionaron su compromiso, que era el de transmitir a las nuevas generaciones el gran depósito del bien, de la belleza y de la verdad, conocidos como occidental, o más apropiadamente, como civilización cristiana. La "traición de los intelectuales" ha sido un asunto lamentable, triste y sórdido.
Los padres que confiaron sus hijos en buena fe a las universidades encontraron que habían sido vendidos por astutos feriantes en el mercado de esclavos del siglo XX: marxismo, psicología conductista, drogas, pornografía, perversión sexual. No es asombroso que padres y ciudadanos estafados hayan buscado otra cosa. Si esa es la educación liberal, dijeron, es mejor tener escuelas de negocios o escuelas técnicas que nos provean de administradores serios que eviten la raíz del mal que es ¡el pensamiento!
Fue un grave error. Se le hizo el juego al enemigo que reía en un costado. La misión de la universidad no es mantenerse alejada de los problemas. El error es, efectivamente, un problema. Pero también lo es la verdad. Lo que necesitamos son decanos buenos y fuertes, rectores y profesores que hayan sido formados ellos mismos en la educación liberal, que tengan la valentía de volver atrás y comenzar de nuevo según el modo correcto y el único y principal fundamento.
La universidad, como los negocios y la nación, necesitan desesperadamente de líderes y seguidores con conocimiento, que amen verdaderamente la verdad, que sean caballeros y bien educados, y que sean combativos porque es necesario tener corazón de soldados para remontar la corriente de cobardía y debilidad que se esconde detrás de las cifras, pues en la actualidad es el número de páginas publicadas en revistas científicas, sin tener en cuenta su calidad, el que decide los cargos en las cátedras, las becas y los años sabáticos. Al mismo tiempo, los buenos profesores son alabados condescendientemente y recompensados con premios simbólicos que ni siquiera son tenidos en cuenta en las evaluaciones. Cualquiera sea la universidad, los mejores profesores suelen estar en lo más bajo de la escala, mientras que los peores brillan en las cátedras mas prestigiosas.
¿Es posible una reforma de esta de esta situación? Sí. Cuando alguien tome la tarea de reconstruirla sobre los buenos fundamentos, entonces las escuelas y las universidades se levantarán de sus ruinas. Lo que es verdadero, es verdadero semper et ubique idem (siempre y en todo lugar). Tenemos el gobierno y la educación que merecemos, y tendremos líderes verdaderos cuando realmente los deseemos; lo que implica que, como nación y como vecindades en el ámbito local, y en los hogares, tengamos en vista un objetivo. No se pueden reformar los medios sin antes conocer el fin y éste es, en el fondo, una cuestión religiosa. Si la nación, comenzando por sus pequeñas poblaciones, sus hogares y sus corazones, no retorna a sus orígenes y fines cristianos, se desintegrará. Para liderar cualquier ámbito de la vida debemos tener santos, que son hombres y mujeres ordinarios que llevan hasta el heroísmo sus virtudes por amor a Dios. Y los encontraremos cuando queramos encontrarlos. Algunos de ellos estarán leyendo estas líneas, y se preguntarán si hay aún santos, como Santa Cecilia y San Francisco, que se desconocían como santos, con su gran vocación escondida en sus propios corazones como el oro en las rocas. La restauración nunca comienza en las cimas que se desmoronan, sino que siempre comienza en las profundidades oscuras de los corazones simples. No nace en los rugidos de los huracanes sino en el soplo de la brisa ligera."
John Senior, La Restauración de la Cultura Cristiana. Editorial Vórtice, pág. 179-181