“¡He aquí
que soy libre! Elijo el dolor que Tú soportas
Tú eres el
mensajero del que espera
Tú has de
revelar el rostro oculto que luces
Cuando mis
pies desfallezcan ante las Puertas Eternas”
Old Foes
Estábamos en el primer té de la
tarde en la pequeña plataforma de azulejos que marcan el sitio de una antigua
casa de verano. Altas vallas cubiertas con arbustos de rosas en el lado más
distante del sendero separan el jardín de nosotros. El sol justo se había
sumergido bajo el nivel de la casa, arrojándonos a nosotros mismos y al jardín
una fría sombra. El sirviente había traído afuera las cosas del té, pero en
breve retornó con el rostro horrorizado. El viejo vio hacia atrás y lo miró.
-¿Qué ocurre Parker? –
preguntó.
- Ha habido un accidente,
señor. En la granja de la casa Tom Awcock ha sido arrastrado por alguna máquina
y dicen que puede perder ambos brazos, y puede que hasta su propia vida.
El viejo se puso blanco y sus
ojos se agrandaron y se pusieron brillosos.
-¿El doctor está con él? –
preguntó con la voz en perfecta calma.
-Sí, señor, y enviaron un
mensaje preguntando si usted estaría lo suficientemente bien como para bajar.
El rector se fue y la madre de Tom tiene un ataque de llanto. Pero no todavía,
señor. Dijeron que fuera cerca de las siete. No se habrá terminado hasta
entonces y no hay un peligro inminente.
- Dígales que estaré ahí a las
siete – dijo el clérigo.
Parker volvió a la casa y de
pronto escuchamos los pies de un niño corriendo por el camino hacia la granja.
-¡Qué chocante es esto! – dije
en un par de ocasiones.
-¡Ah! – dijo el viejo sonriendo
– yo ya he aprendido mi lección y no es tan chocante como tú piensas. ¿Suena
muy duro esto?
No le dije nada porque me
pareció que todas las consolaciones de la religión no pueden suavizar el horror
de tales cosas. Si tales agonías son necesarias como remedios o expiaciones, de
todas formas al final de cuentas son terribles.
-Aprendí mi lección – continuó
el viejo – en el camino que está fuera del seto, abajo, por el puente. ¿Te
gustaría escucharla? ¿O estás cansado de las historias de un viejo soñador? – Y
me sonrió – Yo sé que ustedes piensan que soy duro (yo, que estoy un poco
apartado tal vez de la vida humana) y que no puedo entender el invisible
misterio de aquellos que sufren en la ignorancia. Con todo, creo que sería el primero en pensar que los
consuelos de la Sra. Awcock son irreales y que cuando ella me cuenta que sabe
que existe un sabio propósito detrás, ella sólo está repitiendo lo que dice
apropiadamente un clérigo. Sin embargo, esto no es tan así. Esta antigua poco
convincente sentencia es intensamente real para aquellas personas y también, eso espero, para mí mismo. Porque no
hay nada que yo desee más que ser un niño como ellos. Hay un aparente
despropósito que te distrae, pero existe la certeza de un propósito intencional
que me conforta. Bueno, ¿te cuento lo que vi?
Yo estaba un poco angustiado a
causa de esta dureza, pero le dije que me gustaría escuchar la historia.
- Estaba yo una tarde, más o
menos hace unos cinco años, en el campo, abajo cerca del arroyo, cerca del
puente sobre el cual continúa el camino, justo afuera del seto. Me encanta el
sonido del agua correr y me fui caminando lentamente de arriba hacia abajo por
el lado del arroyo. Ahí había tres niños en el camino volviendo del colegio. Se
detuvieron sobre el puente a mirar el agua, tal como lo hacen los niños y los
viejos. Ellos no me vieron, pues el campo está un poco más abajo que el camino
y sus espaldas estaban vueltas hacia mí. Pude ver uno o dos vestidos rosados y
un par de fornidas piernas desnudas. Dos chicas estaban llevando a su hermano a
casa. Él estaba entre ambas, dándole una mano a cada hermana. Supuse que la
mayor tendría alrededor de nueve y el niño unos cinco años. Ellos estaban
hablando en tono solemne y pude escuchar cada palabra:
-“¿Por qué se supone que los
niños tienen que estar felices?”- No hay nada más serio en el mundo comparado
con la solemnidad de un niñito o de la hermana a cargo suyo.
Una de las niñas dijo: “Mira,
Johnny, hay unos pececitos ahí abajo”.
- “Cuando soy un hombre…”-
comenzó Johnny muy lentamente.
-“Mira Johnny” – dijo la otra
niña – “hay una flor azul”.
Hasta aquí recuerdo cada
palabra, luego comencé a observar a Johnny.
Las niñas siguieron hablando,
pero ellas se inclinaron más y no pude
escucharlas claramente. A hurtadillas Johnny soltó las manos de sus
hermanas y comenzó a buscar una piedra, supongo que para lanzarla a los peces o
a la flor azul, porque el hombre es el señor de la creación. Pude verlo luego a
través del seto excavando pacientemente con sus dedos aflojando una piedra que
estaba enterrada en el camino. En eso escuché a lo lejos un grito y un distante
ladrido de un perro.
El atardecer estaba
maravillosamente calmado. Cada rama colgaba tranquila y había unas lejanas nubes
amontonándose al oeste torre sobre torre. Recuerdo que esa noche tuvimos una
tormenta. El arroyo estaba tranquilo, corriendo sin hacer ruido entre pozo y
pozo.
Johnny todavía estaba
escarbando y las niñas conversando. Entonces desde las afueras de la villa,
abajo nuestro, nuevamente llegó un ruido. Pude oír un ladrillo y un ruido de
cascos, luego uno o dos gritos y más cerca, un terrible aullido de un perro.
Sin embargo las niñas seguían atentas al arroyo y Johnny a la piedra.
Incluso ahora no entiendo lo
que sucedió, pero aumentó mi incomodidad y, son gran dificultad porque entonces
ya era un hombre viejo, traté de trepar un banco alto junto al puente. Cuando
llegué a lo alto vi que una de las niñas se había ido. Supongo que había
corrido fuera del puente por el lado del camino. La otra niña estaba aún de
pie, pero mirando de manera asustada la colina. Por ahí llegó, terriblemente
cerca, un fuerte ruido de un carro y el traqueteo de los cascos.
La niña del lado del camino
comenzó a gritar a su hermana quien salió corriendo y entonces recordó a Johnny
y volvió. Johnny saltó también y corrió al parapeto, permaneciendo apoyado
contra él.
Yo también estaba gritando a
través del seto, pero no pude hacer nada más…nada más, porque el seto era alto
y grueso y yo era un hombre viejo. Entonces en un momento recordé que este
grito podría más bien distraerlos y me detuve. Eso fue inútil. No pude hacer
absolutamente nada y fue muy duro.
Vi el cuerpo galopante de un
caballo a través de las ramas, con un carrito de carnicero que se sacudía tras
él. Nadie conducía el carro. Había espacio para que el carro pasara al niño con
seguridad. Por las marcas de las ruedas, las cuales observé después, había tres
pies de ancho si el niño permanecía ahí.
Las niñas permanecían de pie
petrificadas. Una, lista para correr, y la otra agazapada y escondiendo su rostro
contra el seto. El carro, como pude observar, estaba a unas diez yardas. Yo me
quedé mirando a Johnny esto fue lo que vi:
En alguna parte detrás de él,
sobre el parapeto del puente, había una figura. No recuerdo nada más al
respecto excepto el rosto y las manos. Creo que era el rostro más tierno que
haya visto antes. Los ojos alicaídos, mirando sobre la cabeza del niño con
indescriptible amor, y los labios estaban sonriendo. Una mano estaba sobre los
ojos del niño y la otra estaba apoyada contra su espalda. El recuerdo de otras
historias que yo había escuchado llegó a mi mente, y di un suspiro de alivio ya
que el chico estaba a salvo con tal cuidado.
Mientras tanto, los cascos de
hierro y las ruedas oscilantes llegaron y la mano en la espalda del niño
sorpresivamente lo empujó a su encuentro y aún entonces aquellos tiernos ojos y
boca nunca vacilaron. El niño dio un par de pasos hacia adelante frente al
caballo, y fue golpeado sin emitir un grito. El carro se tambaleó pesadamente
enderezándose fuera del alcance de la vista. Cuando la nube de polvo hubo
pasado, el cuerpecito yacía quieto sobre el camino y las dos niñas estaban
aferradas una a la otra, gritando y sollozando, nada más.
Al principio estaba tan enojado
como puede estarlo un hombre viejo. Yo (puede
que Él me perdone por eso ahora) casi maldecí a Dios y morí, pero el recuerdo
de este tierno rostro hizo su trabajo. Fue el rostro de una madre que amamanta
a su primer hijo recién nacido; como el rostro de un niño que besa a una
creatura herida, y pienso que debió haber sido como el rostro del Padre, al
cual siempre contemplan los ángeles, mirando hacia abajo el sacrificio de Su
único Hijo.
¿Me perdonas ahora por haber
parecido duro hace unos minutos atrás? Quizás tú todavía pienses que fue el
rigor el que me condujo a hablar como lo hice. Sin embargo, por mí ,espero que
pueda llamarlo por un nombre mejor que ese.
R.H.Benson, The Light Invisible
Excelente relato, pero confieso que me quedé conmocionado con el final. Por un momento, cuando el narrador se refiere por primera vez a la aparición de la figura, pensé que era para salvarle la vida al niño. Pero entonces no hubiese sido un buen relato, porque si así fuera no daría la respuesta a ese argumento tan viejo (ya lo había usado Lucrecio en el inicio de la era cristiana) contra la existencia de Dios, que pregunta cómo puede existir el mal y el sufrimiento si Aquel es todopoderoso y bueno. Cuando dije que "confieso" mi shock, es en el sentido pleno, cristiano, de la palabra, justamente porque esta conmoción surge por mi debilidad: la compasión de Dios está muy por encima de la sentimentalidad humana, y vista desde nuestro horizonte muy limitado, a veces parece ser terrible.
ResponderEliminarAsí es Carlo, es un final que uno no se espera. Cuando estaba traduciendo este texto no podía creer el giro que le da Benson, pero está dentro del orden sobrenatural que muchas veces no entendemos. Muchas gracias por el aporte.
EliminarSaludos,
Beatrice