¿Qué le importa a Dios si yo renuncio a comerme el chocolate que me trajo mi esposo, por amor a Él y mi prójimo? ¿Qué le importa a Dios si yo le ofrezco el tedio de levantarme todos los días para hacer todos los días lo mismo, arrastrando la vida en la rutina que me agobia y me aburre hasta el tuétano? Nada le importa - me digo - ¿cómo va a estar pendiente de esta mediocre e indigna cristiana? ¿Cómo podría ofrecerle tan poca cosa?
Y entonces al día siguiente continuo leyendo la biografía de Santo Cura de Ars, y encuentro lo siguiente:
"Es menester, dirá en una de sus catequesis, ofrecer a Dios nuestros pasos, nuestro trabajo y nuestro reposo. ¡Oh cuán hermoso es hacerlo todo por Dios! Ea, alma mía, si trabajas por Dios, trabajarás tú, mas Dios bendecirá tus obras; serás tú quien andarás, mas Dios bendecirá tus pasos. Todo lo tendrá en cuenta; la privación de una mirada, de un gusto, todo quedará escrito...Hay personas que saben aprovecharse de todo, aun de las inclemencias del tiempo; hace frío y ofrecen a Dios sus pequeñas molestias. ¡Oh qué belleza ofrecerse a Dios en sacrificio todas las mañanas." ( El cura de Ars de Francis Trochu)
Entonces sí, Dios tiene presente lo que le ofrecemos aunque nos parezca que es una poca cosa, y se vale de estas pequeñas renuncias para atraer almas hacia El, para sacar a las Benditas Almas del Purgatorio, para consolar a los que sufren, en fin, incluso para la salvación de nuestras almas. Y la vida toma otro color, y lo que nos causaba tedio, va a seguir haciéndolo, pero será ocasión de ofrenda a Dios, y de este modo el tedio adquiere sentido. No se nos pide lo imposible, sino que en lo cotidiano, buscar las ocasiones de entregar a Dios nuestros trabajos, nuestros dolores, nuestras penas y también nuestras alegrías. El quedarnos callados cuando la furia se va a la cabeza por algo que nos dijeron o que leímos y que encontramos injusto hacia nosotros...¿Cómo yo podría rechazar un regalo de uno de mis hijos? Todo lo contrario, lo acepto con ternura porque sé que ha puesto todo su ser y buena voluntad en dármelo por amor a su mamá. ¡Con mayor razón si se trata de Dios! ¡Con qué gusto recibe nuestros regalitos!
Por último otro consejo del Santo Cura:
"Amigo mío, el demonio no hace mucho caso de la disciplina y de otros instrumentos de penitencia. Lo que le pone en bancarrota son las privaciones en el comer, beber y dormir. Nada teme tanto como esto, y por lo mismo nada es tan agradable a Dios".
Permitame decirle Señora, que comparto todo lo que usted describe elevado al cuadrado, si pudiera desdoblarme y doblegar ese yo maldito que me arrastra a la Tierra sería una dicha, pero lamentablemente también confabulo con él, la Confesión es ocasión de verguenza y la postergo, por el mismo maldito y obsesivo vicio, el sacramento no puede ser ocasión de estire y encoje, un día confieso y al siguiente caigo, me maldigo como Job, pero no por la fuerza del destino vuelto hacía El, sino por la fuerza de mi propia debilidad. Excusas? si, no hay nada que valga para renunciar a lucha por el amor Eterno. Es una paradoja que no acaba, conozco el inconmesurable tesoro pero se me escapa de las manos, mi debilidad lo esconde, solo la esperanza me salva, pero este molino no deja de girar contra mi.
ResponderEliminarQuerido Impenitente: me pasa lo mismo que usted en el confesionario, pero más que vergüenza es la crisis nerviosa de querer recordarlo todo y por quererlo se me nubla la mente y digo menos de lo que debiera. Pero Dios lo sabe. El sólo hecho de acercarse al confesionario y estar dispuesto a decirle al cura nuestros pecados es un gran paso. Nos confesamos siempre de las mismas cosas, y salvo algo extraordinario, son siempre las mismas caídas. Tenemos el propósito de volver a no hacerlo, pero ya ve...caemos una y otra vez. La vida es una paradoja y nuestras debilidades son muchas, así que duc in altum...a ofrecerlas a Dios para que las purifique y las tome en cuenta.
ResponderEliminarSursum corda amigo y no afloje
Beatrice
Estimada Beatrice:
EliminarDios nos conoce mejor d elo que nosotros mismos nos conocemos. Evidentemente todos tenemos talones de Aquiles. Y siempre tendemos a repetir los mismos actos y caemos una y otra vez en lo mismo. Pero Dios es más grande que nuestras caídas, de allí la importancia de estar siempre presto a confesarse una y otra vez.
Un alma humilde reconoce su miseria, pero a la vez sabe acogerse al corazón misericordioso de Dios.
Un buen sacerdote, un santo y honorable sacerdote, debe estar siempre dispuesto a perdonar al más pecador de entre los más pecadores. El buen sacerdote anhela extender la misericordia de Dios, por los que Él mismo aceptó la cruz. Me refiero a los pecadores, los más pecadores, ya que no vino a salvar a los juntos sino a estos.
La Santa Iglesia Católica fue fundada precisamente para acoger y moldear el alma de aquellas almas más duras. La preciosa sangre de nuestro Señor se derramó por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos.
Les recomiendo que lean la vida y los pensamientos del padre Titian, uno de los personajes principales de Pusillus Grex.
Un abrazo.
¿Valdrá la pena que me confiese siempre de lo mismo? ¿Si voy a caer de nuevo para qué? Bueno, si fuera por eso Cristo no nos habría dado este sacramento. Tenemos que tener paciencia con nosotros mismos y tratar de esforzarnos para, mediante las gracias que da el sacramento, ir fortaleciéndonos en las virtudes.
EliminarGracias por sus palabras,
Beatrice
Gracias por publicar estas cosas que realmente edifican y nos llevan a Cristo, el testimonio de los demás hermanos en la Fe, como están en su vida espiritual y demás, hacen que sostenga a otros en la Fe, que quizás estés pasando por lo mismo y no sepan como salir...siga subiendo por favor estas cosas que realmente edifican, y llevan al alma a pensar y vivir solo en lo que importa: CRISTO !
ResponderEliminarQuerido Anónimo de las 04:14: Gracias por sus palabras. Aquí nos retroalimentamos con los comentarios. Compartimos las mismas miserias, los mismos dolores y no por tener un blog católico uno a ser mejor, es más, creo que uno abre estos lugares precisamente para mostrar que uno no es perfecto y además para otorgar a los lectores palabras que nos ayuden a todos, a elevar el espíritu. Tendemos a pensar que sólo nosotros pasamos a veces por la noche oscura, pero eso le ocurre a todos, Dios nos ayuda a salir.
ResponderEliminarUn abrazo,
Beatrice
Le escribe un andaluz de Sevilla que por tristes circunstancias personales vive ahora en la capital de España, sólo para decirle que adelante, que escriba más, que no nos tenga en ascuas tanto tiempo, que sus escritos y los relatos que sube a su blog nos consuelan y nos fortifican en la fe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Bate:
ResponderEliminarCréame que me encantaría escribir más, pero el tiempo me come literalmente. Voy a tratar de hacer el esfuerzo, pero tengo días y días, y estos han sido muy agitados como todo el mundo. Agradezco sus palabras de motivación y ruego disculpe mi ausencia.
Un abrazo desde el campo chileno,
Beatrice