domingo, 27 de octubre de 2013

Simon I, en 666 de Hugo Wast

      
          Para  poder llevar a cabo un trabajo literario que hice hace algún tiempo, me armé de toda una colección de novelas apocalípticas. Me faltaron algunas claro está. Pero unas de las que leí  para mí fue una gran  revelación. Estas corresponden a las novelas apocalípticas del gran escritor argentino Hugo Wast, que son Juana Tabor y 666, hermosamente publicadas por la editorial Homo Legens. Proféticos libros. 666 es la continuación de Juana Tabor y me trae a la mente por el tema, al Señor del Mundo, aunque su enfoque es bastante distinto, diría que en las novela de Wast es más crudo. A veces la figura de Simón I, aquel papa argentino de Hugo Wast, nos hace recordar al actual obispo de Roma. Creo que don Gustavo Adolfo Martínez Zuviria - el verdadero nombre de Hugo Wast - se sorprendería por las similitudes que hay entre su historia y el panorama que contemplamos hoy en la Iglesia y en el mundo. Para los que no los han leído, se los recomiendo a ojos cerrados. Esperamos ver pronto publicadas las obra completas de Wast en la Editorial Vórtice. De muestra un botón:

"Estamos destinados a presenciar inmensas transformaciones de la Iglesia en el sentido de la democracia. Si estuviese en los planes de Dios, ¿y quién puede negarlo?, que Vuestra Reverencia resultara elegido Pontífice, aplíquese a esa magna reforma, para que el catolicismo recobre la influencia que tuvo sobre el pueblo en los siglos antiguos.
- ¿Qué reforma es ésa? - preguntó fray Simón, como si ya sintiera en las sienes el peso de la tiara.
- Voy a resumírsela en cuatro puntos: 1. Abolición del celibato de los clérigos. 2. Supresión de las órdenes religiosas y de todos los votos. 3. Elección de los obispos por el clero y los fieles, y del Papa por los cardenales y los obispos. 4. Uso del esperanto en vez del latín. Democratizada así la jerarquía católica, la Iglesia será del pueblo y para el pueblo. No más la Iglesia del Papa romano, sino la Iglesia del Dios universal."

 Y más adelante Fray Simón da un bosquejo de lo que sería su nueva Iglesia si fuera elegido:

     "Hoy, duodécimo día de mi estada en Roma. La Iglesia consiste en la unión de las almas en la tierra y el amor en el cielo. Eso es la Iglesia de Jesucristo, no la burocracia eclesiástica y la pompa fría y hostil del Vaticano.
     Tres religiones han salido de la Biblia: el judaísmo, el cristianismo, el islamismo; tres ramas del tronco robusto del patriarca de Jessé.
     Mi sueño es la unión de estas tres religiones en una vasta Iglesia tolerante y definitiva.
     A veces me despierto en la noche, me siento en la cama, y oigo zumbar en mis oídos estas misteriosas palabras: Levántate, sube a los techos de tu convento solitario y arroja el grito que resonará en todo el siglo XXI, que escucharán el Papa y la Iglesia romana y escucharán las Iglesias "reformadoras" que no fueron capaces de reformar a Roma, y escuchará el mismo Israel, heredero directo de las promesas, y de donde saldrá la ley del mundo y la palabra del Señor.
     Me siento más a mi gusto en la milenaria Iglesia de Israel, que en la más moderna y burocrática Iglesia del Papa.
     El judaísmo puede llegar a ser la religión definitiva de la humanidad intelectual.
     ¡Quién sabe si un día yo, argentino de nacionalidad, católico de religión, fraile de estado, no iré a sentarme a la sombra de la Sinagoga, y adoraré, con Israel al Dios de Moisés, que se ha llamado a sí  mismo: Yo soy el que soy". (...)
     Me voy alejando de la Iglesia del Papa, en la misma medida en que me acerco a la Iglesia de Dios.
     El Apocalipsis no es la última palabra del Nuevo Testamento. Debe ser completado por el Cantar de los cantares, el Evangelio del porvenir: como un lirio entre las espinas es mi amada entre las jóvenes.
     (...) Una Iglesia con tres círculos donde cupieran todas las almas de buena voluntad: 1. los cristianos; 2. los judíos y los musulmanes; 3. los politeístas y aun los ateos. Y en la que todos tuvieran el derecho de alimentarse con la carne de Cristo. ¡Cuántos milagros no operaría la gracia sacramental!
     Debería haber, pues, una Iglesia para los que dudan y hasta para los que niegan, espíritus profundamente religiosos, pero que no pueden dar formas positivas a sus creencias y a su culto"

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