viernes, 4 de abril de 2014

Infalibilidad y Tradición, R.H. Benson, p. 3 de 3, final

III
          Volvamos una vez más a nuestro punto principal, el cual es en pocas palabras, la relación entre la posesión de la Infalibilidad por parte de la Iglesia y de su Pontífice, y la aparente ignorancia de las prerrogativas en determinadas épocas de la Iglesia (aunque tal como lo he tratado de mostrar, existe un suficiente número de indicaciones que la ignorancia no era más que una cierta y ocasional falta de reconocimiento explícito). A continuación nos preguntaremos si existe alguna analogía para esta situación en las otras ramificaciones de la vida orgánica. ¿No es toda la teoría simplemente una única teoría, extremadamente conveniente y absolutamente sin paralelos? Yo pienso que no.
         Aunque soy consciente de que las analogías no prueban nada, sin embargo nos disponen cierta y correctamente a creer. Un hecho o una doctrina sin una analogía, requiere por lejos, muchas más pruebas que una que puede ser parangonada. Por esta razón es que la  Encarnación es en todos los aspectos, la doctrina fundamental del cristianismo. Ciertamente es un único suceso, sin que se encuentre una analogía similar, excepto en un  gran minuto y de manera velada. Sin embargo, una vez que por fe aceptamos la doctrina de la Presencia Real, ella se vuelve casi inevitablemente creíble, ya que es en muchos sentidos una prolongación del proceso. La Encarnación es la analogía del Santísimo Sacramento, y no viceversa. Creemos lo segundo porque creemos lo primero. Por lo tanto, nosotros necesitamos algo como un paralelo a la posición de la Infalibilidad en el esquema de la Iglesia, un espíritu, un objeto, y una relación entre ellos – correspondiendo a la conciencia explícita de la Iglesia, el depósito y la Infalibilidad. Y en orden a que esta analogía pueda ser completada, la relación en nuestra analogía debe ser idéntica a la relación de la cual es análoga.

R.H. Benson en Hare Street House
          Pienso que esto se encuentra en las instancias de las ciencias exactas.
          Estrictamente hablando, como Mr. Illingworth señala, el objeto-materia de las ciencias exactas no tiene una existencia concreta, sino que consta de abstracciones formadas por el intelecto. No existe tal cosa como “dos” en el mundo objetivo, solamente existen dos caballos o dos manzanas. Estrictamente hablando, nuevamente, no existe tal cosa como una línea, un punto o un círculo.
         Por tanto pues, las ciencias de la aritmética y de la geometría son abstracciones formuladas por el intelecto, y son el uno y único objeto con el cual el entendimiento puro es infalible. El intelecto es literalmente infalible en aritmética. El intelecto individual puede cometer errores, como cada escolar es consciente, pero lo es solamente porque otras consideraciones, emociones y distracciones entran en el cálculo. El intelecto puro, abstraído de todo lo demás es incapaz de cometer errores en estos asuntos. El intelecto no solamente nunca comete un error, sino que es incapaz de hacerlo. No se ha descubierto que nadie haya podido hacer que 2+2 sea otro excepto 4, ¡aunque es perfectamente cierto que dos cosas que se suman a 2 muy a menudo pueden ser 5 o 3!
         (Además, podemos decir entre paréntesis, que cada facultad que sobrevive debe ser infalible para con su propio objeto. El ojo, considerado en general, debe ser infalible para con la luz; el oído para con la vibración del sonido. Si no lo fuesen, los ojos y los oídos hace mucho tiempo que hubieran dejado de existir)
        Ahora bien, aunque podemos poner reparos a este paréntesis, pienso que no podemos objetar la analogía del entendimiento puro y de las ciencias exactas. Tenemos aquí un entendimiento, un objeto, y una relación de infalibilidad entre ellos.
         Sin embargo, es casi imposible decir que la conciencia humana, como un todo, haya alguna vez formulado para sí misma esta inmensa prerrogativa. Es verdad que el hombre ha actuado en base a lo que los matemáticos han establecido, aunque yo dudo mucho si es posible decir que haya una opinión popular externa que sostenga que los matemáticos sean en su mayor parte infalibles en su ciencia. Los hombres confían en ellos, es verdad, arriesgan fortunas por ellos; pero a menos que les ocurra tener el asunto sometido a ellos dogmáticamente, siempre van a rehuir de declarar la infalibilidad del intelecto en cualquiera que sea el asunto. Sin embargo, esto es un hecho.
         Entonces, ¿no tenemos aquí una analogía que es algo más que fantástica?
        En términos generales, el objeto hacia el cual la infalibilidad se dirige es a la revelación cristiana de Dios. Es verdad que esto es tan complicado como todas las otras ciencias juntas porque conciernen a todo lo humano, cuerpo, alma y espíritu. Y de hecho, no necesariamente en todos los detalles, porque nuestro Señor no vino a revelarnos todos los datos topográficos, pero, en resumen, todo lo que concierne a la acción moral del hombre para con Dios y la revelación del mismo al hombre, en otras palabras, la fe y la moral.
         Pero si el objeto es estupendo, el entendimiento, del cual es el objeto, es igualmente estupendo, porque no es menor que la conciencia moral de todo el género humano. Si bien es cierto que de una vez para siempre el objeto revelado es una cantidad fija en sí misma, la aprehensión total no se puede alcanzar sino que hasta que se haya aplicado sobre cada entendimiento. Es un evangelio para cada creatura. El Reino de Dios es la suma de los reinos de este mundo, así como también los trasciende. Las filosofías, los temperamentos, las experiencias individuales, los descubrimientos científicos, incluso las mismas artes, todas estas cosas tienen sus cometidos, como un siglo sigue al otro, no solo adornando, sino en realidad desenvolviendo y ayudando  la expresión del espíritu y de la verdad del cristianismo.
         Por lo tanto, por principio básico no cabe duda que deberíamos esperar que la relación entre el cuasi divino entendimiento y el objeto de esencia vital debiera ser tan infalible como lo es la que existe entre el entendimiento y las ciencias exactas. Y como si para asegurarnos que esta infalibilidad no debiera ser esperada por el núcleo de aquellos que, en cada edad del cristianismo, son los representantes del género humano; para asegurarnos que la defección o ignorancia de muchos no debiera frustrar los propósitos de Dios. Nuestro Señor declara que Él mismo estará con aquellos que se someten a Él, y que el Espíritu de la Verdad los guiará hacia verdad, ¿qué otra  cosa más significa la declaración que “las puertas del infierno no prevalecerán?”
            Además entonces de examinar nuestra analogía una vez más, vemos que aunque la prerrogativa ha existido desde el principio, y aunque siempre se ha actuado conforme a esto, no siempre ha sido explícitamente reconocido. Los teólogos lo han reconocido; los laicos los han apoyado, pero no se le ha prestado la atención, sino hasta que se hizo una declaración formulada.

CONCLUSIÓN
         Por tanto, cuando investigamos una vez más sobre la Cristiandad en general,
vemos que en una comunión, y solamente en una comunión, este proceso de reconocimiento ha seguido adelante gradual y explícitamente, culminando en el perfectamente inevitable decreto vaticano. Nunca hubo ahí un tiempo en que no existiera un cisma en el cuerpo. La herejía brotó prácticamente y simultáneamente con la revelación, y el hecho que una gran parte del Este se separara de Roma en una fecha comparativamente temprana, y que parte del Norte siguiera este ejemplo posteriormente, afecta el asunto no más que la defección de Himeneo. Porque si nosotros pudiéramos identificar al Cuerpo Místico de Cristo, seguramente debiéramos mirar entre los que reclaman por este despliegue gradual e creciente reconocimiento de las leyes de su propia vida, las cuales pasan por sucesivos movimientos de autoconciencia de la infancia hasta la madurez. Probada por esta característica esencial de la vida orgánica, la teoría de la infalibilidad de todos estos cuerpos que dicen haber conservado la sucesión episcopal actuando en conjunto seguramente falla, porque es imposible decir que la Iglesia, así interpretada, es más consciente de su infalibilidad ahora que en Nicea o Constantinopla. Y aún más, cediendo a la posibilidad de esta teoría, nos enfrentamos con el hecho que a las comuniones externamente divididas por cuya fe en común se reclama la infalibilidad, se niega rotundamente – lo niega Roma, lo niega el Este, y Canterbury al menos titubea. ¿Es más creíble que esta teoría deba ser cierta del todo, a pesar de estas explícitas negaciones de sus partes, más que la verdad de la teoría de Roma, la cual nunca ha sido negada por aquellos para quienes es reclamada, a excepción de unos individuos en particular? Si el fenómeno del galicanismo se arguye en respuesta a esto,  quiero señalar primero que el movimiento galicano fue considerado como una novedad, o en el mejor de los casos, como una antigua verdad que había desaparecido hace siglos. Una demanda que hicieron, más o menos, todas las herejías. En segundo lugar, este galicanismo, a excepción de ahora que tiene un disminuido y vago carácter, ha dejado de existir. Y en tercer lugar, este galicanismo es en términos generales, una negación perfecta del catolicismo, en el sentido del que habla San Pablo como siendo un rompimiento de las barreras nacionales. Ciertamente este tipo de galicanismo tiene su precursor en la historia del cristianismo primitivo. Es descendiente directo de aquellos viejos intentos de parte de algunos emperadores como Constantino, Teodosio II, Zenón, Anastasio y Justiniano para quebrar la unidad de la Iglesia Católica mediante el rompimiento de la conexión con Roma. La iniciativa de la resistencia en el Oriente de vez en cuando parece desde siempre  haber sido un acto del poder secular.
        Pero si a pesar de todo esto la “teoría difusiva” de la infalibilidad es realmente verdad, entonces efectivamente tenemos una vida totalmente sin analogía en todo el reino de la creación. Una vida que carece de analogía porque es absolutamente inferior a toda las demás vidas. Mientras el niño crece de la infancia a la madurez, aprendiendo gradualmente sobre sus capacidades y sus limitaciones; mientras que el árbol en su ejercicio es prácticamente infalible en la elección de los químicos sustentables para su desarrollo; mientras que la mente humana en general ha aprendido a través de centurias con mayor claridad en qué reinos está la autoridad en lo infalible y en lo empírico, lo reservado para el entendimiento del Cuerpo Místico de Cristo va a pasar de la coherencia a la incoherencia, y de su voz en el discurso al silencio.
          Tampoco la teoría del Oriente es la más comprensible, ya que no es más que una teoría. ¿No ha surgido en la acción porque quien está ahí en el Oeste, excepto aquellos quienes ha hecho un estudio especial sobre la cuestión que incluso es  más consciente de que lo que teoría es? El Este, como ha sido ya muy bien resaltado, solamente trató de ser llamado católico, no serlo. La teoría incluso hasta donde yo he sido capaz de entender, no acerca del desenvolvimiento. Mientras los teólogos orientales se aferran efectivamente a la tradición, es a una tradición que frena, más que soporta. Esto no florece de concilio en concilio, sino que manda a sus adherentes a aferrarse a viejas tradiciones a través de las cuales construyen  muros por temor a que sus seguidores vayan más lejos.
        Entonces si puedo recapitular en unas pocas frases, ésta es la llave que aparece, como ninguna otra, para encajar en las aulas de la historia.
         Estamos todos de acuerdo con que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Es esta colección de seres humanos y de entendimientos – células individuales que fallecen y que son renovadas – las que en virtud de la gracia son elevadas hacia una personalidad trascendente,  la que nuestro Señor señala como suya propia. Con todo, el entendimiento humano de la Iglesia sigue siendo humano y es de una manera cuasi sacramental que la mente divina se une con él. Esta unión es de tal naturaleza que el entendimiento humano de la Iglesia queda salvaguardado de comprometerse al error. Aunque es cierto que todavía es necesario, a partir de su propia humanidad y finitud, que deba luchar siempre hacia la completa realización de los contenidos del entendimiento divino al cual está unido.
        De pasada entonces vemos que la naturaleza de este vínculo a pesar de ser un vínculo esencial y vital, no necesita al menos en sus primeras etapas de la actividad del cuerpo, ser explícitamente reconocida y definida por este cuerpo. Incluso a pesar de que, tal como la historia y el sentido común lo muestren por igual, ha actuado sobre él.
        Nosotros mirando más allá de la historia, vimos que el núcleo de la cristiandad indudablemente incluso en los primeros tiempos de la Iglesia, tomó forma en Roma. Y que fue en Roma también que la definición explícita final de la manera en la cual la infalibilidad se ejerce fue declarada. La historia nos mostró exactamente lo que debemos esperar de la vida orgánica. Una aproximación gradual hacia el pleno entendimiento de sí misma.
         Además nuevamente consideramos el lugar de la Tradición en la vida de la Iglesia, que es una comprobación sobre las acreciones más que un cómplice de ellas. Y que esa misma cadena en la vida de la cristiandad que mostraba el desenvolvimiento gradual de lo que yo he hablado, mostró también una fidelidad y un celo hacia la Tradición sin doquier.
          Consideramos en general, como un todo a la naturaleza de la infalibilidad como una prerrogativa de la Iglesia. Y vimos que fue esencial para la supervivencia de la Iglesia tal como indicamos para decirlo en términos suaves, por las mismas palabras de Cristo, y que no fue la única prerrogativa, aunque es la prerrogativa de todo entendimiento hacia su propio objeto.
         Y finalmente vimos cómo en la misma Comunión donde el desenvolvimiento de la conciencia ha sido tan evidente y donde la Tradición ha sido reconocida como una fuente de verdad, un decreto emitido definitivamente con todo el peso de la autoridad de la Iglesia, definiendo no una nueva prerrogativa, sino simplemente poniendo los límites y el ejercicio  de una antigua prerrogativa, la cual siglo tras siglo fue haciéndose cada vez más explícita. La Infalibilidad del papa y la infalibilidad de la Iglesia no son dos poderes, sino uno; aunque teóricamente el vicario de Cristo es infalible solo, aun cuando él no es el  explícitamente designado intérprete de la Iglesia, sin embargo él prácticamente nunca puede actuar así. E incluso si él lo hiciera sería en virtud de su relación para con el entendimiento de Cristo, cuya relación en cuanto al entendimiento humano de la Iglesia, es también la causa de su infalibilidad.
         Entonces, una vez más echando un vistazo al curso de la historia, yo traté de indicar como las otras dos teorías de la unidad de la Iglesia – solamente aquellas únicas serias en la existencia – solamente pueden tener éxito en vaciar la frase “El Cuerpo de Cristo”, de todo significado. En una de aquellas teorías nos vemos a nosotros mismos confrontados a una imagen sin vida. En la otra observamos que lo que Dios dotó con vida sobrenatural, sin el cumplimiento de los procesos ordinarios de la experiencia natural, la historia de la Iglesia, contra la cual las puertas del infierno no podrán prevalecer, se convierte en una de retroceso y  creciente la perplejidad.

 

 

 


9 comentarios:

  1. Un saludo. ¿Tiene el texto en castellano completo en edición electrónica, o está en algún lugar? ¡Gracias!

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  2. Estimado Tenan: He subido el texto completo a Scribd, puede ubicarlo en la siguiente dirección: http://es.scribd.com/doc/216586163/Infalibilidad-y-Tradicion .
    Además encontrará en Scribd el texto completo de La Amistad de Cristo, por si le interesa.
    Un abrazo,
    Beatrice

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  3. Recomiendo la siguiente homilía de la semana pasada
    este sitio! muy bonita, esperanzadora y clarificadora..

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  4. Estimado SoldadoRyan:
    Pensé que mi conexión estaba mala al entrar al sitio que recomienda, pero es que repitió el http. El sitio es http://www.alfonsogalvez.com/es/
    Gracias por el aporte,
    Beatrice

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  5. ¡Felices pascuas! No lo pude bajar porque no tengo acceso (o no recuerdo mi clave y mi mail ya está registrado). No sé si podría subirlo a dropbox y allí lo tomaría. ¡Gracias!

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  6. Estimado Tenan:
    Felices Pascuas para usted también. Si desea se lo mando por Google Drive a su correo, pero de dropbox ni idea lo que es. Me avisa.
    Un abrazo,
    Beatrice

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  7. Estimado Tenan: He subido el texto completo a mi página de Google +, desde ahí puede descargarlo sin problemas en PDF.
    Saludos,
    Beatrice

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  8. Feliz pascua...
    Le recomiendo el último blog de Don Hermógenes...penoso por Chile pero muy claro..
    http://blogdehermogenes.blogspot.com.es/
    Un saludo

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  9. Estimado Compatriota: muchas gracias por el enlace. Así es, penoso, pero cada nación tiene los gobernantes que merece y vamos de mal en peor.
    Un abrazo,
    Beatrice

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