Hace unos días mi buen Wanderer
re-posteaba un artículo de hace un par de años que
sigue vigente hoy, y es a propósito del mismo tema del título de este artículo,
de la restauración o de la resignación. Soy medio escapista resignada, lo
reconozco. Me alejo cada día más del mundo civilizado, de las gentes
bulliciosas, de las modas, de la imbecilidad humana moderna, de las intrigas y conversaciones vacuas, y me
dedico a mi familia y a rezar en mi capillita aquí en el campo con la esperanza
de que algún cura venga de nuevo a rezar la misa aquí y de que algún día este
lugar será un refugio para los perseguidos por su fe. Sin embargo, llevo años pensando sobre este
asunto que les detallaré, y a medida que transcurre el tiempo la película de la
vida se me va haciendo cada vez más clara conforme nos acercamos al desenlace.
¿Restauración plena de la
verdadera Fe católica? o ¿esperar que venga nuestro Señor lo antes posible y
ponga fin a este caos de apostasía? Hace un tiempo atrás me quedaba con la
segunda opción...bueno, sigo opinando que es la única salida, pero ahora le he
agregado un nuevo matiz. A lo que quiero apuntar es que la restauración es
posible, pero acotada a una parte de la Iglesia, aquella de buena voluntad,
para que espere velando y orando de la mejor manera al Novio cuando llegue a la
boda. A continuación, voy a intentar explicar mi postura para que no haya
confusión acerca de lo que quiero decir.
Una restauración de la jerarquía
y de la liturgia que parta desde el Vaticano y que se extienda por las
diferentes diócesis del mundo es imposible. Habría que sacarlos a todos, o a
casi todos. Son generaciones como la mía y la de un par de generaciones
anteriores que se formaron a la luz de las revoluciones dentro de la Iglesia y
que simplemente no tienen vuelta salvo honrada y contadas con los dedos,
excepciones. Y junto a esto habría que eliminar de un plumazo, como decía el
padre Lira, el Concilio Vaticano II, que por muy concilio que haya sido de la Iglesia no
ha traído sino confusión. No se quiere reconocer a nivel de cardenales y
obispos, por muy bien intencionados que sean, que una de las causas de que hoy
estemos sufriendo, como la degradación moral, social y litúrgica de la Iglesia,
está en el dichoso concilio primaveral del cual ya tanto se ha hablado y al que
le han dedicado miles de análisis críticos. Aceptar eso para estos prelados
sería como aceptar una derrota y reconocer que el remedio fue peor que la
enfermedad. Como estoy segura de que eso no va a ocurrir, y que no hay voluntad
de reconocer públicamente lo que varios de ellos dicen en privado es que no se
puede seguir buscándole la quinta para al gato. Olvidémonos que algo así vaya a
ocurrir desde la cabeza para abajo. La restauración es posible, pero no desde
ahí, y abarcará un número limitado de la Iglesia que se armará para resistir al
enemigo mientras esperamos.
La restauración de la tradición
vendrá de grupos de cardenales, obispos, sacerdotes y fieles laicos de buena
voluntad que, no perteneciendo a grupos tradicionalistas, se unirán a ellos al
darse cuenta de que la jerarquía destruye la Iglesia y apostata, y formará
pequeños grupos que mantendrán la Fe, restaurando la Misa de siempre y la
doctrina, y que tendrá que volver a las catacumbas para poder llevar a cabo su
misión. A eso me refería con una restauración acotada o limitada. Estos
prelados tendrán tarde o temprano que dar al paso de una buena vez y no seguir
dilatando la restauración mientras que miles de fieles ven, con perplejidad,
cómo las verdades eternas comienzan a ser cuestionadas y cambiadas por los
mismos que debieran conservarlas y trasmitirlas.
La restauración nos exige
reconocer que todos los que seguimos la Tradición, e incluyo a todo el amplio
espectro de fraternidades, institutos, congregaciones, etc, etc, tradicionales
incluso con sus legítimas diferencias, tenemos un enemigo común al que
combatir, o al menos resistir, y que es al fin y al cabo el causante del
desastre: el modernismo en todas sus facetas y frutos dentro de la Iglesia. Y
la única manera de hacerlo es estando unidos. “¡Es que tenemos diferencias
doctrinales insalvables! ¡Son unos modernistas!” Los tradis vivimos peleando
entre nosotros, descalificándonos sin caridad y si bien es cierto que hay
diferencias doctrinales, sobre todo en lo que se refiere al CV II y al nuevo catecismo
entre otras cosas, son tiempos de
excepción y de estado de necesidad como nunca nos había tocado que requieren
aunar voluntades. Y claro, mientras tanto el enemigo hace de las suyas. Se me
viene a la mente inmediatamente el Señor de los Anillos, la Comunidad del
Anillo, unida para luchar contra Mordor y su Señor Oscuro. Enanos y Elfos, que
habían sido enemigos ahora luchando contra el poder del mal.
He hablado combatir y de
resistir. Son tiempos de resistir, de resistir al error, de resistir a la
imposición y aceptación de nuevas doctrinas que contradicen las Sagradas
Escrituras y la Tradición mientras esperamos a que nuestro Señor ponga orden y haya
una restauración plena de la Iglesia en su totalidad. Cada cual según su estado
y medios sabrá cómo resistir. Unos dedicados de lleno a la oración, otros a
través de la palabra, otros formando pequeñas comunidades con un sacerdote pío
que administre los sacramentos, en fin, cada cual según como Dios lo ha puesto
en el mundo. La situación no tiene arreglo humano, al menos así lo veo yo dada
la gravedad de la confusión y la nula aceptación del Soberano Pontífice y de la
jerarquía a cualquier tipo de fraternal corrección porque están ciegos o porque
simplemente han apostatado. Tenemos que esperar con paciencia sin decaer, y principalmente
orando y estando en gracia. La fortaleza nos será dada del Cielo si la pedimos
con fe y también nos fortalecerá el saber que estamos unidos. Esperar
acompañado no es lo mismo que esperar solos. Es por eso por lo que siempre me
he esforzado por rescatar lo que cada
grupo tradicional, u obispos proclives a la tradición, hacen por ella. Sí lo
sé, sé que hay diferencias doctrinales y todo lo demás, pero mejor es hacer
algo, aunque no parezca mucho, a no hacer nada y dejar a la mayoría de los
católicos, que no tienen idea de su religión, como huérfanos para que estos
progresistas los convenzan de sus errores y hagan peligrar su salvación eterna.
El enemigo de mi enemigo es mi amigo...Saber que, aunque tengamos diferencias,
estamos en lo esencial en el mismo bando nos da más brío, nos anima,
especialmente a los que están más dubitativos y creen que, por ser una minoría,
quizás estén equivocados.
El cardenal Newman en su poema
Lead Kindly Light en su primera estrofa tiene el siguiente
verso: one step enough for me. (solo un paso más me basta). Creo que es este paso el que deben dar pronto
cardenales, obispos, sacerdotes y fieles laicos que ven que la situación dentro
de la Iglesia no da para más. Por el bien de las almas urge tomar una postura más
firme y decidida, aunque eso signifique ser tratado como un desleal o un
traidor.
Por mientras nosotros tenemos que
rezar más que nunca, confiados en que Cristo no abandonará nunca a su Iglesia,
aunque ella quede reducida a un pequeño resto que ha restaurado lo que le dará
la fortaleza para resistir esperando a que nuestro Señor vuelva en su Parusía.
Publicado originalmente para MARCHANDO RELIGIÓN.