Shane Leslie (hasta
antes de su conversión John Leslie, tercer baronet de Glaslough, Monoghan) fue
uno de los conversos más importantes de Benson en su época de Cambridge. No me
cabe duda que el autor de este artículo, ya bien entrado en años, habla desde
el corazón, un corazón que ha visto pasar dos guerras mundiales y en ellas a
muchos de sus amigos morir. Por estos días se han recordado los 100 años del
inicio de la Gran Guerra que marcó a una magnífica generación que quedó muy
dañada espiritual, psicológica y físicamente. Este hombre pertenece a esta
generación de grandes conversos: Knox, Benson, Sassoon…
Tiene además de
artículos en The Tablet y de una mención en su autobiografía, un librito que escribió con otros amigos de
Monseñor Benson, titulado “Memorials of Robert Hugh Benson” y él personalmente
es el autor del capítulo dedicado al Apostolado de Benson en su época de Cambridge,
a su regreso de Roma. Se nota al leer este libro y todos los demás escritos
sobre Benson, el gran aprecio hacia el
hombre que lo condujo a la Ciudad Eterna y el dolor que le causó la inesperada
pérdida del amigo cura.
Dios mediante me
dedicaré durante estos meses que quedan a recordar no solamente los 100 años de
la Gran Guerra, sino además los 100 años de la muerte de Benson. Iré publicando
– Dios mediante - algunos artículos periodísticos de aquellos años que dicen
relación con la conmosión que causó su muerte, y además algunos aparecidos en los años
posteriores.
Beatrice.
Hugh
Benson, Cincuenta años después, por Shane
Leslie
The
Tablet 21/11/1964
¿Cuánto
tiempo sufre el corazón de un hombre viejo la pena o el duelo por la muerte del
querido amigo hasta que se apaga la tranquila nostalgia y finalmente
desaparece? Cincuenta años parecen ser suficientes, especialmente después de
todas las pérdidas que mi generación ha sufrido. Me he encontrado a mí mismo
recordando a su vez la muerte de los ancianos, de los de mediana edad y muy a
menudo a los jóvenes del pasado.
Hace
cincuenta años atrás Hugh Benson, mi amigo de los días de Cambrigde murió
demasiado repentinamente, y pienso que jamás me he olvidado de su encanto y
carácter. Una imprevista primera visita a su tumba en Hare Street en una remota
esquina de Hertfordshire ha renovado la antigua puñalada, y todos aquellos años
han sido desenrollados como una cortina esta misma semana.
Si
él hubiera sobrevivido, ahora sería un hombre viejo, quizás ya no reconocible
por ser el joven y ferviente que acarreó tanta excitación, entretención y
fuerza espiritual a aquellos que lo amaron, ambos hombres y mujeres, y que por
entonces – pienso – éramos tan o más jóvenes que él.
Tuve
la oportunidad de acompañar a un grupo de jóvenes de Cambridge en una peregrinación
a su tumba, en una calle solitaria cerca
de Buntingford. En la campiña, antes tan reconocida en bicicleta o a pie, la
vida de los setos y de las aves parece haber sido reducida. Los amplios campos
se han ensanchado hacia el horizonte. Los pequeños villorrios han perdido algo
de su aspecto rural y ruinoso. El tractor, las máquinas e incluso los motores
en cualquiera de sus formas eran, por aquel entonces, desconocidos. El caballo
está extinto y solamente el magnífico follaje del otoño sigue siendo tal cual
era en Octubre de 1914.
Aquí
en la huerta junto al camino Hugh Benson fue enterrado en medio de una veintena
de enlutados amigos. Éstos hubieran sido más si la Primera Guerra no hubiese arrojado a tantos de ellos hacia
nuevas rutas y ocupaciones. Pero el Cardenal Bourne con sus clérigos y un
pequeño coro de Westminster marcaron la ocasión. Ahí estaban presentes los
vecinos y algunas devotas señoras que se habían establecido en el villorrio.
Capilla en memoria de R.H en Hare Street House, foto del padre Nicholas extraía del blog romanmiscellany.blogspot.com |
Únicamente
unos pocos años antes por casualidad Benson había mejorado esta pequeña
mansión. Parecía indeseable e invendible. Parecía una compra barata, pero
existía la feliz sospecha de que estaba embrujada. En cualquier caso el
narrador de historias de fantasmas e investigador de apariciones insistió en
que esto era cierto. ¿Quién puede leer la Luz Invisible o el Espejo de Shalott
sin saber cómo el escritor creía y sentía acerca de esta materia?
Todo
el campo ha cambiado mucho. La solitaria tumba está coronada por una
encantadora y juguetona iglesia, tal como a él le hubiera deleitado jugar con
ella. Aquellos que conocieron y amaron a Hugh pensaban en él como en un niño.
¿No sonrió Pio X cuando Hugh le preguntó si podía decir la misa en Tremans,
Tremans, Sussex |
la
casa familiar, y agregó a su apostólica autorización: “Pero tiene que pedirle
permiso a su madre”, la viuda del Arzobispo de Canterbury?
A
esta pequeña iglesia entramos por primera vez para escuchar a Monseñor Gilbey
decir la misa de Requiem por este aniversario. En medio de la maciza piedra
gravada de la sepultura y en pequeño altar se alza un hermoso velo (reja,
rood-screen, n. de tr.):
Rood-screen de la capilla de R.B. Benson, foto del padre Nicholas |
el amoroso deseo de todo ritualista, altos
eclesiásticos y conversos de aquellos días. El velo fue nuestra prueba: a
través de todo el este de Inglaterra y Fenland no hubo ninguna iglesia antigua
despojada que no tuviera rastros de velos o gradas que condujeran a algún
olvidado crucifijo en un pasado católico.
Este
sagrado memorial existe gracias a la
acción de la señorita Lyall, quien con algunos otros viven en casas de campo
restauradas y esperaban de este modo prestar un servicio a su idolatrado sacerdote.
Al final, Hugh solamente habría pasado una o dos semanas seguidas aquí. Siempre
andaba corriendo a través de Inglaterra para predicar sermones o tomar parte en
las misiones – incluso fuera en América, donde él fue aclamado como un prima donna. Ciertamente fue el único
sacerdote inglés de entonces y de
siempre que tuvo un éxito salvaje en los púlpitos americanos.
Su
hermano Arthur construyó la Lych-gate en memoria de su hermana Margareth. Toda
esta esquina pareció cambiar, y ni la casa ni el jardín parecen embrujados.
Hugh dejó todo el terreno a los arzobispos de Westminster para que se
convirtiera en un lugar de descanso para los fines de semana…su villa para
necesarias vacaciones. La pequeña cervecería a la cual Hugh transformó en su
capilla y talló y labró como su especial juguete está ahora convertida en un
lugar para la basura. Solamente la escalera de la casa conserva el recuerdo de
su cincel y de sus activas manos. Los establos se convirtieron en garajes, y
Hare Street House, que ha pasado de arzobispo en arzobispo, se ha transformado en una plácida residencia
suburbana, como sería del agrado de la literatura de algún agente inmobiliario.
Pero
no podía ser de otra manera. Alguna vez fue un juguete y un sueño, y el soñador
ha encontrado la manera de jugar en el Paraíso.
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