sábado, 24 de mayo de 2014

Guíame Luz Amable, Beato John Henry cardinal Newman


Lead, Kindly Light, amid the encircling gloom,
           Lead Thou me on!
The night is dark, and I am far from home-
           Lead Thou me on!
Keep Thou my feet; I do not ask to see
The distant scene – one step enough for me. 
I was not ever thus, nor pray’d that Thou
         Shouldst lead me on.
I love to choose and see my path, but now
         Lead Thou me on!
I love the garish day, and, spite of fears,
Pride rule my will: remember not past years. 
                            So long Thy power hath blest me, sure it still                                 
Will lead me on,
O’er moor and fen, o’er crag and torrent, till
      The night is gone;
And with the morn those angels faces smiles
Which I have loved long since, and lost awhile.
 
At sea                                                   June 16, 1833
 
Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa,
                                    ¡llévame Tú!
Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa,
                                   ¡ llévame Tú!
Guarda mis pasos; no pido ver
Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta. 
Yo antes no era así, jamás pensé en que
                               Tú me llevaras.
Decidía, escogía, agitado; pero ahora,
                               ¡llévame Tú!
Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo,
Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz
                                    Me seguirá guiando
Entre páramos barrizos, cárcavas y breñales, hasta que
                                   La noche huya
Y con el alba, estalle la sonrisa de los ángeles,
La que perdí, la que anhelo desde siempre.
En el mar                                                     16 de junio de 1833
                             

                 

jueves, 15 de mayo de 2014

Castellani y el Milenismo

    
 Hace unos días atrás tuvimos el gusto de recibir la visita ( ¡por fin) de un sacerdote. Como era la primera vez que venía a la casa y ya que se mostraba tan interesado en los libros que tenemos en la salita de la entrada, con mi esposo le enseñamos orgullosos toda nuestra colección de libros y uno de estos tesoros es el libro La Iglesia Patrística y la Parusía, de Alcañiz y Castellani,  que adquirí hace un par de años.
         - No, no, el padre Castellani está equivocado - nos dijo el sacerdote - el mileniarismo está condenado por la Iglesia.
         Con mi esposo nos miramos perplejos - a esta altura de la vida nos hablamos con los ojos - :¿Estás pensando lo mismo que yo? le dije con la mirada. ¡Qué extraño nos resultó escuchar que un cura rechazara de plano el milenismo espiritual y que nos dijera que estaba condenado. Yo me acordaba que no, estaba segura que no era tan así como lo decía, pero la lagunas mentales que comienzan a hacerse en mi mente no me permitieron en ese momento acordarme en qué libro del padre Castellani había leído que no estaba condenado.
     El punto es que nuestro clerical amigo descartó completamente el milenismo, sin hacer diferencias entre el espiritual y el carnal, y los puso a ambos en el mismo saco. Justamente por estos días el blog engloriaymajestad ha venido haciendo un análisis de las prohibiciones a Lacunza a propósito de esto mismo. Pueden ustedes revisarlo, pues está muy bueno e ilustrativo.
      Ahora bien,  pasados unos días - para que vean cómo son las coincidencias...¿coincidencias?...no, nunca he creído en las coincidencias- un amigo llamó a mi esposo para preguntarle si Castellani era o no milenista espiritual.
- No puede ser - le dije yo - ¿otro más? ¿Qué les bajó a todos por estos días con el tema del milenismo?  Dale una mirada a este libro, puede que ahí encuentres la respuesta - le pasé el libro citado y mi esposo se lo devoró en pocos días. Y hoy me dijo que había encontrado lo que buscábamos, es decir, nuestra duda si Castellani era o no milenista espiritual. Y como no hay cosa mejor que el aludido se defienda por sí mismo aquí les copio el capítulo dedicado a la condena del milenismo. También he pasado por el scan un cuadro del mismo libro que resume las posiciones de la Iglesia Patrística en torno al milenismo.
          Podrán sacar ustedes sus propias conclusiones, yo lo único que digo es que el padre Castellani fue muy prudente y además muy astuto en su argumentación. Sé que es un tema espinudo y no soy teólogo ni nada, pero ya que Dios nos dotó de inteligencia y nos dejó este libro de profecías, es bueno estudiarlas y darnos cuenta que no todo lo que ahí se contiene es alegórico. 

                                             Condena del Milenismo

            Otra cosa que es forzoso aclarar.
          Hallamos en muchos autores, incluso “serios”, el aserto de que “el milenismo ha sido condenado”. O “lo será”. O “debe serlo”. Es falso.
            El milenismo carnal o “kiliasmo” SI: ha sido condenado. ¿Dónde?
         No hay ningún decreto Conciliar o Pontifical condenatorio del, que nosotros sepamos. En la recopilación del Denzinger se nombra ciertamente a Kerinthos, pero no como milenista, sino negador de la divinidad de Cristo – como muchos judíos actuales, Kerinthos parece haber aceptado a Cristo como Mesías o Profeta, pero no como Hijo de Dios – en la condena a los Ebionitas (“Ebionem, Cerinthum, Marcionem, Paulum Samosatenum, Photium…qui…Jesum Christum Dominum Nostrum verum Deum esse negaverunt…) en el Decreto para los Jacobitas del Concilio de Florencia, 1438. Denz. 710.
        Los que hubieren leído los 12 tomos del Mansi, si acaso han hallado la condena expresa del milenismo carnal, haríannos favor nos la indicando.
        Pero el Kerinthiano está seguramente condenado en los escritos de los Santos Padres; en lo que llaman “el magisterio ordinario”. Ni una sola línea de las que escribió Kerinthos nos ha llegado; lo cual puede explicar la ausencia de condena expresa y formal. No conocemos propriis terminis la herejía de Kerenthos.
          Los Santos Padres se desencadenan contra ella, algunos con verdadera furia; por su afirmación de que habría bodas después de la resurrección (entre los resurgidos); contra la afirmación del Evangelio, Lc. XX, 27.
         El milenismo espiritual por el contrario no ha sido condenado, ni jamás lo será: la Iglesia no va a serruchar la rama donde está sentada; es decir, la Tradición.
         Hubo hace poco dos decretos disciplinares para la América del Sur de una Sacra Congregación Romana en que se prohíbe enseñar como “peligroso” (sin condenarlo como “erróneo”) una especie de milenismo. ¿Qué especie?
          Aquel que sostiene que “Cristo reinará corporalmente en la tierra”, dice el primer decreto informativo al arzobispo de Chile; “visiblemente”, corrige el 2° decreto, extendido a toda la América del Sur (11-VII-1940 y 28-VII-1944).
         La corrección del adverbio “corporaliter” sustituido por “visibiliter” es fácil de comprender. El alegorista que redactó el primer decreto no advirtió quizá que sin querer se condenaba a sí mismo. En efecto, los alegoristas o antimilenistas sostienen como hemos visto que el profetizado Reino de Cristo en el universo Mundo es este de ahora, es la Iglesia actual tal cual. ¿Y cómo reina ahora Cristo en este reino? Reina desde el Santísimo Sacramento. ¿Está allí corporaliter? Sí.
         Había que corregir rápidamente eso.
         Está prohibido enseñar en Sudamérica que Cristo reinará visiblemente desde un trono en Jerusalén sobre todas las naciones; presumiblemente con su Ministro de Agricultura, de Trabajo y Previsión y hasta de Guerra si se ofrece.
        Muy bien prohibido. Teología a la Fulton Sheen. “Teología para negros”, se llama a esta fábula Ramón Doll. Con perdón de los negros.
          Ningún Santo Padre milenista – y hay muchos como hemos visto – o cualquier escritor actual serio, ha descrito así el Reino de Cristo. Simplemente no añaden nada de su cosecha, que sería temeridad, a lo que el Evangelista y los Profetas dicen; ellos no dicen tal cosa.
 
        Uno es libre de imaginar como quiera o pueda el futuro Reino; pero no de “enseñar” sus propias imaginaciones.
         Yo no enseño “ni huno ni hotro, ch’amigo”: ni a Kerinthos ni a San Ireneo: tengo otras cosas que enseñar. (Con pesar me veo obligado a hablar de mí, porque una persona que enseña, y por cierto con (cierta) autoridad, me ha difamado enseñando autoritativamente que yo soy milenista.)
          Quisiera ser San Ireneo de Lyon. No me da el cuero para tanto. No tengo talento suficiente para zanjar un problema tan difícil. Lo que en mi fuero interno para mí tengo, eso es cosa entre Dios y yo; que no le incumbe nada al desaprensivo difamador.
         Dije arriba que la Iglesia NUNCA CONDENARÁ el milenismo espiritual; y he aquí mis razones:
         La Iglesia enseña que las dos fuentes de la doctrina revelada son la Escritura y la TRADICIÓN. La tradición de la Iglesia Primitiva (la más importante de todas) durante cuatro siglos por los menos ha sido milenista. Aunque fuese una tradición “dudosa” (como dicen y no parece) la Iglesia Romana no se arriesgaría a condenarla; incluso por simple “política”; quiero decir, buen gobierno. Condenarla sería como guadañarse los pies queriendo guadañar la cizaña.
         Los Protestantes niegan la Tradición como fuente autoritativa. Cuando estalló el gran movimiento de la Reforma, dos doctores protestantes, Dallaeus y Dedóminis, argumentaron contra la Tradición diciendo: la Tradición primitiva se equivocó, pues sostuvo el milenismo, el cual es falso, según la Iglesia romana deste tiempo. Si la Iglesia romana condenara el milenismo espiritual haría bueno el argumento Dellaeus. Y ya no se podría saber cuál cosa era “tradición”, y cuál no era tradición.
         Y tampoco se podría saber cierto cómo interpretar la Escritura; porque si todo el Cap. XX del Apokalipsi es “midrash”, o sea, puro mito o alegoría ¿por qué no lo será todo el Apokalipsi? ¿Y por qué no toda la Escritura, si vamos a eso? ¿Por qué no la resurrección de Cristo? ¿Por qué no su nacimiento partenogénico? Eso dicen hoy día los “Teólogos” modernistas y protestantes liberales. Dicen que son solamente símbolos o metáforas, no realidades.
         Un último punto curioso deseo brevemente revelar: muchos de los actuales alegoristas, si no todos, son en el fondo milenistas carnales. En efecto, negando el postparusaíco Reino de Cristo, se ven obligados a reponer el cumplimiento de las profecías en un futuro gran triunfo temporal de la Iglesia antes de la Segunda Venida; o sea, en una “Nueva Edad Media” ( ver Berdiaeff y también R.H. Benson en “The Dawn of All) con el Papa como Monarca Temporal Universal, comandando ejércitos de alegres “jocistas” en bicicleta y camiseta de sport…Coinciden con el sueño de la Sinagoga antes de la Primera Venida.
         Coinciden también hélas con la extraña visión de milenismo ateo de Carlos Marx; no menos que con las barrocas promesas de la muy extendida secta protestante judaizante llamada en Norteamérica “la Nueva Dispensación”. Son todos pájaros de la misma pluma.
         Lo último de lo último que debieran ( o no debieran) hacer, es tacharme a mí de “milenarista”, como dicen ellos.”
La Iglesia Patrística y la Parusía, Alcañiz - Castellani                        Ediciones Paulinas, 1962, págs. 349-353.


lunes, 5 de mayo de 2014

La persecución en el Señor del Mundo


         “La persecución, dijo, era más o menos inminente. Ya se habían producido algunos altercados. Pero la persecución no debiera ser motivo de temores. Sin duda causaría bastantes apostasías, como siempre había sido, aunque fueran deplorablemente atribuibles a los apóstatas individuales. Por otra parte, esa situación renovaría la fuerza de los fieles, y serviría de purga para eliminar de la Iglesia a los menos convencidos. En tiempos muy lejanos, el ataque de Satán se produjo por el flanco corporal, con látigos, fuego, bestias; en el siglo XVI se produjo por el lado intelectual; en el siglo XX, por los resortes de la vida moral y espiritual. En esos momentos daba en cambio la impresión de que el ataque llegaba por los tres planos al mismo tiempo. Sin embargo, lo que sí debía ser, sin duda, motivo de temor, era la influencia positiva del humanitarismo: sobrevenía, como el reino de Dios, revestido de un gran poder; aplastaba a los imaginativos, a los románticos; asumía, más que afirmar, su propia verdad incontestable; apisonaba y sofocaba, no hería, y ganaba terreno con el estímulo del acero o de la polémica. Parecía abrirse paso de una manera casi objetiva en el mundo interior. Personas que apenas conocían su nombre ya profesaban sus dogmas; los sacerdotes lo habían absorbido, igual que absorbían a Dios en la Comunión. Reseñó los nombres de algunos apóstatas recientes. Los niños bebían su jugo como si fuera el cristianismo mismo. El alma “de naturaleza cristiana” parecía estar convirtiéndose  en “el alma de naturaleza infiel”. La persecución, clamó el sacerdote, había de ser recibida como si fuera la salvación, y era conveniente rezar para que se produjera, y era preciso asimilarla, si bien tenía miedo de que las autoridades fueran demasiado astutas, y supieran deslindar el antídoto del veneno. Podrían darse algunos martirios de individuos – de hecho, los habría, no iban a ser pocos -, pero se darían a pesar del Gobierno laico, no por su culpa. Por último, contaba con que el humanitarismo llegara a revestirse con la vestimenta de la liturgia y el sacrificio, y una vez hecho esto la causa de la Iglesia, si no mediase una intervención de Dios, habría concluido para siempre.”
                                                                                R.H.Benson

martes, 29 de abril de 2014

Desconsuelos espirituales

 

  "Porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación. Pues si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salud; si somos consolados, es por vuestro consuelo, que se muestra eficaz en la tolerancia de los mismos trabajos que nosotros padecemos; y es firme nuestra esperanza en vosotros sabiendo que así como participasteis en nuestros padecimientos, así también participáis en los consuelos."
                                                                                                 2 Corintios 1, 5-7 

        
            Hacen días que intento escribir algo en el blog y se me ha hecho muy difícil. No por la falta de temas, sino porque estoy atravesando una crisis de perplejidad tremenda. En consecuencia, este post que escribo a continuación tiene mucho de personal y lo considero casi como un desahogo. Pido sus disculpas por anticipado por si a alguien le molesta que sea tan auto-referente. Quisiera resumir el problema de la siguiente manera:
          Vemos con desconcierto cómo el 99% de los católicos está fascinado con PP Francisco. De él sólo he escuchado alabanzas en los medios, alabanzas que provienen de no católicos y de católicos que se llenan la boca diciendo que el Obispo de Roma está acercando a la Iglesia más a la gente, que la está humanizando, que está siendo misericordioso con gente que antes estaba alejada de la Iglesia porque ésta se mostraba intransigente con determinadas problemáticas. En fin, creo que todos hemos escuchado lo mismo. ¿Seré yo la loca que junto con el 1% de los demás católicos, digamos por ponerle un nombre, tradicionales, estamos equivocados? No, por supuesto que no. La verdad no es cosa de números y yo estoy absolutamente convencida que lo que la Iglesia ya definió con la autoridad que le viene del Esposo, no se cambia, como por ejemplo la comunión a los adúlteros. "Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema" (Gal. 1, 9)
         Lo que me tiene mal es el abandono en que nos encontramos los que queremos serle fiel a la Tradición y a Cristo. Somos como un grupo disperso que es rechazado por la mayoría de los curas en las parroquias. Andamos como ovejas sin pastor en medio de un mundo católico que intenta expulsarnos si no nos adecuamos a su pensamiento, de ahí que éste nos rechace y nos haga sentir como unos parias, enajenados, fundamentalistas, intransigentes, y un largo etc...martirio espiritual le han llamado, ¡qué duro resulta a veces sobrellevar esta cruz!, y eso que recién estamos empezando. No me cabe duda que esto se va a poner cada vez peor y que intentarán ridiculizarnos una y otra vez para desmoralizarnos y crearnos inseguridades: "Tienes complejo de perseguida", "Les gustaría ser los mártires de los últimos tiempos y son precisamente lo contrario"  "Crees que el Papa, los cardenales, los obispos y la mayoría de los católicos están equivocados y tú no, ¿qué te crees que eres? ¿Cómo puedes poner en duda lo que piensa actualmente la mayoría de la jerarquía de la Iglesia? ¿Quién eres tú para dudar?"...
       Resulta patético cómo cada iniciativa de los que, por ejemplo, amamos la misa tradicional y pedimos que se rece, se topa o con la burocracia, o con los prejuicios o con los impedimentos más rebuscados para que no se lleve a cabo, mientras que las iglesias y capillas son facilitadas con gusto y beneplácito a cualquier grupo que quiera realizar ahí, en este lugar santo, sus encuentros que no son precisamente de orden religioso. Prefieren rematar y vender iglesias antes de dárselas a algún grupo tradicional para que celebre la Santa Misa. En vista a esta lamentable situación y previendo que con el tiempo esto se iba a poner peor, hace unos años construimos una capilla en el campo donde vivimos y aunque aún no está terminada del todo, es posible rezar la misa sin problemas porque cuenta con todo lo necesario.  Nos gastamos lo que no teníamos pensando en que no faltarían sacerdotes que quisieran venir a rezar la misa sin que nadie los molestase, pero nos hemos quedados con las puras ganas. Hemos tenido unas cuantas misas, pero no regularmente. Da pena verla ahí, casi abandonada, sin curas que vengan...y no por dejación nuestra, sino porque lo que pensamos que vendrían y estarán exultantes de contar con una lugar digno para los Santos Misterios, nos han dejado botados. ¿Para qué construimos la capilla? - le digo a mi esposo - ¿para tenerla como símbolo de la decadencia de la Iglesia y de sus sacerdotes? Me duele verla sin darle el uso para el cual se construyó.
         Sin embargo, más allá del hecho anecdótico que me atañe a mí y a mi familia, lo que más me afecta es sentirme sin consuelo espiritual, y me resulta verdaderamente desconcertante ver que muchas personas que llevan un "catolicismo a su manera" se sienten a sí mismas, tan plenas desde el punto de vista espiritual, mientras que yo vivo achacada en una ya demasiado larga noche oscura. ¿Será que Dios permite esta oscuridad para que no me sienta segura de mi salvación, sino que la busque con temor y temblor? ¿Será que yo misma pongo trabas para con Dios y no me dejo consolar por Él en medio de la tribulación? Creo que estoy tan sumergida en los problemas internos y externos que éstos mismos me impiden ver la luz y el consuelo divino, pues resulta difícil llevar una vida espiritual en nuestros días. ¿Qué debo hacer?  Parar un poco la máquina, mirarme interiormente, ver  donde estoy con respecto a mi relación con Dios, porque sin duda "no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas" (1, Cor. 10, 13) De los problemas internos no voy a hablar porque me parece obvio que es imprudente y poco pudoroso  hacerlo públicamente, pero sí de los externos. Los acontecimientos que he visto suceder en la Iglesia por estos días golpean el alma como una ola que día a día socaba la roca. Las "canonizaciones", las llamaditas telefónicas, los gestos, en fin, todas estas cosas aunque uno no quiera igual  afectan y causan desmoralización. Si no nos importara la Iglesia y la salvación de las almas ( empezando por la mía)  me daría lo mismo, pero me importan ambas. ¿Qué puedo hacer frente a esto? Tratar de que no me afecte, claro, cae de cajón. ¿Qué puedo hacer para que estas cosas no me quiten la paz del espíritu? Bueno, tener claro que la apostasía está profetizada y que Dios va a usar de todo esto como un colador, y que mientras el trigo esté mezclado con la cizaña debo aferrarme a la Tradición, a la Doctrina, y a las Sagradas Escrituras y encontrar en estas los consuelos que Dios promete a quienes le son fieles. Es a la tarea a la cual deberé abocarme, junto a la traducción de algún reconfortante texto de Benson.

domingo, 20 de abril de 2014

¡Feliz Pascua de Resurrección!


Queridos Lectores:
Les deseo un muy Feliz Pascua de Resurrección de todo corazón. Aprovecho de comunicarles que he cambiado la imagen de mi correo por si notan que les llaga algo distinto. El paisaje corresponde al campo donde vivo, rodeado de montañas y bendecido de fértiles tierras y aguas.
Un abrazo y que Dios les bendiga en estas pascuas.
Beatrice

sábado, 19 de abril de 2014

De los Papeles de un Paria, de R.H. Benson: Sábado Santo


                                         

         “Como un hombre que despierta y que ve la luz del sol en su cuarto.” Este es el secreto del Sábado Santo.
 
          Muchos años atrás yo estaba en Italia, donde el aire es como el agua, y el agua es como el vino. Mañana tras mañana yo me despertaba al canto de los vencejos, dibujando largos respiros de heladas frescuras, mirando los enredados rayos de sol sacudiéndose en la jarra de agua en el suelo; escuchando el susurro de las hojas bajo mi ventana. Ahí en Italia la mañana acuña la llave del día; el mundo ahí estaba vivo y era tan bueno como Dios lo creó, y todo estaba en Su mano.
         Ahora en el Sábado Santo la Iglesia Católica está justamente con el mismo ánimo. Ella es tan simple como un rayo de sol; tan feliz como las aves, tan melodiosa como el susurro de las ramas. Sin embargo, es la mañana, no el mediodía. Cristo ha resucitado, pero aún no está en medio del cielo. Ella brota del lecho de los dolores para tener todo listo para Él. Él estará presente aquí.
          Primero entonces debe haber fuego para Su encuentro, luces y antorchas, porque el jardín aún está en un tierno crepúsculo. Ahí debe estar el agua para lavarlo, para quitar el olor de la tumba, y los aloes y la mirra. Él estando muerto, no morirá más. Agua, no vinagre, para que Él beba. La luz nueva y el agua por medio de la cual Él puede ser visto y conducido por sus hijos más ciegos. Porque, ¿acaso Él no es la luz del Mundo y el Agua de Vida? Una vez más la luz y el agua. Él puede iluminar aquello que está en la oscuridad y satisfacer aquella sed de justicia.
           Luego, todos juntos bajamos al amanecer. Los sacerdotes aún con el color morado, conduciéndonos hacia donde ardía un brasero en el pórtico. Desde fuera sopló una brisa mañanera. Las carretas traqueaban sobre las piedras y los ojos de los extraños nos contemplaban a través de la puerta. Pero no importaba porque nos volcamos en torno a un gran asunto.
          En primer lugar, fueron bendecidas las brasas rojas, porque ¿no es la Iglesia la Señora del Mundo? Todas las cosas son suyas, porque ella es de Cristo y Cristo es de Dios. Aquellos carbones han sido iluminados a partir de la piedra porque la Esposa de Dios es tan antigua como la Edad de Piedra, y tan joven como el ayer. Dios es nombrado por ella como el Padre de las Luces, un título exquisito, y ruega bendecir este fuego porque Él lo hizo y lo ama. Ahora él es el hermano fuego, como lo llamó el querido niño San Francisco. Él nunca más debe enfurecerse ni volverse tormenta. Ahora él debe arder modestamente en las lámparas, y si danza lo debe hacer sólo piadosamente en la punta de un candelero. En aquel momento, cinco largas cosas doradas son bendecidas y rociadas con las últimas gotas de agua bendita. Le susurré a un niño que me dijera lo que era (porque todos estábamos muy acogidos y felices en el pórtico esta mañana) y me dijo que era el Incienso para el Cirio.
         Entonces el diácono se sacó lo morado y se puso una larga dalmática blanca, rígida con oro. Tomó en su mano una vara con tres velas trenzadas, envueltas en flores y se fue a la iglesia. Cuando yo me encaminé justamente detrás de los demás, él estaba iluminado con un nuevo fuego santo. Él se irguió y había una flama como una flor amarilla encendida en una de las mechas. Se arrodilló y simultáneamente cantó con su voz:
¡Lumen Christi!
Y el coro rugió:
“¡Demos gracias a Dios!

Lo hizo tres veces, levantando su voz en un tono o dos en cada repetición. El no cantó muy bien, ¿pero qué importa? Porque ahora fuimos con María y con Salomé a través del jardín perfumado. Las vírgenes van a encontrarse con el Esposo, las amantes a su cita con el Amado, y cuando fuimos las tres luces se balanceaban.
          Ahí fue un pequeño ir de venir de allá para acá hasta el altar, y los laicos, incluso yo, nos tropezábamos con nuestros asientos. Cuando hube recuperado mi compostura, el diácono estaba en el ambón, dándose una pausa para dar un gran suspiro, con su pequeño grupo atento y dispuesto. Más allá a menos de una yarda permanecía un enorme candelero de bronce.
          Entonces, él comenzó a cantar….
          Era un canto que nadie más, excepto un cristiano podía cantar. Voló, cayó, saltó, brincó nuevamente, rio, bailó, onduló, se hundió, una vez más brincó, y una y otra vez, incesante y sin desmayo, como un arroyo que corre claro hacia el mar. Los ángeles, la tierra, las trompetas, la Madre Iglesia, todas las naciones y toda la gente cantó este canto. Nosotros, “queridos hermanos”, como él nos llamó (¡y yo soy un hereje!) fuimos convidados a unirnos a la alegría con él – con él, que dijo en un encantador paréntesis, que era indigno de ser contado entre los Levitas. Imploraba a Dios Todopoderoso y Misericordioso glorificar este cirio de cera por Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Levantamos nuestros corazones para dar gracias a Dios porque era digno y justo. Fue Él quien ha pagado la deuda de Adán, y nos lavó con su sangre. Este es el día y la noche en la cual sacó a Israel de Egipto, y la columna de fuego ardía a través de la oscuridad. Esta es la noche de la Suprema Gracia, porque Cristo resucitó en ella, rompiendo los lazos de la muerte y ha subido desde el Infierno. ¡Oh inestimable amor de caridad! ¡Oh ciertamente necesario pecado de Adán! ¡Oh feliz culpa que mereció tener tal y tan grande redentor! ¡Oh la más bendita noche! Porque esta noche será tan clara como el día. ¡Esta es la noche que borra la oscuridad, lava los pecados, devuelve la inocencia a los caídos y la alegría a los tristes! ¡Que destierra los odios, que trae la paz a los nacidos, y todas las cosas en sujeción a Jesucristo!
          ¿Alguna vez escuchaste un canto como este? ¿Semejante a la abundancia de la divina contradicción, un paradojal delirio, una sabiduría infantil?
          Ahora, después de fijar los cinco granos de incienso dentro del suave saludable cirio de cera (que a propósito tenía doce pies de altura), él retomó nuevamente el canto, suplicando a Dios  por este tiempo, para recibir este sacrificio vespertino, preparado por el trabajo de las abejas por los dolores de la Santa Iglesia. Entonces encendió el cirio y fue levantado desde su sitio y puesto en un lugar alto sobre sus cabezas, mientras él leyó una o dos lecciones de su composición. Luego como niños dispersados en todas direcciones cada uno con un cono porta velas con el fuego santo para alumbrar cada lámpara en el lugar, el diácono continuó infatigablemente con sus alabanzas en esta noche santa, y en sus súplicas, que Dios oyera su canto, que vea las velas ardiendo y que bendiga a todos en este mundo, a los clérigos, a la gente y al Papa, y terminó. Y yo, en mi rígido banco, sonreí con toda mi cara de pura alegría y amor.
          Pensé mucho sobre todo esto y me senté por tres cuartos de hora mientras eran leídas unas interminables profecías. Había pensado atenderlas, pero mi  mente estaba muy lejos. Desde luego que yo había leído sobre estas ceremonias, pero nunca había visto una antes, ni escuchado este tan sorprendente canto….Me pregunto si alguien pensará que soy un irreverente con mis pensamientos. Si lo hacen están equivocados, porque estoy tan convencido como pude alguien estarlo, que esto es más o menos lo que la Iglesia Católica quiere que piense. Ella desea que yo sea tan feliz como un niño. Feliz porque Jesucristo ha resucitado y porque ella era feliz…bueno, bueno, debo seguir.
          La bendición del agua fue tan jubilosa como la bendición del fuego. Todos nos aproximamos a la pila, cantando, como un ciervo perseguido se acerca sediento al torrente de agua. ¡Cómo anhelan las almas a Dios!  Decimos que estamos sedientos de Dios, porque únicamente las lágrimas han sido nuestra bebida. Fuimos al baptisterio y había una profunda, fría y oscura pila de agua atravesada por un claro rayo de sol.
         Aquí nuevamente le fue suplicado a Dios la bendición del más dulce de los elementos: el agua que limpia las almas. El agua que Su Espíritu desplazó y abrió un río de salvación para todos los que él ha creado. Toda la maldad fue dejada en esta fresca inocente creatura. No interferirá con los planes de Dios Todopoderoso. Y en efecto entonces, como si Su Espíritu le hubiera dado la vida, el sacerdote se volvió a esta tranquila pila y le habló como a un hombre:
         “Sí, por lo que te bendigo, creatura del agua, por Dios que te apartó de la tierra árida; Él que te hizo llamar de la fuente del Paraíso y te mandó regar toda la tierra en cuatro ríos; a ti que suavizaste la sed de Israel en Arabia. Sí, te bendigo a ti, querida agua, que una vez Jesucristo te convirtió en vino. Él caminó sobre ti con sus benditos pies. Él fue bautizado en ti por Juan. Él que te hizo salir de su costado. Él que te envió a todas las naciones para lavar los pecados de sus hijos.
         Pedimos la bendición de Dios sobre esta creatura, y descienda Su Espíritu Santo, ¡así como este cirio dentro suyo!”
          Siguió la infusión del óleo. Óleo que después de todo, no es sino agua transmutada por el divino poder en el corazón del árbol de olivo. Y volvimos una vez más cantando las Letanías de los Santos con todo nuestro corazón, y los sacerdotes, por última vez, se recostaron sobre sus rostros como cadáveres muertos frente al altar….
          No puedo continuar. ¿No es demasiado bueno para ser verdad? Y de todas maneras, yo no tengo parte en esto. Yo era un intruso en estos secretos, porque soy un hereje.
          ¿O no era yo más bien como un niño mirando detenidamente a través de los barrotes el jardín de palacio? Dentro, la realeza va y viene de aquí para allá, suena la música, ondean las banderas, la asombrosa gloria se mueve de arriba abajo. ¡Pero cuán feliz me ha hecho! Y al menos yo tengo este aliento, aunque todavía no pueda recibir el pan de los hijos. Con todo, el fuego y el agua son herencia común a todos. Dios ha creado el sol y el mar, que brilla y que llueve tanto sobre justos como injustos y no estará enojado conmigo porque amé ver cómo Él puede tratar con las cosas comunes. Como Él puede hacer al agua santa así como hermosa, y al fuego iluminar las almas, tanto como los ojos….
          ¡Ah! Aquí viene una vez más el repique de las campanas, el rugido del órgano, los sacerdotes de blanco inclinarse sobre el flamante altar. Y no hay un silencio trágico como el del  Jueves. Ahora todo es esplendor….
          El Fuego es santo…El Agua está limpia….
          Cristo ha resucitado….
          ¡Dios nos bendiga a todos!

 




 
 
       

domingo, 13 de abril de 2014

Domingo de Ramos, Asociación Litúrgica Magnificat






Imágenes correspondientes a la Santa Misa Tradicional de Domingo de Ramos de la Asociación Litúrgica Magnificat, Una Voce Chile,
oficiada por el R.P Milán Tisma.
En este día les pido sus oraciones por todos mis compatriotas porteños que han perdido sus hogares en el lamentable incendio que hoy afectó a la ciudad de Valparaíso. También les pido rezar por aquellos que han fallecido en esta tragedia. El puerto de Valparaíso ha venido sufriendo una seguidilla de incendios desde hace tiempo. Encomendemos a Nuestra Señora de Puerto Claro, patrona de la ciudad para que de una vez se terminen las desgracias, y que este amado puerto se convierta a Dios y salga adelante. Aunque vivo a unos cuantos kilómetros de allí, pertenezco a la misma región que lleva su nombre, y me conduelo con estas esforzadas personas que lo han perdido todo.
Que tengan una devota Semana Santa
Beatrice