martes, 29 de julio de 2014

Robert Hugh Benson, Una revalorización de su vida y obra setenta años después de su muerte. The Tablet, 26/10/1974


Robert Hugh Benson, Una revalorización de su vida y obra setenta años después de su muerte.
The Tablet, 26 /10 /1974
Por Bárbara Hamilton-Smith

 
Acostumbrada a leer biografías y recuerdos de Benson con un lenguaje lleno de admiración y cariño, debo reconocer que las palabras del presente artículo me son un poco lejanas,  aunque también por otro lado debo reconocer que son bastante objetivas. No es lo mismo escribir acerca de un ser querido que de alguien al cual  a uno no le llega mucho, o no le causa el afecto de alguien como yo que se está dedicando a estudiar a este converso. Hay algunas cosas un tanto inexactas o que más bien fueron resumidas con excesiva  premura tal vez en razón del espacio. Y aunque no es bueno prejuzgar a los lectores con mis aprehensiones personales, me veo en la necesidad de hacer este pequeño preámbulo. Mis notas al artículo lo encontrarán al final en letra azul.
Beatrice 

         Setenta años atrás los lectores de The Tablet fueron distraídos de sus preocupaciones acerca de las desastrosas noticias de la guerra y quedaron choqueados al leer sobre la muerte, a la edad de 42 años de Mgr. Robert Hugh Benson. La fama de este sacerdote, el más joven de quien fuera el Arzobispo de Canterbury, fue proporcionada por la energía con la que él se arrojó ante la opinión pública. Los contenidos de los números siguientes de The Tablet dieron algunas indicaciones sobre el culto a la personalidad con su frenética prédica y escritura[1]. Fue como un “Hugh Benson Memorial Number” que contenía: largos artículos anónimos (posiblemente de Wilfred Meynell), los primeros de muchos ligeros e inexactos panegíricos; el obituario, el cual no deja de ser interesante por las anotaciones que provienen de la prensa no-católica. El Daily Telegraph por ejemplo escribió: “En sus libros…él fue casi un misionero para su Iglesia. En su partidismo puede haber sido limitado, pero fue intenso e hizo muchos conversos”. También leemos en estos números el reporte de un testigo de sus últimos días, y su muerte por el canónigo de la catedral de Salford donde Benson estaba predicando un curso de sermones cuando se enfermó. Encontramos también: unos versos escritos por Benson justo antes de su recepción dentro de la Iglesia; un facsímil de su escritura larga, ordenada y remarcada con un parecido en el estilo manuscrito al de su feroz amigo y “bestia negra”, Frederick Rulfe, quien murió un año antes en Venecia en circunstancias muy diferentes.[2] El anuncio de los arreglos del funeral concluye con el catálogo del material Bensoniano en estos números de The Tablet. Sin embargo, posteriormente el periódico trae artículos, reminiscencias, sermones conmemorativos y una prolongada correspondencia debatiendo sobre cuál fue su mejor libro. The Tablet  fue un reflejo de la gran curiosidad, por no decir devoción, que despertó la muerte de este hombre. Una avalancha de libros sobre él aparecieron en los años siguientes.

         Los Benson fueron una familia notable, y deben ser llamados incestuosos en literatura.
El Arzobispo Benson, padre de R.H.B
 El Arzobispo escribió sobre sus hijos Martin y Eleanor, ambos mayores que Hugh; E.F. Benson escribió sobre su madre y describió a la familia en varios de sus entretenidos estudios autobiográficos. A.C. Benson escribió la vida de su padre, de su hermana Margaret y de Hugh, una biografía, un libro arma de doble filo en el cual él intentó proveer de un antídoto contra tantos tributos empalagosos. Debió haber sido con cierta renuencia que la familia le entregó la preparación de una biografía oficial a un jesuita, el padre Cyril Martindale. Sin embargo, todos los documentos relevantes le fueron facilitados a este joven cuya erudición quedó establecida por una vasta y analítica biografía. La documentación debió haber sido enorme. Se solicitaron cartas y reminiscencias, y las respuestas fueron abrumadoras y las opiniones sobre Benson fueron desconcertantemente contradictorias. El libro de Martindale no parece haber sufrido mucho por parte de la Familia Benson que lo seguía de cerca, pero hay mucha oscuridad (innecesaria tal vez) y se insinuó que no fue extraño leer que a Martindale “realmente no le gusta Benson y…sugiere que en la medida en que se acercaba el final se volvió completamente histérico y creyó que ninguna composición literaria estaba más allá de él”.

        Es una tarea muy pesada leer esta biografía de dos volúmenes. Incluye una sinopsis de cada libro que Benson escribió y un intento de síntesis de su desarrollo espiritual, así como una serie de citas de su “apostólica” correspondencia y de otras notas de los libros del propio Benson. Sin embargo, es imposible leer el libro sin que uno no se sienta fascinado por la compleja personalidad, e intrigado por la parte del iceberg que continua sumergido.

         El arzobispo Benson tuvo seis hijos. Tal como sus dones literarios, él compartió su enorme energía y su humor cambiante. Su temprana educación en las altas esferas eclesiásticas fue intensa. Las hijas aunque   más bien fueron educadas intelectualmente (blue-stocking), eran gentiles y talentosas. Una murió  de difteria a la edad de veintisiete años; la otra se enfermó de la mente y estuvo recluida por diez años hasta su muerte en 1916. Ninguna se casó y no mostraron interés por el sexo opuesto. Esta falta de interés parece haber sido algo endémico a la familia.
Su madre y su hermana Margaret
Ninguno de los hijos mayores se casó y el mismo Hugh escribió: “Siento que desde cualquier punto de vista concebible yo no estoy llamado a la vida matrimonial”. A.C Benson llegó a ser un prominente ensayista, biógrafo y finalmente la cabeza del Magdalen College; E.F. Benson también escribió biografías y muchas encantadoras novelas de sátira social. Hugh fue el benjamín y su infancia su exótica. Viviendo en medio de la pompa episcopal y presentándose en tales ocasiones ceremoniales, como en la investidura de su padre en Canterbury: “Yo lucía perfectamente encantador” – dijo de sí mismo después – “con una sotana p…p..púrpura y una pequeño p…p…púrpuro b..b…bonete.” Su tartamudeo lo acompañó a lo largo de su vida y posteriormente pudo haberle dado alguna picardía a sus sermones.

         En Eton y Cambrigde hubo pequeños signos de lo que estaba por venir: fue popular y extravagante, ni académica ni especialmente devoto. Bajo la apenas disimulada presión de su padre, fue preparado y ordenado como sacerdote anglicano. Participó en la Eton Mission y trabajó entusiastamente en el East End de Londres, aprendiendo a predicar y a producir obras de teatro. Después de la repentina muerte de su padre, se fue como coadjutor a Kemsing, al villorrio de Kentish, uno de los paraísos de la vida de la High Church donde él estuvo lleno de rituales y de condimentado sacramentalismo con el sabor de frutos prohibidos. Finalmente ingresó a la Comunidad de la Resurrección en Mirfield donde la vida monástica incluía la predicación y la confesión en salidas misioneras y con el tiempo suficiente para escribir historias cortas. Desde aquí se fue a Roma - parte de una epidemia de “papismo” – y su conversión fue destacada solamente debido a la posición de su padre.

         Después de su ordenación, apresurada y bajo los auspicios de Pio X, fue a Cambridge a estudiar algunas necesarias nociones de teología, sin embargo él gastó una buena dosis de tiempo escribiendo novelas “furiosamente” y conduciendo difíciles ofertas con los editores. En el interior de su mente soñaba con fundar una comunidad, no una casa religiosa, sino una especie de retiro para artistas e inadaptados que compartían vagamente el estilo de vida cartujo. Este plan nunca estuvo inactivo, pero nunca llegó a realizarse verdaderamente. Él fue lo suficientemente práctico para ver que necesitaría dinero y salvar los considerables ingresos producto de las novelas. Las autoridades, que no siempre son tan perceptivas, reconocieron su inusual potencial y le fue otorgado el permiso para vivir en su propia casa para escribir novelas, para aconsejar a los penitentes y para conducir misiones predicando y dando conferencias. Su casa fue su sueño. Gastó su tiempo de ocio en hacer proyectos del tipo “hágalo usted mismo” para hermosear y romantizar la casa: tallados de madera, trabajo de appliqué, jardinería, él guiaba y compartía todas estas actividades. Su capilla era oscura y pequeña. Ahora ha vuelto a ser un espacioso granero, pero en este confinado espacio él tenía un velo (reja) para separar el altar, una galería para el órgano, sillas para el coro e innumerables imágenes.
El efecto debe haber sido claustrofóbico. “Cuando Hugh estaba ahí, él la impregnaba” – escribe Martindale, y finalmente agrega que “la casa era como un enorme escenario para R.H.B…un relicario enorme.” 

Sus escritos

        El elemento teatral nunca estuvo ausente. Es lo que hizo de sus libros unos best-sellers. Ellos fueron una propaganda directa (“la más detestable forma de panfleto”, dijo un crítico). Trató de re-escribir la historia de la reforma en Inglaterra en términos populares y católicos. Escribió lo que él llamó “romances psicológicos” en un escenario contemporáneo todos involucrando conversiones, con una habilidad manipuladora la cual él mismo ejerció sobre la vida de los penitentes que acudían a él en busca de dirección espiritual. También escribió dos novelas futurísticas – ciencia ficción no-científica – vivos cuadros de la lucha entre el humanismo y el catolicismo. De éstas, El Señor del Mundo tuvo una amplia influencia y sus imágenes del resto fiel de la asediada Iglesia Católica con la calmada entonación del Pangue Lingua en la Bendición atrapa las fibras del corazón incluso ahora. Esta novela y Ven potro, ven soga (Come rack, come rope!) son las únicas novelas más ampliamente conocidas hoy, pero para una  generación anterior Benson fue magnífico. Su llamativa predicación fue oída por miles: “Fuimos a “ver” a Benson predicar” era una broma habitual. Su magnífica autoconfianza en la dirección espiritual fue envidiable, aunque no universalmente exitosa, sin embargo en sus novelas más vendidas él sin duda abrió un nuevo camino. Escribió apurado y raramente revisaba, pero condujo al género de la ficción católica fuera de las catacumbas con un estilo que marcó notoriamente.

         Sus polémicas pueden estar fuera de moda, pero no su misticismo y su predilección por lo oculto. [3]Entre sus parientes maternos los Sidgwicks, se encuentran los fundadores de la Sociedad para la Investigación Psíquica. Como alumno de pre-grado Hugh experimentó con la hipnosis y el espiritualismo. Como hombre adulto efectuó más de un servicio a la astrología y parece que no tuvo dificultad en conciliar esto con su fiero catolicismo.

        Su muerte no se salvó del escrutinio público, movido por el relato que fue publicado por su hermano y el sacerdote del cual recibió los últimos ritos. Después de horas de intranquilidad y resistencia aceptó su fin con un sorprendente autocontrol: corrigió al canónico cuando se equivocó en las palabras del Misereatur y ofreció su corazón y alma a Jesús, María y José. Los arreglos para el funeral fueron bastante suntuosos. Un Requiem con la presencia del cardenal Bourne,  fue celebrado con canto gregoriano cantado por un pequeño coro de niños en su propia capilla y simultáneamente con otro en la misma Catedral de Westminster. Fue sepultado en la huerta de su casa de campo. Dos años antes, cuando solamente tenía cuarenta años, hizo un complicado deseo: “Me gustaría que mi tumba estuviera en lo posible dentro de una pequeña cámara de ladrillo, accesible desde fuera, con pequeños escalones”.



[1]La autora del presente artículo hace referencia a una serie de publicaciones que aparecieron en The Tablet con fechas 24 y 31 de Octubre de 1914, y también el 21 de Noviembre de 1914, y que publicaremos traducidas en Octubre de este año con ocasión de cumplirse los 100 años de la muerte de R.H.Benson)
 
[2] Para mí siempre ha sido un enigma la relación de amistad que hubo entre Benson y este particular personaje, bien conocido por ser un homosexual bastante “excéntrico” por llamarlo de alguna manera. Tras unos años de fuerte correspondencia, Benson se alejó de él y éste furioso continuaba enviándole postales con un lenguaje violento. Me parece que el tipo era medio desquiciado y muy celoso de sus amigos… un fleto furioso que nunca pudo ser sacerdote. De hecho, parodió el nombre de Benson en una de sus novelas y le puso Bonsen a uno de sus personajes.
 
[3] Aquí es donde yo me separo de Benson. Es un tema de su tradición y gustos familiares, pero lo que es a mí esto de los horóscopos y las historias de fantasmas está muy lejos de agradarme. Especialmente lo de los horóscopos: pensar que alguien pueda estar guiado en su vida por acción de los astros me parece una soberana insensatez que ya ha sido tratada magníficamente por San Agustín.

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