lunes, 22 de agosto de 2016

Formando a mis hijos






          Me han preguntado muchas veces cómo lo hacemos para educar a nuestros hijos en medio de un mundo dominado por el neo paganismo y que deja a los niños hacer sin poner atajo, transformándolos en unos pequeños tiranos. A propósito de lo mismo es que se me viene a la mente una frase que nos dijo a mi esposo y a mí don Julio Retamal, presidente de la Asociación Litúrgica Magnificat, después del almuerzo de camaradería al que asistimos con motivo de los 50 años de la asociación. Nos dijo: "Nuestro niños, sí, porque son nuestros niños, no andan corriendo, ni se comportan como salvajes". Me sorprendió el comentario y también me llenó de satisfacción. Mis niños fueron los únicos menores asistentes al almuerzo y se habían comportado muy bien no sólo ahí, sino durante los dos días que asistimos al congreso en Santiago. El asunto es que esta frase de don Julio me quedó dando vueltas en la cabeza y me hizo pensar respecto a comentarios similares que me han hecho.  Antes de seguir quisiera aclarar que no es mi afán ponerme como ejemplo de virtud y menos a mis hijos. Si ahora parezco ser auto-referente es porque quiero compartir con ustedes mi experiencia como madre en el proceso de formación de sus hijos.  Hay ciertas cosas básicas con respecto a la formación de los niños que se han olvidado y que, como padres con mi esposo, no nos hemos olvidado y puede que tal vez ahí esté la razón de porqué mis mocosos donde van se distinguen entre sus pares a pesar de sus defectos y de ser unos pequeños Hobbits de campo. "En el reino de los ciegos el tuerto es el rey", me digo a mi misma cuando me hacen esos comentarios tan halagadores. Cómo estaremos de mal en el mundo que mis pelusones brillan por su comportamiento.

          Resulta muy complicado dar recetas acerca de cómo educar y formar a los hijos. Las copias casi siempre son malas y además, cada familia [ entendida como la unidad básica formada por papá, mamá e hijos, de los mismos padres, viviendo en la misma casa ( puede resultar jocosa o absurda esta aclaración, pero necesaria porque ahora se le llama familia a cualquiera cosa disfuncional, de lo más moderno estamos en la actualidad) ], está inmersa en realidades diferentes. Cada familia vive una realidad diferente que de alguna marca y le da características singulares. Esta realidad incluye los factores ambientales, es decir,  donde la familia vive, pasando por donde trabajan y estudian sus miembros,  la gente en general con la que se relacionan,  y en fin, todo el entorno en la cual está situada una familia. Los factores externos  van posibilitando y como también imposibilitando la manera en que los  padres forman a los hijos. No es lo mismo formar y educar  en una villa o en una población rodeados de traficantes que salen a disparar de noche y tienen tomadas las calles de día, que en un barrio pudiente con padres materialistas y arribistas, por poner un par de ejemplos extremos. Es mucho más complicado educar y encarrilar a los chicos cuando se está en un mal ambiente y por lo mismo es muy meritorio que algunos padres logren sacar a sus familias adelante, formando hijos virtuosos y buenos cristianos en medio de tanta decadencia y podredumbre moral y religiosa.

           En mi caso, la  Providencia nos ha llevado por caminos que desembocaron en el privilegio de vivir en el campo, algo alejados de las idiotizadas urbes pokemonas, con su bulla, sus carreras, sus prepotencias y descortesías. Aquí en medio de la naturaleza me dedico a ser mamá tiempo completo. Puedo darme  lo que  para muchos es un lujo, y le doy gracias a Dios,  porque hasta el momento no me he visto en la obligación  ni en la necesidad de salir a trabajar fuera de casa.  Y aunque a veces no resulta grato vivir donde se trabaja, mi esposo también está siempre cerca del hogar. A ambos esta posibilidad de estar  siempre juntos nos ha permitido estar al lado de nuestros hijos la mayor parte del tiempo.  Desde este punto de vista a nosotros nos ha resultado  relativamente  "más fácil"  formarlos al vernos libres de los inconvenientes que trae consigo vivir en una ciudad.  Desde luego que afrontamos otros problemas propios de vivir solos y de no contar con redes de apoyo, pero al menos nos hemos librado de convivir con otra gente con costumbres y modos de vida muy diferentes a los nuestros. Vivir lejos de malos ambientes mantiene a raya su influencia. Sin embargo, en apariencia contraria a lo que ya he dicho este hecho no quita ni condiciona lo fundamental y que cualquier familia sea donde sea que esté no puede dejar de practicar. No es determinante ni nos podemos excusar echándole la culpa al medio de cómo son y se comportan nuestros hijos, porque lo que verdaderamente importa y  que sí determina cómo somos ocurre al interior de cada familia.

           No sé qué nombre darles a estos factores o aspectos internos,  pero lo que sí puedo decirles es que a partir de mi experiencia todo aquello que enumeraré a continuación, no lo hemos olvidado ni lo hemos pasado por alto en nuestro hogar porque es fundamental. Les repito que no es mi intención pontificar, ni transformarme en un paradigma. Son observaciones en base a mi vivencia como mamá las cuales me han servido y siguen haciéndolo cada día,  luchando para que mis hijos lleguen a ser buenos católicos.  Si sirven de consejo o les hacen sentido, me alegraré mucho.

1- Formar y educar es una tarea ingrata y agotadora, y que nos hace envejecer antes de tiempo porque se pasan muchas, muchísimas rabias cuando se toma en serio. Estar permanentemente corrigiendo a los hijos fatiga, es un trabajo muy ingrato. No sé si antiguamente era igual, pero los chicos actualmente, al estar más influenciados por el mundo a través de todo lo que ya sabemos, son más porfiados, más tercos y rebeldes. Tal como lo dice San Pablo, que hacia el final de los tiempos los hijos serán  desobedientes a los padres, es algo que lo vivo a diario (Timoteo 3, 2)  Lo más fácil para mí sería dejar que hagan lo que se les dé en gana. Dejar que hagan lo que quieran, dar lugar a sus caprichos para que no molesten y me dejen.... escribir. Compruebo a menudo, por lo que veo en muchas de las mamás del colegio de mis niños, que ellas no se complican la vida corrigiendo a sus retoños, y tienen tiempo para poder hacer yoga, cursos por aquí y por allá, ir al grupo parroquial, al café de la esquina a chismorrear o lo que se les ocurra. Hacer cursos y socializar no es malo obviamente, pero no puede ponerse antes de lo primordial que es corregir y formar al que está creciendo. Es fácil escapar del deber, pero lo que ahora es más fácil, se volverá en contra de los que han omitido antes de que puedan poner una viga al arbolito que ya está crecido, y que sigue haciendo lo que se le da en gana. Y los tienen viviendo  como adolescente hasta los 30 y tantos años, trabajando para luego salir a bailar y a tomar. De esto, libera nos Domine!

Se pasan rabias cuando se está formando. Los frutos son además a largo plazo y mientras tanto tenemos que sufrir muchas veces el desánimo y la incomprensión, pero un hijo que ha sido corregido en su carácter y en sus mañas se convertirá en un adulto independiente que se toma la vida en serio. Sí, y esto es algo que siempre les repetimos con mi esposo a mis hijos: la vida es algo que hay que tomarse muy en serio, porque aquí y ahora nos estamos jugando la Vida Eterna, y para llegar a la Eterna hay que a renunciar a mucho de lo que nos gusta y que el mundo ofrece tan fácilmente. No se nos puede pasar la vida payaseando o perdiendo el tiempo. Hay que aprovechar el tiempo para hacer el bien, pero también para meditar y orar en silencio. Se nos pedirá cuenta de lo que hicimos y no podemos presentarnos ante Dios con las manos vacías, sin obras buenas, no poniendo los talentos que nos ha dado para no sacarles provecho para el bien de los demás y del nuestro. Hay tiempo para estar alegres y pasar momentos de gozo, pero también hay que ponerse serios y trabajar. Trabajo, disciplina y esfuerzo, es lo que les inculcamos a nuestros niños. Una cosa muy buena que para adquieran estas virtudes es hacer que aprendan a interpretar un instrumento. Que sepan lo que cuesta llegar a hacer algo bien, que se requiere mucha auto-disciplina y trabajo. 

Por tanto, mientras formamos el carácter y en definitiva,  los guiamos para que sean  virtuosos, no se nos tiene que olvidar que pasaremos por periodos de mucho cansancio, de pensar que es una causa perdida y que no vale el esfuerzo. Para poder ganar no hay que olvidar que hay que renunciar a uno mismo. Los frutos los cosecharemos después. "Los que siembran entre lágrimas, cosecharán entre canciones", me lo recuerdo una y otra vez cuando mi paciencia, mis fuerzas y mi energía no dan más y solo quiero estar en paz y no soportando malos comportamientos y a veces, hasta faltas de respeto. Pero así somos, naturaleza caída que hay que corregir, y como padres tenemos esa misión tan complicada. Sacrificarse y renunciar a cosas que nos gustan y que nos distraen por el bien de los que amamos es la mejor manera de demostrar cuanto los queremos. Todos los días hay que estar ahí enseñándoles y no siempre se consiguen en corto plazo los frutos que uno quisiera, pero hay que armarse de paciencia.

2- No basta predicar, hay que dar el ejemplo.  No hay que ser doctor en filosofía, ni en sociología, ni en psicología para saber que los hijos repiten lo que ven en sus padres, y que por poner un ejemplo, de padres groseros y mal hablados lo más probable es que salgan hijos groseros y mal hablados.  No estoy diciendo nada nuevo y quizás ustedes estén pensando que estoy hablando en demasía de lugares comunes. Estas cosas son tan obvias que a veces sin embargo...se nos olvidan. No basta con decir y hablar acerca de lo que nos convierte en hombres de bien, hay que partir por uno mismo practicando aquello con lo que nos llenamos la boca.

No les puedo pedir a mis hijos que recen, si ellos no me ven rezar; no les puedo pedir a mis hijos que se confiesen, si yo no lo hago, y así un sin número de cosas: pedir orden si yo misma soy un caos; pedir disciplina, si soy poco constante y actúo con desidia;  pedir que no sean mediocres, si no coloco todo mi ser para dar lo mejor que Dios me ha dado y ponerlo al servicio de mi prójimo.  Pedir que sean austeros y no derrochen lo que se les da con todo el amor y el esfuerzo, si no ven que  sus padres viven sencillamente, sin buscar grandes lujos y poniendo todos su ahínco en acumular riquezas. Podría seguir ad infinitum poniendo ejemplos, pero se me iría toda la página en ellos.

Nadie es cien por ciento consecuente y plenamente virtuoso. Somos pecadores miserables, pero al menos hay que luchar por dar lo mejor de uno y eso los niños lo ven. No estoy únicamente hablando de grandes actos heroicos, lo cual sería lo ideal, pero nuestro Buen Dios no muchas veces nos hace pasar por ese tipo de situaciones. Me refiero a aquellas pequeñas cosas de la vida diaria, desde recoger un papel del suelo y tirarlo a la basura, hasta aprender a padecer ciertas injurias para no causar un dolor más grande, a saber mortificarse y renunciar, por amor a Dios y a los que aman, a pequeñas cosas, asunto del que confieso, aún no logro del todo conseguir de ellos...y no siempre puedo yo misma hacer.

No hay ayuda más grande para poder llevar a cabo tan difícil misión que rezar en familia y la mejor oración es la asistencia a la Santa Misa, y le agrego, a la Tradicional. No he sufrido del rechazo por parte de ninguno de los mayores que ya son adolescentes de ir a misa, por el contrario, y le doy gracias a Dios por aquello. Desde chicos les hemos explicado lo que es la Santa Misa y sus fines, y que hay que asistir con la mayor dignidad y amor a Dios. Con nuestras mejores ropas, con devoción y aunque a veces se me portan medios revoltosos en ella, sé que el tiempo y la madurez harán lo suyo. Fundamental también la vida sacramental, sobretodo la confesión. Encomendar mucho a los hijos a Dios, a su Santo Ángel de la Guarda, a nuestra Señora. Confiar en la educación y en el ejemplo que se les está dando y por sobretodo, confiar en la ayuda de Dios que si se lo pedimos insistentemente y confiadamente no va a dejar que ellos dejen sus prácticas religiosas y se pierdan.

Hay que armarlos  con el conocimiento de la doctrina y para esto hay que darse el tiempo de enseñar el catecismo, y esto me lleva a otro punto, que es vital y que ahora, en una sociedad que valoriza más que nada el desarrollo tecnológico, se ha olvidado: la formación intelectual.

4.-  " A un intelectual" - decía el sabio y lamentablemente fallecido profesor de violoncello de dos de mis hijos - "no lo pueden engañar ni manipular". Y hacía referencia a aquellas personas que no estudian, ni cultivan su intelecto y que se dejan  manipular sin siquiera notarlo dada su falta de juicio y de raciocinio  Dicen que ahora los niños son más inteligentes que los de antes, pero yo creo que es exactamente lo contrario. Estamos llenos de pequeños idiotas, tecnologizados y embrutecidos idiotas que se han olvidado de razonar porque están siendo permanentemente sometidos a los juegos de video, a la televisión, a los teléfonos móviles.  Formar el intelecto...¿cómo formar el intelecto a los niños si los mismos padres son unos idiotas que no se han preocupado de estudiar y de elevar tan solo un poquito el espíritu? Es una realidad terrible y muy triste, pero esa es harina de otro costal.

Difícil abrir el intelecto de los chicos. Es una tarea que plantea grandes desafíos en cómo enfrentarla, y cómo llevarla a cabo porque pensar la realidad  y buscar la verdad está sub-valorado porque también exige trabajo y estudio. "¿Para qué complicarse?" - Dice la gente - y van por la vida buscando únicamente sobrevivir y pasarlo bien, como unos brutos. Se trata entonces se enseñarles a pensar, a cuestionarse y buscar las respuestas a esas preguntas. Llevamos varios siglos escuchando que la Verdad no existe, que no hay verdades y por eso las personas pasan por el mundo sin buscarla. No se ama lo que no se conoce y menos puedo amar algo que pienso que no se puede encontrar ni conocer.  Por eso hay que enseñarles a no tragarse lo primero que escuchan de alguien que dice ser una "autoridad".

 Siempre les repito a mis hijos, como una letanía, ¿qué decía Aristóteles que hacía a un hombre virtuoso? "Hacer actos virtuosos", me responden ellos. Los hábitos se forman y se cultivan, como un alimento que necesita ser administrado a diario, y terminan acostumbrándose a serlo como algo que les nace naturalmente. Ser educados, corteses, ordenados, empeñosos y un largo etc, se prende con los pequeños actos cotidianos.

Acostumbrarlos en el plano práctico a ser independientes y sepan hacer de todo: su cama, a barrer, a trabajar con herramientas, a alimentar y cuidar a sus mascotas, a cocinar, etc. Esto les despierta el ingenio y los obliga a buscar soluciones para resolver  cualquier clase de problemas.

Enseñarles también  a apreciar  el gusto estético. Que sepan apreciar las cosas bien hechas, hermosas y rechacen lo chabacano, lo ordinario, lo vulgar.  Mostrarles, por ejemplo, la belleza de la buena música clásica, cultivar y refinar el oído. O el gusto por de las buenas lecturas (reconozco que los míos son malos lectores, pero al menos cuentan con una decente y bien abundante biblioteca.)  También a darles un barniz  de historia aprovechando lo que está a nuestro alcance aparte de los libros: las calles, los monumentos, sitios donde han ocurrido hechos históricos, los museos, etc. Hoy los chicos saben muy poco de la  historia del país o la universal,  entonce aparece pues el profesor de historia  ideologizado de izquierdas o ateo, y les enseña, por ejemplo,  que el periodo medieval fue una época terrorífica y bla, bla, con sus brujas quemadas, y todo el cuento que siempre dicen y cuyo fin último es mostrar que la Iglesia se equivocó en el pasado y que por lo tanto siempre se equivoca, que lo que es ahora, ya no lo será en el futuro. Una anécdota:  uno mis hijos llega un día del colegio diciéndome que su profesora de historia le había dicho que Santo Tomás Moro era sacerdote anglicano,  y otro día que en el Concilio de Trento se había proclamado el dogma de la Infabilidad Pontificia, y la última de hace pocos días, que J.S. Bach había compuesto Las Cuatro Estaciones....A mí casi me da un síncope, y menos mal que este chico mío sabía que eso no era cierto, aunque cometió el error de no corregir a su profesora. Los chicos se lo tragan todo, aunque más bien debiera decir que se tragan lo que quieren y lo que les conviene tragarse.En definitiva, tratar de que aprendan lo que antes los viejos llamaban "cultura general".

 Los niños desde pequeños son lo suficientemente listos como para explicarles con argumentos racionales y no emotivos ni sentimentales, lo perjudicial que es para ellos pasar horas viendo televisión o jugando con el teléfono móvil. O para mostrarles desde la óptica intelectual y por supuesto la espiritual, las razones que nos llevan a condenar a la actual sociedad materialista y por qué ellos deben evitar someterse a sus cantos de sirenas.

 Las conversaciones en la mesa o de sobremesa no deben convertirse en una ocasión para hablar de chismes y habladurías que en algunas familias son deporte nacional. Debemos hacernos el tiempo para instruirlos en las verdades de la Fe para que cuando llegue el momento de enfrentar las dudas y los cuestionamientos que les harán tarde o temprano, tengan no solo los argumentos, sino la convicción clara  de que están en la Verdad y que por Ella deberán estar dispuesto a dar testimonio y hasta la vida misma.

          Sé que son muchas las cosas más las que se pueden decir, pero sería redundar más o menos sobre lo mismo. Formar y educar es una labor de todos los días, y a medida que pasa el tiempos vamos cosechando los frutos de nuestro trabajo. Aspiramos a que nuestros hijos lleguen al Cielo entregándoles todas las armas que estén a nuestro alcance para que peleen el Buen Combate. Sabemos que al final dependerá de cada uno de ellos, pero al menos podremos presentarnos ante el Tribunal de Dios con la conciencia tranquila del deber cumplido el deber encomendado. Que Dios nos ayude a todos los que somos padres en nuestra misión y le conceda a nuestros hijos las gracias necesarias para alcanzar la Salvación.

Un artículo relativo a lo mismo publiqué en 2014: http://bensonians.blogspot.com/2014/06/consejos-de-santo-tomas-moro-sobre-la.html

5 comentarios:

  1. qué bueno por contarlo!! Si la conociera personalmente quizá seríamos amigas. Me reflejo en todo lo que narró. Tal vez porque también, con mi familia, vivimos en una zona semirural e intentamos educar a nuestros hijos para la salvación de sus almas. Desde hace dos años vamos a misa Tradicional y esto es tan intenso que me parece ya toda una vida . No podríamos dejarla nunca,Dios no lo permita.

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  2. Muchas gracias por sus comentarios. Me siento conforme si en algo les ha servido o se han sentido identificadas. No me cabe duda que las grandes urbes modernas no son un lugar adecuado para criar niños. La Santa Misa Tradicional es fundamental para nosotros, sin ella la tarea sería mucho más difícil.
    Beatrice

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  3. Muchas gracias por el artículo. Es muy importante que haya palabras de familias católicas en lo que es educación de los hijos. La nueva marea naturalista hace estragos y desorienta mucho.

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  4. Muchas gracias por sus palabras. Siempre digo: el que quiere, puede. Es difícil, pero educar católicamente todavía es posible.
    Saludos

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