miércoles, 22 de enero de 2014

La Amistad, según R.H. Benson


        La amistad es una de las vivencias más fuertes y misteriosas de la vida

humana. Los filósofos materialistas suelen reducir las emociones más sublimes,

como el arte, la religión, el romance, a los instintos puramente carnales de

propagación o conservación de la vida física; pero sus teorías no alcanzan para

explicar las formas de amistad que se dan entre varones, entre mujeres, o entre varón

y mujer. La amistad no es una mera manifestación del sexo, y así David puede decir

a Jonathan: Tu amistad era para más maravillosa que el amor de las

mujeres (2 Sam1, 27); ni es una simpatía derivada necesariamente de

intereses comunes, porque el sabio y el loco pue- den formar una amistad tan fuerte

como puede darse entre dos sabios o dos locos; ni es una relación basada en el

intercambio de ideas, porque las amistades más profundas prosperan mejor en el

silencio que  en  la  conversación. Y  así  dice  Maeterlinck:  Ningún hombre es

realmente mi amigo, hasta que no aprendimos a estar juntos en silencio.

         Y decimos que es una realidad tan poderosa como misteriosa. Es capaz de

elevarse a un nivel de pasión mayor que el de las relaciones entre los sexos, ya que

 es independiente de los elementos físicos necesarios para el amor entre esposo y

esposa. La amistad no busca ganar ni producir nada. Al contrario, puede sacrificarlo

todo. Incluso donde no pareciera haber un motivo sobrenatural, podría reflejar en un

plano natural las características de la caridad divina, incluso más claramente que el

amor matrimonial sacramental. Así, como dice san Pablo, en la amistad también el

amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se

envaneceno procede con bajeza, no busca su propio interés El amor todo lo

disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”(I Cor.13, 4-7). Por eso,

aunque puede prescindir de la sexualidad, la amistad podría ser la sal del

matrimonio perfecto.  La amistad es uno los aspectos supremos de la experiencia

humana, como el arte, como  lo fuera la caballería, incluso como la religión, y no es

cierta- mente el menos noble.
 
           Por otro lado, casi no hay una experiencia más sujeta a la desilusión. Puede

 endiosar bestias, y decepcionarse al encontrar que son humanas. No hay peor

amargura en esta vida que cuando  un amigo  nos falla, o cuando le fallamos a él.

Aunque la amistad tiene en sí misma un cierto aire de eternidad, que aparenta

 trascender todos los límites naturales, no hay emoción tan a merced del tiempo.

 Somos capaces de forjar una amistad, pero podemos crecer fuera de ella, y estamos

continuamente haciendo nuevos amigos. Como puede ocurrirnos en la religión, en la

que progresamos en el conocimiento del verdadero Dios mientras vamos formando

imágenes e ideas inadecuadas  de  la  divinidad,  que en  su  momento adoramos,  

 pero que vamos cambiando  por otras. Mientras estamos en la infancia vamos

descartando cosas infantiles.

         La amistad es una de las pasiones más sublimes, de esas que se alimentan de las
 
cosas terrenales, pero que son continuamente insatisfechas con ellas. Pasiones que

nunca se consumen, pasiones que hacen historia,  que  miran  siempre  hacia  el

 futuro  y  no hacia el pasado. Pero la amistad es una pasión que, tal vez sobre todas

las demás, ya que no se agota en elementos terrenales, apunta a la eternidad para su

 satisfacción y al amor divino para responder de sus necesidades humanas.  No hay

sino  una explicación  inteligible para los deseos que genera y que nunca cumple; hay

una amistad Suprema a la que apunta toda amistad humana; un Amigo Ideal en el

que encontramos de un modo perfecto y completo aquello que buscamos entre

sombras en los rostros de nuestros amores humanos.

            La Amistad de Cristo, R.H. Benson, traducción de Jorge Benson,                                          Buenos Aires, 2012.