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viernes, 14 de noviembre de 2014

Mis juveniles "Mes de María"

         

          Cuando era joven - hace ya unos cuantos años - y estaba en el colegio siempre esperaba con ansias la llegada del Mes de María. Esta hermosa devoción se inicia el 8 de Noviembre y finaliza con la Festividad de la Inmaculada Concepción el 8 de Diciembre, y equivale a las festividades marianas del mes de Mayo en el hemisferio norte. Aquí en las tierras australes coincide con la mitad de la primavera y por tanto, con el apogeo de las flores: alelíes, rosas, astroemerias, lirios, y un largo etc; y también coincide con la proximidad del adviento, tiempo que suele ser más de algarabía que de penitencia. El acoso del comercio con los adornos y los regalos navideños no propicia mucho el ambiente penitencial.  En fin, para mí la llegada del mes de María era ocasión de una gran alegría, y aunque hoy también indudablemente lo es, ocurre de distinta manera, pues a medida que crecemos y cambian nuestras circunstancias y nuestras vivencias, celebramos de distinta manera.
           Recuerdo que el inicio del Mes traía los aires de las vacaciones tan esperadas por alguien como yo que sufrí  académicamente hablando el colegio. Cuando estaba en la enseñanza básica en el colegio de monjas ( en el desaparecido Colegio del  Sagrado Corazón de Reñaca) se rezaba el mes en el patio del colegio. Todas nos formábamos en filas por curso  frente a una  enorme imagen de la Mater Admirabilis que ubicaban en lo alto de la gran escalera del patio central y donde Nuestra Señora nos miraba desde lo alto con sus dulces ojos.
        A pesar de que las monjas de esta congregación eran ( y lo son) bien liberales para sus cosas, por lo menos esta tradición se conservaba. Se rezaba y se cantaba a la Virgen y cada curso ofrecía de acuerdo a la organización del calendario, flores mientras se cantaba el Venid y vamos todos. Ahí aprendí a rezar las dos oraciones del padre Vergara: la oración inicial y la oración final, repetida en esos años de infancia tal vez como el loro, pero que de todas formas nunca más se me olvidaron.

La antigua capilla de los SS.CC de Viña del Mar
          Posteriormente en la enseñanza media, y si no me equivoco en los dos últimos años de colegio, mi fe comenzó a madurar y ya no me bastó con el rezo en el patio del colegio. No podía ser que nos contentáramos sólo con rezar las oraciones del Mes y no tuviéramos misa. Comenzaba ya a aflorar en mí esta cosa de profundizar un poco más la fe y pedí permiso a la inspectora para poder llegar un poco más tarde al colegio durante ese mes, pues comencé a asistir a la Misa diaria del mes de María que se oficiaba en la desaparecida ( ¡uf! ¡también desaparecida!), pero muy bien recordada, añorada y querida capilla de los SS.CC (padres franceses, otros liberales más) de Viña del Mar. Ahí se juntaban los que ahora somos unos cuarentores y que por esos años éramos jóvenes  en la misa que comenzaba a las 7:20 si mal no recuerdo. La capilla de los Padres se llenaba con jóvenes de los ss.cc, con niñas del Saint Margaret, de las Monjas Francesas y entre todos estos colegios, yo era la única de las Monjas Inglesas, como se le llamaba a mi colegio. Salía temprano de mi casa y me iba caminando hasta la capilla de los padres franceses, y este trayecto a esas horas de la mañana me fascinada. Mi ciudad natal en las mañanas era una maravilla es esta época: el canto de los zorzales, el olor de las flores, ese agradable frío matinal y la paz y el silencio de una ciudad que recién comenzaba a funcionar.
         Nunca olvidaré esas misas, que aunque novus ordo, eran dichas con devoción y yo intentaba poner la mejor intención para que las palabras de la oración inicial y final se pusieran en práctica.     Después que terminaba la misa, tomada una micro y me iba a Reñaca.  Estaba feliz, con el alma completamente en paz...y además sabiendo que ya faltaba poco para que la "tortura" colegial terminara.
         Hoy, pasados ya unos veinte y tantos años, sigo rezando el Mes de María. Ahora en casa, con el marido y con los hijos en nuestra capilla frente a una hermosa imagen que adquirimos recién. Mis niños aprenden la oración de boca de sus padres y al igual que yo cuando chica, tal vez la repiten medio como el loro, pero no me cabe duda que esta devoción hecha en familia, rezada con sus padres y hermanos los va a marcar para siempre, tal como a mí me marcó la que recé en el colegio. Es bueno y provechoso rezar en familia. Familia que reza unida permanece unida, decía un rosario que tenía mi abuela, de esos que brillan en la oscuridad. Es bueno aprovechar este mes que dedicamos a María, para hacer una pausa en nuestros alborotados días de fin de año. Dejar de lado un poco el computador, el celular, las pruebas finales y juntarse a rezar en familia un ratito. Sabemos de sobra que la Iglesia está navegando por aguas turbulentas, sabemos que el mal está ahí latente en cada esquina, que nuestra patria ahora quiere "madurar" a los ojos del mundo- sin- Dios y dárselas de "grande" promulgando leyes perversas como el aborto terapéutico, y más luego de lo que pensamos tendremos la ley del matrimonio homosexual (pues ya ganaron la primera batalla al aprobar el acuerdo de vida en pareja) y que nuestra oración puede frenar estas iniciativas, junto con alzar la voz y dar testimonio de vida cristiana, a pesar de nuestras falencias y pecados. Cada día que pasa me doy más cuenta que necesitamos tener nuestra pequeña Iglesia doméstica para meditar y contemplar a Dios en medio del mundo.
          Las familias católicas deben estar más unidas que nunca y sabemos que la oración puede no solamente unirla más, sino que es grata a los ojos de Dios. Aprovechemos este mes entonces para rezar juntos.

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