Mostrando entradas con la etiqueta Los relatos imaginarios de Mateo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Los relatos imaginarios de Mateo. Mostrar todas las entradas

martes, 20 de agosto de 2019

Mateo, ejercitar la caridad para con los pecadores no es tarea fácil.


Ejercer la caridad-MarchandoReligion.es
Hace casi un mes que no tenía la ocasión de juntarme a ensayar con el conjunto que tengo con mi esposa Ángeles; Manuel, el marido de mi hermana; Carlos, un amigo de la infancia, y Lucas, un colega de Ángeles del conservatorio. Extrañaba tocar con ellos en nuestro cuarteto de cuerdas, así que me sentí feliz de comenzar a preparar un nuevo repertorio que se centraría en música barroca para luego dar un brusco salto hasta el presente, ya que interpretaríamos alguna pieza de un compositor contemporáneo que descubrí hace un par de años y que tiene la música perfecta para mí. Y aunque este compositor escribe música es en su mayoría coral, mi querida y talentosa esposa hace los arreglos para que quede para cuarteto.

Estaba en la sala de estar, donde tengo el piano de estudio, dejando las partituras en cada atril cuando llegó Manuel, nuestro pianista, junto con Ángeles, nuestra violista. Ella y Lucas son los únicos profesionales del ensamble, el resto de nosotros somos solo amateurs…aunque a falta de cosas por hacer y ya que me sobra tanto el tiempo (se entiende la ironía supongo) estoy estudiando mi superior de violín.

—Vaya Mateo, hasta que por fin te haces un espacio en tu “copadísima” agenda para nosotros. – dijo Manuel mientras se acomodaba en el taburete del piano.

—Sabes que si hay algo en esta vida que ame hacer es tocar con ustedes. Para mí es prioridad, pero ya sabes, viejo, no siempre se puede planear la “copadísima” agenda como uno quisiera.

—Para variar Carlos y Lucas están retrasados. Supongo que les avisaste ¿verdad? – preguntó Manu.

Carlos es nuestro cellista y Lucas es el primer violín. Yo les había llamado con antelación, pero Lucas se encontraba fuera del país y obviamente, no podría venir. Como andan escasos los violinistas en esta época, le pedí a un viejo conocido que nos acompañara. Sabía que no era del agrado de Manuel y cuando le dije él que vendría en lugar de Lucas, se puso serio y molesto. Así que mientras esperábamos a que el cellista y violinista llegaran nos fuimos al jardín para que Manuel pudiera fumar su cigarrito pre-ensayo tal como es ya tradicional en él.

El sol ya se preparaba para su despedida vespertina y los rayos iban bajando por entre las ramas de los pinos que están detrás de mi casa. Era una tarde de viernes donde a pesar del sol, éste no calentaba y la fría humedad de mi ciudad calaba hasta los huesos. Mal lugar para conversar – pensé – pero más fría era la actitud de Manuel que conservaba su gélido silencio y yo sospechaba que era la antesala que siempre venía antes de largar para fuera la molestia que llevaba dentro. Como no me decía nada, y yo estaba esperando a que lo hiciera, saqué de mi bolsillo el móvil para contestar unos mensajes. Sabía que, si hacía eso, él iba a comenzar a hablarme…y así fue.

—Podríamos haber ensayado solo los tres hoy. No había necesidad de llamarlo. Esa obsesión tuya de invitarlo cada vez que puedes sabiendo que a mí me importuna su presencia. Pensar en el modo de vida que lleva me repugna…la verdad es que no me siento cómodo. ¿por qué lo invitaste? ¿acaso no te molesta su cosmovisión, su estilo de vida, lo que hace con ella? Es un escándalo para tus propios hijos tener a este loco metido en tu casa, ¿qué más quieres que te diga? Me extraña tu actitud, es de poca prudencia, muy poca prudencia. Ese “buenismo” tuyo no le comprendo.

—Te creería si nos estuviésemos juntando para avalar su estilo de vida, para que venga acá a traernos a la causa de sus pecados. No viene a mi casa a quedarse a dormir con su “parejita” ni a hacer fiestecitas y nada de eso. Aquí nos estamos reuniendo únicamente para tocar…al que le extraña todo esto es a mí. Él no viene aquí hablarnos y a hacernos partícipes de sus graves pecados, solo viene a tocar violín. Parece que se te olvidó que eres un converso y que anduviste en los bajos mundos. Jamás se me pasó por la mente dejar de ser tu amigo por eso, y, sin embargo, fuiste tú mismo el que me echó y el que no quiso saber más de mi por un buen tiempo.

—Sí está bien, soy un converso, pero nunca caí tan bajo como él. Además, se nos ha dicho en varias partes que no es conveniente juntarse con esta clase de pecadores públicos porque estamos avalando sus faltas y porque además, esta persona con su vida es enemigo de Dios y el enemigo de Dios es mi enemigo también. Yo no llevo a mi casa a quien ofende a mi Padre ni comparto con él. Su pecado, su rechazo a Dios no le hace ganar mi simpatía ni mis afectos precisamente. No puedo dejar de pensar cuando estamos juntos en todas sus conductas y eso en verdad te digo, me deja alterado.

—¿Me permites que te dé mis razones para no rechazarle a pesar de que sé lo mismo que tú?

—Por supuesto, me intriga saberlo.

—No es una cosa fácil ejercer la caridad, especialmente cuando las personas no nos son simpáticas, o piensan diametralmente a nosotros o son… bueno, un largo etc. Pero nuestro Señor nos pide amar incluso a nuestros enemigos. Nos pide ir más allá de cualquier amor natural, nos pide que amemos como Él nos ama, y eso traspasa el amor meramente humano. Fíjate que los que no creen en Dios y no tienen la Fe aman también a sus seres queridos, a sus amigos, en fin, pero así también como aman son capaces de odiar, de no tener ni una gota de compasión por el que no es de su agrado. Lo vemos a diario en las noticias. Esta gente expele odio y son capaces de tomar venganza, de hacer daño, el ojo por ojo y diente por diente es su filosofía de vida. Pero nosotros no hacemos eso, ¿por qué? Porque Cristo nos ha pedido amar a los que nos odian con el mismo amor que Él nos ama. Como dice nuestro Señor, “Si solo amáis a los que os aman, ¿en qué os diferenciáis de los paganos?” ¿Y en qué se traduce este amor? ¿Tengo que aceptar sus conductas, modos de vida, etc.? Y aquí vienen las benditas distinciones que tantas veces se nos olvidan y metemos todo en un mismo saco.

En efecto, y tal como tú lo dijiste, al que odia a Dios yo también le tengo por mi enemigo, y en este sentido, me duele su desprecio al Creador, su soberbia y su orgullo al no aceptar ni a Dios ni a su doctrina. Se pone él mismo en la condición de rechazar aquello para lo cual Dios mismo lo ha creado que es salvar su alma para contemplarle eternamente, cara a cara y gozar de la felicidad eterna. Y eso, por supuesto, da rabia ¿no? Yo no invito a mi casa a este personaje porque esté avalando lo que hace, ni porque me guste lo que hace. A mí también me causa rechazo, pero sin embargo lo hago porque Dios me pide que le ame.

—¡Uy! – dijo Manuel – vueltas sobre lo mismo, ¿podrías ser un poco más concreto y dar tus argumentos para que de una buena vez me digas porqué te gusta tanto meter en tu casa a este fulano? – Estaba impaciente, y tenía razón. Pero mi problema es que tenía mucho que explicarle y mis argumentos se me agolpaban creando una maraña que me costaba ordenar.

—Ten paciencia que intento ordenar mi mente y recordar lo que he leído en Santo Tomás al respecto. Santo Tomás lo explica muy santa y bellamente, y todo lo que te voy a decir no es sino lo que él y sus buenos comentaristas han dicho a propósito de la Caridad. No me he inventado nada y ojalá pueda citarlos tal cual ellos lo enseñan. Te repito que es necesario siempre hacer las debidas distinciones y no caer en confusiones. Al prójimo se le ama en razón de ser hombre, en razón de ser imagen y semejanza de Dios y que puede, por el arrepentimiento de sus pecados, llegar al Cielo. Es justo al revés del ejemplo que me diste. Es por el amor sobrenatural que tengo por Dios, que es mi amigo y mi padre, que amo a los que son sus hijos, a los que están bajo su servicio, y bajo su amparo, tal como lo dice Santo Tomás. Manu, yo no solo quiero tu bien, sino que también el bien de los que son los tuyos. ¿Podría quererte a ti y no a tus hijos? Porque eres mi amigo y te aprecio es que a todos lo que amas yo también los amo. Los hijos de Dios renacidos por el bautismo y aquellos que llegarán a serlo son amados por mí porque son precisamente, o serán, hijos de Dios. Digo “serán” porque siempre está la posibilidad de la conversión.

Ahí está Dios esperando a que se convierta y le ame. Para que se convierta y vuelva a Dios ha de conocerlo, y una manera de que le conozca es a través nuestro, quienes amamos a Dios y tratamos de agradarle. Es en vista de eso que le invito, para que conozca por medio de nuestras conversaciones, de nuestra acogida, el amor de Dios. Somos nosotros los que estamos llamados a predicar no solo con las palabras, sino que principalmente con el ejemplo. Cuando viene para acá nos observa, escucha lo que conversamos, comparte en ese momento nuestra sana alegría, y así se le va mostrando un ambiente católico y de este modo, conociéndolo, llegue a amar lo que nosotros amamos. Si yo le cierro la puerta en las narices, ¿como va a poder – como dice Santo Tomás – “querer lo que queremos y gozar lo que nosotros gozamos”? Es obvio que no se trata de convivir con los pecadores, ni de participar de sus pecados, no, nada de eso, y menos si tengo un alma débil que puede dejarse arrastrar por el mal ejemplo. Pero este no es el caso.

Quiero salvarle porque le amo, ya que en él veo a Dios que le ha creado para la vida eterna y porque le amo porque es que quiero salvarle. Tan solo pensar en los castigos eternos hace que, aunque no soy especialmente cercano a esta persona, tiemble al pensar en su condenación. Verse privado de la contemplación de Dios y más encima sufrir castigos eternos…entonces trato de mostrarle el amor de Dios a través de lo poco y nada bueno que puedo ofrecer. No me gustaría que al llegar al tribunal de Dios se me sacara en cuenta que no recé lo suficiente por esa alma y que me guardé la fe para mí y los que más amo. ¿Me entiendes ahora? Invitarlo, cuando no está Lucas, a tocar con nosotros es una labor de apostolado para mí.

—¿Pero tú le has dicho que su modo de vida es contrario al amor de Dios? Porque si tanto te interesa la salvación de su alma tienes que decirle que está en riesgo. Decir la verdad es un acto de caridad…

—Nosotros somos instrumentos de la Providencia para levantarnos y encausarnos mutuamente para retomar el camino hacia la salvación eterna. Sabes que él no es creyente y que a veces las conversiones son un proceso que se hace con paciencia, con tacto y tino para no escandalizar por un celo áspero que consigue exactamente lo contrario y que aleja a las almas de la religión.

—Entonces no le has dicho nada aún, nada de corrección fraterna por el momento – me dijo con sarcasmo Manuel.

—No, aún no. No se me ha dado la ocasión de hablar de este asunto. Yo sé que el conoce nuestra opinión sobre muchos de los candentes temas actuales y sabe que somos católicos tradicionales, pero falta ir un poco más lejos y planteárselo directamente, es verdad. Voy de a poco sacándole los prejuicios y mostrándole que en él veo a otro Cristo cuya alma es pobre y que necesita del amor de Dios, necesita de conversión para llegar a ser ciudadano del Cielo. Con cada pequeño gesto, con cosas nimias, se logran dar grandes pasos.

—En resumidas cuentas, entonces de trata de odiar y amar al mismo tiempo.

—Exacto, tal cual, odio su pecado, amo al pecador, San Agustín dicit. O como dice también Santo Tomás: “detestar el mal de uno y amar su bien son la misma cosa”. Flaco favor le haces al que está alejado de la fe tratándolo como a un leproso.

—Vaya indirecta, yo solo dije que me incomoda su presencia y que bueno, no entendía tu idea de traerlo cada vez que se puede.

—Son estas almas las que más necesitan de que se les muestre el Bien, ¿no te angustia pensar en que se pueden condenar? ¡Ay hombre si es tremendo! Intento que algo le haga darse cuenta de que está errado y que cambie de vida, y si lo invito a casa es para que no solo toque con nosotros, sino también para que conozca un hogar católico donde se le acoge como a un amigo, donde todo gira en torno a hacer reinar a Cristo en la familia. ¿Cómo vamos a pretender que el prójimo vea el amable rostro de Cristo si no se lo mostramos, si vivimos encerrados en una mónada por temor a ser “contaminados”, por temor a escandalizarnos por los pecados ajenos como si nosotros no fuésemos también unos miserables pecadores, teniéndolos ya prácticamente por condenados? “Nosotros somos los buenos, ustedes son los malos” Buscamos al pecador para que se convierta, deje atrás el hombre viejo y vuelva su cara a Dios, y lo hacemos desde el lugar donde Dios nos colocó, según nuestras capacidades y medios.

—Lo que propones es casi heroico y yo, que apenas tolero a quienes se supone son hermanos en la fe, imagínate los demás. No tengo tal grado de santidad, no tengo mucho amor por los que no me simpatizan para ser bien honesto. Creo que tampoco estoy obligado a que todo el mundo me caiga bien y a no tener diferencias con las otras personas y a ser “tan acogedor” con todo el mundo.

—Estamos llenos de defectos, de mañas, tenemos diferencias de temperamento, de carácter, en fin. Tampoco yo soy amigo de todo el mundo, creo que más bien causo anticuerpos que cariño, pero hay cosas que, por caridad, uno puede y debe pasarlas por alto, me refiero a aprender a sobrellevar los defectos de los demás, así como los demás nos soportan a nosotros también. Te confieso que tengo la mala costumbre de hacer un mar de cosas simples y dar más importancia a hechos o palabras que podrían haber sido hechas o dichas por alguien en un momento de debilidad o porque simplemente no se dieron cuenta que con eso me molestaban. Me ha costado una vida entera aprender a sobrellevar estas necedades…no es fácil amar como Cristo nos ama, es un ejercicio diario de humildad y de pequeñas renuncias en pos de la caridad y de la paz. Y al igual que tú, a mí me pasa lo mismo con respecto a las personas que no siendo hermanos en la fe son más amables muchas veces que nuestros mismos conocidos parroquianos. La otra vez Ángeles, a propósito de lo mismo, me decía: “me cuesta menos relacionarme con los novus que con los tradis”. Siendo que compartimos la misma fe, el mismo rito, los mismos rezos, y, sin embargo, nos encontramos con amigos que nos prejuzgan, nos condenan a priori, andan viendo pecado donde no lo hay o que se exceden en el celo con el que defienden nuestro gran tesoro que es la Tradición. Entonces yo le dije que, aunque a mí me pasaba lo mismo, trataba de ver lo bueno de cada uno, que pensaba que no siempre somos parejos y hay días en los que estamos más alterados y que no hay que darle mayor importancia algunas cosas; que evitaba entrar en peleas y que intentaba con toda mi voluntad, soportarlos. Para mi cada día plantea este desafío y te vuelvo a repetir, no es fácil, pero para eso tenemos la oración y la Gracia que de Dios que nos da en los sacramentos y que confortan y dan fortaleza. Si entendiéramos el amor de Cristo seríamos como esos santos que llegan a dar la vida por los enemigos, que devuelven bien por mal. Yo al menos estoy muy lejos y me queda mucho camino todavía. – Justo en ese momento llegaron nuestros compañeros de la orquesta y tuvimos que entrar a la casa. Manuel estaba en silencio, seguro que pensando en lo que le había dicho. Llegamos a la puerta, y él se detuvo.

—Te agradezco me hayas dado tus razones para invitarlo a tocar con nosotros. Trataré o intentaré ser más amable con él, aunque sé Mateo que ejercitar la caridad para con los pecadores, como bien dices, no es sencillo. Espero no más que no te equivoques y peques de ingenuo al pensar que puedes hacer algo en vista a la salvación de su alma. Él parece no tener una actitud de animadversión hacia la religión, pero tampoco veo que el tema le interese mucho. Es un hueso duro de roer si me permites la analogía.

—Se lo dejo a Dios. Nos falta rezar mucho por nuestros conocidos que están alejados de Dios. Gente talentosa, humanamente amable, honesta y empeñosa, pero que de nada les sirve si no lo ponen al servicio de Dios y de su propia salvación. No pasa día en que no rece por su conversión y por la salvación de su alma. Si no puedo convencerlos ni con la palabra ni con el ejemplo, espero que Dios en su gran misericordia escuche mis rezos y conmueva a estos corazones endurecidos. Como decía el otro domingo en la oración de colecta: “y para que les concedas lo que desean, haz que pidan lo que te es grato conceder” ¿Cómo no va a ser agradable a Dios que nosotros pidamos por la salvación de nuestros amigos y conocidos? ¿Se va a negar a estos bienes espirituales? Y si se lo pedimos por intermedio de nuestra Madre del Cielo ¡con mayor razón! Pido entonces con toda confianza a Dios y le digo: “Señor del cual todo bien procede y has querido dotar a mis colegas de grandes talentos; Tú, Señor que todo lo puedes, has que en sus corazones reine tu amor y salva a mis amigos músicos para que muertos al pecado puedan glorificarte eternamente. Así sea”.

Nota de Beatrice: para el presente relato he considerado principalmente dos textos. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II q. 25 a.6; II-II q.23 a.1; R. GARRIGOU-LAGRANGE, O. P., Las tres edades de la vida interior.

La presente historia se ha escrito originalmente para Marchando Religión


jueves, 6 de diciembre de 2018

Inexspectatus Occursus: El Encuentro Inesperado, una novela de la juventud de Mateo


Quienes han seguido Bensonians y aún tienen la paciencia de leer mi peculiar y caótico estilo saben que, junto con publicar artículos sobre Monseñor Benson , también he ido subiendo algunas historias de este personaje llamado Mateo. Me acomoda mucho escribir en prosa cuando hay algún tema que me parece interesante o contingente, sobre todo aquellos que hablan de espiritualidad. Pues bien, el personaje en cuestión no lo creé para este blog, sino que era el protagonista de dos novelas mías. La primera la escribí en el año 2009 y es la del título de este post. Ese mismo año la imprimí para unos amigos y para mi familia y, gracias a la posibilidad  de auto-publicación que ofrece Kindle Direct Publishing de Amazon de publicar libros impresos a bajo costo, la he publicado de nuevo aumentada y corregida, con un total de 404 páginas y con el dibujo de la portada hecho por uno de mis hijos. Impresa con mi nombre real, les pido que por favor yo siga siendo Beatrice para ustedes y no se diga más. En un futuro próximo haré lo mismo con la segunda novela y cuya temática versa sobre el fin de los tiempos.

Esta es la descripción que he colocado para su venta en Amazon:

"Hemos conocido al personaje de Matthew Mansfield en las Historias de Mateo del Blog Bensonians. Esta es la historia de su juventud y del momento en que, a raíz de un encuentro con el mejor amigo de su infancia, el curso de su vida comienza a cambiar cuando encuentra al amor de su vida. La historia se sitúa en la década de los ´90 en Chile, y a lo largo de relato observamos cómo Matthew va luchando contra sus propios demonios y contra la tentación de caer en el desánimo y en la depresión ayudado por su fe en Dios y en los medios que Él le da para sobrevivir en el combate espiritual."


Mi estilo no tiene nada que ver con la literatura actual, y no sé si en verdad les gustará la novela. "Muchos diálogos" -  me decían mis amigos cuando la leían, pero es que no puede ser de otra manera cuando se trata de amigos y de familiares que conversan sobre la vida, sobre la muerte, sobre la angustia y la depresión, sobre el amor y la amistad, y sobre la búsqueda de la santidad. Lejos está en esta novela la imagen, casi mitificada en cierta gente del mundo tradicionalista, de un católico que no sufre por los problemas del alma y que lleva una vida casi seráfica de piedad, mortificación y de pequeños pecados infantiles. Los santos así son muy pocos, y la mayoría de nosotros arrastra una vida llena de pecados más y menos graves, y faltas que nos llevan una y otra vez a caer y a volver a ponernos de pie movidos por la Gracia, por el deseo de agradar a Dios y de servirle con todos los talentos e incluso, con las muchas carencias que poseemos. Lleva toda una vida aprender no solo a conocerse a uno mismo y a aceptarse con las debilidades que Dios permite que tengamos para las superemos con Su ayuda, sino que también a tener la capacidad de saber que los demás, al igual que nosotros en mayor o menor medida, tienen sus debilidades y caídas, y que podemos ayudarlos a superarlas con la Caridad que viene de Dios. El objetivo es salvar el alma y ayudar a que los demás puedan salvar la suya, de modo que muchas veces somos instrumentos de la Providencia para colaborar con el plan de salvación. Así es, en resumidas cuentas, la vida de Mateo en esta novela y puede que les resulte un poco repetitiva en algunos temas y que, además, el personaje de Mateo se muestre un tanto insufrible con su porfía, con sus estados anímicos y, en definitiva, con su personalidad....en fin, no puedo estar haciéndole una peor publicidad a mi novela. Ahora bien, si a pesar de todas estas advertencias, y movidos también por la curiosidad, les interesa leerla de todas formas la encuentran en formato Kindle y en libro impreso de tapa blanda aquí.  ¿El precio? Considere que el librito posee 404 páginas y, como es lógico, tiene un costo de impresión para Amazon. Así que tuve que gravarla con el valor mínimo que pide esta empresa y con unos pocos centavos para la autora. Ojalá la disfruten tanto como yo disfruté creando a mis personajes.

Recuerde que puede leer en Marchando Religión estos mismos artículos y muchos más.

lunes, 24 de septiembre de 2018

No poseemos nada, Mateo, pero lo poseemos todo

                         “Debemos decir a los que se nos acercan que deben pasar por alto las consecuencias, olvidar al padre y a la madre y las perspectivas mundanas, que lo único que es capaz de hacer el intelecto, la voluntad y las emociones es preparar un camino para que Dios viaje por él (un alma a la que Dios le agrade visitar); deben orar y orar más, y por último, orar; pues esa fe es un don moral, otorgado igualmente a sabios y a tontos; ofrecido no a los que, como dice Tomás de Kempis, pueden discutir eruditamente sobre la Trinidad, sino a los que aman a Dios; no al que puede definir la contrición, sino al que la siente.”
R.H. Benson, Un libro de Ensayos. 

          Hoy, ya pasadas las fiestas patrias, que este año fueron cinco días de cuecas, empanadas, ramadas, borrachines, unas inesperadas y benditas lluvias, y un lamentable número de accidentes de tránsito como es costumbre, ha llegado mi cumpleaños y mi santo el mismo día: Festividad de San Mateo. Y para la ocasión mi Angelito organizó un encuentro familiar en casa. Vinieron mis padres, mis sobrinos, mis cuñados, y mis hermanos, sí, todos mis hermanos, y entre ellos dos que son mi hermano cura y mi hermano ingeniero eléctrico que también vive en el extranjero como el cura, y que se ha transformado en un ferviente defensor de todo lo que yo combato. Tomás, el ingeniero, siempre fue el más liberal de todos nosotros, con una innata tendencia hacia la rebeldía. Hacía bastante tiempo que tanto Cristián, el cura, como Tomás, no coincidían en una reunión familiar porque siempre se andan moviendo por el mundo. 

          Cristian es cura tradicional y pertenece a la Asociación de Sacerdotes Tridentinos (Nota de Beatrice: no googlee esto, porque no lo va a encontrar ya que es un nombre ficticio inventado por esta servidora, de una congregación que me encantaría que existiera, pero que es pure imagination). Una asociación de curas tradicionales que se reunieron con un cardenal inglés que los agrupó para fundar una especie de orden semi eremita, siguiendo la espiritualidad benedictina y que rezan la liturgia tradicional. Vive desde hace un buen tiempo en la Pérfida Albión - ¡ay mis pobres ascendientes ingleses! ¡Cuánto rezo cada día por la conversión de la Gran Bretaña! - en un Manchester industrializado y en medio de ellos hace su apostolado. Mi hermano Cristián se ha transformado en un tipo que tiene como un áurea de eremita o de monje del desierto, guardando las debidas distancias obviamente, porque con todo, aún le queda un largo camino para alcanzar la vía iluminativa. Es poco lo que habla, pero mucho lo que reza e intenta contemplar. Siempre está contento, no se queja por nada, a todo le encuentra gracia...bueno, a todo lo que agrada a Dios por supuesto. Le gusta la pipa lo mismo que cantar viejas canciones del repertorio familiar, juega con mis hijos como uno más de ellos. Es de esos curas con la masculinidad recia de los curas de antes formados en el rigor y en la disciplina, y aunque habla poco, como ya les dije, cuando lo hace sus palabras nos llenan el alma.

Por su parte, Tomás vive en Australia dedicado a las energías renovables y todas esas cosas tecnológicas. Si tuviera que ponerle un mote a mi hermano, diría que es el clásico millenian, pero algo pasado de años. Se adelantó a su época, en un quinquenio. 

 Estoy seguro que muchos de ustedes tienen un familiar que está alejado de la Fe y que sufren por eso, sabrán, por tanto, del dolor que hay en mi alma. No quiero que piensen que mis hermanos son una especie de caricatura familiar porque es la realidad misma. Tampoco quiero que piensen que Tomás es el malo y Cristián es el bueno. En estricto sentido, y si lo vemos a la luz de lo que Dios quiere de nosotros, efectivamente es así, pero vamos...no sé cómo explicarme. No me basta con decir que a pesar de sus errores Tomás es una buena persona, simplemente digo que dentro del mar de errores, faltas y pecados públicos manifiestos posee virtudes humanas, pero esto no basta para llegar al Cielo, y eso es lo que el porfiado de mi hermano menor no entiende y me lleva la contra hasta el punto de que yo ya me rendí. Yo ya le dije todo lo que pienso acerca de su vida de conviviente, de su vida de jolgorio y fiestas, de su alejamiento de la Iglesia y de los Sacramentos, del peligro de su condenación eterna, y un largo etc, etc. Pareciera que mientras más le refriego en la cara su vida disoluta más se encapricha con ella.  Y cuando le hablo sobre esto no lo hago con el afán de hacerle sentir que yo soy un santo y que él es un paria. Cuídese de caer el que está seguro dice el Apóstol. Se lo digo porque le amo y no quiero verle perdido para siempre. Si no le quisiera, me daría lo mismo lo que hiciera con su vida, total, problema suyo, pero lo quiero a pesar de todo sus defectos, y de solo pensar en que puede condenarse eternamente hace que se me revuelva el estómago. En él compruebo aquellas palabras de San Pablo a los Romanos: ‘En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad.  Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles -su poder eterno y su divinidad- se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa:  en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad.  Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios". En un necio se ha convertido mi hermano, en un necio ciego y sordo, obstinado en sus errores. Entonces yo, habiendo ya dicho y hecho todo lo que está a mi alcance para hacerle entender, ahora rezo y me mortifico para que Dios tenga misericordia de su alma y mueva a su corazón y a su mente de vuelta a Él.


El punto es que estuvimos a la hora del té celebrando mi cumpleaños. Tratamos se evitar los temas conflictivos a la hora de comer. Nada peor para la buena salud que enfrascarse en discusiones cuando se está comiendo, porque literalmente se nos echa a perder la sangre y nos enferma. Estuvimos cantando viejas canciones, haciendo recuerdos de nuestra infancia y de las estupideces que se nos ocurrían y que mi pobre madre toleraba con paciencia. Alguna mención hicimos obviamente a lo que pasa en el mundo, en el país y en la Iglesia, pero sin entrar en polémicas. Pasó la tarde y poco a poco mis demás hermanos con sus familias se fueron retirando. Ángeles se fue a descansar a nuestra pieza y mis hijos cada uno en lo suyo. En el living nos quedamos Cristián, Tomás y yo.  Ambos me pidieron que les tocara algo con el violín, y mientras revisaba las partituras para elegir alguna pieza proveché para sacar lo que me estaba torturando, y así Christian tendría también la oportunidad de volver a remecer su alma.  No habíamos tenido en muchos años la ocasión de estar a solas los tres y era el momento ideal. Sería, por mi parte al menos, la última vez que insistiría con él.

- Gracias Tomás por haber venido este año a mi cumpleaños y también te agradezco que hayas venido solo y no con... ¿cómo es que se llama tu "pareja"?

-  Había sido una tarde tan agradable y tenías que ponerte pesado, sabes perfectamente su nombre, pero te gusta la ironía y el sarcasmo - dijo Tomás acomodándose en mi sillón de tal modo que podía decirse que estaba sumergiéndose cómodamente hasta las profundidades del mueble. - No quise venir con Clare para no incomodar a la familia. No puedes negar que me he portado muy decentemente contigo. Fui una seda a la hora del té.

Yo ya había colocado mis partituras en el atril y sostenía mi violín con una mano y en la otra tenía el arco. No tenía intención de tocar por el momento, quería hablar sobre la preocupación que tenía comprimida en mi alma sobre la salvación de mi hermano. Christian estaba cabeceando sobre el sofá, a punto de quedarse dormido, de modo que no me quedó otra que continuar con tan desagradable tema a mí, mientras esperaba que el cura recuperara algo de sueño.

- Sí, noté que estuviste mordiéndote la lengua cuando comentamos sobre los liberales...porque te has convertido en un liberal de tomo y lomo. - mi hermano puso una cara de fastidio impresionante.

-Ya vas a empezar a sermonearme...

- Necesito sacar esto que tengo atragantado. No es lo mismo que te lo diga por correo a decírtelo en persona. Casi nunca vienes a Chile y no tenemos ocasión de vernos muy seguido. Tienes que entender que me angustia tu situación - Tomás tenía en su rostro un rictus que denostaba que se estaba incomodando conmigo - estás viviendo en un pecado público y que...- ahí me interrumpió.

- Sería bueno que te metieras en tus propios asuntos, que vieras tus propios pecados antes de venir a juzgarme. ¿Quieres que te diga un par de cosas? Yo te las voy a decir. A ti te gustaría que yo me casara, que tuviera un lote de hijos como tú, que fuera un tradi y fuera a misa cada domingo a golpearme el pecho en latín. Yo no tengo intenciones de hacer nada de eso y es porque no quiero pasarme la vida arrepentido por haber tomado la decisión de embarcarme en una aventura de la cual no tengo ninguna seguridad. Me basta con verte vivir siempre angustiado porque no sabes si vas a llegar a final mes, angustiado por la responsabilidad de llevar una familia cuando todo está en contra tuya. Yo no tengo esa preocupación ni que darle cuentas a nadie con mi vida. Viajo cuando quiero, voy a los mejores lugares a comer, me visto con la ropa que me agrada, me gusta mi trabajo porque además cumplo con una función social ayudando a gente que en su vida pensó que iba a poder acceder a la electricidad. En fin, la vida es corta y hay que disfrutarla al máximo.

Hizo una pequeña pausa al finalizar sus palabras y antes que yo pudiera replicar a sus argumentos continuó con el asunto religioso.

- En cuanto a la religión, bueno, es un asunto que no me preocupa mayormente. Pasé mucho tiempo reprimiendo lo que naturalmente afloraba en mí por algo de lo cual no tenemos ninguna certeza. Es francamente inhumano, es de una irracionalidad propia de gente enferma que necesita algo en qué creer por miedo a la muerte, a desaparecer, esa obsesión con la idea de trascender los hace buscar la vida después de la muerte renunciando al tiempo presente en el cual hay tanto que descubrir. Tarde o temprano nos vamos a morir, y en unos años más nadie se va a acordar de nosotros, por eso yo vivo la vida que me gusta y trato de sacar de ella el mayor de los provechos.

-  Para que sepas yo no vivo angustiado por llegar a final de mes. Me preocupa, eso sí, hay cuentas que pagar, comida que comprar, pero nunca nos ha faltado nada. Hemos estado a punto de sucumbir, pero Dios nunca nos ha dejado a la deriva. Recuerda lo que dijo nuestro Señor, "buscad primero el Reino de los Cielos y lo demás se os dará por añadidura". Que no puedo darme gustos y placeres, sí, es verdad, pero me da lo mismo. Los placeres pasan, las culpas quedan, y no quiero que por unos momentos de diversión o de placer luego tenga una eternidad de sufrimiento. Estas cosas que a ti te gustan, a mí no me llenan. Podrán durar un rato, pero luego, no hay nada, entonces quieres más y más, y nunca quedas satisfecho.  Yo te pregunto Tomás, ¿Y no te asquea siempre nadar buscando y buscando con qué satisfacer tus impulsos? ¿no te aburres de ti mismo al final el día, de pasarlo bien tú y solo tú?  Tú actúas así porque perdiste la fe, ¿verdad? Él asintió con la cabeza, y me respondió.

- ¿Qué si perdí la fe? Creo que nunca la tuve de veras, sino como algo impuesto por nuestros padres, como una tradición familiar. Un día comencé a cuestionarme muchas cosas, y no cosas como el típico argumento de que la Iglesia no es de origen divino porque está llena de corrupción, o porque es rica y predica la pobreza...no, no, mi despertar a la ceguera (yo no pude menos de sonreír ante tal estupidez) vino por el lado de la razón. Se me hace racionalmente imposible pensar en que haya Dios, porque nadie ha sido capaz de demostrarme su existencia con argumentos racionales. Ahí tienes eso de que lo que no puede explicar el creyente le llama "misterio". No, no, eso no va conmigo. Por otro lado, tienes toda la moral, los mandamientos y los preceptos. Son una carga demasiado grande, es imposible para cualquier ser humano normal cumplir con cada uno de los preceptos que exige esta religión. 

- De cualquier creería lo que me estás diciendo, pero no de ti. Porque no eres un tipo ignorante que nunca ha tenido la posibilidad de estudiar un poco de teología y analizar sus argumentos para probar la existencia de Dios. Porque según deduzco de tus palabras ya ni siquiera crees en Dios. – Mientras acababa de decir esta frase Cristián dio señales de vida. Creo que nunca estuvo dormido, sino solo esperando a que yo me metiera en el tema teológico para intervenir. Porque el asunto de Tomás no iba por el lado de razones filosóficas y teológicas, según creía el cura, sino por el de la Fe, y por eso Cristián desvió la conversación. Sabía que yo me iba a ir por el lado intelectual, y ese no era el punto, no iba a lograr nada desde ahí si quería remecer a Tomás para que al menos quisiera abrirse a la posibilidad de la duda razonable.

- Dime una cosa Tommy - dijo Cristián - ¿hace cuánto que dejaste de rezar? 

- Y ¿cómo sabes que yo no rezo? - dijo Tomás muy serio. Evidentemente que era una broma, me hubiera parecido de alguien realmente desfachatado decir que ya no tiene fe, y luego afirmar que sin embargo aún reza. Cristián le quedó mirando descolocado, no supo qué pensar.

- Cristián, es obvio que una vez más te está tomando el pelo, ¿cierto Tomás? - dije yo, y Tomás sin poder contener la risa, largó una desagradable y desubicada carcajada.  

- Ja,ja,ja, si ustedes dos han planificado esta encerrona cristiana, es mejor que me lo tome con humor. 

- No hemos planificado ninguna encerrona - dijo Cristián con toda calma - supongo que Mateo está preocupado por tu alma al igual que yo, y vio que estando ahora los tres aquí podríamos hablar un poco sobre el asunto. Tommy te hice esa pregunta porque la pérdida de fe que tienes está inseparablemente ligada a tu falta de oración, de eso no me queda la menor duda. 

- Sí, puede ser. Creo que desde el momento en que vi que no sacaba nada con rezar poco a poco la fe se me fue apagando. Me di cuenta que si no rezo, no me pasa nada; si no voy a misa, no me pasa nada, si no me confieso, la vida sigue igual. ¿Para qué complicarse la existencia con tormentos auto infligidos? Somos muy autoflagelantes y serlo nos está privando de ver las potencialidades y los talentos que tenemos. 

- Claro, ya veo. Mira cuando dejas de regar una plantita al principio no se nota, te das cuenta que la planta sigue viva igual y que mejor te ahorras la molestia y el agua. Pero al cabo de un tiempo la planta comienza a morir, y al igual que tu fe, la planta finalmente se muere. Nosotros necesitamos de la oración lo mismo que la planta del agua para fortalecer no solo la Fe, sino además la Esperanza y la Caridad. Y la Fe no pasa por un asunto intelectual como crees. No te puedo obligar a creer en Dios, aunque te lo demuestre racionalmente. Dice por ahí en un libro de R.H. Benson, que el don de Fe no es el resultado de procesos intelectuales, aunque puede ser concedida en respuesta a ellos. Para creer, hay que querer creer. Si la voluntad se cierra a la Verdad, es imposible que el intelecto asienta a Ella. Y, por el contrario, si la voluntad quiere hallar la Verdad, Dios no te la niega, de ahí que Él siempre se revela a las almas de buena voluntad que lo buscan. ¿Has hecho el esfuerzo por buscar a Dios o simplemente te fuiste por el camino más cómodo? Porque indudablemente tenemos que poner de nuestra parte para poder merecer.

- ¿O sea que reconoces que lo que Dios pide en sus mandamientos y preceptos no es cómodo, sino una carga? A mí en verdad no me va ni me viene si Dios existe o no, y todo lo que tiene que ver con Él. Yo vivo mi vida haciendo lo que me da en gana. Si ustedes quieren creer y eso los hace felices, yo respeto su opción, pero yo no me complico. 

- Lo que tú llamas "carga" no es tan difícil de llevar cuando se sabe que se lleva por amor. Nadie niega que vivir como Dios nos manda es difícil. Somos una naturaleza caída y tenemos esta tendencia a dejarnos llevar por el mal. Sin embargo, Cristo nos ayuda a llevarla, y para eso hay que pedirle que nos dé las fuerzas suficientes. No es fácil llevarla solo, hay que dejar que el Señor nos ayude. Yo sé que a ti te gusta disfrutar de la vida, viajar, comer, estar con mujeres, ir a fiestas, comprar ropa de marca, pero te hago la misma pregunta que te hizo Mateo, ¿te llenan esas cosas o siempre estás buscando más y más porque nunca te sacias?

Tomás había cambiado ahora un poco su actitud y su mirada ya no era altanera, sino que se notaba que bajo las cenizas aún ardían unas brasitas de Fe. Estaba con la mirada perdida y yo sabía que el recuerdo de sus antiguos actos de piedad pasaba en esos momentos frente a sus ojos.

- Hay veces en que me asqueo, no les voy a mentir. 

- Es natural que te sientas asqueado. Lo que busca tu alma no está en las criaturas por muy buenas que ellas sean. Me vas a disculpar que me ponga un poco autoreferente. No me has preguntado qué es lo que a mí me llena, pero te lo voy a decir. Cuando estoy en la capilla, en silencio, con las luces apagadas, solo iluminado por la luz del sagrario, me pongo a considerar las heridas de nuestro Señor en la Cruz. Lo veo ahí, sufriente, abandonado por todos, y cierro los ojos y comienzo a repetir las Letanías del Santo Nombre de Jesús, y repito una y otra vez su nombre, Jesús, Jesús mío, ten misericordia de nosotros, Jesús, Hijo de la Virgen María, te misericordia de nosotros - el rostro de Cristián se iba transformando a medida que rezaba las letanías. Su cara se puso roja y hablaba con una enorme pasión repitiendo el nombre de nuestro Señor una y otra vez con los ojos cerrados. El sudor le corría por la sien y tenía los ojos apretados. De pronto se detuvo porque se dio cuenta de que no estaba en su capilla, sino con nosotros, hizo una pequeña pausa, abrió los ojos, nos sonrió y secándose la frente, luego continuó - Bueno, perdonen. Como te decía, repito Su nombre y me imagino alguna de las escenas de los Evangelios y entonces en mi corazón siento como un calorcito bueno, una dulzura en mi alma, que con ninguna cosa creada jamás podré tener. Y quedo en paz, con el corazón inundado del Amor Divino, e inflamado por la Alegría me voy a trabajar en la huerta o en el taller de carpintería, o a donde lo ordene mi superior. Durante el día voy repitiendo el nombre de Dios y de nuestra Señora…nunca dejo de tener a Dios presente durante el día. No podría hacer nada si no lo hiciera. No me soportaría ni a mí mismo ni al prójimo. No te puedes imaginar cómo el Señor es capaz de llenar tu alma, es algo que me es imposible explicar adecuadamente con palabras. 

         Con Tomás nos miramos. Nunca nos había hablado así el cura, ni lo habíamos visto en esta faceta. No pudimos seguir conversando. Estábamos impresionados y hasta diría, asustados un poco. Yo me puse a tocar el violín y mientras lo hacía, escuché a mi hermano Tomás decirle a Cristián que iba a pensar en lo que le había dicho. ¡Qué iba a pensarlo! Puede que no sea una gran cosa, pero para mí fue más que suficiente. 

- Pídele a Dios, Tomás, que te ayude.

- No puedo padre...

- Pídele a Dios que sople las brasas bajo las cenizas, para que la Fe que un día tuviste, vuelva a arder, que el fuego del Amor vuelva a arder en tu alma. Mira a Mateo, mírame a mí, no poseemos nada, pero lo poseemos Todo.

                    RECUERDEN QUE LOS ARTÍCULOS DE BENSONIANS PUEDEN LEERSE AHORA TAMBIÉN EN MARCHANDO RELIGIÓN. SE AGRADECE SU DIFUSIÓN
                                                 http://marchandoreligion.es/

lunes, 23 de abril de 2018

De los relatos de Mateo: La caridad de los más se enfriará.


           Hace algo más de un mes que comenzamos un nuevo año lectivo aquí en la universidad. Se ven caras nuevas en el campus y me da la impresión que, en general, hay más alumnos nuevos que el año pasado no así en mi instituto. En fin, a pesar de la baja en la cantidad de alumnos de primer año mi trabajo como jefe de docencia este primer mes ha sido, como todos los años, muy intenso con el papeleo, los horarios y las dudas de los alumnos nuevos que entran y salen de mi oficina a cada rato. Estuve esta mañana con tanto ajetreo que se me pasó la hora del almuerzo y a eso de las tres de la tarde recién pude ir a engañar a mi pobre estómago que rugía con lamentos de hambre desde el mediodía. Me dirigí entonces, bajo el abrazador sol de estos días, al sucucho de amasandería a donde voy a merendar - para no llamarle almuerzo -  al menos una vez a la semana, y el cual está ubicado a una cuadra de la universidad. A mi mujer no le hace gracia que yo concurra a este local porque lo encuentra poco higiénico y de mal aspecto. Le doy la razón en ambos puntos, pero a pesar de su apariencia el lugar me gusta porque las empanadas son riquísimas, el rincón donde hay un par de mesas tiene una vista espectacular y el dueño es un tipo muy simpático que me deja llevar mi propio bebestible y no tengo que comprarlo ahí. Siempre está lleno de estudiantes hambrientos que se gastan sus monedas en algún pan amasado con jamón y queso o en una empanada frita o de horno.

          Me instalé en la mesita que ocupo siempre, junto a la ventana, esperando a que el dueño del local me llevara mi pedido mientras me tomaba mi bebestible. La amasandería tiene solo unas pocas mesas, unas tres o cuatro, de modo que es el mismo dueño el que las atiende. Finalmente, al cabo de unos minutos me trae mi fragante empanada y mientras la dejaba en la mesa, me metí la mano al bolsillo de mi pantalón para darle una propina. Grande fue mi sorpresa cuando al hacerlo me encontré con una carta, una carta que me había pasado mi ayudante en la mañana y que por trajín de la jornada había olvidado por completo.  Al panadero le entregué una buena propina que agradeció dejando a mi lado un pocillo con pebre.

                                       Resultado de imagen para empanada

 Me quedé pensando en el momento en que Rafael, mi ayudante, me había entregado la carta, y lo había hecho tal como se entrega el testimonio en una carrera de posta en atletismo cuando ya iba él con bastante retraso corriendo a una clase.

- Hola profesor, chao profesor...un hombre, que dijo ser un conocido suyo, le dejó esta carta.

 Olvidada por completo había estado escondida en el fondo del bolsillo de mi pantalón y ahora la tenía en mis manos. El sobre, un tanto arrugado, iba dirigido a mi muy solemnemente: Sr. Ph.Dr. Mateo Mansfield, presente, pero no tenía remitente y a esa altura estaba yo intrigado por completo. ¿Quién podía haberme dejado una carta y no me había esperado sabiendo que mi oficina está siempre abierta y dispuesta para una buena conversación con un café recién molido?  Abrí el sobre y leí lo siguiente:

"Me han comentado de su forma de pensar y de enseñar, por lo que quisiera comentar lo que he visto en la sociedad que vivimos. La plena descortesía, humillaciones, profanaciones e insultos de unos a otros. Ya la gente no se preocupa del otro, de sentir por el prójimo. Prefiere pisotearlo y reírse de él.
Esto es producto de que la mayoría de nuestros pastores se han dedicado a no preocuparse de su rebaño y de la enseñanza de sus Padres. Las jóvenes que usan la sexualidad para obtener cosas o logros (casa, auto, ascensos, dinero, etc) pisoteando al resto. Jefes que abusan de su posición contra sus subordinados. Ladrones que violentan la seguridad de los moradores en sus casas y no temen matar a una persona.

¿Por qué la sociedad ha perdido los valores y principios morales que se requerían para tener una sana convivencia? Ahora solo hay gritos, en vez de conversar. Engañar en vez de ser veraz. Estafar cuando no están satisfechos con su propio dinero. Pisotear al otro, en vez de ser amable con el. Abusar del amor cuando no se debería.

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Nuestros pastores haciendo, algunos, oídos sordos a ciertas situaciones. Cuando deciden actuar, solo lo hacen por una sola vía: el vaticano y no por la otra vía: justicia civil. Deben darse ambas vías.  Personas que cuando van a comulgar, literalmente, arrollan a otras personas para llegar al sacerdote, y este no les reprocha que están frente al objeto más sagrado que existe en el mundo. Abuso y re-abuso de los “ministros de comunión”, que solo deben actuar cuando exista REAL necesidad. ¡Sus manos no están consagradas y tocan el objeto sagrado, y el Sacerdote lo aprueba!

¡El Sagrario apartado del centro de la parroquia o capilla del lugar de donde debería estar! Y nadie (sacerdote incluido) le llame la atención.
¿Cómo cambiaron tanto los Valores de antaño con los “nuevos”?

¿Qué me dirá, Sr. Profesor, de todo esto?"

La releí varias veces.  La carta era un bombardeo de temas salpicados por aquí y por allá. Los primeros haciendo referencia a la sociedad en general y los segundos relativos a la Iglesia.  Por el tipo de pregunta y el lenguaje que usaba de inmediato supe quién era el misterioso personaje epistolar: un atormentado amigo que vive buscando respuestas y que por más que yo me esfuerce en responder parece no quererlas entender. Acude a mí buscando consejo, pensando en que soy una gran eminencia que puede responderlo todo, y no entiende que no soy ningún sabio ni un iluminado y que mi sabiduría (si es que puedo denominarla así) únicamente radica en intentar escuchar y asimilar lo que los grandes maestros, aquellos que nos conducen a la Verdad, han enseñado, y de entre todos estos maestros el único que puede ser llamado con autoridad Maestro. Puedo formular miles de respuestas, llenar cartas y cartas con consejos que casi llegan al borde de convertirse en lugares comunes, puedo citar y citar las SS.EE, palabras de santos y filósofos, pero si su espíritu no está llano a querer que esas palabras se hagan algo concreto en su vida, no saco en limpio absolutamente nada. Palabras perdidas, palabras que se las lleva el viento. El oído, o la vista en este caso, puede estar presto a escuchar o a ver, pero si la voluntad iluminada por la inteligencia no quiere asimilarlo no es mucho lo que sirve dar respuestas.

Terminé mi colación, volví a guardar la carta en el bolsillo y me fui directo a mi oficina a responderla. Suponía que mi amigo estaba realmente interesado en que yo contestara, en la medida de los posible, a sus inquietudes, así que me senté frente a mi notebook y me puse a escribir lo que pensaba acerca de todo este aluvión de interrogantes.

Mi estimado amigo en Cristo:

Creo que son demasiadas cosas las que preguntas que me planteas. Sé que te atormentan porque las sufres a diario y comprendo tu rabia y tu angustia, pero debes – y recalco el debes – elevarte por sobre ellas y buscar paz a tu espíritu. Por el momento te diré lo que pienso acerca de tus cuestionamientos sociales, es decir, de la primera parte de tu misiva. Te quedaré debiendo mi visión acerca de la segunda parte, haré todo lo posible por responder pronto a sabiendas que por el momento estoy colapsado de trabajo.

 Lo que nosotros como católicos estamos soportando es el hedor que viene de un cuerpo podrido. Este cuerpo es la sociedad que se infectó cuando sacó a Dios de su vida. Arrancó de a poco a Dios de su vida dejando la herida abierta sujeta a que en ella entren gérmenes y bacterias, (léase liberalismo entre otros) que la han enfermando aniquilándose poco a poco, yendo contra sí misma producto de su locura, tal como se enferma un cerebro humano cuando las bacterias llegan a la cabeza. Y así han pasado los años y las generaciones y el abandono de Dios y de la práctica religiosa nos tienen a nosotros, ¡pobres de nosotros!, sufriendo esta herida que supura por todos lados y que esperamos de una buena vez reviente y sea curada de cuajo. La sociedad está enferma, el hombre moderno está enfermo porque le falta Dios.  Tanto individual como colectivamente prefiere seguir en este pus, revolcándose en sobre sí mismo haciendo oídos sordos a ese grito en su ser más íntimo que no es otro que el llamado de Dios para que vuelva a Él, a darse cuenta que está mal. Desde que Dios ya no reina en la sociedad, a ésta no le importa agradarlo ni servirlo, ni cumplir con sus mandamientos. Lo que ella haga no tiene ya consecuencias para la eternidad, y sus fines son emanantista y hedonistas, y el desenfreno es total.

Observa, amigo, como el sentido común ha desaparecido y que estamos teniendo que llegar al absurdo de defender lo que antes jamás hubiéramos pensado era necesario defender. El mundo está patas para arriba, eso es obvio. Tenemos que andar cuidándonos de ofender a sensibilidad estúpida de las cabezas termocéfalas que se arrojan el ser la voz de la mayoría.  

Las almas de los hombres están confundidas y eso les trae insatisfacción e inconformismo, entonces para poder llenar ese vacío se arrojan como unos locos a abrazarse a sí mismos buscando el placer y las diversiones que ahora tienen por montones.  La vida está para pasarla bien, ¡qué va! Nos encontramos rodeados de gente que acumula en su interior muchas frustraciones y problemas, y así va acumulando y acumulando esta rabia que tiene que reventar por algún lado y revienta a la primera oportunidad desatando su rabia con el pobre mortal que se cruzó en su camino y que por casualidad le golpeó el auto o le hizo perder el tiempo con un descuido, ejemplos hay por miles. Por consiguiente, como anda alterado, el pobre tipo estresado se desquita con el que se le atravesó y vamos, lo insulta, lo denigra, lo agrede y hasta en algunos casos puede llegar a matarlo. ¡Si te matan por un móvil! ¡te matan porque los miraste feo! Porque el que te molesta es una cosa, un estorbo. No es un prójimo, no es un alter Christus, y como toda caridad viene de Dios, al enfriarse esta ya no nos estamos mirando como criaturas de Dios creadas para amar, conocer y servir a Dios, sino como un desconocido al que me está permitido ofender y humillar. La descortesía, la falta de caballerosidad, el egoísmo, la prepotencia, la falta de empatía, el resentimiento y todo lo que dices son fruto de la falta de la Caridad porque Dios ya no reina en nuestras almas, ni en las familias ni en la sociedad.

 Esa es la radiografía del mundo en el que estamos. ¿Qué podemos hacer nosotros para sobrevivir en esta selva y no pegarnos un tiro, o volvernos locos, o acriminarnos con alguien? Si sufrimos a la sociedad es porque Dios quiere que en medio de el hedor seamos luz y combatamos. No creas que voy a sentarme contigo a lamentarme por lo que te pasa con la gente, no, no voy a animar tu desconsuelo para llorar juntos, sino que voy a animarte a combatir y a ser uno de los que lleve la antorcha de la Fe. Dice el cardenal Newman que el combate es señal genuina de un cristiano. El combate no solo contra el demonio y la carne, sino contra el mundo. No somos del mundo y debemos procurar salvar nuestra alma con los medios que Dios no da. Esto es para valientes y para hombres con coraje, como aquellos pequeños hobbits que demostraron tenerlo más que nadie frente a las puertas de Mordor. Se combate al mundo con firmeza, pero con caridad, siendo lo que somos, verdaderos hijos de Dios. Donde Dios me ha colocado, contra todas las pruebas a la que a diario somos sometidos, ahí tenemos que estar de pie con nuestras armas espirituales llevando la Bandera del Rey.

 Estás lleno de cuestionamientos, está bien, no somos unos seres irracionales incapaces de reflexionar sobre nuestra existencia. Pero todo tiene un límite y el límite es no quedarse exclusivamente con las preguntas. El “Por qué” y el “para qué” a veces terminan por enloquecernos. Las preguntas están ahí, desde que el hombre eligió ponerse en el lugar de Dios y darle la espalda y lamentable (o afortunadamente porque nuestra salvación está más cerca) el misterio de la iniquidad opera con más fuerza hoy, perdemos cada día más, la poca inocencia que nos quedaba. Que no te extrañe que las cosas sean así, desde el momento en que los hombres asesinan a sus propios hijos dentro del vientre de sus madres, cualquier cosa se puede esperar.

 Si algo puedo aconsejarte es a ignorar el mal que viene de nuestros coetáneos. Ya, te doy el punto, los demás nos humillan, nos pisotean, nos maltratan, nos deprecian, somos incomprendidos, perseguidos, tratados injustamente. ¿Y? ¿voy a quedarme dándome pena a mí mismo o levantaré la cabeza, tomaré mi arma y seguiré luchando por ser un ejemplo, tratando de, en medio de los demonios, ser santo? ¿acaso nuestro Señor no sufrió lo mismo? ¿Qué somos nosotros para pedir menos? El sufrimiento espiritual es incluso muchas veces mayor que el físico y es insoportable, pero tiene que ser por algo: nos debe conducir al Cielo. No somos unos resentidos. porque nosotros no podemos serlo si tenemos fe. Nosotros ofrecemos a Dios nuestro dolor y esperamos que sea Él el haga justicia. " No os tengáis por sabios ni volváis a nadie mal por mal; antes procurad obrar bien no sólo ante Dios, sino también ante todos los hombres. Si es posible, cuando esté de vuestra parte, vivid en paz con todos los hombres; no os venguéis, amados míos, mas dad lugar a que pase la ira, porque escrito está: A mí me pertenece la venganza; Yo haré justicia, dice el Señor".  " No te dejes vencer del mal, sino vence el mal con el bien" ( Rom. 12, 16 -21)  No podemos anidar en nuestro corazón odio hacia estas personas que nos hacen sufrir. No los odiamos, los superamos, vamos más allá, seguimos nuestro peregrinaje. Nos apartamos, dentro de lo posible, con nuestro silencioso padecimiento, que debiera ser un alegre padecimiento, y vamos por la vida siendo luz, no dejando de ser lo que somos: amables, educados, pacientes. Estamos siendo ayudados misteriosamente a través de la oración de nuestros hermanos en la fe. Nos asisten los sacramentos y en la Santa Misa encontramos la fuente de salud que sana nuestros corazones heridos.  "Como maltratados, aunque no muertos; como tristes, estando siempre alegres; como necesitados, aunque hemos enriquecido a muchos; como que nada tenemos, y todo lo poseemos...", dice San Pablo.

Por último, y te lo repito: no estés dándole vueltas en tu cabeza a las acciones que se hacen en tu contra. Es el demonio que quiere torturar tu alma y hace que te revuelques una y otra vez pensando en todo lo que la gente te hace sufrir, en lo mala que está la sociedad, eso ya lo sabemos, ¿voy a lamentarme eternamente por eso? No, no se puede vivir así, es una tortura. Cada uno tiene su propia cruz y por Dios que hay gente que lo está pasando mucho peor que nosotros.

Nunca está de más recordar el evangelio del apóstol del cual llevo mi nombre, para que sirva de consuelo y nos prepare el ánimo cuando observemos que lo que ahora sucede se pondrá cada vez peor: “Después os entregarán a la tribulación y os matarán y seréis odiados de todos los pueblos por causa de mi nombre. Entonces se escandalizarán muchos, y mutuamente se traicionarán y se odiarán. Surgirán números falsos profetas, que arrastrarán a muchos al error; y por efecto de los excesos de la iniquidad, la caridad de los más se enfriará. Mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo”. (Mt. 24, 9-13)

Tuyo con afecto,
Mateo Mansfield B.

p.d: Te cuento lo siguiente para que te sirva de consuelo: están a punto de echarme de la universidad, ja,ja,ja ¿no te parece gracioso?. Soy un inadaptado a los nuevos tiempos y creo que, así como voy, pronto tendré que irme a vivir con mi familia como un desterrado a algún pueblo lejano en el sur o en el norte. ¿quizás formar una colonia católica autosustentable? Lo estoy pensando…lo estamos pensando.
p.d. 2: queda pendiente la segunda parte de tus preguntas.

Nota de Beatrice: aunque Mateo es un personaje ficticio recibió de veras esta carta de parte de uno de sus fieles lectores. Agradezco la colaboración de este sincero lector.


viernes, 24 de noviembre de 2017

El dolor, Mateo, no es un sinsentido.


                           "Entonces vuestra duda no consiste en si existe Dios o no, sino que no entendéis por qué permite el sufrimiento...¿Habéis pensado alguna vez en que  no es más que una inevitable consecuencia? Su causa está en que hay partes de un todo que permanecen separadas porque no se pueden juntar...La consecuencia es el sufrimiento. Cuando nos hacemos una herida y tejidos que debían permanecer juntos se separan, sentimos dolor. Cuando dos personas que se aman se separan, sufren, tienen pena...Tal es la consecuencia de la división".
                                                                                                         Louis de Wolh, La luz apacible.

Quien acepta el sufrimiento por amor ha resuelto prácticamente -  y no en abstracto - el problema del dolor.
R.H. Benson

Resultado de imagen para campo dunar concon
          Hoy fui con mi hijo mayor a caminar por las médanos que están enfrente de mi casa. Intento, dentro de lo posible,  salir a pasear a pie con alguno de mis hijos al menos una vez por semana.

      En cuanto él llegó del colegio a la hora de almuerzo y mientras comíamos juntos, noté que estaba especialmente silencioso lo que en él no es normal ya que la mayor parte del tiempo es un chico muy animoso y siempre tiene algún tema de conversación en la mesa convirtiéndose en el alma de la atención para sus hermanos. No quise importunarlo durante la tarde y esperé impaciente a que llegara el atardecer para invitarlo a salir. Entré a su habitación, la que comparte con uno de sus hermanos, y lo encontré recostado en su cama con las manos detrás de la nuca, con los audífonos del teléfono móvil en los oídos y con la mirada perdida en el techo. Le invité a caminar y ante mi insistencia - puesto que estaba sin ánimo para salir a una caminata - partimos bien abrigados porque en la cima del campo dunar, donde sopla fuerte el viento que viene desde el Pacífico, el frío cala los huesos.  Después de alcanzar la cima nos sentamos en el canto del médamo, donde se juntan ambos lados de la montaña de arena. Yo había llevado un par de cervezas para tomarlas mirando el océano. Le ofrecí una a mi hijo y por un buen rato nos quedamos en silencio tomando nuestras bebidas y mirando cómo el sol tocaba el mar en este hermoso atardecer de primavera. Tuve que romper el silencio porque mi hijo Mateo (sí, se llama igual que yo) estaba taciturno.

-  Siempre  tengo la esperanza escuchar un "shhh" cuando el sol toca el mar, o al menos hago el esfuerzo de imaginar el sonido en mi cabeza. ¿No te pasa a ti lo mismo, hijo? - Él se limitó a esbozar una sonrisa y aprovechó para cambiar de posición recostándose de espaldas en la arena. Y entonces, yo volví a la carga para obtener de él alguna pista sobre su silencio.

 - ¿Cómo te ha ido en el hospital Mateo? - le dije. Mi Mateo egresa la próxima semana del colegio y quiere estudiar medicina como mi padre y como mi hermano menor. Para que se vaya haciendo una idea de lo que significa ser médico mi hermano le propuso ir como ayudante una semana a las distintas áreas de un hospital haciendo una especie de pasantía en urgencias, psiquiatría, pabellones quirúrgicos, consultas, etc. Sin embargo, después de estar casi a punto de terminar su semana hospitalaria no nos había contado nada acerca de su prueba. - Supongo que tu nueva experiencia no te habrá hecho cambiar de planes con respecto a tu futuro.

- No, papá, es solo que estoy impactado por lo que he visto en el hospital. Desde fuera jamás me imaginé lo que ahí ocurre y me ha hecho pensar en algunas cosas. Me quedaron en la retina imágenes que no dejan de darme vueltas y vueltas en la cabeza.

- Pero ¿sigues con la idea de estudiar medicina.?

- Eso no ha variado. A diferencia de algunos de mis amigos que quieren ser médicos porque se harán ricos, yo quiero estudiar medicina porque me satisface ver que la gente sane gracias a mis cuidados. Veo al abuelo la dedicación que pone en su trabajo, el amor con que lo hace y eso siempre me inspiró, lo mismo que mi tío Sean.  Es solo que... - y volvió a guardar silencio y a suspirar sonoramente.

- Continua Mateo por favor, ¿es solo que?

- Es solo que no sé si seré capaz de soportar ver sufrir a la gente o si, por el contrario, me volveré con el tiempo un insensible, con una coraza que me va a convertir en un tipo incapaz de ponerse en los zapatos de mis pacientes. - Se volvió a sentar y mirando a la lejos me hizo la misma pregunta que viene haciéndose el hombre desde que nos convertimos en naturaleza caída. - Papá, ¿por qué Dios si es tan bueno y nos ama tanto permite que suframos? ¿Por qué permite que pasen cosas tan terribles? ¡Ay papá!, si te contara...hoy fui a psiquiatría, a la urgencia de psiquiatría y vi llegar a un paciente con un ataque de psicosis. Agredía a sus familiares porque creía reales unos insectos que decía le estaban atacando, y ellos no sabían qué hacer con él.. Además se había puesto grosero con ellos y con el personal del hospital. Los gritos eran atroces, y yo veía a  los familiares estresados y confundidos porque no sabían cómo poder ayudarle. Y ahí estaba yo de pie impactado, paralizado, viendo esta escena,  hasta que de pronto el enfermo me vio y en un descuido de los enfermeros se me acercó con no sé que intención. Se paró enfrente mío y comenzó a mirarme como si buscara en mi cara los mismos insectos que decía ver. No alcanzó a tocarme porque me obligaron a irme, pero yo seguí desde lo lejos mirando a este pobre hombre hasta que lo inyectaron un anti-psicótico y lo ingresaron. Tuve que sentarme un rato en el pasillo para salir de la impresión.


 Durante estos días he visto sufrir a niños, a ancianos y a gente joven de muchos dolores físicos, pero nunca me había tocado ver sufrir a alguien con una enfermedad de la mente y no puedo sacar de mi cabeza sus palabras, sus gritos, lo perdido que estaba de la realidad y lo doloroso que fue ver a su familia quedar con el alma abatida. ¡Me hubiera gustado tanto poder ayudarle de alguna manera!, pero no pude y no soporto ver sufrir a las personas si no soy capaz de hacer algo para confortarlas. ¿Por qué papá, por qué Dios permite tanta miseria? - En ese momento me dieron unas ganas enormes de llamar a mi hermano menor para agradecerle el haber llevado a Mateo a tener esta experiencia. Me pareció fantástico que mi hijo adolescente tuviera la ocasión de toparse cara a cara con gente que lo está pasando muy mal porque niños como los míos viven en una verdadera burbuja, muy protegidos y están bastante desconectados de la realidad que a diario sufren otras personas.

- El problema del sufrimiento es un misterio para todos, y muchos al igual que tú, nos lo hemos preguntado. Creo que es la gran pregunta que el hombre siempre se ha hecho y es uno de los argumentos que aducen para decir que Dios no existe, o que si existe es como un gran sádico que se goza de nuestros padecimientos.

- Y es comprensible que lo piensen porque el dolor es un sinsentido.

-No, no lo es, y voy a tratar de explicarte porqué.

- Me podrás dar una cátedra sobre el dolor, papá, pero una cosa es padecerlo y otra es estar tranquilamente hablando sobre él sentado con una cerveza en la mano mirando el mar. - me lo dijo con un tono bastante sarcástico y comprendí que su experiencia con el paciente psicótico lo había de veras afectado mucho.

- Es cierto, es fácil hablar cuando no estás sufriendo, pero tarde o temprano sufriremos y en el momento de padecerlo es necesario acordarse de lo que hemos pensado cuando estuvimos bien, de este modo podrás encausar el dolor y le encontrarás un fin. Cuando C.S Lewis escribió el Problema del Dolor lo hizo desde un punto meramente filosófico y teológico. Luego tuvo que sufrirlo personalmente cuando perdió a su esposa y ahí el mundo se le vino abajo. Después de sufrir la pérdida, de haber pasado por una noche oscura, él reflexiona sobre lo que le estaba pasando, busca las respuestas a este sufrimiento y entonces escribe Una Pena Observada, donde por el camino de la experiencia del sufrimiento llega a la misma conclusión que en su primer libro. Pero en fin, creo que son dos las preguntas sobre el dolor, ¿cuáles crees tú que sean?

- ¿Por qué existe el dolor? ¿Por qué Dios lo permite?

- Sí, me dijiste dos, pero en el fondo es una la que has preguntado. Una es el porqué y la otra el para qué, y son  preguntas con dos respuestas que se complementan. Tendemos a confundirlas, pero son diferentes. - justo en ese momento el viento levantó un remolino que nos hizo cubrirnos el rostro para no quedar con los ojos llenos de arena. El torbellino pasó sobre nosotros y cuando ya se había alejado, Mateo se levantó de su puesto y se acercó un poco más a mí con las manos cruzadas en las rodillas y el mentón sobre las mismas. Es el vivo retrato de su madre - pensé - tiene su misma mirada y su mismo cabello castaño.

- Yo no veo la distinción - me dijo después de un instante retomando la conversación - se confunden porque las dos van a las causas ¿o no?

-  Una pregunta por la causa y la otra por el fin.

- Me gustaría que no me respondieras como si estuvieras dando tus clases. Si puedes darme una respuesta simple a esto, papá, te lo agradecía mucho. Sé que es complicado y no ha de tener una respuesta fácil, si es que de verdad hay una respuesta.  Siento que me estoy volviendo loco con todo este asunto. Estando una tarde y una noche en urgencias viendo llegar cada caso, hizo que mi imaginación se quedara corta... ¿Cómo poder sacar de mi mente esos sonidos, esas imágenes? Durante toda esta semana lo único que he estado haciendo es dándole vueltas y vueltas a lo visto y oído y he comenzado a darme una única y fatal respuesta: injusticia. ¿Por qué hay gente buena y tranquila que está ahí postrada en una cama de una sala común, haciendo sus necesidades cómo puede con gran dificultad, mientras que otros, gente perversa, anda por ahí por el mundo haciendo de las suyas, haciendo sufrir a otros? - Comprenda, querido lector, que hablo con un chico de dieciocho años y que es normal que se haga estas preguntas. El cliché de "la gente buena que sufre" en este caso no era un mero cliché, sino que le estaba afectando de veras y muy profundamente.

- Mateo, hijito, el dolor desde el punto de vista meramente intelectual es un sinsentido - él me miró sorprendido con sus grandes ojos verdes completamente confundido ya que no esperaba de mí una respuesta como la que le estaba dando - Sí, porque la primera pregunta no te la puedo resolver simplemente dándote una explicación racional, porque no la tiene, y las posibles respuestas que se han dado a través del tiempo no son suficientes y no logran explicar esta aporía. Es casi imposible explicarle a un ateo o a un agnóstico que entienda porqué sufrimos, de ahí que las sociedades que han arrancado a Dios de su vida política comiencen a aprobar leyes como la eutanasia, porque no le ven sentido a tener a una persona sufriendo terriblemente. No logran entender porque para ellos la vida comienza y termina aquí, no hay esperanza, no hay salvación ni condenación, no hay nada, el dolor es un mal en sí. Pero  nosotros, católicos, por la fe que profesamos, y que nos ha sido revelada por el mismo Dios, sabemos que sufrimos porque el pecado provocó en nuestra naturaleza una ruptura, una división y cualquier división produce dolor. Cuando por el pecado el alma se separa de la Fuente de la vida, viene la muerte. La pérdida de la salud, produce dolor; la pérdida de los que amas, produce dolor; la pérdida de aquello que te causa deleite produce dolor, por tanto, siempre está relacionado con la división, con la experiencia del desgarro. La causa, el por qué que estás buscando, Mateo, está en el pecado. Cuando por un acto libre nos separamos de Dios en el paraíso, y con esta ruptura entró la muerte y el sufrimiento.

- ¿Y seguimos pagando las consecuencias hasta el día de hoy? ¿Cómo le explicas eso a alguien que está viendo sufrir a su hijo recién nacido que no tiene culpa de nada, que es una criatura completamente inocente.?

- Es inocente de sus pecados personales, pero lleva la marca del pecado original y es, al igual que todos nosotros,  naturaleza caída. ¿Cómo te explicas su sufrimiento? Aquí viene la respuesta a la otra pregunta. La respuesta al para qué.  El dolor tiene un para que, tiene un enorme sentido para nosotros  los cristianos que queremos imitar al Maestro. Porque Cristo siendo inocente tuvo que cargar el peso de nuestros pecados, y lo hizo por amor, para poder restaurar la ruptura, para unir lo que se había desgarrado por el pecado y a reconciliar al hombre con Dios. Así, Mateo, del mismo modo nosotros estamos unidos a la cruz para, como dice San Pablo, completar en nuestra carne lo que falta de la pasión.   - Mi hijo se agarraba la cabeza y yo notaba que estaba muy inquieto. Quizás mis argumentos no le hacían sentido, pensé, y si no le hacen sentido es porque hay algo en él que se está rebelando o su fe está siendo fuertemente probada. Le pregunté acerca de si se sentía molesto con lo que le estaba diciendo y él me respondió que él estaba consciente de que lo que yo decía era cierto y creía en ello, pero que de todas maneras el sufrimiento le chocaba y sobretodo, cuando venía sufrir a la gente que amaba o la que le tocaba atender. ¿Cómo podría darle respuesta a estos enfermos que no le ven sentido alguno?

- Tienes una tremenda oportunidad de hacer que tus futuros pacientes puedan darle un sentido a su sufrimiento, ¿lo sabes verdad? - No me dijo nada, sólo frunció el ceño y miró el sol que ya estaba a punto de desaparecer de nuestra vista. - Podrás con tus cuidados y palabras enseñarles a esos sufrientes que su padecimiento no es en vano y que si voluntariamente lo ofrecen a Dios estarán siendo merecedores de un enorme premio que jamás les podrá ser arrebatado. Les enseñarás que pueden unir su sufrimiento al de Cristo en la cruz.  Sacrificarse, renunciar voluntariamente por amor a Dios y por amor a los pecadores tiene un gran mérito ante los ojos de Dios. Sufrir por amor, ¿dime si no estarías dispuesto a hacer lo que sea, incluso a costa de tu propia vida, por amor? Si amas a Dios estarás dispuesto al sacrificio y a la renuncia. Los hombres seguimos pecando día a día y el dolor es una buena manera de poder ofrecer a Dios lo que sufrimos para de alguna manera reparar el daño que hacemos, salvarnos a nosotros mismos y colaborar en la salvación de otras almas. Este es el para qué Mateo, este es el sentido.

-Pero es algo que me cuesta mucho asimilar y poder transmitir, y hacerlo yo mismo por supuesto. Y además la mayoría de las personas ahora no cree en lo que me estás diciendo. Qué les voy a venir a hablar de los méritos del dolor para su bien espiritual si no creen e nada.- me dijo Mateo con algo de impaciencia en su voz.

- Predica con el ejemplo y poco a poco háblales del sentido de su sufrimiento. Pero primero consuela su dolor, alivia su sufrimiento. Por supuesto que no es fácil ofrecer el dolor a Dios, pero nadie que quiera ir al cielo puede ir por el camino fácil, requiere de querer hacerlo y de que Dios te otorgue la fortaleza y la perseverancia hasta el final, cosa que hay que estar siempre pidiendo. Y retomo la idea, hijo, el para qué es tanto para el que sufre, ya que con ello es capaz de lograr la remisión de sus faltas propias y de aquellas almas que más lo necesitan, pero también tiene un propósito para quienes acompañan a la persona que sufre. - Entonces Mateo comenzó a reírse, y yo le miré extrañado.

-Ja,ja,ja, eres el rey de las distinciones...según esto, según lo otro. El porqué y el para qué, el para qué del que  sufre, el para qué del ve al que sufre. Vuelves loco a cualquiera con tantas diferenciaciones. - yo le di un pequeño golpe en el hombro y noté que estaba ahora un poco menos tenso.

- En la vida hay que hacer muchas distinciones para no caer en  absolutismos y en falacias...en la vida y en lenguaje, es fundamental. Si pusiésemos más atención en hacer las debidas distinciones habría muchos menos mal entendidos. Cuando hablamos bajo distintos supuestos es cuando se producen los desencuentros. Bueno, te decía sobre aquellas personas que acompañan al que está sufriendo, y que de alguna manera también sufren. Ver sufrir a quien amas o por el que tienes alguna clase de afecto creo que es una de las situaciones más duras por las que alguien puede pasar, porque el dolor espiritual es peor que el dolor físico, y mientras más lo racionalizas y te centras en él, más duele. El dolor de ver a un cercano sufrir hace que el alma se compadezca, y la compasión está movida por el amor. El dolor mueve al amor, por eso te decía que para ti es una gran oportunidad. No debes quedarte paralizado frente al dolor. Muchos empuñan la mano y la levantan contra el Cielo porque no son capaces de ver que el dolor es capaz de redimir. El sufriente es otro Cristo que está esperando a que tú le ayudes y le ofrezcas lo mejor de ti.

                                  Resultado de imagen para musica para los enfermos

- ¿Practico la caridad  para hacerme sentir mejor a costa del sufrimiento ajeno? Me parece muy poco injusto ¿no?

- Estamos claros que el dolor está presente siempre en esta vida porque somos naturaleza caída. No se trata de dejar abandonado al que sufre por la tontera de decir que no lo vas a ayudar porque eso te hace sentir bien ya que te sientes útil y puedes entregar amor,  y me parece injusto que yo me sienta bien a costa del otro. Obvio que ver sufrir a alguien es doloroso, ver sufrir al que amas es angustiante para ti, pero a su vez cuando el que sufre ve que su dolor es compartido espiritualmente por otro ese dolor es más fácil de sobrellevar, y no al revés. Te lo digo por experiencia. Cuando he estado internado en el hospital y veo a tu madre sufrir, me duele que por mi culpa ella esté padeciendo tristeza y preocupación,  pero a su vez me consuela verla conmigo, sufriendo esta cruz juntos, eso es el amor. Ella tiene la ocasión de practicar la caridad conmigo, de consolarme, de acompañarme y de hacerse sentir querido. Recuerdo que en la Ética, Aristóteles dice que...- ahí me interrumpió de nuevo.

- Ahora me citas a Aristóteles, papá...no tienes remedio.

- Deja que termine y luego si no te parece, me contraargumentas. Buscas respuestas, trato de dártelas  y me largas puros argumentos ad hominen. Aprende a racionalizar.

-Lo siento, no quise ser pesado contigo. Estoy intentando armar en mi mente lo que me estás diciendo y a veces creo que vas más rápido que lo que mi pobre cabeza logra entender.

- Aristóteles decía que en las tristezas consuela la compasión del amigo. Sobrellevar cristianamente el dolor es más fácil cuando tienes a tu lado alguien que te entrega amor y que te habla de que sus padecimiento tienen un sentido. ¿Has llevado tu cello al hospital?

- No, no lo había pensado.

- Entonces pídele a mi hermano que te dé otra semana de práctica, llevas tu instrumento y le interpretas algunas piezas a los pacientes. Estoy seguro que la música les servirá como una excelente distracción y se sentirán mejor. Mucha gente está sola, no tienen quien los visite. Sentarse al lado de un enfermo en silencio y darle tu mano tiene un valor enorme. Sentirse querido y acompañado ayuda a su recuperación.

- Me parece, creo que llevaré el cello  y partiré tocándole  a los pacientes del psiquiátrico.

- Recuerda mirar en sus rostros el de Cristo, lo que hagas por ellos, se lo haces a Él mismo.

           Ya se hacía tarde y el sol se había puesto dando paso a una enorme luna que con su luz plateada alumbraba nuestro camino de vuelta a casa.

- Voy a sacar algo bueno de todo este sufrimiento, papá - me dijo cuando a grandes zancadas descendíamos por la pendiente de arena. -  Gracias por escucharme y por darme algo de luz. Tiendo a resistirme por lo repugnante que me resulta ver la miseria humana, pero también creo todo lo que me dijiste. Sé que hay un Bien mayor por el cual vale la pena pasar por estas pruebas, y te pido que me ayudes a nunca perder esto de vista.