sábado, 26 de octubre de 2013

La presunción de sentirnos mejores

 
 
 
Por Él sois lo que sois en Cristo Jesús. Él fue hecho por Dios sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros, a fin de que, según está escrito, "él que se gloria, gloríese en el Señor" 1 Corintios, 1, 30-31
 
         Después de escribir el post anterior y mientras tenía mis manos ocupadas preparando el puchero para mi familia, (en medio de las ollas es donde mejor pienso...creo) me percaté que suelo referirme a los que no piensan como yo, con un equívoco aire de desprecio. Y digo equívoco porque a pesar de que mi lenguaje puede sonar en los post un poco duro para con ellos, no se me pasa por la cabeza despreciar a nadie. Y para que no se me mal interprete voy a dar una vuelta larga para explicarme.
          Se critica mucho a los que tenemos blogs que pontificamos y despotricamos sentaditos en nuestras cómodas habitaciones detrás de un computador, disfrutando, como casi siempre en mi caso, de una agradable taza de té. Desde ahí nos envalentonamos y cual paladines de la fe defendemos lo que creemos, y muchas veces la persona que está detrás del teclado no es lo que dice ser y que llegado el momento de dar testimonio real se queda callado o se acobarda. He conocido bloggeros en persona que distan mucho de ser los "caballeros católicos" que se ufanan ser a través de internet. Detrás del anonimato que da el blog se ocultan bloggeros o comentaristas feroces que condenan o mandan al infierno a medio mundo. Nota aparte es el lenguaje con que algunos comentan en otros blogs (a Dios gracias en este no). Uno se pregunta si para defender la Verdad es necesario denostar al adversario con humillantes y poco caritativas peroratas o groserías. ¿Con qué moral nos paramos a defender la Tradición o la Fe con semejante lenguaje?. Se puede hacer apologética perfectamente bien sin caer en el lenguaje soez y despreciativo.
         Eso por un lado, pues creo que si queremos que "los que no piensan como uno" se conviertan, abran los ojos y encuentren la Ciudad de Dios,  no lo vamos a hacer si nosotros primeramente no damos el ejemplo. Siempre he sostenido que la mejor prédica es el ejemplo. Hay que partir por uno imitando a Nuestro Señor, con caridad, porque lo que hemos recibido - la Fe - es un don, y por tanto, no por nuestros miserables méritos hemos sido bendecidos con el don de conocer la verdad. Es cierto que el que no busca no encuentra, y que muchos han cubierto sus ojos para no ver la luz de Dios y no quieren seguir la verdad. A ellos debe ir nuestro ejemplo y luego nuestras palabras. Es increíble cómo mucha gente comienza a preguntarse sobre la vida que lleva cuando lo ve a uno comprometido con lo que Dios nos manda. Me pasa frecuentemente cuando vamos en familia a comprar al supermercado. La gente se asombra al ver a seis niños pequeños comprando con sus padres, cuando los ven correr y chacotear mientras esta pobre mujer intenta completar su lista de compras. Increíblemente a la gente le gusta ver a estas familias, les devuelve la esperanza, y eso únicamente por la sola presencia. Otro ejemplo: a mi hija en el colegio le dicen "rara", pues bien, los mismos que la hallan así han votado por ella para premiarla por responsabilidad y respeto.  Sus compañeros admiran a aquellos que hacen "cosas de grandes", hablan con groserías y sin respeto, pero al mismo tiempo premian a los que no son así. Lo que nuestra sociedad  neo-pagana fomenta y alaba, luego ella misma lo condena. Fomenta las conductas desviadas, pero cuando por culpa de esta misma conducta alguien enferma, lo apartan como a un leproso.
         Los que sabemos algo más sobre la Fe, tenemos una tremenda responsabilidad y no creo que sea para andar por ahí presumiendo ni mirando en menos a los demás que no han tenido la gracia de abrir su alma de la verdad. A mayor conocimiento, mayor responsabilidad. Como dice el Apóstol: hay que buscar la salvación con temor y temblor.  No nos es posible caer en la soberbia por algo que nos ha sido entregado gratuitamente y sin ningún mérito por parte nuestra. Nuestra mayor responsabilidad ha de estar en primer lugar con nuestros hijos, para los que los tienen, y luego para los que nos rodean, especialmente para con los mismos católicos. Alguien decía por ahí, que hoy en día debemos hacer a los católicos, católicos. Es una misión dura en estos confusos tiempos e insisto en que la mejor prédica es el ejemplo. Ejemplo que nace de la profunda convicción que tenemos de estar en la verdad, la cual no es una mera teoría, sino que se manifiesta en obras, en el fiel cumplimiento de nuestros deberes de estado para con la familia, para con el trabajo, a donde sea que uno esté. Actúo como actúo porque realmente creo en lo que creo. Me daría mucha tristeza  escuchar a alguien decir de mí que haga lo que digo y no lo que hago. Los santos más grandes llegaron a serlo porque hacían lo que creían y lo hacían en primer lugar por amor a Dios.
        Si he hablado de "los-otros-que-no-piensan-como-yo", no lo he hecho para decir como el fariseo aquel: "yo no soy como ese publicano". Lo hice y lo seguiré haciendo para mostrar que en el mundo donde me muevo hay mucha gente que no quiere saber que le hablen de pecado, de verdades eternas inmutables como son los dogmas, de doctrina, de infierno,  y de cosas que están realmente muy mal. Mi tribuna es pequeña y desconozco si estas personas me leerán, pero no falta la ocasión en que tal vez sí. Quisiera yo poder remecerlos para hacerlos entender, pero no quieren saber, no quieren ver, y no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.
        Estoy agradecida de Dios por ser católica y por poder conocer la Tradición. Es una gran responsabilidad de la cual tendré que dar cuentas, y no puedo gloriarme de algo que implica un compromiso de vida permanente y al cual no siempre le soy fiel. Desde este lugar trato de dar lo mejor, aunque no sea mucho. Son muchas las almas que se están condenando cada día por su ignorancia. Ignorancia que se da por el hecho de tener la inteligencia cerrada a la verdad. No saben porque optaron por no saber y la Luz de Dios se apartó de ellos. Dios nos  llama a cada uno a lo largo de nuestras vidas y lo hace valiéndose de sus hijos. Ojalá sirvamos para  ayudar a llevar siquiera a una almita a Dios, que por un alma Cristo se hubiera encarnado.
Que tengan un domingo santo, mañana festividad de Cristo Rey.
         
        

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