viernes, 22 de abril de 2016

La consagración de la ética casuística, por John Vennari

             Nota de la Traducción: por medio del blog Mundabor me enteré de la publicación de este interesante artículo escrito para Catholic Family News por John Vennari y que aparecerá también en Adelante la Fe. El punto es que cada vez que intento escribir algo al respecto de la última susodicha exhortación, aparece un texto en inglés que me parece fundamental para completar el conocimiento y la opinión que debieran tener los católicos sobre el mismo. Confío en que pronto saldrá algo de mi pluma - o más bien  de mi teclado - que pueda aportar, a modo de uno de los relatos de Mateo,  algo al respecto que unifique o sintetice los oportunos y clarificadores comentarios de personas que indudablemente están más calificadas que yo para analizar el texto.  Que les aproveche la lectura, Beatrice.

                          La consagración de la ética casuística

                               La Amoris Laeticia de Francisco

Preguntas y respuestas sobre algunos aspectos de la  Exhortación Post Sinodal
                                                                                Por John Vennari, para Catholic Family News

                                              

¿Qué es la Amoris Laeticia?
Amoris Laeticia (La alegría del amor) es la tan esperada exhortación post sinodal del papa Francisco acerca del matrimonio y la familia. Publicada el 6 de Abril, contiene 260 páginas y aproximadamente 59.000 palabras. El padre George Rutler, haciendo un irónico comentario sobre la exorbitante extensión de los modernos textos vaticanos, señala que el texto de Francisco “es casi dos tercios más extenso que las promulgaciones del Vaticano II”.

¿Qué se puede pensar acerca de Amoris Laetitia?
                Al respecto el periodista italiano Antonio Soccio escribió: “La exhortación apostólica es un acto de abierto desafío para cambiar dos mil años de enseñanza católica.   En los círculos católicos la gente está choqueada y golpeada por el desconcierto.” El cardenal Raymond Burke, con una moderada respuesta,  llamó al documento una “reflexión personal del papa” que no “hay que confundir con la fe vinculante que se debe al ejercicio del magisterio”. El eminente profesor Roberto De Mattei dijo: “Si el texto es catastrófico, es incluso más catastrófico el hecho que esté firmado por el Vicario de Cristo.” Estas aseveraciones son precisas.

¿Debiéramos sorprendernos?
          Cualquiera que haya seguido los tumultuosos sínodos del 2014 y 2015 no estarán sorprendidos con la exhortación. Los sínodos, las conferencias de prensa de éstos y la recién publicada exhortación representan a una corriente permanente  de revolución modernista.
  
¿Cuál es la clave del problema del documento?
Entre medio de un montón de verborreas - algunas de ellas no tan malas, otras remarcadamente tediosas – Francisco indudablemente canoniza la ética casuística. Solapadamente él abre la puerta a la comunión a los divorciados y vueltos a casar con el fundamento del “caso a caso”, lo cual destruye los elementos claves de la teología moral católica. En particular su planteamiento socava el reconocimiento de los actos intrínsecamente desordenados y una vez que ésto mina un área, se están minando todas las demás. El progresismo inmediatamente elogió la Amoris Laetitia como un “cambio radical”.

¿Qué es la ética casuística?
          La ética casuística es el rechazo a las normas  morales universales, vinculantes e inmutables. Ya no existirían cosas como los actos morales intrínsecamente malos. No hay regla que no admita excepción. De acuerdo con esta falsa propuesta, la moralidad de un acto no depende, en última instancia, de la verdad objetiva, sino de la situación individual.

        Los primeros defensores de la ética casuística (tal como los defensores contemporáneos) se rebelaron contra lo que ellos llamaban “legalismo”, “rigidez” y ciertamente contra las “reglas fijas de la moralidad que nunca pueden ser violadas.” Tal como se quejaban los defensores de la ética casuística de los años  ´60, “se colocan la reglas por sobre las personas.””

        El Dr. Joseph Fletcher (1905- 1991) un clérigo anglicano y el principal exponente de la ética casuística (que publicó  en 1966 un libro referencial: “Situation Ethics”, y terminó sus días como ateo) insiste que en una ética casuística no necesitamos actuar siempre conforme a la moral objetiva, sino que más bien “hacer de acuerdo al amor” basados en nuestras propias circunstancias. La nueva pastoral propuesta que llega del Vaticano de Francisco ofrece un nuevo giro al mismo error, afirmando que es más importante hacer de acuerdo a la “misericordia”, a la luz de las variadas “circunstancias concretas” del individuo.
  
¿Pio XII advirtió contra la ética casuística?
          Sí, la ética de la situación es anterior al libro de Fletcher. El académico británico Peter Vardy cita la declaración de Pio XII contra la ética de la situación del año 1952: “Es individual y subjetivo apelar a las circunstancias concretas de las acciones para justificar decisiones opuestas a la ley natural y a la Voluntad revelada de Dios”.

¿Qué más dijo en contra de la moralidad de la “ética casuística”?
         El papa Pio advirtió también en 1952: “El sello distintivo de esta moralidad  radica en el hecho de no estar basada en las leyes morales universales, por ejemplo, en los Diez Mandamientos, sino en reales y concretas condiciones o circunstancias en las cuales uno debe actuar, y de acuerdo a las cuales la conciencia individual ha de juzgar y elegir. Este estado de cosas es único y válido, pero sólo para una única vez por cada acción humana. Es por esto que los que apoyan esta ética afirman que la decisión de una conciencia no puede ser guiada por ideas universales, ni principios, ni leyes…” (AAS, 1952, pp. 413-419)

¿Y el Santo Oficio de Pio XII no condenó la ética casuística?
        En 1956 el Santo Oficio condenó explícitamente la ética de la situación en todas sus formas. El documento advirtió que la “nueva moralidad” se ha “introducido incluso dentro de los mismos católicos, a pesar que es contrario a la doctrina moral tal como es enseñada y aplicada por la Iglesia Católica. La ética de la situación no descansa sobre los principios de la ética objetiva enraizadas en el ser mismo, sino más bien reclama transcender la limitación de la objetividad. Los promotores del sistema afirman que la norma última y decisiva de los actos humanos no está en cierto orden objetivo de lo justo, determinado por la ley natural y ciertamente conocida en virtud de esta ley. Más bien, ellos afirman que la correcta regla de la acción moral yace en alguna iluminación íntima y el juicio radica en la mente de cada persona individual, [siguiendo tu conciencia]. Esta estimación subjetiva permite a alguien, que está en una situación concreta particular, determinar por sí mismo lo que está moralmente  obligado a hacer en cada caso hic et nunc (aquí y ahora). No hay ninguna dependencia a cualquier regla inmutable de acción externa al hombre. No existe una medida de verdad y rectitud más allá de uno mismo. El hombre basta para ser su propia guía moral.”

         El Santo Oficio advirtió que este sistema de ética casuística “genera trazos de modernismo y relativismo” y “se aleja de la enseñanza católica enseñada y transmitida por años”.
         La Congregación del Santo Oficio condenó la ética casuística, o como quiera que se llame, y prohibió su enseñanza en las escuelas católicas o su propaganda y defensa a través de libros, escritos de cualquier clase o en conferencias.

        Desafortunadamente esta condenación no significa nada para el modernista. La clave de la táctica modernista está en simular que el magisterio no ha hablado sobre algunas materias.

¿Al parecer en la Exhortación  hay muchas “circunstancias concretas”?

         Encontramos en Amoris Laeticia un énfasis excesivo sobre las situaciones concretas – el lenguaje de la ética casuística – de varios individuos, y como ésto debe supuestamente mitigar los actos que son objetivamente pecaminosos. Amoris Laetitia en efecto comienza con las circunstancias  de las personas,  y no con los principios morales inmutables. La norma del verdadero matrimonio sacramental está representada como un “ideal” más que como un mandamiento no negociable de Cristo. El documento trata con un exceso de simpatía a los católicos que están divorciados y re-casados civilmente, tal como a los que conviven, ofreciendo una excusa tras otra acerca de porqué tales almas se encuentran en una situación caída. Los verdaderos preceptos católicos concernientes al correcto vivir del matrimonio católico son descritos en abstracto y un tanto desconectados de las circunstancias concretas de las personas.

He aquí algunos ejemplos de Amoris Laetitia:
N° 31: “Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque «las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia…»”.
N° 36: “Otras veces, hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales”. (continúa llamando a esto “excesiva idealización”).
N° 301: “La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes”. [El texto yerra al afirmar que no existen factores mitigantes que puedan de alguna manera justificar actos que son intrínsecamente malos, tales como la fornicación, el adulterio, la contra-concepción y los actos homosexuales] “Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante.” [Descartando la moral absoluta, la clave principal de la ética casuística] “Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.”
N° 304: “Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano.”

Tal como lo encontramos en la ética casuística, comenzamos con “las circunstancias concretas” y entonces conformamos nuestra conclusión moral desde la realidad actual. Esto exige un nuevo programa de diálogo y de discernimiento pastoral que minimiza el “blanco y negro” de la moral absoluta. Luego esto otorga un cierto margen a los que están en pecado mortal objetivo para poder subjetivamente vivir la vida de la gracia y ser tratados como aquellos que la viven.

Por consiguiente, leemos en el número 305: “El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento…”

La ética de la situación o casuíst

   ¿Cuál es el resultado final?
Resulta al final en una nueva propuesta que abre la puerta a los divorciados y re-casados civilmente, basada en las dificultades inherentes a su situación concreta, para recibir la Eucaristía.

Comentando este punto, el padre y teólogo Brain Harrison puntualiza  que el aspecto más problemático del nuevo documento de Francisco es “su tratamiento, en el capítulo 8, a aquellos que viven en una situación sexual irregular”. Continúa: “En las notas 336 y 351 de los números 300 y 305 respectivamente, el Santo Padre rompe con la enseñanza y la disciplina de todos sus predecesores en la Sede de Pedro, al permitir al menos a algunos católicos divorciados y re-casados civilmente (sin decreto de nulidad y sin compromiso de continencia) recibir los sacramentos. Ya que “el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no existe una falta grave” debido a la variedad de mitigantes  de orden psicológico y de otros factores. Francisco afirma en el N° 351 que la Iglesia “ayuda” a estos católicos que viviendo en una relación ilícita y “en ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos.”

El contexto, indica el padre Harrison, indica que esto significa la recepción de la Penitencia y de la Eucaristía mientras estos individuos continúan viviendo en pecado.

¿Qué hace esto con la Teología Moral católica?

En efecto, esto destruye la teología moral católica. La ética casuística no puede ser admitida en una instancia  y en las otras no. Una vez que la ética de la situación es aceptada en un área, esto socava la realidad de la moral absoluta en cada área, y toda la moralidad es lanzada a un subjetivismo continuo.

                     De igual manera, en el caso de una abertura a los sacramentos a aquellos que viven en pecado, si es permitida a los divorciados y re-casados civilmente por de variedad de “circunstancias concretas”,  una vez más la situación determina la acción moral. Podemos esperar que las parejas que conviven e incluso los homosexuales reclamen el derecho a recibir la Eucaristía a la luz de las variadas circunstancias.

¿Qué ocurre con la Ley Natural?

La Ley Natural, la cual determina la moralidad basada en la naturaleza intrínseca del acto y en la misma naturaleza del hombre, es la genuina ética de la Iglesia y del sentido común. Esto se enseña en el probado y verdadero realismo de la filosofía  y teología escolástica,  (y tal como San Pío X lo advirtió en la Pascendi, los modernistas desprecian la escolástica).

Igualmente, la Ley Natural siempre ha sido una enemiga jurada de la ética casuística, e insiste en que existen ciertos actos que son intrínsecamente desordenados y no existe un conjunto de circunstancias que puedan justificar cometerlos.

No sorprende que la Amoris Laetitia de Francisco socave la Ley Natural, pretendiendo que “La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisiones”. (N° 305)

En otras palabras, la ley natural está solamente a nivel de “inspiración” que uno puede tomar o dejar,  tal como un individuo resuelve su “profundo proceso personal” al decidir su propio comportamiento moral.

La orientación de la Amoris Laetitia de Francisco está en su totalidad en contra la Ley Natural, está en contra del “blanco y negro” de la moral absoluta. Es pro-subjetivista y pro-casuística. Es la sentencia de muerte de la verdadera teología moral católica.

¿Afectará esto la enseñanza de la teología moral?
Sí, Francisco solicita que esta propuesta, que se encuentra en Amoris Laetitia, sea asimilada dentro de la misma enseñanza de la teología moral.

Leemos en el N° 311: “La enseñanza de la teología moral no debería dejar de incorporar estas consideraciones, porque, si bien es verdad que hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia, siempre se debe poner especial cuidado en destacar y alentar los valores más altos y centrales del Evangelio, particularmente el primado de la caridad como respuesta a la iniciativa gratuita del amor de Dios.”
Esta noción del “primado de la caridad” no es correcta.

¿Qué no es correcta?

La verdad siempre debe ser lo primero. La verdad es “la adecuación del intelecto con la realidad” (esto es, la correspondencia del intelecto con la realidad objetiva que está fuera de nuestra mente) tal como lo han enseñado la escolástica y el sentido común. Hablando y salvaguardando la verdad, especialmente en materias morales, está la máxima caridad, el máximo deseo de “bien” para el otro.

La “primacía de la caridad” de Francisco en teología moral, confunde el ejercicio del intelecto con el ejercicio de la voluntad. La verdad es al intelecto, mientras que la caridad es llevada a cabo por la voluntad. La voluntad es una facultad ciega que depende del intelecto para que le presente el objeto que es bueno. Porque la voluntad para que sea ordenada convenientemente, el intelecto debe poseer y adherir a la verdad. La verdad siempre es soberana.

La defensa de la “primacía de la caridad” en teología moral ha estado nos ha acompañado por décadas, pero tal propuesta es desordenada.  Si la caridad es de alguna manera separada de la doctrina (verdad objetiva), o elevada por sobre la doctrina, entonces cualquier aberración es posible, incluyendo el falso sentimentalismo disfrazado de misericordia y compasión.

En más, Francisco da la impresión que considera a la primacía de la verdad en teología moral como una “concepción teológica inadecuada” que “pone en duda la omnipotencia de Dios, especialmente, su misericordia” (N° 311-312) y espera que su nueva propuesta sea “incorporada en la enseñanza de la teología moral”.

¿Es ésto todo lo que está errado en Amoris Laetitia?

Sí, el libro entero.  Incluso se podrían discutir en  un largo seminario  los miles de problemas, deficiencias y peligros contenidos en Amoris Laetitia. Estas cortas preguntas y respuestas meramente destacan el problema de la ética casuística del documento, una clave errónea en la cual están basados los muchos errores del texto.

¿Por qué entonces tantos católicos alaban el documento, o afirman que no hay nada sustancialmente erróneo en él?

Podemos dar cinco rápidas razones:
1) Muchos católicos, incluidos sacerdotes y obispos, no hay recibido una apropiada y sistemática formación escolástica en filosofía y teología. Mucha de su formación está fragmentada y es deficiente, debido a la descomposición de los seminarios y de la educación universitaria como consecuencia del Vaticano II. No están preparados para ver los evidentes problemas que están frente a sus ojos.

2) Otros católicos creen que tienen la obligación de defender y de aceptar cualquier cosa que venga del papa.  Pienso – tal como lo ha notado el cardenal Burke – que el documento es una “opinión personal” de Francisco y que  no “hay que confundir con la fe vinculante que se debe al ejercicio del magisterio”. Sin embargo, sabemos desde el papa Inocencio III, de San Roberto Bellarmino, de Suarez y otros que es posible a un papa desviarse de la verdad, y si él hace eso, los católicos pueden resistir y evitar que su voluntad sea aprobada.

3) Muchos católicos son inconscientes que la Amoris Laetitia es el pleno florecimiento de una crisis en la teología moral, que devasta la Iglesia desde hace más de 50 años. Desde el tiempo del Vaticano II, perversos teólogos como los padres Joseph Fuchs, Charles Curran, Richard McBrien, Richard McCormick e innumerables otros, avanzaron con la casuística, el consecuencialismo,  y con las propuestas no absolutistas en la teología moral. Excepto Charles Curran que fue silenciado, los demás teólogos delincuentes corrieron rampantes, expandiendo su veneno a través de la Iglesia por décadas  (especialmente durante el reinado de Juan Pablo II, el cual no tomó una acción efectiva contra ellos). La voz de una fuerte oposición fue la de Msgr. William Smith, profesor de Teología Moral en el Seminario de Dunwoodie, el cual impartió innumerables conferencias en los años ’70, ’80 y ’90 en contra de aquellos perversos teólogos y sus errores casuísticos. (Tal como un irlandés podría decir, es una gran cosa que Msgr. Smith esté muerto, porque si estuviera vivo, la Amoris Laetitia lo hubiera matado).

4) Muchos católicos sucumben al afirmar que el documento no cambia la doctrina y, por lo tanto,  es segura. Aquellos que dicen esto se equivocan al entender cómo opera el modernismo. Advirtió San Pio X que los modernistas están “llenos de engaños”, y usualmente no anuncian cambios evidentes en la doctrina (aunque Francisco efectúa una heterodoxa afirmación en el número 297:Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio.”, lo cual parece descartar la verdad católica y bíblica  acerca de la existencia de almas condenadas en el infierno). Es más, el modernismo mediante el uso de un nuevo lenguaje, de un nuevo énfasis, presenta una nueva atmósfera (“Misericordia y compasión”), enfatizando ciertos aspectos e ignorando otros; pretendiendo mostrar que el magisterio no ha hablado sobre determinados aspectos; errando al afirmar puntos clave de la doctrina que contradicen su trayectoria general, e introduciendo una nueva praxis contraria a la doctrina, causando una revolución en la actitud y en el comportamiento católico. Exactamente es así como opera la Amoris Laetitia. Incluso el conservador Philip Lawler se refiere al documento de Francisco como un texto “subversivo”.

5) Después nos encontramos con católicos liberales que están emocionados con la nueva propuesta. El radical cardenal Kasper celebró que la Amoris Laetitia efectivamente “cambia todo”.

¿No se convierte esto en una compuerta abierta al sacrilegio?

A través de la canonización la propuesta de una ética casuística, un sistema que el Santo Oficio de Pio XII condenó explícitamente, Francisco abre la puerta para que los divorciados y re-casados civilmente reciban la Eucaristía. Él es personalmente responsable por abrir las compuertas a las comuniones sacrílegas que necesariamente se efectuarán. ¡Cada sacrilegio eucarístico que se efectúe como consecuencia de este documento tendrá su nombre escrito en él! ¡Qué Dios lo ayude!

¿No hay nada que podamos hacer?

Públicamente nos resistimos a esta última subversión, enseñando la verdad a aquellos que están en nuestra esfera de influencia, y trabajamos para prevenir que la voluntad de Francisco sea promovida a partir de esta consideración.

También hacemos actos de reparación por las comuniones sacrílegas que se harán como consecuencia de la Amoris Laetitia. Un buena manera de partir es repitiendo frecuentemente la oración de reparación que el Ángel de Fátima le enseñó a los niños en 1916: “¡Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!, Os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparo a los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido; y por los méritos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María os ruego por la conversión de los pobres pecadores.”

                        





        


        





viernes, 15 de abril de 2016

Artículo de Rorate Caeli: El papa Francisco pro Mundum



Nota de la traducción: Para mí, que me he gozado leyendo Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh, resultó muy gratificante encontrar este artículo publicado en Rorate Caeli y escrito por un sacerdote diocesano recientemente ordenado que firma bajo el nombre de Monseñor l'Abbé  para el citado portal católico. He querido traducirlo para compartirlo con los lectores que no leen en inglés.  Próximamente será también publicado en Adelante la Fe a quienes agradezco la oportunidad de haberlo traducido.
Nada más que agregar, salvo que me ha parecido genial leer el análisis comparativo de Amoris Laetitia a la luz de esta novela, y no puedo estar más de acuerdo con el padre Mgr. l´Abbé.
Beatrice

                                 El papa Francisco Pro Mundum

                Una interpretación de Amoris Laetitia vista a través de Retorno a Brideshead

                                                      

        
Introducción:
Después de meses de una tensa expectación y del trabajo de dos Sínodos de Obispos,  el viernes recién pasado el papa Francisco publicó su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. Esta exhortación sobre “El amor y la Familia” me ha hecho pensar en una familia en particular que conocí hace unos años atrás.  La conocí  por primera vez cuando ella entró en contacto conmigo durante mis años de universidad.  He pensado en ella muchas y he vuelto a referirla con posterioridad. Esta familia es la Familia Marchmain, la aristocrática familia británica descrita por Evelyn Waugh en su novela Retorno a Brideshead (Brideshead Revisited) escrita en el año 1944.

                                         
                                                            

Antes que alguien me acuse de locura  por considerarme relacionado con una familia ficticia sabrán que aquellos que han tenido alguna familiaridad con la historia de Waugh comprenderán esto.  La familia Marchmain es fácilmente reconocible. Son una “familia para todas las épocas” en el sentido de que ellos son como todas las otras familias. Los Marchmain trascienden el tiempo y la cultura. Son una familia de santos y de pecadores, y sus triunfos y tragedias son los triunfos y tragedias de muchas otras familias. Hay un sinnúmero de lecciones que podemos aprender de sus éxitos y de sus errores.

Incluso ahora cuando pienso en mi propia familia; cuando pienso en mis amigos; cuando pienso en la vida de mi parroquia, me pregunto cómo los distintos  personajes de Retorno a Brideshead actuarían  según las diferentes situaciones. Si yo estuviera describiendo a una persona a un amigo que es un iniciado en Brideshead,  siempre podría  relacionarla con al menos uno de los personajes de la novela: “Ella habla como Lady Marchmain” o “Él bebe como Sebastián” o (me atrevo a decir)  “Él me recuerda a Anthony Blanche”. Incluso durante mi ministerio como sacerdote he experimentado breves instantes brillantes cuando Brideshead ha sido más que una novela: en un encuentro con una pareja comprometida; cuando el tabernáculo estaba vacío el Viernes Santo, y desde luego cuando son administrados los últimos Sacramentos junto a la cama de alguien que está rodeado por su familia.

Espero que estas reflexiones sirvan para mostrar cuan cautivantes son los personajes de esta novela. Como el protagonista de la novela, Charles Ryder, quien es arrastrado en el drama de la familia Marchmain, y yo también estuve cautivado por ellos y pienso en ellos una y otra vez. Los Marchmain son, en muchos sentidos, una familia viviente, o al menos, yo siempre he creído que lo fueron.

El pontificado del papa Francisco, y ahora la publicación de Amoris Laetitia  me tienen cada vez más preocupado, pues Los Marchmain ya no tendrán nada más que enseñarnos.

Paraíso perdido y recuperado

Retorno a Brideshead trata de los recuerdos de Charles Ryder el cual, durante la Segunda Guerra Mundial, es un oficial del ejército británico. El foco principal de sus recuerdos está en su compromiso con la familia Marchmain entre el periodo de entreguerras. Charles es presentado a la familia y a la casa señorial por Sebastián Flyte, un estudiante de pre-grado de la Universidad de Oxford. Sebastián es el hijo menor de Lord y Lady Marchmain. En muchos aspectos la familia Marchmain es muy anormal para Charles y para todo el establisment británico. Ellos son una familia aristocrática católica en un reino exclusivamente protestante. La peculiaridad de sus prácticas (vistas al Santísimo Sacramento en su capilla, discusiones frecuentes sobre religión) son una de las razones por las que Charles, un agnóstico, es inicialmente deslumbrado por ellos.

                                                      

Sin embargo, detrás de este barniz de belleza y de piedad doméstica están los mismos obstáculos que enfrentan todas las demás familias. Mientras Lady Marchmain provenía de una familia católica, Lord Marchmain se convirtió para poder casarse. “Tú has traído de vuelta a mi familia a la fe de sus ancestros”, le decía a su esposa en los primeros días de su relación[1]. Lord y Lady Marchmain finalmente criaron a sus hijos, dos niños y dos niñas,  en la fe. Tras unos años de infeliz matrimonio, Lord Marchmain abandona a su esposa y a sus hijos y se establece definitivamente en Venecia donde vive con su amante italiana, Cara. Lord Marchmain continúa viendo a sus hijos cuando ellos lo visitan en Venecia. Él está esencialmente desaparecido de la sociedad británica, mientras que Lady Marchmain permanece en Brideshead, intentando inculcar la fe y la piedad católica en los corazones de sus hijos.

Mientras que el hijo mayor de Lord y Lady Marchmain, Bridey, y su hija menor, Cordelia, parecen haber heredado la piedad de su madre, sus hijos del medio, Sebastián y Julia, son causa de sufrimiento para Lady Marchmain. La novela es discreta describiendo los desórdenes afectivos de Sebastián, y es obvio que estas afecciones se han dirigido hacia Charles y hacia numerosos otros personajes masculinos a lo largo de la novela. Estas afecciones se reflejan en su persona casi un niño. Incapaz de poner término a estas afecciones desordenadas, él abandona a Lady Marchmain y a Brideshead por el norte de África.

El alcoholismo de Sebastián finalmente le pasa la cuenta a su salud. Un monasterio católico en Tunes se hace cargo de él y ahí sirve como una especie de portero. Lo último que escuchamos de Sebastián es que él dice que se ha vuelto muy religioso, y aunque sigue con su alcoholismo, es capaz de encontrar confort y consuelo en su catolicismo. “He visto a otros como él, y creo que ellos son muy cercanos y queridos por Dios”, dice Cordelia. [2] Incluso ella prevé la eventual muerte de su hermano bajo el cuidado de los monjes del monasterio: “Y luego, una mañana, después de una de sus borracheras, le recogerán del suelo, en la puerta, moribundo, y él indicará, con un simple movimiento del párpado, que está consciente cuando le den los últimos sacramentos. No es una forma tan mala de pasar la vida”.[3]

Julia se las arregla para igualar la disoluta vida de Sebastián a través de sus propios actos de intransigencia. Ella planea casarse con Rex Mottram, un protestante canadiense, que tiene intenciones de ganar un sitio en la Cámara de los Comunes. Es esta relación con Rex que marca el descenso de Julia a una crónica situación de pecado. Julia se entera que Rex puede estar llevando un romance con una amante. Ella cree que si ellos se comprometen, esto puede poner fin al romance. Cuando esto no ocurre, entonces comienza a pensar que si Rex se mantiene infiel, ella tendrá que ofrecer gratificación sexual a su prometido antes que ellos se casen. Julia justifica esto en su mente y presenta esta proposición a un sacerdote: “Pero padre, ¿no puede ser malo que yo cometa un pecado menor para evitar que él cometa uno muchísimo peor?”[4]. El jesuita le responde negativamente y sugiere que ella se confiese. Es en este momento, cuando Julia no recibe lo que ella quiere, que se vuelve contra la fe. “No gracias – dijo Julia, como si rechazara una mercancía en una tienda-. Prefiero no hacerlo hoy.- y caminó furiosa a su casa. Desde aquel momento cerró la puerta del espíritu a la religión.”[5]

Durante su noviazgo Rex acepta recibir instrucción para convertirse al catolicismo. Sin embargo, el asunto se complica cuando se revela que Rex estaba casado y divorciado en Canadá. Rex no entiende como esto puede ser un impedimento a su futuro matrimonio con Julia y él no ve una diferencia entre su divorcio y la concesión de una nulidad. Cuando es obvio que no se puede hacer nada más con tan solo unas pocas semanas antes de la boda, Julia y Rex están de acuerdo en casarse en una ceremonia protestante, separándose de la sociedad católica y de la familia Marchmain. La intransigencia de Julia llega a la cima cuando ella expresa la moderna negativa de reconocer el pecado objetivo: “Yo creo que estos curas no saben nada. No creo en el infierno para cosas así. De cualquier manera pienso que ya no creo en él”[6].

Todo esto es referido por Charles, quien no verá a Julia hasta diez años después. A todo esto Lady Marchmain ha muerto y cuando Charles y Julia se vuelven a juntar es obvio que ambos son infelices en sus respectivos matrimonios. Una aventura amorosa comienza entre los dos y finalmente se convierte en un asunto público al punto que ambos comienzan a considerar el divorcio y entonces poder casarse.

Cuando se revela que el hermano mayor de Julia, Bridey, se las ha arreglado para encontrar una mujer para comprometerse, Julia sugiere invitarla a Brideshead. Sin embargo, Bridey dice que él no puede invitar a su prometida Beryl por su estricta fe católica y la ofensa que puede causar la irregular situación de Julia: “Debes entender que Beryl es una mujer de estrictos principios católicos”,- dijo él.- Es imposible traerla aquí. Es indiferente si tú eliges vivir en pecado con Rex o con Charles o con ambos. He procurado siempre evitar enterarme de los detalles de tu ménage, pero en ningún caso consentiría en que Beryl fuera tu invitada.”[7] Esta severa revelación hace que Julia abandone la habitación envuelta en lágrimas. “Aquí no hay nada que ella pueda objetar” dice Bridey de Julia, “Yo sólo estaba refiriéndome a un hecho bien conocido por ella”.[8]

El drama se intensifica cuando se anuncia que Lord Marchmain retornará a Inglaterra con Cara para pasar sus últimos días en Brideshead. Cuando esto ocurre es manifiesto que Lord Marchmain se aproxima a la muerte y la familia llama al padre MacKay, el cura local, para visitar Brideshead. Lord Marchmain le comunica  al padre MacKay que él no ha sido un católico practicante desde hace veinticinco años y el padre se marcha cortésmente. Como la condición de Lord Marchmain empeora, el cura vuelve. Hay un debate en la familia sobre si el padre MacKay debiera intentar administrar los últimos sacramentos, o si los años de Lord Marchmain como un “burlón” debieran ser honrados. “Cristo vino a llamar al arrepentimiento no a los justos”, explica el padre MacKay, “sino a los pecadores”.[9]

Con los días la condición de Lord Marchmain se va deteriorando a tal grado que él está apenas consciente. El padre MacKay lo asiste, rezando y alentándolo a pedir perdón a Dios por sus pecados. Le sugiere que, si es capaz de hacerlo, Lord Marchmain haga algún gesto que muestre que está arrepentido de sus pecados. Entonces el padre MacKay lo unge.

Charles, un agnóstico profeso, en ese momento dice que sintió el deseo que  él hiciera una señal de dolor por sus pecados. Entonces Lord Marchmain, aun en su débil condición, es capaz de levantar su mano derecha, y después de veinticinco años de nula práctica de su fe, hace la Señal de la Cruz como signo de su contrición.

Charles reconoce la magnitud de tal aparentemente sencilla señal: “Entonces supe que la señal por la que yo había orado no era tan insignificante, no era un mero gesto de reconocimiento, y me acordé de una frase de la infancia acerca del velo del templo que se rasgaba de arriba abajo”.[10] En ese momento la vida de Charles cambia. Después de este momento pleno la gracia de arrepentimiento y redención, Charles y Julia se dan cuenta de que no pueden casarse. Charles le pregunta qué hará. “Seguir sola, simplemente” – contesta Julia – “Tú me conoces bien. Sabes que no estoy hecha para una vida de luto. Yo siempre he sido mala. Probablemente sea mala de nuevo, y volveré a ser castigada. Pero cuanto más mala soy, más necesito de Dios. No puedo estar fuera del alcance de Su misericordia. Esto es lo que significaría empezar una vida contigo, sin Él.”[11]  Julia comprende que la misericordia de Dios puede incluso extenderse a ella, pero Dios exige un signo de contrición. “Puede que haya un trato privado entre Dios y yo, y que si yo sacrifico la única cosa que quiero mucho, por muy mala que yo sea, Él no me abandonará totalmente al final”.[12] Charles es capaz de aceptar esto porque él también ha cambiado. Él ha sido testigo de la misericordia de Dios y ahora sabe que es algo que él también puede recibir.

La novela concluye con Charles sirviendo en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Él mismo se encuentra acuartelado en Brideshead y solicita visitar la capilla. Mientras está en ella ofrece una oración. Es ahí cuando sabemos que Charles ya no acepta su creo agnóstico. Él no ha retornado al anglicanismo de su infancia, sino que se ha convertido al catolicismo, diciendo, “una oración, una antigua y recién aprendida fórmula de palabras”.[13] Es en esta fe donde él encontró confort, y aunque él y Julia no han podido tenerse el uno al otro, sin embargo él ha encontrado la paz porque ahora ha  podido tener una relación con Dios. “Hoy pareces estar inusualmente animado” – le dice uno de los oficiales a Charles después de haber visitado la capilla.[14] Es esto lo que Dios nos da si nosotros estamos dispuestos a darnos a nosotros mismos a Él: una inusual jovialidad, una jovialidad y una alegría que se sobrepone a todos los momentos de ansiedad, de dolor y de frustración.

Retorno a Brideshead v/s Amoris Laetitia

La razón por la cual Amoris Laetitia me ha hecho pensar en la familia Marchmain es por una aterradora revelación. ¿Están las cuestiones morales y religiosas pertinentemente abordadas en Retorno a Brideshead en el mundo de Amoris Laetitia? En muchos sentidos el documento hace mucho para socavar la verdad objetiva y los valores absolutos. Julia intenta hacer la misma cosa cuando racionaliza una impúdica relación con su prometido para evitar que él tenga un amorío. “Estoy salvando a un hombre caído”.- razona Julia – “Estoy salvando a Rex de un pecado mortal”[15] Por tanto, los pensamientos de Julia parecen ser un reflejo de los del papa: “Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades”.[16] Tal razonamiento huele a gradualismo tal como Julia pensó que podía “cometer un pecado pequeño con el fin de salvar a Rex de uno mucho peor”.

Si ellos estuvieran vivos hoy, ¿Julia y Charles hubieran tenido que separarse? Amoris Laetitia ofrece una alternativa: “Es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia”.[17] ¿No podían Julia y Charles haber hablado con el padre MacKay en el foro interno en aras de contribuir “a la formación de un juicio correcto?”.[18]

Es más, la idea de vivir como hermano y hermana parece ser imposible en esta era moderna. Cuando Julia le explica a Charles que ella planea “Seguir sola, simplemente”, esta no es una revelación triste, porque ella puede finalmente recibir la misericordia de Dios y volver a una correcta relación con Él. Sin embargo, Amoris Laetitia hace que esto de “seguir solo” o abstenerse de relaciones sexuales parezca algo imposible en el 2016. El papa Francisco explica que “En estas situaciones, muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir «como hermanos» que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan algunas expresiones de intimidad «puede poner en peligro no raras veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole». [19] En la época de Brideshead, uno no se moría si se abstenía de la intimidad sexual. Aparentemente en esta época, obsesionada con el sexo, es para uno imposible vivir sin esto.

Tirando del hilo
Si Retorno a Brideshead nos recuerda algo, es que la salvación no es gratis. La salvación exige una respuesta. Exige una suerte de señal de que uno la desea y que se está dispuesto a hacer lo necesario para comprar esta perla tan valiosa.[20] Incluso un pequeño signo (tal como la Señal de la Cruz de Lord Marchmain) puede arrastrar consigo una cantidad inconmensurable de peso. Un pequeño signo puede ser tan poderoso como “el velo del templo que se quiebra de arriba abajo”. Y esto es porque tal signo indica la persona está dispuesta a reconocer sus errores y a hacer lo que sea necesario para volver a una recta relación con Dios


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El mundo de Amoris Laetitia parece ver a todos bien tal como están. El desarrollo y el crecimiento que la familia Marchmain experimenta a través del curso de Retorno a Brideshead parece ser totalmente innecesario. Aparentemente la familia Marchmain debió haber continuado habilitando a Sebastián; Julia  no hubiera tenido que preocuparse por estar “viviendo en pecado” con Rex; Lord Marchmain hacer nada para disculparse; Julia y Charles pudieron haber seguido el camino del discernimiento con un pastor local; y Charles nunca hubiera tenido que convertirse al catolicismo.

Aunque tal vez estoy siendo un tanto duro. A fin de cuentas tengo un carácter que, como diría el papa Francisco, necesita cambiar: el de Lady Marchmain. La pobre matriarca de su familia manda a su futuro marido a convertirse al catolicismo. De un modo similar, ella intentó conducir a sus hijos a través de un camino de fidelidad, solamente para ver cómo sus esperanzas se frustraban constantemente. Sin embargo, incluso en su sufrimiento y su pena ella nunca perdió la esperanza y nunca dejó de rezar cada día por sus cercanos. Ella sabía que la fe que transmitió a sus hijos ofrecía la posibilidad más inmediata de salvación. Porque el fin de la novela está vinculada con el retorno de Julia y Sebastián a la fe católica. Ella está también vinculada con la conversión de Charles desde que ella insistió en la necesidad de su conversión años antes. “Debemos hacer un católico de Charles, -dijo Lady Marchmain – y tuvimos muchas pequeñas conversaciones juntos durante mis visitas cuando ella dirigía delicadamente las charlas a temas sagrados.”[21] Desafortunadamente el papa probablemente consideraría a Lady Marchmain como un estrecho y rígido monstruo que está preocupado solamente de la letra de la ley. Quizás incluso él podría imitar la condena del amigo de Sebastián, Anthony Blanche, levantó contra ella en la novela: “Ella les chupa la sangre”.[22]

Últimamente los personajes principales de Retorno a Brideshead encuentran su camino en vías a la redención. No caben dudas que es un camino de muchos giros y vueltas. Es un camino que exige una respuesta, un decidido sí o no. No es un camino para ser discernido. Nuestro Señor vendrá a nosotros cuando puede que no lo esperemos. Tomemos Su yugo sobre nuestros hombros y aprendamos de Él[23], o ¿nos apartaremos de Él con dolor como el joven rico?[24]

Cada uno de los personajes de Retorno a Brideshead se presenta con un momento para la conversión. Es en ese momento que ellos reconocen la labor de la Gracia de Dios. Cordelia, la menor de los hijos de los Marchmain, sabe que sus hermanos no estarán perdidos para siempre. “Le cogí” – cita a G.K. Chesterton – “con un anzuelo y una caña invisible, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fin del mundo y hacerle regresar con un tirón de hilo.”[25]

Cordelia sabe que los que tienen fe siempre estarán abiertos a la obra de Dios en sus vidas. Dios los tiene con su hilo y un día, en un instante, los llama de vuelta a Él. Pero ellos deben estar dispuestos a participar de este sobrenatural “tirón de hilo”. Desafortunadamente la esencia de Amoris Laetitia y la teología del papa Francisco es un intento nietzscheano  de naturalizar a Dios y de tirar el hilo hacia nosotros, forzándolo a Él a someterse y a aprobar los engaños y la intransigencia del pecado humano.

Los caminos de Dios en Retorno a Brideshead brindan una inusual jovialidad la cual nunca puede ser extinguida. Los caminos del hombre en Amoris Laetitia nos afianzan más en el moderno barro cenagoso de la miseria,  del vacío y de la insatisfacción. Quo vadis?

Traducción Beatrice Atherton

                        





[1] Waugh, Evelyn. Brideshead Revisited. New York, 2012, Black Day, 254
[2] Ibid.354.
[3] Ibid.355.
[4] Ibid.216.
[5] Ibid.217.
[6] Ibid.226
[7] Ibid.327
[8] Ibid.328
[9] Ibid.388
[10] Ibid.390.
[11] Ibid.392.
[12] Ibid.393.
[13] Ibid.402.
[14] Ibid.402
[15] Ibid.215.
[16] Evangelii Gaudium, 44
[17] Amoris Laetitia, 305
[18] AL, 300
[19] AL, nota a pie de página 329.
[20] Mateo 13,46
[21] Waugh, 142
[22] Ibid. 60
[23] Mateo 11, 29
[24] Marcos 10, 22
[25] Waugh, 254