martes, 2 de septiembre de 2014

San Pío X y Monseñor R.H.Benson

San Pío X rezando la misa en la Capilla Sixtina
       
        A los lectores habituales del blog no les es desconocido que R.H. Benson fue ordenado sacerdote católico bajo los auspicios de San Pío X y que ambos dejaron este mundo hace  precisamente 100 años, separados por un par de meses. Tampoco les será desconocido saber la admiración que el sacerdote-escritor inglés sentía por la figura de San Pío X. En varias de sus cartas escribe acerca de la impresión que le causó la figura del papa Sarto mientras asistía como seminarista al Colegio Inglés:
“Mientras tanto, te envío una foto del Santo Padre. Él predica a la gente una vez cada dos semanas en los jardines vaticanos. Fulano de Tal fue a escucharlo y dijo que su simplicidad y ternura eran indescriptibles.  Como un gran párroco santo hablándole a su gente”.
“Ayer en la mañana fui a ver al Papa y a los cardenales ir al consistorio. La multitud de unos cientos repletaba el pasillo donde yo estaba para simplemente verlos pasar por ahí un par de veces, esperando de pie una hora y media antes y tres cuartos de hora en el intermedio. El Santo Padre caminó bendiciendo a su paso, con una gran joya en su dedo, con su mitra y su brillante solideo. La gente gritaba: “Evviva il Papa” y unos cuantos franceses: “Evvivá il Papa-re”, pero al Papa no le gusta esto y lo ha prohibido”.
“Esta mañana recé por ti bajo excepcionales circunstancias, justo después de recibir la comunión de manos del Papa. Asistimos a la misa en su capilla privada, alrededor de unas cincuenta personas. Una pequeña habitación abierta donde nos arrodillamos con el altar a la vista. Dijo la misa con tal simplicidad y humildad como lo haría un cura rural. No necesito decirte lo conmovedor que fue y todo lo que significó para mí. ¡Hace un año en un domingo como éste yo comenzaba mi misión en Cambridge! No hay mucho que describir en cuanto a la misa. Imagina una inmensamente alta habitación tapizada con gobelinos rojos adamascados; una puerta de doble hoja y un gran altar de oro justo delante de la barra para comulgar y un santo, simple y viejo sacerdote con un rostro cobrizo cubierto por una casulla con joyas y una capa blanca y tres acólitos de blanco y escarlata sirviéndole, con un silencio de ultratumba, roto por el suave rumor de una voz algo patética. Personalmente él nos dio a todos la comunión”  (del capítulo Cartas de Roma de Cartas Espirituales a uno de sus conversos)
        No podemos olvidarnos de la mención que hace Benson en su novela mejor conocida actualmente, donde se nos viene a la memoria patentemente la figura de San Pio X, cito:
Conocía bien el rostro del Papa por un centenar de fotografías y de películas. Incluso sus gestos le resultaban familiares, la leve inclinación de la cabeza al asentir, el elocuente y comedido movimiento de las manos. Ahora bien, y sin rehuir la impresión algo tópica, se dijo que su presencia viva era muy diferente.
        Era un hombre de avanzada edad, pero muy erguido, el que vio acomodado en el sillón. Era de mediana estatura, de complexión mediana, y con ambas manos aferraba los brazos repujados del sillón. Era su apariencia de una dignidad grande y estudiada. Sin embargo, fue la cara lo que más llamó la atención, aunque hubo de bajar la mirada tres o cuatro veces, cuando los ojos azules de Papa se clavaron en él. Eran unos ojos extraordinarios, que le vinieron a recordar lo que decían los historiadores sobre Pio X. Los párpados trazaban unas líneas rectas que le daban el aire de un halcón, aunque el resto del rostro en abierta contradicción con ellos. Carecía de filos. No era un rostro grueso, ni delgado, sino bellamente modelado, con un óvalo perfecto. Los labios eran finos, y tenían un deje de pasión en las comisuras; la nariz era aquilina y elegante, rematada en unas ventanas nasales finamente esculpidas. El mentón era firme, hendido, toda su cabeza denotaba una extraña juventud. Era un rostro de una gran generosidad, de gran dulzura, a caballo entre el desafío y la humildad, aunque eclesiástico en todas sus dimensiones. Tenía la frente ligeramente comprimida en las sienes; bajo el blanco solideo asomaban las canas. Fue objeto de risas y burlas en los teatros, nueve años antes, cuando se proyectó sobre la pantalla un rostro hecho con la superposición de los rasgos de varios sacerdotes afamados, junto a la imagen del Papa recién nombrado, pues uno y otro eran casi indistinguibles.
        Percy hizo a su pesar un esfuerzo por resumir la impresión, pero no se le ocurrió otra cosa que la palabra “sacerdote”. Eso era todo, y punto. ¡Ecce sacerdos magnus! Le dejó pasmado la juventud de aquella cara, no en vano pronto cumpliría el Papa ochenta y ocho años. Sin embargo, tenía el porte erguido, los hombros rectos, la cabeza igual que la de un atleta, y sus arrugas eran a duras penas perceptibles a la media luz. ¡Papa Angelicus!, dijo Percy para sus adentros” (El Señor del Mundo)
        Fue el mismo San Pío X quien lo nombró  uno de sus capellanes, un día 5 de Mayo de 1911, y no me cabe duda que sentía especial simpatía por este converso inglés.
        Le pedimos pues a San Pío X en su festividad por Monseñor Benson, para que esté gozando del descanso eterno, y por nosotros para que sigamos dando la batalla por la Fe hasta el final de modo que en el último día podamos entrar al Cielo como siervos fieles.
 

4 comentarios:

  1. Seguimos todos los lectores de su blog . rogando a Dios Todopoderoso por su completo restablecimiento , amiga Beatrice.

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  2. Estimado Luis: muchas gracias de todo corazón. Espero que ahora todo vuelva a la normalidad con mi salud,
    Un abrazo,
    Beatrice

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  3. Muy lindo Beatrice.

    Agrego un dato a la semblanza del Papa en el Señor del Mundo.

    Hablando sobre la figura del Papa en "El Señor del Mundo", Maritain dice en el prólogo a "el Misterio de la Iglesia" del P. Clerissac: "Siempre he creído que Benson, que le conocía mucho (al P. Clerissac), había trazado el personaje del Papa, en El Señor del mundo, pensando en él."

    Lindo saberlo no?

    Saludos!

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  4. Querido amigo En Gloria y Majestad: cómo estará mi cabeza que me había olvidado completamente de esa cita. Se agradece enormemente el aporte.
    Te mando un abrazo,
    Beatrice.

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