¿Bajo cuál rey?
Todo conocimiento como éste, venga o no de
Dios,
puede ser una pequeña prueba para el alma
en vías de perfección.
Si se confía en tal, o si, mejor dicho, en
esto no hay cuidado en rechazarlo
Llevará a un gran mal…porque todos los
peligros e inconvenientes de las
Aprehensiones y muchas más, se encuentran
aquí.
El Ascenso
al Monte Carmelo
Uno
o dos días después de nuestra conversación sobre Santa Teresa, le pregunté al
anciano sacerdote sobre lo que se ha llamado “quietismo”. Un amigo me dio una
vieja copia de la Guía Espiritual, de Molinos, y yo sabía que el escritor había
sido condenado y encarcelado de por vida, pero no entendía en qué radicaba su
crimen.
-
“Es difícil ponerlo en palabras” – dijo el sacerdote – “o incluso entender por
qué ciertas expresiones son condenadas, siendo que es posible encontrar que
paralelamente a ellos hubo otros místicos católicos cuyos nombres son honrados.
Sin embargo, está el hecho que el resultado de la enseñanza de Molinos fue el
olvido de los sacramentos y del significado externo de la gracia, lo cual no
existe en el caso de las escuelas de los otros místicos.
Te
contaré una historia” – continuó – “para ilustrar el efecto de semejante tipo
de misticismo y tú juzgarás si mi amigo actuó bien o mal con su decisión,
porque en primer lugar, debo decirte que el incidente no me ocurrió a mí. Sobre
este asunto puedo darte mi propia opinión en términos generales pero no te diré
cuál es esta, ya que a veces estoy fuertemente inclinado a cambiarla.
¿Escucharás la historia? ¿Podemos dar un paseo por la terraza?”
-“Mi
amigo era un sacerdote de unos treinta años (esto sucedió hace alrededor de
unos cuarenta años atrás) y estaba trabajando en el país en ese momento. Tenía
mucho tiempo libre para la lectura y él lo ocupaba principalmente en el estudio
de varios místicos, la mayoría de ellos de la escuela quietista. Tú sabes,
también, que una de sus líneas características de pensamiento radica en el
abandono de todo esfuerzo por salvarse y adherirse a Dios, e incluso esto debe
ser más pasivo que un esfuerzo activo. El alma debe permanecer inmóvil, dice
uno de ellos, y debe ser llevada como por una cuerda al Monte de la Perfección.
El más leve movimiento comprobará o desviará este acercamiento rápido y
constante hacia Dios.
Sin
embargo, mi amigo no solamente estudió a los autores de esta escuela de modo
intelectual, sino que se puso más o menos bajo su dirección espiritual. Me dijo
después que a él le parecía que si manejaba los sacramentos fielmente y si
encontraba que su devoción por ellos no se enfriaba, podía estar lo
suficientemente protegido contra posibles extravagancias o herejías en sus
lecturas espirituales. También me contó
que sus meditaciones diarias comenzaron a ser más significativas para él, más que
nunca antes en su vida. La presencia de Dios pareció más real y accesible y por
sobre todo, la guía de Dios en su vida diaria era más evidente. El tiempo que realmente importa – me
dijo una vez – es el que transcurre entre
nuestras prácticas religiosas. Durante ese tiempo Dios también se manifiesta.
De hecho de todo lo que él me dijo, yo tuve una pequeña gran duda: que su
carácter y vida espiritual fueran ambas profundizadas y purificadas de algún
modo a la primera, por sus estudios devocionales de aquellos místicos.
Una
palabra más antes de comenzar la historia. Te acabo de decir que la guía de Dios
comenzó a ser más clara en su vida cotidiana. Para poder solucionar y llegar a
una decisión frente a esto hay principalmente dos caminos y ambos son posibles
para un hombre religioso. Uno es hacer hincapié en el lado intelectual para
sopesar los argumentos cuidadosamente y decidir, por así decirlo, sólo
razonando. El otro es hacer comparativamente menos hincapié en los argumentos y
en el lado intelectual en general y hacer que el esfuerzo principal radique en
la aspiración de la voluntad en dirección a Dios. Podemos llamarlas
respectivamente más o menos como la intelectual y la intuitiva. Desde luego que
mi amigo de los estudios místicos estaba inclinado más hacia esto último. De
hecho, me señaló que incluso en el más común de los asuntos, esto es, en las visitas a su gente, en sus prédicas, en su trato con
las almas, él comenzó cada vez más a rechazar la luz intelectual, en su lugar
confiar en la inmediata guía interior del Espíritu Santo. En más de una ocasión,
por ejemplo, él dejó de lado el sermón que había preparado mientras estaba en
el púlpito, y predicó un texto que al parecer le había sido sugerido. Desde
luego que desde el punto de vista literario no era de lo mejor, pero para él
esto con justa razón no era el asunto más importante para tener en cuenta al
momento de juzgar un sermón. Me contó que a él le parecía encontrar que su
poder espiritual se había desarrollado en todos los sentidos, tanto en su vida
interior como en sus relaciones con otros.
También
durante sus conservaciones permitía que llegaran largos silencios si a él le
parecía que Dios no le movía a hablar. En otros momentos, él dejaría los modos
convencionales del lenguaje y diría cosas que, juzgadas humanamente, estaban
calculadas para ser lo más opuesto a lo que él personalmente deseaba. En tal
caso, algunas veces su deseo se conseguiría y otras veces no, pero en ambos
casos él se esforzaba para considerarlo para sí mismo como un éxito. En pocas
palabras, él actuaba y hablaba obedeciendo a este movimiento interior e
ignorando completamente las consecuencias. Y esto, no necesito decirlo, es un
camino a la paz interior.
Finalmente
sucedió una cosa asombrosa:
Había
sido cometido un crimen, aunque yo no tengo idea cuál fue. Dos hombres estaban
involucrados en las consecuencias. Uno, al cual llamaremos A., había cometido
el crimen, pero él solamente podía ser enjuiciado si B., que había sido
seriamente herido, consentía tomar acciones. Mi amigo estaba profundamente
interesado en A., y creía saber que tenía la oportunidad para salvar a A,
radicaba en estarle permitido quedar impune. Pero Lord B., (quien a propósito era un noble irlandés de
poca monta, aunque su padre había sido muy conocido por ser un hombre duro y
vengativo) había anunciado públicamente su intención de arruinar a A. Ante tal
estado de los acontecimientos mi amigo había pedido interceder por A., y sus
amigos.
Lord
B., vivía en una enorme casa de campo a unas cuatro o cinco millas de la casa
de mi amigo. Era un hombre soltero, pero tenía su hermosa casa llena de amigos,
los cuales no tenían la mejor de las reputaciones.
Hacia el final de una lluviosa tarde de otoño,
mi amigo llegó a la casa para una cita con B., al cual no conocía
personalmente. A pesar de su ansiedad él había resuelto guiarse, como
usualmente lo hacía, por aquella voz interior en la cual él había aprendido a
confiar, y apenas había pensado en tan sólo un argumento que pudiera usar. Con
todo, él se sentía confiado en que estaba en lo correcto al ir, e igualmente
confiaba en que sabría qué decir cuando
llegara la hora. Mientras se acercaba a la casa este sentimiento de confianza
en la guía se incrementó a tal punto que casi lo aterrorizó. Le pareció como si
caminara bajo una lluvia que caía desde las ramas amarillas y como
si una fuerte, aunque psicológica, opresión lo empujara hacia adelante.
Como en un sueño él vio al criado aparecer en respuesta a su llamado y escuchó,
como desde una gran distancia, al hombre diciéndole que Lord B., que había
llegado un poco rato antes, estaba ahora esperándolo en el cuarto de fumar.
Al
entrar en la casa aquellas curiosas sensaciones, las cuales con dificultad
intentó describírmelas, parecieron disminuir un poco y él se sintió más frio y
seguro. Me dijo que la sensación de opresión que reposaba sobre él, se fue
disipando como por una brisa y atravesó el corredor en el piso inferior en
camino hacia el cuarto de fumar en el ala oeste de la casa.
El
sirviente abrió de golpe la puerta y lo anunció. Mi amigo pasó a través de ella
y la puerta se cerró tras suyo sin embargo, en el momento en que había cruzado
el umbral sintió que algo andaba mal. Había un círculo de hombres, algunos con
ropa de caza y otros como si hubieran estado fuera todo el día, sentados en
cómodas sillas alrededor del fuego a la derecha de la puerta. Mi amigo mientras estaba detenido en la puerta pudo ver
la mayoría de los rostros y al de Lord B. entre ellos. Ninguno de ellos se
ofreció para moverse, aunque todos los miraron con curiosidad.
Hubo
un instante de silencio, y entonces Lord B., dijo súbita y fuertemente:
-
Muy bien, por fin está aquí el cura, con sermón y todo.
Y
los demás hombres se rieron.
Mi
amigo observó por supuesto que Lord B., había arreglado la entrevista de esa
manera, simplemente con el fin de insultarlo, y que él después de todo no sería
capaz de hablarle en forma privada tal como esperaba. Me dijo que en su corazón
hubo un gran arranque de ira por este ofensivo comportamiento, pero que hizo su
mayor esfuerzo para aplacarlo y permanecer de pie sin hablar. No tenía idea
acerca de qué hacer o de qué decir, así que se mantuvo de pie y esperó.
Lord
B., se levantó un instante y encendió un cigarrillo de espaldas a mi amigo y
luego se volteó hacia él, enfrentándolo apoyado en la repisa de la chimenea.
-Bueno
– dijo – todos estamos esperando.
El
silencio se mantuvo. Uno de los hombres que estaba más apartado del fuego rio
de repente.
-
Por el amor de Dios – dijo Lord B., impacientemente – diga lo que vino a decir
y váyase.
Al
terminar esta frase mi amigo sintió una curiosa sensación fluyendo sobre él,
como aquella que ya había experimentado en el parque, pero más fuerte. Nunca pudo
darme una descripción de ello, excepto diciendo que parecía como si una fuerza
estuviera apoderándose de él en cada remota fibra de su ser corporal y
espiritual. Su propia voluntad parecía estar rendida al control de alguna
fuerte mano y sintió la sensación de estar estabilizado y paralizado. Luego,
estuvo consciente de que su propia voz dijo una sola frase con media docena de
palabras, pero aunque escuchaba cada una
de ellas, estas fueron borradas de su mente.
Después en la descripción que me dio de todo esto, dijo que fueron como las palabras que escuchamos inmediatamente
antes de dormirnos en una sala de lectura o en el vagón de un tren: cada
palabra está en inglés y se entienden, pero las frases no transmiten ideas.
Mientras
su voz habló por quizás dos o tres segundos, sus ojos estaban fijos en el
rostro de Lord B., y en el momentáneo intervalo vio un miedo terrible y un
estupor repentino impreso sobre él. La boca abierta y suelta con el cigallo
cayéndose de los labios y las manos de Lord B., se levantaron instintivamente
como queriendo mantener a mi amigo alejado. También uno de los hombres, en la
parte más lejana del círculo, se levantó
de súbito tieso con la misma clase de horror suplicante en su cara.
Eso
fue todo lo que mi amigo tuvo tiempo de ver porque el mismo poder que había
estado junto a él, lo volvió inmediatamente hacia la puerta, la abrió y salió
hacia afuera por el corredor. Cuando salió esta extraña sensación cesó, pero
sintió un sudor picante en el piel y entonces levantó su rostro, y escuchó
mientras alcanzaba el final del corredor, una campana replicando violentamente
en alguna parte. Pasó por fuera del hall y al tiempo que abría la puerta
principal, un sirviente pasó de prisa por su lado por el mismo corredor por el
cual él había llegado.
Se
fue directo a casa, sintiéndose terriblemente cansado y sobreexcitado. Al
llegar a su casa tuvo que ir derecho a la cama torturado por una neuralgia. Dos
horas después le fue traída una nota por un mozo de cuadra de parte de Lord B.,
escrita con una mano tiritona, con una abyecta disculpa por su recepción en la
tarde. Le suplica no volver a nombrar el asunto de nuevo, al cual se refirió en
la sala de estar con una apenas oculta oferta de soborno y una enfática promesa
de retirar todos los procedimientos contra A.
Dijo
que al día siguiente Lord B., aparentemente estaba enfermo y la casa de fiestas
había sido apresuradamente terminada la noche anterior. Desde aquel día no tuvo
la menor idea de lo que dijo en esa frase que provocó tal milagro.”
-
Es una historia de lo más curiosa – dije - ¿cómo te la tomaste?
El
sacerdote sonrió.
-“Te
contaré cómo se la tomó mi amigo. Renunció a sus estudios de misticismo, aunque
sin condenar ninguna de las líneas de pensamiento de las cuales te he hablado.
Sus razones para esto, tal como me lo explicó después de haber tomado la decisión,
fueron que aquellas visitas tanto podían como no podían provenir de Dios. Si no
venían de Dios, se probó que él se había estado entrometiendo en cosas muy
elevadas y que de alguna forma se había deslizado
bajo algún control ajeno. Si venía de Dios esto había sido precisamente en
vistas a un gran propósito gracias al cual él fue llevado tan lejos, pero él no
se atrevió a proseguir en ese camino sin alguna señal más evidente. En cualquier caso – dijo- ningún
alma puede perderse por seguir el simple y bien marcado camino de la común
devoción y de la oración”.
Volvió
por tanto a las formas de meditación intelectual, tal como lo hace la mayoría
de los cristianos. Él murió pocos años después, lleno de santidad y de buenas
obras.
Para
ti las opiniones están abiertas, ya sea que fuera un fuerte e intenso caso de
transferencia hipnótica desde Lord B., a mi amigo y que más tarde sólo hubiera hablado
mecánicamente de algo que reposaba en la mente del primero; o puedes decidir
que todo el asunto fue del maligno. Tal
vez para A., habría sido mejor ser
enjuiciado y que de alguna manera el maligno había encontrado una entrada en la
tensa y perturbada naturaleza de mi amigo y utilizándolo para su propio
propósito; o que el don profético estaba concebido para él, pero que la
rigurosa prueba era demasiado feroz y él, a su vez, demasiado cobarde para
reclamarlo. Y bueno, que existen otras soluciones también no caben dudas.
Yo
me he formado mi propia opinión, pero prefiero, como diría Heródoto, guardarla
para mí mismo.
R.H. Benson, The Light Invisible
Aferrarse a la fe y los métodos de nuestros mayores es el camino fiable de alcanzar el cielo. Aventurarse a un ciego conocimiento personal de esa fe tiene sus riesgos....
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