sábado, 24 de mayo de 2014

Guíame Luz Amable, Beato John Henry cardinal Newman


Lead, Kindly Light, amid the encircling gloom,
           Lead Thou me on!
The night is dark, and I am far from home-
           Lead Thou me on!
Keep Thou my feet; I do not ask to see
The distant scene – one step enough for me. 
I was not ever thus, nor pray’d that Thou
         Shouldst lead me on.
I love to choose and see my path, but now
         Lead Thou me on!
I love the garish day, and, spite of fears,
Pride rule my will: remember not past years. 
                            So long Thy power hath blest me, sure it still                                 
Will lead me on,
O’er moor and fen, o’er crag and torrent, till
      The night is gone;
And with the morn those angels faces smiles
Which I have loved long since, and lost awhile.
 
At sea                                                   June 16, 1833
 
Guíame, Luz Amable, entre tanta tiniebla espesa,
                                    ¡llévame Tú!
Estoy lejos de casa, es noche prieta y densa,
                                   ¡ llévame Tú!
Guarda mis pasos; no pido ver
Confines ni horizontes, sólo un paso más me basta. 
Yo antes no era así, jamás pensé en que
                               Tú me llevaras.
Decidía, escogía, agitado; pero ahora,
                               ¡llévame Tú!
Yo amaba el lustre fascinante de la vida y, aun temiendo,
Sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz
                                    Me seguirá guiando
Entre páramos barrizos, cárcavas y breñales, hasta que
                                   La noche huya
Y con el alba, estalle la sonrisa de los ángeles,
La que perdí, la que anhelo desde siempre.
En el mar                                                     16 de junio de 1833
                             

                 

jueves, 15 de mayo de 2014

Castellani y el Milenismo

    
 Hace unos días atrás tuvimos el gusto de recibir la visita ( ¡por fin) de un sacerdote. Como era la primera vez que venía a la casa y ya que se mostraba tan interesado en los libros que tenemos en la salita de la entrada, con mi esposo le enseñamos orgullosos toda nuestra colección de libros y uno de estos tesoros es el libro La Iglesia Patrística y la Parusía, de Alcañiz y Castellani,  que adquirí hace un par de años.
         - No, no, el padre Castellani está equivocado - nos dijo el sacerdote - el mileniarismo está condenado por la Iglesia.
         Con mi esposo nos miramos perplejos - a esta altura de la vida nos hablamos con los ojos - :¿Estás pensando lo mismo que yo? le dije con la mirada. ¡Qué extraño nos resultó escuchar que un cura rechazara de plano el milenismo espiritual y que nos dijera que estaba condenado. Yo me acordaba que no, estaba segura que no era tan así como lo decía, pero la lagunas mentales que comienzan a hacerse en mi mente no me permitieron en ese momento acordarme en qué libro del padre Castellani había leído que no estaba condenado.
     El punto es que nuestro clerical amigo descartó completamente el milenismo, sin hacer diferencias entre el espiritual y el carnal, y los puso a ambos en el mismo saco. Justamente por estos días el blog engloriaymajestad ha venido haciendo un análisis de las prohibiciones a Lacunza a propósito de esto mismo. Pueden ustedes revisarlo, pues está muy bueno e ilustrativo.
      Ahora bien,  pasados unos días - para que vean cómo son las coincidencias...¿coincidencias?...no, nunca he creído en las coincidencias- un amigo llamó a mi esposo para preguntarle si Castellani era o no milenista espiritual.
- No puede ser - le dije yo - ¿otro más? ¿Qué les bajó a todos por estos días con el tema del milenismo?  Dale una mirada a este libro, puede que ahí encuentres la respuesta - le pasé el libro citado y mi esposo se lo devoró en pocos días. Y hoy me dijo que había encontrado lo que buscábamos, es decir, nuestra duda si Castellani era o no milenista espiritual. Y como no hay cosa mejor que el aludido se defienda por sí mismo aquí les copio el capítulo dedicado a la condena del milenismo. También he pasado por el scan un cuadro del mismo libro que resume las posiciones de la Iglesia Patrística en torno al milenismo.
          Podrán sacar ustedes sus propias conclusiones, yo lo único que digo es que el padre Castellani fue muy prudente y además muy astuto en su argumentación. Sé que es un tema espinudo y no soy teólogo ni nada, pero ya que Dios nos dotó de inteligencia y nos dejó este libro de profecías, es bueno estudiarlas y darnos cuenta que no todo lo que ahí se contiene es alegórico. 

                                             Condena del Milenismo

            Otra cosa que es forzoso aclarar.
          Hallamos en muchos autores, incluso “serios”, el aserto de que “el milenismo ha sido condenado”. O “lo será”. O “debe serlo”. Es falso.
            El milenismo carnal o “kiliasmo” SI: ha sido condenado. ¿Dónde?
         No hay ningún decreto Conciliar o Pontifical condenatorio del, que nosotros sepamos. En la recopilación del Denzinger se nombra ciertamente a Kerinthos, pero no como milenista, sino negador de la divinidad de Cristo – como muchos judíos actuales, Kerinthos parece haber aceptado a Cristo como Mesías o Profeta, pero no como Hijo de Dios – en la condena a los Ebionitas (“Ebionem, Cerinthum, Marcionem, Paulum Samosatenum, Photium…qui…Jesum Christum Dominum Nostrum verum Deum esse negaverunt…) en el Decreto para los Jacobitas del Concilio de Florencia, 1438. Denz. 710.
        Los que hubieren leído los 12 tomos del Mansi, si acaso han hallado la condena expresa del milenismo carnal, haríannos favor nos la indicando.
        Pero el Kerinthiano está seguramente condenado en los escritos de los Santos Padres; en lo que llaman “el magisterio ordinario”. Ni una sola línea de las que escribió Kerinthos nos ha llegado; lo cual puede explicar la ausencia de condena expresa y formal. No conocemos propriis terminis la herejía de Kerenthos.
          Los Santos Padres se desencadenan contra ella, algunos con verdadera furia; por su afirmación de que habría bodas después de la resurrección (entre los resurgidos); contra la afirmación del Evangelio, Lc. XX, 27.
         El milenismo espiritual por el contrario no ha sido condenado, ni jamás lo será: la Iglesia no va a serruchar la rama donde está sentada; es decir, la Tradición.
         Hubo hace poco dos decretos disciplinares para la América del Sur de una Sacra Congregación Romana en que se prohíbe enseñar como “peligroso” (sin condenarlo como “erróneo”) una especie de milenismo. ¿Qué especie?
          Aquel que sostiene que “Cristo reinará corporalmente en la tierra”, dice el primer decreto informativo al arzobispo de Chile; “visiblemente”, corrige el 2° decreto, extendido a toda la América del Sur (11-VII-1940 y 28-VII-1944).
         La corrección del adverbio “corporaliter” sustituido por “visibiliter” es fácil de comprender. El alegorista que redactó el primer decreto no advirtió quizá que sin querer se condenaba a sí mismo. En efecto, los alegoristas o antimilenistas sostienen como hemos visto que el profetizado Reino de Cristo en el universo Mundo es este de ahora, es la Iglesia actual tal cual. ¿Y cómo reina ahora Cristo en este reino? Reina desde el Santísimo Sacramento. ¿Está allí corporaliter? Sí.
         Había que corregir rápidamente eso.
         Está prohibido enseñar en Sudamérica que Cristo reinará visiblemente desde un trono en Jerusalén sobre todas las naciones; presumiblemente con su Ministro de Agricultura, de Trabajo y Previsión y hasta de Guerra si se ofrece.
        Muy bien prohibido. Teología a la Fulton Sheen. “Teología para negros”, se llama a esta fábula Ramón Doll. Con perdón de los negros.
          Ningún Santo Padre milenista – y hay muchos como hemos visto – o cualquier escritor actual serio, ha descrito así el Reino de Cristo. Simplemente no añaden nada de su cosecha, que sería temeridad, a lo que el Evangelista y los Profetas dicen; ellos no dicen tal cosa.
 
        Uno es libre de imaginar como quiera o pueda el futuro Reino; pero no de “enseñar” sus propias imaginaciones.
         Yo no enseño “ni huno ni hotro, ch’amigo”: ni a Kerinthos ni a San Ireneo: tengo otras cosas que enseñar. (Con pesar me veo obligado a hablar de mí, porque una persona que enseña, y por cierto con (cierta) autoridad, me ha difamado enseñando autoritativamente que yo soy milenista.)
          Quisiera ser San Ireneo de Lyon. No me da el cuero para tanto. No tengo talento suficiente para zanjar un problema tan difícil. Lo que en mi fuero interno para mí tengo, eso es cosa entre Dios y yo; que no le incumbe nada al desaprensivo difamador.
         Dije arriba que la Iglesia NUNCA CONDENARÁ el milenismo espiritual; y he aquí mis razones:
         La Iglesia enseña que las dos fuentes de la doctrina revelada son la Escritura y la TRADICIÓN. La tradición de la Iglesia Primitiva (la más importante de todas) durante cuatro siglos por los menos ha sido milenista. Aunque fuese una tradición “dudosa” (como dicen y no parece) la Iglesia Romana no se arriesgaría a condenarla; incluso por simple “política”; quiero decir, buen gobierno. Condenarla sería como guadañarse los pies queriendo guadañar la cizaña.
         Los Protestantes niegan la Tradición como fuente autoritativa. Cuando estalló el gran movimiento de la Reforma, dos doctores protestantes, Dallaeus y Dedóminis, argumentaron contra la Tradición diciendo: la Tradición primitiva se equivocó, pues sostuvo el milenismo, el cual es falso, según la Iglesia romana deste tiempo. Si la Iglesia romana condenara el milenismo espiritual haría bueno el argumento Dellaeus. Y ya no se podría saber cuál cosa era “tradición”, y cuál no era tradición.
         Y tampoco se podría saber cierto cómo interpretar la Escritura; porque si todo el Cap. XX del Apokalipsi es “midrash”, o sea, puro mito o alegoría ¿por qué no lo será todo el Apokalipsi? ¿Y por qué no toda la Escritura, si vamos a eso? ¿Por qué no la resurrección de Cristo? ¿Por qué no su nacimiento partenogénico? Eso dicen hoy día los “Teólogos” modernistas y protestantes liberales. Dicen que son solamente símbolos o metáforas, no realidades.
         Un último punto curioso deseo brevemente revelar: muchos de los actuales alegoristas, si no todos, son en el fondo milenistas carnales. En efecto, negando el postparusaíco Reino de Cristo, se ven obligados a reponer el cumplimiento de las profecías en un futuro gran triunfo temporal de la Iglesia antes de la Segunda Venida; o sea, en una “Nueva Edad Media” ( ver Berdiaeff y también R.H. Benson en “The Dawn of All) con el Papa como Monarca Temporal Universal, comandando ejércitos de alegres “jocistas” en bicicleta y camiseta de sport…Coinciden con el sueño de la Sinagoga antes de la Primera Venida.
         Coinciden también hélas con la extraña visión de milenismo ateo de Carlos Marx; no menos que con las barrocas promesas de la muy extendida secta protestante judaizante llamada en Norteamérica “la Nueva Dispensación”. Son todos pájaros de la misma pluma.
         Lo último de lo último que debieran ( o no debieran) hacer, es tacharme a mí de “milenarista”, como dicen ellos.”
La Iglesia Patrística y la Parusía, Alcañiz - Castellani                        Ediciones Paulinas, 1962, págs. 349-353.


lunes, 5 de mayo de 2014

La persecución en el Señor del Mundo


         “La persecución, dijo, era más o menos inminente. Ya se habían producido algunos altercados. Pero la persecución no debiera ser motivo de temores. Sin duda causaría bastantes apostasías, como siempre había sido, aunque fueran deplorablemente atribuibles a los apóstatas individuales. Por otra parte, esa situación renovaría la fuerza de los fieles, y serviría de purga para eliminar de la Iglesia a los menos convencidos. En tiempos muy lejanos, el ataque de Satán se produjo por el flanco corporal, con látigos, fuego, bestias; en el siglo XVI se produjo por el lado intelectual; en el siglo XX, por los resortes de la vida moral y espiritual. En esos momentos daba en cambio la impresión de que el ataque llegaba por los tres planos al mismo tiempo. Sin embargo, lo que sí debía ser, sin duda, motivo de temor, era la influencia positiva del humanitarismo: sobrevenía, como el reino de Dios, revestido de un gran poder; aplastaba a los imaginativos, a los románticos; asumía, más que afirmar, su propia verdad incontestable; apisonaba y sofocaba, no hería, y ganaba terreno con el estímulo del acero o de la polémica. Parecía abrirse paso de una manera casi objetiva en el mundo interior. Personas que apenas conocían su nombre ya profesaban sus dogmas; los sacerdotes lo habían absorbido, igual que absorbían a Dios en la Comunión. Reseñó los nombres de algunos apóstatas recientes. Los niños bebían su jugo como si fuera el cristianismo mismo. El alma “de naturaleza cristiana” parecía estar convirtiéndose  en “el alma de naturaleza infiel”. La persecución, clamó el sacerdote, había de ser recibida como si fuera la salvación, y era conveniente rezar para que se produjera, y era preciso asimilarla, si bien tenía miedo de que las autoridades fueran demasiado astutas, y supieran deslindar el antídoto del veneno. Podrían darse algunos martirios de individuos – de hecho, los habría, no iban a ser pocos -, pero se darían a pesar del Gobierno laico, no por su culpa. Por último, contaba con que el humanitarismo llegara a revestirse con la vestimenta de la liturgia y el sacrificio, y una vez hecho esto la causa de la Iglesia, si no mediase una intervención de Dios, habría concluido para siempre.”
                                                                                R.H.Benson