La amistad es una de las vivencias más fuertes y
misteriosas de la vida
humana. Los filósofos materialistas suelen reducir las emociones más sublimes,
como el arte, la religión, el romance, a los instintos puramente carnales de
propagación o conservación de la vida física; pero sus teorías no alcanzan para
explicar las formas de amistad que se dan entre varones, entre mujeres, o entre varón
y mujer. La amistad no es una mera manifestación del sexo, y así David puede decir
a Jonathan: “Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las
mujeres” (2 Sam1, 27); ni es una simpatía derivada necesariamente de
intereses comunes, porque el sabio y el loco pue- den formar una amistad tan fuerte
como puede darse entre dos sabios o dos locos; ni es una relación basada en el
intercambio de ideas, porque las amistades más profundas prosperan mejor en el
silencio que en la conversación. Y así dice Maeterlinck: Ningún hombre es
realmente mi amigo, hasta que no aprendimos a estar juntos en silencio.
humana. Los filósofos materialistas suelen reducir las emociones más sublimes,
como el arte, la religión, el romance, a los instintos puramente carnales de
propagación o conservación de la vida física; pero sus teorías no alcanzan para
explicar las formas de amistad que se dan entre varones, entre mujeres, o entre varón
y mujer. La amistad no es una mera manifestación del sexo, y así David puede decir
a Jonathan: “Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las
mujeres” (2 Sam1, 27); ni es una simpatía derivada necesariamente de
intereses comunes, porque el sabio y el loco pue- den formar una amistad tan fuerte
como puede darse entre dos sabios o dos locos; ni es una relación basada en el
intercambio de ideas, porque las amistades más profundas prosperan mejor en el
silencio que en la conversación. Y así dice Maeterlinck: Ningún hombre es
realmente mi amigo, hasta que no aprendimos a estar juntos en silencio.
Y decimos que es una realidad tan poderosa como misteriosa. Es capaz de
elevarse a un nivel de pasión mayor que el de las relaciones entre los sexos, ya que
es independiente de los elementos físicos necesarios para el amor entre esposo y
esposa. La amistad no busca ganar ni producir nada. Al contrario, puede sacrificarlo
todo. Incluso donde no pareciera haber un motivo sobrenatural, podría reflejar en un
plano natural las características de la caridad divina, incluso más claramente que el
amor matrimonial sacramental. Así, como dice san Pablo, en la amistad también “el
amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se
envanece…no procede con bajeza, no busca su propio interés… El amor todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta…”(I Cor.13, 4-7). Por eso,
aunque puede prescindir de la sexualidad, la amistad podría ser la sal del
matrimonio perfecto. La amistad es uno los aspectos supremos de la experiencia
humana, como el arte, como lo fuera la caballería, incluso como la religión, y no es
cierta- mente el menos noble.
Por otro lado, casi no hay una experiencia más
sujeta a la desilusión. Puede
endiosar bestias, y decepcionarse al encontrar que son humanas. No hay peor
amargura en esta vida que cuando un amigo nos falla, o cuando le fallamos a él.
Aunque la amistad tiene en sí misma un cierto aire de eternidad, que aparenta
trascender todos los límites naturales, no hay emoción tan a merced del tiempo.
Somos capaces de forjar una amistad, pero podemos crecer fuera de ella, y estamos
continuamente haciendo nuevos amigos. Como puede ocurrirnos en la religión, en la
que progresamos en el conocimiento del verdadero Dios mientras vamos formando
imágenes e ideas inadecuadas de la divinidad, que en su momento adoramos,
pero que vamos cambiando por otras. Mientras estamos en la infancia vamos
descartando cosas infantiles.
endiosar bestias, y decepcionarse al encontrar que son humanas. No hay peor
amargura en esta vida que cuando un amigo nos falla, o cuando le fallamos a él.
Aunque la amistad tiene en sí misma un cierto aire de eternidad, que aparenta
trascender todos los límites naturales, no hay emoción tan a merced del tiempo.
Somos capaces de forjar una amistad, pero podemos crecer fuera de ella, y estamos
continuamente haciendo nuevos amigos. Como puede ocurrirnos en la religión, en la
que progresamos en el conocimiento del verdadero Dios mientras vamos formando
imágenes e ideas inadecuadas de la divinidad, que en su momento adoramos,
pero que vamos cambiando por otras. Mientras estamos en la infancia vamos
descartando cosas infantiles.
La amistad es una de las
pasiones más sublimes, de esas que se alimentan
de las
cosas terrenales, pero que son continuamente insatisfechas con ellas. Pasiones que
nunca se consumen, pasiones que hacen historia, que miran siempre hacia el
futuro y no hacia el pasado. Pero la amistad es una pasión que, tal vez sobre todas
las demás, ya que no se agota en elementos terrenales, apunta a la eternidad para su
satisfacción y al amor divino para responder de sus necesidades humanas. No hay
sino una explicación inteligible para los deseos que genera y que nunca cumple; hay
una amistad Suprema a la que apunta toda amistad humana; un Amigo Ideal en el
que encontramos de un modo perfecto y completo aquello que buscamos entre
sombras en los rostros de nuestros amores humanos.
La Amistad de Cristo, R.H. Benson, traducción de Jorge Benson, Buenos Aires, 2012.
cosas terrenales, pero que son continuamente insatisfechas con ellas. Pasiones que
nunca se consumen, pasiones que hacen historia, que miran siempre hacia el
futuro y no hacia el pasado. Pero la amistad es una pasión que, tal vez sobre todas
las demás, ya que no se agota en elementos terrenales, apunta a la eternidad para su
satisfacción y al amor divino para responder de sus necesidades humanas. No hay
sino una explicación inteligible para los deseos que genera y que nunca cumple; hay
una amistad Suprema a la que apunta toda amistad humana; un Amigo Ideal en el
que encontramos de un modo perfecto y completo aquello que buscamos entre
sombras en los rostros de nuestros amores humanos.
La Amistad de Cristo, R.H. Benson, traducción de Jorge Benson, Buenos Aires, 2012.
Impresionante, ¿verdad? A la altura (y aún más alto) que el "De Amicitia" de Cicerón.
ResponderEliminarCada vez que leo y releo capítulos de este que es, sin dudas, uno de los mejores libros de espiritualidad que hay, encuentro una enseñanza y un consuelo. Y para mí que soy media obsesiva con el tema de la amistad este libro es un deleite espiritual.
ResponderEliminarUn abrazo Sergio,
Beatrice
cuan perdidos estamos.DESDE MADRILONIA.
ResponderEliminarLocos y como ovejas sin pastor...
EliminarSaludo,
Beatrice
Últimos en Cristo apoyamos tu página,
ResponderEliminarGracias por el apoyo
EliminarBeatrice
Realmente me representa. Creo que Mons. Benson define de maravilla lo que siento por mi mejor amigo. Gracias estimada Beatrice.
ResponderEliminarSaludos desde la angosta faja de tierra al sur de sudamérica (y que ahora tiene menos zona económica exclusiva de Mar :P)
Estimado compatriota don Caeremoniarius: Gusto de tenerlo comentando por estos lados. Me alegra que se haya sentido identificado con las palabras de Benson, yo por mi parte sólo he encontrado un amigo así en mi esposo.
EliminarEstamos tristes por lo del fallo, pero nosotros fuimos los tontos.
Si no me equivoco, nos conocemos de allá de Una Voce Casablanca.
Un abrazo,
Beatrice
Parece que así es. Por lo pronto, iré este fin de semana a colaborar con la Misa de la Candelaria.
EliminarMe imagino que debe ser una gran alegría encontrar a un amigo así en su esposo: debe ser sin duda el complemento perfecto.
En mi caso, mi mejor amigo es realmente una gracia de Dios.
Saludos y que esté muy bien.