sábado, 1 de abril de 2023

Dios, los santos y los pecadores según Robert Hugh Benson, por Rachel Hoover

 



Por Rachel Hoover

Las novelas históricas acerca de la Reforma en Inglaterra, By What Authority? The King’s Achievement, ( ¿Con qué autoridad?, publicada en español por Didaskalos, 2020; y  el Triunfo del Rey, Ed. Céfiro, 2009) publicadas en inglés recientemente por Cenacle Press, son excelentes representaciones de la amplia variedad de santos, así como de personas que podrían convertirse en santos, comúnmente conocidos como pecadores.

¿Cómo es Dios? Observemos Su creación y Sus acciones. Pudo haber creado solo el “árbol”, pero en vez de eso creó incontables tipos de árboles: palmas, abetos, abeto balsámico, zelkova. Y pudo haber enviado a Su Hijo solo para encausarnos a través del buen ejemplo, pero en vez de eso, Él derramó cada gota de Su Sangre, desde la Circuncisión hasta la herida de la lanza en la Cruz.

En síntesis, Dios no es minimalista.

Creó muchos tipos de santos también, y muchas maneras para que estas almas únicas imitan Su propia generosidad al devolverle sus vidas. Algunos arderán lentamente y sin parar, como una vela en una iglesia; mientras que otros se encenderán en un instante y quizás sean literalmente quemados en la hoguera. Algunos ofrecerán la inteligencia, educación y posición, y podrán explicar la doctrina o mejorarán las condiciones del mundo; otros derramarán su amor inadvertidamente, como el corazón que late aun cuando nadie lo piense.

Robert Hugh Benson tiene el don de representar una amplia variedad de santos, así como de personas que podrían convertirse en santos, conocidos comúnmente como pecadores. Se muestra muy bien este don dos de estas novelas históricas acerca de la Reforma en Inglaterra, ¿Con qué autoridad? El Triunfo del Rey, recientemente republicadas por Cenacle Press. Con un nuevo prólogo de Joseph Pearce, nuevas ilustraciones de Jrzy Ozga y una amigable nueva tipografía que adorna las obras que ya eran grandes historias y que merecen una renovada atención.

¿Con qué autoridad? Se lleva a cabo aproximadamente en los mismos años del reinado de la Reina Isabel I. La historia es contada a través de las perspectivas de varios ciudadanos de Inglaterra de clase media alta. Los católicos miembros de la familia Maxwell: el arrebatado, pero devoto Sir Nicholas; su diplomática, pero no menos valiente esposa Mary; sus hijos James, que abandonará pronto el continente para convertirse en un sacerdote proscrito, y su displicente hijo Hubert, cuyos principales amores con los halcones y la chica vecina.

La chica vecina es Eliza Norris, nacida y criada puritana, pero con un alma profunda y gentil que se siente atraída por la contemplación; y por su querido hermano Antony.  Ella le corresponde el cariño a Hubert, pero sabe que los dividen sus diferencias religiosas. Mientras la novela avanza, sus amores se dividen y se tuercen aún más de manera inesperada mientras que ella, Anthony y Hubert luchan cada uno contra sí mismos y toman una decisión: por Jesucristo o por un amor menor; por Dios o por ellos mismos.

El Triunfo del Rey regresa al tiempo de Enrique VIII. En esta época, la hermana de Lady Mary Maxwell, Margaret, y los hermanos Christoper y Ralph Torridon son los que deben luchar y elegir. Margaret y Chris han entrado ambos a la vida religiosa, pero Ralph trabaja para Thomas Cromwell y lo asiste acompañándolo en la decisión del Rey de despojar los monasterios de Inglaterra. Mientras tanto, Ralph se enamora de Beatrice, una amiga cercana a la familia de Thomas More. Él, Beatrice y los dos hermanos en religión cada uno debe tomar sus propias decisiones, alejándose o acercándose a Dios, que los ama a todos.

Sin revelar mucho de los detalles de las novelas, haré notar que aquellos que eligen a Dios reciben gozo - pleno, atiborrado, rebosante-, aunque los gozos no siempre son evidentes a los ojos terrenales. Dios no es minimalista, pero Él obra con alegrías eternas puestas en mente, más allá de nuestras nociones de finales románticos y felices.

Vale la pena insistir en uno o dos puntos. Benson retrata magistralmente las muchas sombras y luces por las que pasa el alma cuando sobrelleva una prueba espiritual. Muestra lo importante que es que sus personajes entiendan la enseñanza de la Iglesia y que la afirmen intelectualmente, pero que también importa de quien provienen las explicaciones de la doctrina.

Anthony escucha al jesuita Edmund Campion defendiendo la fe católica en un debate público y esto siembra una semilla, sin embargo, el coraje de Campion lo atrae más poderosamente que sus argumentos. Eliza le pregunta a la anciana Margaret para qué ella usa las cuentas del rosario; la respuesta es importante, pero la profunda piedad y el tierno amor de Margaret por la joven son igualmente buenas ventanas a los misterios de la religión católica.

Otros personajes – Hubert por ejemplo – caen o se quedan fuera de la única verdadera Iglesia por  la mismas influencias: argumentos intelectuales y poderosas relaciones personales. La diferencia entre los santos y los pecadores en estas novelas yace no en qué libros lee el personaje o cuan inteligente es, sino en si en último término busca a Jesucristo por encima de todo. De esta manera Benson deja espacio para la acción de la Gracia Divina en sus personajes. La principal y más excitante tensión en las novelas está en el hecho de que, hasta el mismo momento de la muerte de cualquier personaje, existe el espacio para que la Gracia obre y transforme a él o a ella de pecador en santo. (Por cierto, esta podría ser la mejor definición de lo que hace a una novela ser verdaderamente cristiana: una historia en la cual la Gracia juega un rol definitivo, en otras palabras, el tipo de historia más realista. Pero esa discusión es para otro momento)

Otro punto que vale la pena notar. Varias veces en estas novelas Benson describe la Misa. La describe a través de los ojos de los diferentes personales, en diferentes escenarios, desde el monasterio de Lewes hasta el cubículo secreto en la casa de los Maxwell. En cada momento las palabras de la descripción son diferentes, sin embargo, la imagen siempre es profundamente conmovedora.

 Cuando Chris está recién ordenado sacerdote, Benson describe parte de su primera Misa así:

La voz del celebrante se convirtió en un murmullo y en medio del silencio general sus dedos frotaron suavemente el blanco mantel de lino antes de tomar delicadamente la Hostia con sus manos.

Lanzó una mirada hacia lo alto, como dirigida al sol que brillaba afuera, en el cielo, hizo un signo silencioso y se inclinó hacia adelante, como sometido al peso de in indescriptible sobrecogimiento, con los brazos apoyados en el altar y sosteniendo en sus manos, frente a él, el blanco disco.

(…) El murmullo de su voz rompió el silencio, como si ante la infinita piedad del Señor se alzara la infinita necesidad del hombre, “Nobis quoque peccatoribus”, cayendo luego nuevamente en el silencio. (El Triunfo del Rey, pág. 245-246)

Es la Misa Antigua, desde luego. El padre Christopher Torridon vive a principios del siglo dieciséis y el padre Benson escribió a principios del veinte. “Nobis quoque peccatoribus” significa “también nosotros pecadores.” El sacerdote dice esta parte en voz alta así que todos se unan en la oración para que el sacrificio elimine sus pecados y en seguida él vuelve al sagrado silencio en el cual Dios habla al alma.

Este velo de latín murmurado era parte de lo que los protestantes de ese tiempo odiaban de la Misa y del catolicismo en general. Y es esta parte lo que los reformadores católicos después del Concilio trataron de deshacerse como un "obstáculo" para los protestantes y una barrera para la "plena, consciente y activa participación" de los laicos. Sin embargo, cuando la puritana Eliza de Benson asistió a su primera Misa, a ella no le repulsa, sino que le atrae:

Era diferente a lo que ella había imaginado alguna vez que sería el culto. Hasta ahora el culto público para ella había significado una cosa de dos: sentarse bajo un ministro y que le aplicaran la palabra a su alma en el sacramento del púlpito; o si no decir el sacerdote las oraciones en voz alta y con claridad y con expresión, de manera que el intelecto pudiera seguir las palabras, y asentir con un caluroso “Amén.” (…)

Pero aquí estaba un culto distinto a todo lo que ella estaba acostumbrada en casi todos los detalles. El sacerdote se dirigía a Dios, no al hombre; por lo tanto, lo hacía en voz baja y en un lenguaje como había dicho Campion en el patíbulo “que ambos comprendían.” Tenía poca importancia comparativamente si el hombre lo seguía palabra por palabra, porque (y aquí estaba la segunda diferencia) la finalidad del culto para la gente no estaba en una comprensión de las palabras sino en un asentimiento voluntario y una participación en el acto supremo para el que las palabras eran desde luego necesarias, pero estaban subordinadas. (¿Con qué autoridad?, pág. 308)

Aunque Benson nunca escuchó de una nueva Misa, no podría encontrarse una mejor respuesta a alguien que pregunta porqué la Misa Antigua está en latín, en silencio y dicha de espaldas a la gente: “El sacerdote se dirigía a Dios, no al hombre.”

¿Es un poco exagerada la repentina constatación de Eliza de este hecho? Quizás, pero su atracción por esta misteriosa liturgia es perfectamente realista. Solo basta preguntar a incontables jóvenes conversos del protestantismo que hoy acuden a la Misa Tradicional latina.

Los libros son excelentes. Algunos de los personajes están muy bien dibujados: Beatrice Atherton y Mary Corbet ambas son encantadoras personas; los dos monarcas (Enrique VIII e Isabel I) son escalofriantemente horribles; San Edmund Campion inspira lealtad en solo unos pocos párrafos; y Santo Thomas More prácticamente se sale de la página, uno anhela que lo inviten a cenar a su casa.

En cuanto a las ediciones de Cenacle Press, encontré que ellas, particularmente ¿Con qué autoridad? son un poco grandes y pesadas para una fácil lectura, pero esto dice más de la debilidad de mis antebrazos que cualquier otra cosa. Además, yo hubiera procurado colocar más notas a pie de página para las frases en latín clásico hablado por Thomas More, Beatrice y Ralph en sus ingeniosas bromas. (Las frases latinas de la Misa Antigua son al menos fáciles de buscar, pero el latín clásico es más oscuro. Si bien no es material para la trama, distrae un poco si no se tiene una traducción lista a mano.)

Sin embargo, la nueva tipografía y las ilustraciones en estos robustos libros de tapa dura son encantadoras y me recuerdan, de la mejor manera, las lecturas ilustradas de clásicos para niños. Hay un claro placer en leer, leer, leer y luego pasar una página para encontrar una imagen sorpresa. La de San John Fisher en el cadalso es particularmente memorable.

En resumen, los libros son muy buenos. Así como la forma de la Misa que fue tan perseguida por los reformadores protestantes enfrenta renovada atención y controversia, y así como la vida en general se vuelve más eficiente y menos abundante, es un buen momento para releer Benson. Y, si bien se podría adoptar un enfoque minimalista, por ejemplo leyendo las novelas de forma gratuita en el Proyecto Gutenberg, no se debería. Regálate un libro de tapa dura ilustrado. Es un poco más como Dios.

Traducción: Beatrice Atherton

Texto original aquí

1 comentario:

  1. ¿Aunque Benson nunca escuchó de una nueva Misa?...

    Naturalmente que la escuchó. Muchas veces; las que oficiaba su padre, obispo de Truro y arzobispo de Canterbury. No solamente eso: también la ofició él, porque fue pastor anglicano.

    La "nueva" Misa no es otra cosa que la Holy Comunion anglicana, llamada también "Eucarist".

    ¡qué casualidad! ¿no?

    y aun así decidió dejarlo todo, arrepentirse y convertirse a la verdadera fe.

    No solo eso: se convirtió en un apologista.

    Como es natural, su obra y sus intereses se basan fuertemente en su experiencia.

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