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Prólogo
Pocos casos tan paradójicos (y tan reveladores, al mismo tiempo, de la insidiosa acción del odium fidei) podremos hallar como el de Robert Hugh Benson (1871-1914), en su tiempo una de las figuras más descollantes de la literatura inglesa, hoy arrinconado en los desvanes de la incuria y el olvido.
Criado en el seno de una de las familias más ilustres de la Inglaterra eduardiana, hijo del todopoderoso Edward White Benson, arzobispo de Canterbury y hermano pequeño de otras dos lumbreras intelectuales, Robert Hugh Benson completó el itinerario biográfico menos complaciente que uno imaginarse pueda. Nombrado pastor anglicano en 1895 por su mismo padre, renunciará a una promisoria carrera para convertirse a la fe católica en 1903 y ordenarse posteriormente sacerdote, causando una conmoción sin precedentes (o con el único precedente de John Henry Newman) en la sociedad de su época.
Su conversión, además, será el acicate de una férvida vocación literaria, que en apenas once años brinda una abrumadora cantidad de novelas, relatos y obras devocionales y apologéticas. Pero, tras su prematura muerte, Benson será aherrojado en las mazmorras del olvido, en una sórdida operación comandada por los enemigos de la fe, tristemente secundada por cierta estolidez católica que solo en las últimas décadas parece corregirse, merced sobre todo a la recuperación de su magistral Señor del mundo (1907), que imagina las postrimerías de la historia humana y el reinado del Anticristo.
Entre la producción narrativa de Benson merece destacarse especialmente su ciclo de novelas históricas, que se estrena con esta ¿Con qué autoridad? (1904), ahora accesible al lector español gracias a la benemérita labor de la editorial Didaskalos. La pasión de Benson por el género histórico (y más concretamente por las narraciones ambientadas en el turbulento siglo XVII inglés, marcado por la aciaga ruptura con la Iglesia y la ensañada persecución de los católicos) se suscita tras la lectura de John Inglesant (1881), una novela muy discursiva de Joseph Henry Shorthouse que narra las aventuras y vicisitudes espirituales de un anglicano educado por jesuitas.
Aunque el héroe epónimo de Shorthouse permanece finalmente anglicano —tras considerar seriamente hacerse católico—, la lectura de la novela infunde en Benson una encendida admiración que inspirará su posterior acercamiento al género, muy preocupado por dilucidar las circunstancias, a veces gozosas, a veces atribuladas —sobre todo en aquella época en que la profesión de fe católica podía acarrear el martirio—, que envuelven la decisión de abrazar la luz de Roma. Fruto de esta inquietud acuciante, Benson escribe un puñado de novelas inaugurado por By What Authority?, a la que siguen (formando una trilogía ambientada en la época de la Reforma) The King’s Achievement (1905) y The Queen’s Tragedy (1907), así como Come Rack! Come Rope! (1912), que Joseph Pierce considera la más cuajada de todas.
Convendría situar biográficamente ¿Con qué autoridad?, cuya escritura Benson aborda precisamente en el año de su conversión, cuando se retira por un tiempo en el convento dominico de Woodchester, antes de ser recibido en la Iglesia el 11 de septiembre de 1903. Su hermano Arthur lo describirá luego, cuando evoque este pasaje de su vida, como «un húsar que agota las riendas de su caballo ante la inminente batalla». Y será ese húsar presto al combate el que escriba esta soberbia novela, antes de marchar a Roma, para comenzar los estudios que conducirán a su ordenación como sacerdote.
Se trata, pues, de una obra concebida y realizada en un estado de honda vibración espiritual por un joven que se asoma al vértigo de una transformación vital sin precedentes. Benson, desde luego, no tendrá que PRÓLOGO 11 afrontar la persecución cruenta que sus personajes sufren en el trance de la conversión a la fe católica. Pero (dada su peculiar posición social) comprende a la perfección las dudas y perplejidades —con frecuencia desgarradoras— que rodean tan intrépido paso; y saborea, como sus personajes, los beneficios incalculables de la gracia, capaces de convertir en nonada las congojas y adversidades más disuasorias.
Benson no es, como su inspirador Shorthouse, un escritor discursivo cuyas inquietudes espirituales actúen en detrimento del interés de la trama novelesca. Tampoco es un erudito que, en afán de puntillosidad histórica, asfixie la aventura personal de sus personajes. Por el contrario, ¿Con qué autoridad? despliega ante el lector un tapiz riquísimo, pródigo en peripecias, millonario en intrigas, atento siempre a los avatares del corazón, con personajes de una viveza y una verosimilitud que asombra. Y, además, en su tratamiento de una materia tan propensa a la parcialidad se muestra refractario a los estereotipos, dueño de una perspicacia psicológica que abarca por igual a las criaturas de ficción y a los personajes históricos.
Especialmente logrado resulta, en este sentido, su retrato de la reina Isabel, a veces piadosa y a veces impía, a veces proterva y a veces benéfica, a veces diáfana y a veces inescrutable, de una ambigüedad plena de matices y contrastes. También la figura heroica de Edmund Campion, el jesuita martirizado por su defensa de la fe, relumbra con trazos palpitantes que desbordan la mera evocación del personaje histórico.
Pero ¿Con qué autoridad? destaca, sobre todo, por su creación de personajes ficticios, que bullen con vida propia, distintivos y muy bellamente delineados, inmersos en una tupida red de relaciones humanas donde las aventuras de la fe se entrelazan con los idilios amorosos, donde las angustias de la persecución se barajan con las intrigas políticas.
La acción de la novela se desarrolla en el pequeño pueblo inglés de Great Keynes, donde conviven las familias Maxwell y Norris, católica la primera, puritana la segunda. Cuando el joven Hubert Maxwell se enamore de Eliza Norris se desatará una serie de acontecimientos imprevisibles que pondrán a prueba las convicciones de todos los personajes, atrapándolos en un conflicto de ideales por momentos conmovedor, por momentos trágico, pero siempre ameno y edificante.
Mientras Hubert Maxwell, en su afán por complacer a Eliza, abjura de su fe y se alista en la Armada, la inquisitiva Eliza inicia un lento peregrinaje espiritual hacia la antigua religión, bajo la influencia de Mistress Margaret, una anciana monja que le descubrirá pasadizos de su alma hasta entonces cegados por el obtuso puritanismo. Entretanto su hermano, Anthony Norris (en quien, sin duda, Benson refleja las circunstancias de su propio proceso de conversión), que sirve en la corte del arzobispo de Canterbury, sufrirá una transformación vital tras el martirio de Campion, que lo empujará a participar clandestinamente en unos ejercicios espirituales jesuíticos… Y el hombre abrumado de dudas y acechado por el escepticismo saldrá profundamente transformado y dispuesto a arrostrar riesgos que hasta entonces le parecían horrendos e inaceptables.
En ¿Con qué autoridad?, Benson dosifica magistralmente los remansos sentimentales y las trepidaciones propias de la aventura. Y puebla su novela con personajes que, sin dejar de ser fieles a sí mismos, ilustran las tensiones de una época que los obligaba a la bajeza o al heroísmo, en una disyuntiva atroz, revolviendo a vecinos contra vecinos, a veces incluso a miembros de una misma familia entre sí. Especial mención reclama, en medio de tan agitada turbamulta, la figura de Sir Nicholas, el noble patriarca de la familia Maxwell, sólido como una roca en la profesión de fe, que acoge en su hogar a sacerdotes perseguidos, a sabiendas de que la ira de la reina terminará cayendo también sobre él.
Benson nos lleva en volandas por la campiña inglesa, haciéndonos partícipes de las angustias de los sacerdotes que huyen de una persecución cada vez más feroz; y, en una pirueta prodigiosa, nos conduce hasta los salones palaciegos, permitiéndonos presenciar las audiencias de una reina que se debate entre la magnanimidad y la fiereza más implacable. Y entre la corte y la aldea, paseándose por el delgado filo de la navaja que separa la luz y la sombra, Benson compone personajes que, en su afán por obedecer a su reina y mantenerse leales a su fe, se ven sometidos a las tensiones interiores más sobrehumanas, que acaban venciendo de la única manera (sobrehumana) posible, que no es otra sino dejarse llevar por la voz de su conciencia, que es voz divina cuando no la enturbian los afanes mundanos.
Afirmaba Gide que «no se hace buena literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos». Pero ¿Con qué autoridad? prueba la falsedad de este aserto, logrando que las pasiones más nobles e inspiradoras resplandezcan vibrantes, en una narración que hermana las virtudes del «romance» (en la mejor tradición colorista de Walter Scott) con la exploración delicada de las almas. Robert Hugh Benson, que sin duda fue uno de los más grandes novelistas ingleses de su tiempo (en un tiempo y en un lugar en los que menudeaban los grandes novelistas), se ha convertido hoy en un gran desconocido que urge reivindicar, para escándalo de quienes han convertido la literatura en un aquelarre de malos sentimientos. Ojalá la recuperación de ¿Con qué autoridad?, la primera de sus novelas históricas, sirva como detonante de tan necesario rescate.
Juan Manuel de Prada