Nota de la traducción: Para mí, que me he gozado leyendo Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh, resultó muy gratificante encontrar este artículo publicado en Rorate Caeli y escrito por un sacerdote diocesano recientemente ordenado que firma bajo el nombre de Monseñor l'Abbé para el citado portal católico. He querido traducirlo para compartirlo con los lectores que no leen en inglés. Próximamente será también publicado en Adelante la Fe a quienes agradezco la oportunidad de haberlo traducido.
Nada más que agregar, salvo que me ha parecido genial leer el análisis comparativo de Amoris Laetitia a la luz de esta novela, y no puedo estar más de acuerdo con el padre Mgr. l´Abbé.
Beatrice
El papa Francisco Pro Mundum
Una interpretación de Amoris
Laetitia vista a través de Retorno a
Brideshead
Introducción:
Después de meses de una tensa
expectación y del trabajo de dos Sínodos de Obispos, el viernes recién pasado el papa Francisco
publicó su Exhortación Apostólica Amoris
Laetitia. Esta exhortación sobre “El amor y la Familia” me ha hecho pensar
en una familia en particular que conocí hace unos años atrás. La conocí por primera vez cuando ella entró en contacto
conmigo durante mis años de universidad.
He pensado en ella muchas y he vuelto a referirla con posterioridad.
Esta familia es la Familia Marchmain, la aristocrática familia británica
descrita por Evelyn Waugh en su novela Retorno
a Brideshead (Brideshead Revisited) escrita en el año 1944.
Antes que alguien me acuse de
locura por considerarme relacionado con
una familia ficticia sabrán que aquellos que han tenido alguna familiaridad con
la historia de Waugh comprenderán esto.
La familia Marchmain es fácilmente reconocible. Son una “familia para
todas las épocas” en el sentido de que ellos son como todas las otras familias.
Los Marchmain trascienden el tiempo y la cultura. Son una familia de santos y
de pecadores, y sus triunfos y tragedias son los triunfos y tragedias de muchas
otras familias. Hay un sinnúmero de lecciones que podemos aprender de sus
éxitos y de sus errores.
Incluso ahora cuando pienso en
mi propia familia; cuando pienso en mis amigos; cuando pienso en la vida de mi
parroquia, me pregunto cómo los distintos
personajes de Retorno a Brideshead
actuarían según las diferentes
situaciones. Si yo estuviera describiendo a una persona a un amigo que es un
iniciado en Brideshead, siempre podría
relacionarla con al menos uno de los personajes de la novela: “Ella
habla como Lady Marchmain” o “Él bebe como Sebastián” o (me atrevo a
decir) “Él me recuerda a Anthony Blanche”.
Incluso durante mi ministerio como sacerdote he experimentado breves instantes
brillantes cuando Brideshead ha sido
más que una novela: en un encuentro con una pareja comprometida; cuando el
tabernáculo estaba vacío el Viernes Santo, y desde luego cuando son
administrados los últimos Sacramentos junto a la cama de alguien que está
rodeado por su familia.
Espero que estas reflexiones
sirvan para mostrar cuan cautivantes son los personajes de esta novela. Como el
protagonista de la novela, Charles Ryder, quien es arrastrado en el drama de la
familia Marchmain, y yo también estuve cautivado por ellos y pienso en ellos
una y otra vez. Los Marchmain son, en muchos sentidos, una familia viviente, o
al menos, yo siempre he creído que lo fueron.
El pontificado del papa
Francisco, y ahora la publicación de Amoris
Laetitia me tienen cada vez más
preocupado, pues Los Marchmain ya no tendrán nada más que enseñarnos.
Paraíso
perdido y recuperado
Retorno
a Brideshead trata de los recuerdos de Charles Ryder el cual,
durante la Segunda Guerra Mundial, es un oficial del ejército británico. El
foco principal de sus recuerdos está en su compromiso con la familia Marchmain
entre el periodo de entreguerras. Charles es presentado a la familia y a la
casa señorial por Sebastián Flyte, un estudiante de pre-grado de la Universidad
de Oxford. Sebastián es el hijo menor de Lord y Lady Marchmain. En muchos
aspectos la familia Marchmain es muy anormal para Charles y para todo el
establisment británico. Ellos son una familia aristocrática católica en un
reino exclusivamente protestante. La peculiaridad de sus prácticas (vistas al
Santísimo Sacramento en su capilla, discusiones frecuentes sobre religión) son una
de las razones por las que Charles, un agnóstico, es inicialmente deslumbrado
por ellos.
Sin embargo, detrás de este
barniz de belleza y de piedad doméstica están los mismos obstáculos que
enfrentan todas las demás familias. Mientras Lady Marchmain provenía de una
familia católica, Lord Marchmain se convirtió para poder casarse. “Tú has
traído de vuelta a mi familia a la fe de sus ancestros”, le decía a su esposa
en los primeros días de su relación[1].
Lord y Lady Marchmain finalmente criaron a sus hijos, dos niños y dos
niñas, en la fe. Tras unos años de
infeliz matrimonio, Lord Marchmain abandona a su esposa y a sus hijos y se
establece definitivamente en Venecia donde vive con su amante italiana, Cara.
Lord Marchmain continúa viendo a sus hijos cuando ellos lo visitan en Venecia.
Él está esencialmente desaparecido de la sociedad británica, mientras que Lady
Marchmain permanece en Brideshead, intentando inculcar la fe y la piedad
católica en los corazones de sus hijos.
Mientras que el hijo mayor de
Lord y Lady Marchmain, Bridey, y su hija menor, Cordelia, parecen haber
heredado la piedad de su madre, sus hijos del medio, Sebastián y Julia, son
causa de sufrimiento para Lady Marchmain. La novela es discreta describiendo
los desórdenes afectivos de Sebastián, y es obvio que estas afecciones se han
dirigido hacia Charles y hacia numerosos otros personajes masculinos a lo largo
de la novela. Estas afecciones se reflejan en su persona casi un niño. Incapaz de
poner término a estas afecciones desordenadas, él abandona a Lady Marchmain y a
Brideshead por el norte de África.
El alcoholismo de Sebastián
finalmente le pasa la cuenta a su salud. Un monasterio católico en Tunes se
hace cargo de él y ahí sirve como una especie de portero. Lo último que
escuchamos de Sebastián es que él dice que se ha vuelto muy religioso, y aunque
sigue con su alcoholismo, es capaz de encontrar confort y consuelo en su
catolicismo. “He visto a otros como él, y creo que ellos son muy cercanos y
queridos por Dios”, dice Cordelia. [2]
Incluso ella prevé la eventual muerte de su hermano bajo el cuidado de los
monjes del monasterio: “Y luego, una mañana, después de una de sus borracheras,
le recogerán del suelo, en la puerta, moribundo, y él indicará, con un simple
movimiento del párpado, que está consciente cuando le den los últimos
sacramentos. No es una forma tan mala de pasar la vida”.[3]
Julia se las arregla para
igualar la disoluta vida de Sebastián a través de sus propios actos de intransigencia.
Ella planea casarse con Rex Mottram, un protestante canadiense, que tiene
intenciones de ganar un sitio en la Cámara de los Comunes. Es esta relación con
Rex que marca el descenso de Julia a una crónica situación de pecado. Julia se
entera que Rex puede estar llevando un romance con una amante. Ella cree que si
ellos se comprometen, esto puede poner fin al romance. Cuando esto no ocurre, entonces
comienza a pensar que si Rex se mantiene infiel, ella tendrá que ofrecer
gratificación sexual a su prometido antes que ellos se casen. Julia justifica
esto en su mente y presenta esta proposición a un sacerdote: “Pero padre, ¿no
puede ser malo que yo cometa un pecado menor para evitar que él cometa uno
muchísimo peor?”[4].
El jesuita le responde negativamente y sugiere que ella se confiese. Es en este
momento, cuando Julia no recibe lo que ella quiere, que se vuelve contra la fe.
“No gracias – dijo Julia, como si rechazara una mercancía en una tienda-.
Prefiero no hacerlo hoy.- y caminó furiosa a su casa. Desde aquel momento cerró
la puerta del espíritu a la religión.”[5]
Durante su noviazgo Rex acepta
recibir instrucción para convertirse al catolicismo. Sin embargo, el asunto se
complica cuando se revela que Rex estaba casado y divorciado en Canadá. Rex no
entiende como esto puede ser un impedimento a su futuro matrimonio con Julia y
él no ve una diferencia entre su divorcio y la concesión de una nulidad. Cuando
es obvio que no se puede hacer nada más con tan solo unas pocas semanas antes
de la boda, Julia y Rex están de acuerdo en casarse en una ceremonia
protestante, separándose de la sociedad católica y de la familia Marchmain. La
intransigencia de Julia llega a la cima cuando ella expresa la moderna negativa
de reconocer el pecado objetivo: “Yo creo que estos curas no saben nada. No
creo en el infierno para cosas así. De cualquier manera pienso que ya no creo
en él”[6].
Todo esto es referido por
Charles, quien no verá a Julia hasta diez años después. A todo esto Lady
Marchmain ha muerto y cuando Charles y Julia se vuelven a juntar es obvio que
ambos son infelices en sus respectivos matrimonios. Una aventura amorosa
comienza entre los dos y finalmente se convierte en un asunto público al punto
que ambos comienzan a considerar el divorcio y entonces poder casarse.
Cuando se revela que el hermano
mayor de Julia, Bridey, se las ha arreglado para encontrar una mujer para
comprometerse, Julia sugiere invitarla a Brideshead. Sin embargo, Bridey dice
que él no puede invitar a su prometida Beryl por su estricta fe católica y la
ofensa que puede causar la irregular situación de Julia: “Debes entender que
Beryl es una mujer de estrictos principios católicos”,- dijo él.- Es imposible
traerla aquí. Es indiferente si tú eliges vivir en pecado con Rex o con Charles
o con ambos. He procurado siempre evitar enterarme de los detalles de tu ménage, pero en ningún caso consentiría
en que Beryl fuera tu invitada.”[7]
Esta severa revelación hace que Julia abandone la habitación envuelta en
lágrimas. “Aquí no hay nada que ella pueda objetar” dice Bridey de Julia, “Yo
sólo estaba refiriéndome a un hecho bien conocido por ella”.[8]
El drama se intensifica cuando
se anuncia que Lord Marchmain retornará a Inglaterra con Cara para pasar sus
últimos días en Brideshead. Cuando esto ocurre es manifiesto que Lord Marchmain
se aproxima a la muerte y la familia llama al padre MacKay, el cura local, para
visitar Brideshead. Lord Marchmain le comunica
al padre MacKay que él no ha sido un católico practicante desde hace
veinticinco años y el padre se marcha cortésmente. Como la condición de Lord
Marchmain empeora, el cura vuelve. Hay un debate en la familia sobre si el
padre MacKay debiera intentar administrar los últimos sacramentos, o si los
años de Lord Marchmain como un “burlón” debieran ser honrados. “Cristo vino a
llamar al arrepentimiento no a los justos”, explica el padre MacKay, “sino a los
pecadores”.[9]
Con los días la condición de
Lord Marchmain se va deteriorando a tal grado que él está apenas consciente. El
padre MacKay lo asiste, rezando y alentándolo a pedir perdón a Dios por sus
pecados. Le sugiere que, si es capaz de hacerlo, Lord Marchmain haga algún
gesto que muestre que está arrepentido de sus pecados. Entonces el padre MacKay
lo unge.
Charles, un agnóstico profeso, en
ese momento dice que sintió el deseo que
él hiciera una señal de dolor por sus pecados. Entonces Lord Marchmain,
aun en su débil condición, es capaz de levantar su mano derecha, y después de
veinticinco años de nula práctica de su fe, hace la Señal de la Cruz como signo
de su contrición.
Charles reconoce la magnitud de
tal aparentemente sencilla señal: “Entonces supe que la señal por la que yo
había orado no era tan insignificante, no era un mero gesto de reconocimiento,
y me acordé de una frase de la infancia acerca del velo del templo que se
rasgaba de arriba abajo”.[10]
En ese momento la vida de Charles cambia. Después de este momento pleno la
gracia de arrepentimiento y redención, Charles y Julia se dan cuenta de que no
pueden casarse. Charles le pregunta qué hará. “Seguir sola, simplemente” –
contesta Julia – “Tú me conoces bien. Sabes que no estoy hecha para una vida de
luto. Yo siempre he sido mala. Probablemente sea mala de nuevo, y volveré a ser
castigada. Pero cuanto más mala soy, más necesito de Dios. No puedo estar fuera
del alcance de Su misericordia. Esto es lo que significaría empezar una vida
contigo, sin Él.”[11] Julia comprende que la misericordia de Dios
puede incluso extenderse a ella, pero Dios exige un signo de contrición. “Puede
que haya un trato privado entre Dios y yo, y que si yo sacrifico la única cosa
que quiero mucho, por muy mala que yo sea, Él no me abandonará totalmente al
final”.[12]
Charles es capaz de aceptar esto porque él también ha cambiado. Él ha sido
testigo de la misericordia de Dios y ahora sabe que es algo que él también
puede recibir.
La novela concluye con Charles
sirviendo en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Él mismo se
encuentra acuartelado en Brideshead y solicita visitar la capilla. Mientras
está en ella ofrece una oración. Es ahí cuando sabemos que Charles ya no acepta
su creo agnóstico. Él no ha retornado al anglicanismo de su infancia, sino que
se ha convertido al catolicismo, diciendo, “una oración, una antigua y recién
aprendida fórmula de palabras”.[13]
Es en esta fe donde él encontró confort, y aunque él y Julia no han podido
tenerse el uno al otro, sin embargo él ha encontrado la paz porque ahora
ha podido tener una relación con Dios.
“Hoy pareces estar inusualmente animado” – le dice uno de los oficiales a
Charles después de haber visitado la capilla.[14]
Es esto lo que Dios nos da si nosotros estamos dispuestos a darnos a nosotros
mismos a Él: una inusual jovialidad, una jovialidad y una alegría que se
sobrepone a todos los momentos de ansiedad, de dolor y de frustración.
Retorno a Brideshead v/s Amoris
Laetitia
La razón por la cual Amoris Laetitia me ha hecho pensar en la
familia Marchmain es por una aterradora revelación. ¿Están las cuestiones
morales y religiosas pertinentemente abordadas en Retorno a Brideshead en el mundo de Amoris Laetitia? En muchos sentidos el documento hace mucho para
socavar la verdad objetiva y los valores absolutos. Julia intenta hacer la
misma cosa cuando racionaliza una impúdica relación con su prometido para
evitar que él tenga un amorío. “Estoy salvando a un hombre caído”.- razona
Julia – “Estoy salvando a Rex de un pecado mortal”[15]
Por tanto, los pensamientos de Julia parecen ser un reflejo de los del papa: “Un
pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a
Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin
enfrentar importantes dificultades”.[16]
Tal razonamiento huele a gradualismo tal como Julia pensó que podía “cometer un
pecado pequeño con el fin de salvar a Rex de uno mucho peor”.
Si ellos estuvieran vivos hoy,
¿Julia y Charles hubieran tenido que separarse? Amoris Laetitia ofrece una alternativa: “Es posible que, en medio
de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que
no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y
también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello
la ayuda de la Iglesia”.[17]
¿No podían Julia y Charles haber hablado con el padre MacKay en el foro interno
en aras de contribuir “a la formación de un juicio correcto?”.[18]
Es más, la idea de vivir como
hermano y hermana parece ser imposible en esta era moderna. Cuando Julia le
explica a Charles que ella planea “Seguir sola, simplemente”, esta no es una
revelación triste, porque ella puede finalmente recibir la misericordia de Dios
y volver a una correcta relación con Él. Sin embargo, Amoris Laetitia hace que esto de “seguir solo” o abstenerse de
relaciones sexuales parezca algo imposible en el 2016. El papa Francisco
explica que “En estas situaciones, muchos, conociendo y aceptando la
posibilidad de convivir «como hermanos» que la Iglesia les ofrece, destacan que
si faltan algunas expresiones de intimidad «puede poner en peligro no raras
veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole». [19]
En la época de Brideshead, uno no se
moría si se abstenía de la intimidad sexual. Aparentemente en esta época, obsesionada
con el sexo, es para uno imposible vivir sin esto.
Tirando del hilo
Si Retorno a Brideshead nos recuerda algo, es que la salvación no es
gratis. La salvación exige una respuesta. Exige una suerte de señal de que uno
la desea y que se está dispuesto a hacer lo necesario para comprar esta perla
tan valiosa.[20]
Incluso un pequeño signo (tal como la Señal de la Cruz de Lord Marchmain) puede
arrastrar consigo una cantidad inconmensurable de peso. Un pequeño signo puede
ser tan poderoso como “el velo del templo que se quiebra de arriba abajo”. Y
esto es porque tal signo indica la persona está dispuesta a reconocer sus
errores y a hacer lo que sea necesario para volver a una recta relación con
Dios
.
El mundo de Amoris Laetitia parece ver a todos bien tal como están. El desarrollo y el
crecimiento que la familia Marchmain experimenta a través del curso de Retorno a Brideshead parece ser
totalmente innecesario. Aparentemente la familia Marchmain debió haber
continuado habilitando a Sebastián; Julia no hubiera tenido que preocuparse por estar
“viviendo en pecado” con Rex; Lord Marchmain hacer nada para disculparse; Julia
y Charles pudieron haber seguido el camino del discernimiento con un pastor
local; y Charles nunca hubiera tenido que convertirse al catolicismo.
Aunque tal vez estoy siendo un
tanto duro. A fin de cuentas tengo un carácter que, como diría el papa
Francisco, necesita cambiar: el de Lady Marchmain. La pobre matriarca de su
familia manda a su futuro marido a convertirse al catolicismo. De un modo
similar, ella intentó conducir a sus hijos a través de un camino de fidelidad,
solamente para ver cómo sus esperanzas se frustraban constantemente. Sin
embargo, incluso en su sufrimiento y su pena ella nunca perdió la esperanza y
nunca dejó de rezar cada día por sus cercanos. Ella sabía que la fe que
transmitió a sus hijos ofrecía la posibilidad más inmediata de salvación.
Porque el fin de la novela está vinculada con el retorno de Julia y Sebastián a
la fe católica. Ella está también vinculada con la conversión de Charles desde
que ella insistió en la necesidad de su conversión años antes. “Debemos hacer
un católico de Charles, -dijo Lady Marchmain – y tuvimos muchas pequeñas
conversaciones juntos durante mis visitas cuando ella dirigía delicadamente las
charlas a temas sagrados.”[21]
Desafortunadamente el papa probablemente consideraría a Lady Marchmain como un
estrecho y rígido monstruo que está preocupado solamente de la letra de la ley.
Quizás incluso él podría imitar la condena del amigo de Sebastián, Anthony
Blanche, levantó contra ella en la novela: “Ella les chupa la sangre”.[22]
Últimamente los personajes
principales de Retorno a Brideshead encuentran
su camino en vías a la redención. No caben dudas que es un camino de muchos
giros y vueltas. Es un camino que exige una respuesta, un decidido sí o no. No
es un camino para ser discernido. Nuestro Señor vendrá a nosotros cuando puede
que no lo esperemos. Tomemos Su yugo sobre nuestros hombros y aprendamos de Él[23],
o ¿nos apartaremos de Él con dolor como el joven rico?[24]
Cada uno de los personajes de Retorno a Brideshead se presenta con un
momento para la conversión. Es en ese momento que ellos reconocen la labor de
la Gracia de Dios. Cordelia, la menor de los hijos de los Marchmain, sabe que
sus hermanos no estarán perdidos para siempre. “Le cogí” – cita a G.K.
Chesterton – “con un anzuelo y una caña invisible, lo bastante largos como para
dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón de
hilo.”[25]
Cordelia sabe que los que
tienen fe siempre estarán abiertos a la obra de Dios en sus vidas. Dios los
tiene con su hilo y un día, en un instante, los llama de vuelta a Él. Pero
ellos deben estar dispuestos a participar de este sobrenatural “tirón de hilo”.
Desafortunadamente la esencia de Amoris
Laetitia y la teología del papa Francisco es un intento nietzscheano de naturalizar a Dios y de tirar el hilo
hacia nosotros, forzándolo a Él a someterse y a aprobar los engaños y la
intransigencia del pecado humano.
Los caminos de Dios en Retorno a Brideshead brindan una inusual
jovialidad la cual nunca puede ser extinguida. Los caminos del hombre en Amoris Laetitia nos afianzan más en el
moderno barro cenagoso de la miseria,
del vacío y de la insatisfacción. Quo vadis?
Traducción Beatrice Atherton
[1]
Waugh, Evelyn. Brideshead Revisited. New York, 2012, Black Day, 254
[2] Ibid.354.
[3]
Ibid.355.
[4]
Ibid.216.
[5]
Ibid.217.
[6]
Ibid.226
[7]
Ibid.327
[8]
Ibid.328
[9]
Ibid.388
[10]
Ibid.390.
[11]
Ibid.392.
[12]
Ibid.393.
[13]
Ibid.402.
[14]
Ibid.402
[15]
Ibid.215.
[16]
Evangelii Gaudium, 44
[17]
Amoris Laetitia, 305
[18]
AL, 300
[19]
AL, nota a pie de página 329.
[20]
Mateo 13,46
[21]
Waugh, 142
[22]
Ibid. 60
[23]
Mateo 11, 29
[24]
Marcos 10, 22
[25]
Waugh, 254
J ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Santa Misa Tradicional en Valparaíso, 2do. Domingo...":
ResponderEliminarGracias Beatrice! Estaba esperando que alguien lo tradujera, antes de tener que poner mis improbables capacidades para hacerlo. Era necesario.
Mi querido J: acabo de copiar arriba el comentario que me envió, pues lo hizo en el post anterior. Para que no sus palabras no se las llevara el viento lo coloqué acá.
Muchas gracias por su comentario, la verdad es que me pareció de lectura obligada.
Beatrice
Mil veces gracias !!! Siempre estas presente en mis oraciones. Inmenso saludo para vos y tu familia.
ResponderEliminarcriollo y andaluz
Querido Marcos, cuantas bendiciones recibimos de Dios por la oración de nuestros amigos. Muchas gracias por tus palabras y feliz de por poder aportar con algo en este momento.
ResponderEliminarUn abrazo
Beatrice
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias por su traducción, estoy deseoso de leer el libro. Gracias y bendiciones
ResponderEliminarGracias a usted por comentar. Le aseguro que este libro es una obra maestra, una delicia, ojalá pueda leerlo pronto...antes que ya no tenga nada que enseñarnos.
ResponderEliminarBeatrice
Gracias. Me a gustado mucho, muy oportuno.
ResponderEliminarTonia LyG
¡Muchas gracias por la traducción!
ResponderEliminarTonia y Coronel: Muchas gracias a ustedes por comentar. Fue un agrado traducir este texto.
ResponderEliminarUn abrazo,
Beatrice