General Manuel Baquedano |
Por estos días en Chile celebramos nuestras fiestas patrias. El día 18 de Septiembre celebramos la formación de la Primera Junta de Gobierno y al día siguiente, el 19, se celebran las Glorias del Ejército, ocasión en la que en el Parque O'Higgins desfilan, ante las autoridades, nuestros militares, marinos, aviadores y carabineros como un homenaje al Ejército.
La historia de Chile desde el origen de la república constituye para mí una paradoja como celebración. Amo a mi país, siempre le he inculcado a mis hijos el amor por su patria, pero a veces cuando pienso en muchos de los hombres que la formaron no puedo dejar de notar que la mayoría de ellos eran masones, liberales, ilustrados y toda esa manga de enemigos de Cristo y de su Iglesia. Estos hombres fijaron un ideario y lo que hoy vemos no es más que el derrotero de un propósito que estos señores vienen haciendo desde hace 200 años: descristianizar a la sociedad chilena, arrancando la fe del corazón de cada uno de los ciudadanos de mi patria mediante leyes perversas que poco a poco han ido inoculando. Cada año avanzan un poco más y ahora ya estamos ad portas de que aprueben el aborto en tres causales que dará paso después al libre. Y lo mismo con el matrimonio homosexual que ya tiene su antecedente con la ley del Acuerdo de Unión Civil aprobado el 2015.
Sin embargo, en medio de todos estos personajes históricos masones hay excepciones, y una de ellas es la del General de Ejército don Manuel Baquedano, (1823 - 1897) comandante en jefe del ejército durante la Guerra del Pacífico. Amado por la tropa condujo a Chile a la victoria, y lo mejor es que era un ferviente católico. Dejo a continuación un relato sobre el general Baquedano que hiciera el Capellán Marchant. Es muy interesante y conmovedor, un ejemplo para muchos que, teniendo un cargo de importancia, parecieran ocultar su fe por el miedo a perder el poder.
General Baquedano |
(...) "En él la piedad iba a la par con su modestia. Veíasele llegar, de cuando en cuando, al Santuario, donde moraba su capellán, en un simple carruaje de posta. Iba a cumplir sus deberes de cristiano ejemplar, y, al retirarse, entregaba siempre una limosna: - "Para sus pobres, decía, pero que nadie lo sepa".
Sin respeto humano de ningún género, y sin importarle un ardite el qué dirán, que a tantos y tantos amedrenta y doblega, asistía a misa todos los domingos y días festivos, hombro a hombro con el pobre obrero, que lo amaba con delirio. Acaeció una vez en San Agustín que, al llegar el momento de la Consagración, como un señor muy pintiparado, permaneciese en pie: -"¡Arrodíllese Ud.!, exclamó con una voz, que hizo postrarse más que de prisa al irreverente y mal educado.
Y, en el seno de la amistad y de la confianza, nunca se le oyó la menor palabra, que no revelara un alma que rebosaba de la más ardiente fe y de una ternura indecible para con la Iglesia. Aún parece vérsele, en casa de sus amigos, durante las vacaciones, en el campo, cuando la familia se espaciaba entre las avenidas de los jardines cubiertos de árboles frondosos y de flores, al caer la noche, insinuar él mismo a los dueños de la casa, que era llegado el momento de hacer tocar la campana, para ir a rezar el rosario en el oratorio. ¡Qué ejemplo y qué enseñanza para los que hoy hacen consistir toda la grandeza y alteza, de lo que ellos tan pomposamente llaman espíritu libre, en no creer en nada, en no practicar nada y en hacer escarnio y mofa hasta del mismo Dios!
Funeral del General Baquedano |
Por fin, al llegar la enfermedad que lo llevó a la tumba, el sacerdote estuvo a su lado, administrándole el Santo Viático el día ante de su muerte. Al acercarse a su lecho, llevando en sus manos el adorable Sacramento: - "General, le dijo, aquí está el General Supremo y Dios de los Ejércitos, que le viene a asistir en su último combate". - "Sí, sí, repuso él, incorporándose sobre las almohadas; ¡mi Señor, y mi Dios...! La voz se ahogó en su garganta, mientras el sacerdote enjugaba furtivas lágrimas. Ya al retirarse: -"Mañana, le dijo con acento entero y firme, como el del que está acostumbrado a mandar, a las diez y media." Fiel a la consigna, a las diez y media en punto se presentaba el capellán, para recibir su alma y entregarla al Creador"
Ruperto Marchant Pereira, (1846-1934) capellán del Ejército de Chile, en "Testimonios y Recuerdos de la Guerra del Pacífico",
de Oscar Pinochet de la Barra.
"Amo a mi país, siempre le he inculcado a mis hijos el amor por su patria, pero a veces cuando pienso en muchos de los hombres que la formaron no puedo dejar de notar que la mayoría de ellos eran masones, liberales, ilustrados y toda esa manga de enemigos de Cristo y de su Iglesia."
ResponderEliminarLo mismo pasó en todo el continente americano, desde los pioneros "founding fathers" de EEUU, pasando por San Martín y Bolívar, hasta el heredero de la corona portuguesa que declaró la independencia de Brasil.
Instrumento de masones: José Francisco Vergara, su jefe, era el Gran Maestro de la Logia de Chile.
ResponderEliminarBrazo ejecutor de una guerra inmoral y bestial, indigna de cristianos.
Bestia él mismo: disparó a matar a un soldado por demostrar cobardía ante el enemigo en la batalla de Chorrillos.
¡"Glorias de la patria"! ¡Una guerra cuya causa fue la imposición de "un impuesto mínimo de 10 centavos por quintal de salitre exportado" a la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), empresa chilena con una minoría de 34 % de capital británico (Casa Gibbs de Londres)! ¡Decenas de miles de muertos y un país (Perú) arrasado por proteger las ganancias de una empresa privada! ¡"Glorias de la patria"!
ResponderEliminarLo único bueno de que católicos practicantes piensen así es demostrar la absoluta necesidad del purgatorio. Nadie puede entrar al cielo hasta no haberse liberado de esa mentalidad, y cuanto más apegado estén a ella, tanto más dolor será necesario.