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miércoles, 30 de octubre de 2013

El momento de la muerte, por Mgn. Ronald Knox


          ¡Con cuánta facilidad concedemos a un amigo nuestro que acaba de morir el beneficio de la duda! “Descansa en paz”, decimos, o “Dios habrá acogido su alma”, o “Ahora tendrá su recompensa”. Hay una duda, desde luego; lo sabemos; lo admitimos. Pero, a menos que tengamos poderosísimas razones para pensar lo contrario, el instinto nos dice que ese amigo nuestro es o será feliz pronto, mientras que el instinto pagano daba por supuesto que sería desgraciado. ¿A qué se debe esto? ¿Cuál es la causa de tal cambio de actitud?

         La diferencia, a mi juicio, es simplemente esta: que los paganos consideran que la felicidad en el otro mundo dependía exclusivamente de los méritos que el difunto hubiese acumulado en esta vida, mientras que nuestra esperanza en una gloria eterna no reposa solo en nuestros propios méritos, ¡qué poca cosa tendríamos! ¡Qué vacías estarían nuestras manos sin la gracia divina! ¿Cuántas personas conoces de las que podrías decir con certeza que han hecho más bien que mal?¿Qué dirías si, en este mismo momento, tuvieras que comparecer ante el Tribunal de Dios y se te preguntara qué alegas para ir al Cielo, y yo también? No por el bien que hayamos hecho, no por servicio que podamos haber prestado a la Iglesia de Dios, sino, simplemente, por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra amistad con Él.

        Precisamente porque nuestra esperanza de ir al Cielo y, por tanto, de no ir al Infierno, está basada en esa relación personal, pienso que deberíamos ser capaces de considerar el  tema de la otra vida sin olvidar lo que os he repetido tantas veces: la necesidad de tener una religión personal. Quizá este punto de vista te sorprenda; estamos tan acostumbrados a pensar en los horrores del Infierno como una forma saludable de despertar nuestra conciencia, que tal vez supongas que al hablarte de religión personal voy a prescindir del Infierno. Nada de eso; verdad es que si procuramos ser amigos de Dios no debemos pensar demasiado en los castigos que tiene preparados para los pecadores impenitentes, aunque esos castigos sean capaces de poner los pelos de punta a cualquier cristiano que no haya perdido la Fe; ahora bien, hay otro aspecto del Infierno que, si bien no significa gran cosa para los pecadores empedernidos, importa mucho, muchísimo, a los que aman a Dios. Ese aspecto es que, en el Infierno, no se ve a Dios, se permanece apartado de Él por toda la eternidad. Por eso, al hablar de la otra vida, de lo que nos espera después de la muerte, seguiré haciendo hincapié en la idea de vivir una religión personal, de la necesidad de cultivar la amistad con Dios.

          Supón que estás en el lecho de muerte y que no has perdido tus facultades mentales. Viene el sacerdote y escucha tu confesión; le cuentas dos o tres cosas de tu vida pasada porque piensas que no estás suficientemente arrepentido de ellas, y mientras llega el último momento, sigues pensando en tus faltas y pecados; recuerdas no solo lo malo que has hecho, sino lo mucho bueno que has dejado de hacer. Ves, sin necesidad de descender a detalles, lo poca cosa que eres, lo poco que has sido capaz de imitar y seguir a Jesucristo, tu Amigo. Y piensas: ¡Qué distinto hubiera sido todo si hubiese sido más consciente de su presencia a mi lado, si hubiese vivido siempre de cara a Él! Y mientras piensas eso, te sobreviene un estremecimiento, te falta aire, suspiras y notas como si el cuerpo ya no te perteneciera. Luego, de repente, te encuentras en la presencia de Dios. Eso es la muerte.

         Dios está frente a ti, muy cerca de ti. Ya lo estaba mientras vivías en este mundo, pero ahora, por primera vez, eres consciente de su presencia con absoluta evidencia y claridad. Y al cobrar esa conciencia evidente de su presencia, eres consciente también, plenamente consciente, de tus pecados y de tu pequeñez. ¿No te ha ocurrido alguna vez, estando solo en un cuarto, que alguien entre sin darte cuenta y te sorprenda hablando en voz alta o haciendo algo que no debías hacer? ¿Verdad que se siente como un inevitable sobresalto? Pues bien, ese sobresalto no es nada comparado con lo que sentiremos cuando comparezcamos ante Dios en nuestro juicio Particular. Nos daremos cuenta, de repente, que Dios acaba de entrar; mejor dicho: que siempre había estado allí, a nuestro lado, y no habíamos reparado en Él. Algo así como lo que le ocurrió al centinela que se quedó dormido durante una guardia y al despertarse se encontró con que Napoleón en persona montaba guardia por él.

          Y, al darnos cuenta de que Dios estaba allí, a nuestro lado, comprenderemos también que nos hemos comportado muchas veces como si no estuviera. Comprobaremos que, aunque queríamos ser sus amigos, a menudo, le hemos vuelto la espalda, hemos despreciado su gracia y hecho oídos sordos a sus consejos. Y no solo eso: sabremos también, a ciencia cierta, que Él sufría, porque nos amaba. Nos sentiremos como San Pedro en el patio del Palacio del Sumo Pontífice, cuando el Señor se volvió y le miró después de que Pedro, por tercera vez, negara conocerle. Una mirada de reproche en los ojos d ese Amigo que tanto nos ama y al que tan mal hemos correspondido: eso será nuestro juicio; eso será suficiente para desear ir al Purgatorio para reparar y volver purificado ante su divina presencia. Ahora bien, supón por un momento que Dios te mira con amor, pero luego aparta la vista de tu rostro y se aleja; que tú te das cuenta de que eres absolutamente indigno de ver su rostro y que permanecerás apartado de Dios por toda la eternidad. ¿No es eso el Infierno, la condenación eterna?

         Hubo una vez un hombre ciego de nacimiento que quiso saber cómo eran los colores. Sus amigos trataron de explicárselos y empezaron por el rojo. Al terminar su prolija explicación, el ciego dijo: “Si, creo que lo he comprendido. Algo así como el sonido de la trompeta”…Algo parecido nos ocurre a nosotros cuando alguien trata de explicarnos cómo será la vida en el otro mundo. Hablar de arpas y de prados floridos o de pozos profundos llenos de pez ardiente y de serpientes es algo parecido a comparar el color rojo con el sonido de una trompeta. Y es que carecemos de un órgano apropiado para captar la realidad de la otra vida; además, nuestra imaginación es limitada.

         Pero hay otra razón que hace este tema difícilmente comprensible: no somos lo suficientemente santos para ver la gloria del Cielo o los horrores del Infierno con sus verdaderos colores. El pecado, nuestros pecados, nos impiden comprender lo que la santidad significa.

         Recuerdo un chiste – bastante irreverente por cierto – que cuenta cómo dos gánsteres de Chicago murieron al mismo tiempo y fueron al Infierno. Al poco de llegar allí uno de ellos se acercó al otro sonriendo, y le dijo: “El Cielo es mejor que Chicago, ¿no es cierto?”. A lo que el otro respondió: “Sí, pero esto no es el Cielo”.

         Todo depende del punto de partida. Y el punto de partida es un mundo imperfecto habitado por naturalezas caídas. Por eso no nos es nada fácil apreciar el “aroma”, por decirlo así, de una existencia en la que la Justicia y la Misericordia divina resplandecen.

         Así pues, no trataré de sugeriros ningún tipo de representación sensible, ni siquiera las habituales de arpas y serpientes, ya que son solo metáforas que no superan las experiencias terrenas. Lo único que cabe hacer es esforzarse en pensar en las mejores y en las peores experiencias que hayamos tenido en nuestra vida, en nuestras mayores alegrías y en nuestras más profundas penas, y tratar de potenciarlas, multiplicarlas hasta el infinito, de tal forma que nos sugieran algo de lo que nos espera al traspasar las fronteras de la muerte: una felicidad inmensa, si somos fieles, o una pena eterna.
 
                                                        Ronald A. Knox, Retiro para gente joven

 

martes, 29 de octubre de 2013

La virtud de la afabilidad

         Publiqué hace unos días un post que generó en algunos comentaristas cierta molestia, pues creyeron ver en mis palabras algo que no es verdad o que se mal interpretó. Mi post apuntaba a que no podemos caer en la soberbia ni el fariseísmo al creernos mejores que los demás por el hecho de haber sido bendecidos por conocer la verdad. Conocer la verdad, conlleva a vivir conforme a ella según nuestro estado de vida. Seremos mejores en la medida en que pongamos en práctica aquello en lo cual creemos y rezamos. Como diría Aristóteles en la Ética a Nicómaco, si mal no recuerdo: ¿qué hace al hombre virtuoso? Hacer actos virtuosos.
         El punto es que el post  derivó en una serie de comentarios, y en uno de ellos se atacó sin razón a mi compatriota Fray Agrícola, al que conozco personalmente desde hace años. ( No, no soy Fray Agrícola, lo digo por si alguien cree que tengo esta otra faceta. Jamás tomaría un nick masculino siendo una mujer, y menos me auto-respondería mis propios comentarios y post )
         La discusión tomó un rumbo que cayó en la vulgaridad del lenguaje. Me sentí muy mal al ver cómo los que somos del mismo paño nos atacamos como si fuéramos peor que los neo paganos con los cuales convivimos a diario.  ¿Esa misma boca con la cual nombro a Nuestro Señor, y comulgo, sirve también para atacar al próximo con groserías como las diría cualquier anarquista anticatólico en una marcha a favor, por ejemplo, del aborto?  Los hemos visto gritar en las calles, ¿vamos a contestar de la misma manera, con su mismo lenguaje? ¿De tanto combatir a los orcos en su ruedo nos hemos asimilado a ellos en su manera de combatir? ¿Combatimos el buen combate de esta manera? Es cierto que muchas groserías han pasado a ser parte habitual del lenguaje, pero no me parece que por ello,  usarlas, sea algo normal y decente, especialmente cuando hemos sido llamados a ser perfectos por el mismo Cristo. Tenemos ya bastantes faltas y pecados a nuestro haber, con los cuales hay que luchar día a día para vencernos, para más encima agregar más faltas usando un lenguaje vulgar y poco caritativo. Habrá gente que me considerará una siútica que se escandaliza por la coprolalia, pero la verdad es que este lenguaje realmente me molesta y me choca. Más todavía en un país que sólo parece conocer dos o tres palabras que empiezan con h. y nada más. Todo se reduce a "la h", "al h." al "c.de tu". y a alguna otra grosería irreproducible más y punto. Intente entablar una conversación inteligente con algún chileno y pídale que se abstenga de decir h. y lo dejará mudo, no sabrá como expresarse.
         Esto me llevó, por una parte, a ocultar los comentarios por tiempo indefinido. No tengo intención de volver a abrirlos salvo que considere que éstos sean verdaderamente un aporte con argumentos racionales a la discusión, y no una manga de peroratas insolentes. Me costó hacerlo, pues algunos me servían como retroalimentación para escribir, pero no voy a omitir permitiendo comentarios anodinos.  Por otra, me llevó a analizar lo que significa ser afable, ser cortés, no solamente con los amigos, sino también con los que no piensan como uno. ¿Debilidad de carácter? ¿Falta de convicción? ¿Lisonjera para caer simpático y ganarme adeptos? No señores, nada de eso. Es simplemente llevar al plano de la convivencia social esta virtud moral que fue definida por Santo Tomás de la siguiente manera:

"Es necesario que exista un orden conveniente entre el hombre y sus semejantes en la vida ordinaria, tanto en sus palabras como en sus obras; es decir, que uno se comporte con los otros del modo debido. Es preciso, pues, una virtud que observe este orden convenientemente. Y a esta virtud la llamamos amistad o afabilidad" (Suma Teológica, II-II, q. 114)

          Lo cortés no quita lo valiente, dice el refrán. Gritar no nos hace ser más valientes ni más convincentes a la hora de enfrentarnos con nuestros enemigos. No voy a negar que a uno a veces la paciencia se le agota, y el desborde de la ira sube desde las entrañas cuando nos topamos con energúmenos marxistas, anarquistas, liberales y un largo etc. Pero ellos no van a cambiar por nuestros gritos ni por nuestros improperios. Debe primar la caridad. Caridad primero para con Dios, y si veo que hay algún anarquista rayando una iglesia o rompiendo una imagen, lo voy a increpar tal como lo hizo Nuestro Señor cuando en el templo barrió con todos los comerciantes. Pero otra cosa es andar por la red insultando al prójimo, tildarlo de hereje a cada rato, convirtiéndose uno en el látigo de Dios. De ahí esta otra virtud que se deriva de la templanza que es la mansedumbre.
          Lamento lo de los comentarios, pero no puedo tolerar lo prosaico en mi blog. Me pregunto si es lícito y virtuoso el insulto anónimo para exponer mis convicciones, ¿puede el fin alguna vez justificar los medios? ¿Es lícito convertirnos en lo que son nuestros adversarios para combatirlos con sus propias armas? Viendo este panorama caótico en un mundo individualista y repleto de gente alterada que tiene la cabeza caliente,  me llena de nostalgia la vida del ermitaño que en alguna parte alejada de este infierno moderno, en el silencio de su pequeño oratorio se queda acompañando a Nuestro Señor en el sagrario, lejos de los gritos y de las peleas mundanas. Que nada nos quite la paz. No nos cuesta nada ser amables, de corazón no falsamente.
         Les dejaré a continuación una serie de párrafos para que se entienda mejor lo que digo y que me parecen muy apropiados para este tema. Los he sacado del manual (¡ oh sí un manual!, a veces son muy útiles para guiarnos a encontrar las citas exactas) de Royo Marín: Teología de la perfección cristiana:

Sobre la Amistad o afabilidad:
"Sus actos son variadísimos, y todos excitan la simpatía y cariño de nuestros semejantes. La benignidad, el trato delicado, la alabanza sencilla, el buen recibimiento, la indulgencia, el agradecimiento manifestado con entusiasmo, el desagravio, la paz, la paciencia, la mansedumbre, la exquisita educación en palabras y modales etc., ejercen un poder de seducción y simpatía en torno nuestro, que con ningún otro procedimiento pudiéramos lograr. Con razón escribió Gounod que "el hombre se inclina ante el talento, pero sólo se arrodilla ante la bondad".

Esta preciosa virtud tiene dos vicios opuestos: uno por exceso, la adulación o lisonja, por la cual se trata de agradar a alguien de manera desordenada y excesiva para obtener de él alguna ventaja propia; y otro por defecto, el litigio o espíritu de contradicción, que trata de contristar o al menos de no agradar al adversario".

Sobre la Mansedumbre:
" A imitación del divino Maestro, el alma que aspire a la perfección ha de poner extremo cuidado e interés en la práctica de la mansedumbre.
                                     "Para imitar a Nuestro Señor, evitaremos las disputas, las voces destempladas, las palabras o las obras bruscas o que pueden hacer daño, para no alejar a los tímidos. Cuidaremos mucho de no devolver nunca mal por mal; de no estropear o romper alguna cosa por brusquedad; de no hablar cuando estamos airados. Procuraremos, por el contrario, tratar con buenas maneras a todos los que se llegaren a hablarnos; poner a todos rostro risueño y afable, aun cuando nos cansen y molesten; acoger con especial benevolencia a los pobres, los afligidos, los enfermos, los pecadores, los tímidos, los niños; suavizar con algunas buenas palabras las reprensiones que hubiésemos de hacer; cumplir con nuestro cometido con ahínco, y haciendo, a veces, algo más de lo que se nos exige, y sobre todo, haciéndolo de buena gana. Estamos dispuestos, si fuese menester, a recibir un bofetón sin devolverle y a presentar la mejilla izquierda al que nos hiere en la derecha" Tanquerey, Teología ascética."

Nótese, sin embargo, que en ocasiones se impone la ira, y renunciar a ella en estos casos sería faltar a la justicia o a la caridad, que son virtudes más importantes que la mansedumbre. El mismo Cristo, modelo incomparable de mansedumbre, arrojó con el látigo a los profanadores del templo (Jn 2,15) y lanzó terribles invectivas contra el orgullo y mala fe de los fariseos (Mt. 23, 13 ss). Ni hay que pensar que en estos casos se sacrifica la virtud de la mansedumbre en aras de la justicia o de la caridad. Todo lo contrario. La misma mansedumbre - es su misma definición - enseña a usar rectamente de la pasión de la ira en los casos necesarios y de la manera que sea conveniente según el dictamen de la razón iluminada por la fe. Lo contrario no sería virtud, sino debilidad o blandura excesiva de carácter, que en modo alguno podría compaginarse con la energía y reciedumbre que requiere muchas veces el ejercicio de virtudes cristianas, y sería, por lo mismo, un verdadero pecado como dice Santo Tomás. Lo que ocurre es que, siendo muy fácil equivocarse en la apreciación de los justos motivos que reclaman la ira o desmandarse en el ejercicio de la misma, hemos de estar siempre vigilantes y alerta para no dejarnos sorprender  por el ímpetu de la pasión o para controlar sus manifestaciones dentro de los límites infranqueables que señala la razón iluminada por la fe. En caso de duda es mejor inclinarse del lado de la dulzura y mansedumbre antes que del rigor excesivo.
A la mansedumbre se opone la ira desordenada o iracundia. Como vicio capital que es, de ella nacen muchos otros pecados, principalmente la indignación, la hinchazón de la mente (pensando en los medios de vengarse), el griterío, la blasfemia, la injuria y la riña. En la ira misma distingue Aristóteles tres especies: la de los violentos (acuti), que se irritan en seguida y por el más leve motivo; la de los rencorosos (amari), que conservan mucho tiempo el recuerdo de las injurias recibidas, y la de los obstinados (difíciles sive graves), que no descansan hasta que logran vengarse".


 

domingo, 27 de octubre de 2013

Simon I, en 666 de Hugo Wast

      
          Para  poder llevar a cabo un trabajo literario que hice hace algún tiempo, me armé de toda una colección de novelas apocalípticas. Me faltaron algunas claro está. Pero unas de las que leí  para mí fue una gran  revelación. Estas corresponden a las novelas apocalípticas del gran escritor argentino Hugo Wast, que son Juana Tabor y 666, hermosamente publicadas por la editorial Homo Legens. Proféticos libros. 666 es la continuación de Juana Tabor y me trae a la mente por el tema, al Señor del Mundo, aunque su enfoque es bastante distinto, diría que en las novela de Wast es más crudo. A veces la figura de Simón I, aquel papa argentino de Hugo Wast, nos hace recordar al actual obispo de Roma. Creo que don Gustavo Adolfo Martínez Zuviria - el verdadero nombre de Hugo Wast - se sorprendería por las similitudes que hay entre su historia y el panorama que contemplamos hoy en la Iglesia y en el mundo. Para los que no los han leído, se los recomiendo a ojos cerrados. Esperamos ver pronto publicadas las obra completas de Wast en la Editorial Vórtice. De muestra un botón:

"Estamos destinados a presenciar inmensas transformaciones de la Iglesia en el sentido de la democracia. Si estuviese en los planes de Dios, ¿y quién puede negarlo?, que Vuestra Reverencia resultara elegido Pontífice, aplíquese a esa magna reforma, para que el catolicismo recobre la influencia que tuvo sobre el pueblo en los siglos antiguos.
- ¿Qué reforma es ésa? - preguntó fray Simón, como si ya sintiera en las sienes el peso de la tiara.
- Voy a resumírsela en cuatro puntos: 1. Abolición del celibato de los clérigos. 2. Supresión de las órdenes religiosas y de todos los votos. 3. Elección de los obispos por el clero y los fieles, y del Papa por los cardenales y los obispos. 4. Uso del esperanto en vez del latín. Democratizada así la jerarquía católica, la Iglesia será del pueblo y para el pueblo. No más la Iglesia del Papa romano, sino la Iglesia del Dios universal."

 Y más adelante Fray Simón da un bosquejo de lo que sería su nueva Iglesia si fuera elegido:

     "Hoy, duodécimo día de mi estada en Roma. La Iglesia consiste en la unión de las almas en la tierra y el amor en el cielo. Eso es la Iglesia de Jesucristo, no la burocracia eclesiástica y la pompa fría y hostil del Vaticano.
     Tres religiones han salido de la Biblia: el judaísmo, el cristianismo, el islamismo; tres ramas del tronco robusto del patriarca de Jessé.
     Mi sueño es la unión de estas tres religiones en una vasta Iglesia tolerante y definitiva.
     A veces me despierto en la noche, me siento en la cama, y oigo zumbar en mis oídos estas misteriosas palabras: Levántate, sube a los techos de tu convento solitario y arroja el grito que resonará en todo el siglo XXI, que escucharán el Papa y la Iglesia romana y escucharán las Iglesias "reformadoras" que no fueron capaces de reformar a Roma, y escuchará el mismo Israel, heredero directo de las promesas, y de donde saldrá la ley del mundo y la palabra del Señor.
     Me siento más a mi gusto en la milenaria Iglesia de Israel, que en la más moderna y burocrática Iglesia del Papa.
     El judaísmo puede llegar a ser la religión definitiva de la humanidad intelectual.
     ¡Quién sabe si un día yo, argentino de nacionalidad, católico de religión, fraile de estado, no iré a sentarme a la sombra de la Sinagoga, y adoraré, con Israel al Dios de Moisés, que se ha llamado a sí  mismo: Yo soy el que soy". (...)
     Me voy alejando de la Iglesia del Papa, en la misma medida en que me acerco a la Iglesia de Dios.
     El Apocalipsis no es la última palabra del Nuevo Testamento. Debe ser completado por el Cantar de los cantares, el Evangelio del porvenir: como un lirio entre las espinas es mi amada entre las jóvenes.
     (...) Una Iglesia con tres círculos donde cupieran todas las almas de buena voluntad: 1. los cristianos; 2. los judíos y los musulmanes; 3. los politeístas y aun los ateos. Y en la que todos tuvieran el derecho de alimentarse con la carne de Cristo. ¡Cuántos milagros no operaría la gracia sacramental!
     Debería haber, pues, una Iglesia para los que dudan y hasta para los que niegan, espíritus profundamente religiosos, pero que no pueden dar formas positivas a sus creencias y a su culto"

sábado, 26 de octubre de 2013

La presunción de sentirnos mejores

 
 
 
Por Él sois lo que sois en Cristo Jesús. Él fue hecho por Dios sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros, a fin de que, según está escrito, "él que se gloria, gloríese en el Señor" 1 Corintios, 1, 30-31
 
         Después de escribir el post anterior y mientras tenía mis manos ocupadas preparando el puchero para mi familia, (en medio de las ollas es donde mejor pienso...creo) me percaté que suelo referirme a los que no piensan como yo, con un equívoco aire de desprecio. Y digo equívoco porque a pesar de que mi lenguaje puede sonar en los post un poco duro para con ellos, no se me pasa por la cabeza despreciar a nadie. Y para que no se me mal interprete voy a dar una vuelta larga para explicarme.
          Se critica mucho a los que tenemos blogs que pontificamos y despotricamos sentaditos en nuestras cómodas habitaciones detrás de un computador, disfrutando, como casi siempre en mi caso, de una agradable taza de té. Desde ahí nos envalentonamos y cual paladines de la fe defendemos lo que creemos, y muchas veces la persona que está detrás del teclado no es lo que dice ser y que llegado el momento de dar testimonio real se queda callado o se acobarda. He conocido bloggeros en persona que distan mucho de ser los "caballeros católicos" que se ufanan ser a través de internet. Detrás del anonimato que da el blog se ocultan bloggeros o comentaristas feroces que condenan o mandan al infierno a medio mundo. Nota aparte es el lenguaje con que algunos comentan en otros blogs (a Dios gracias en este no). Uno se pregunta si para defender la Verdad es necesario denostar al adversario con humillantes y poco caritativas peroratas o groserías. ¿Con qué moral nos paramos a defender la Tradición o la Fe con semejante lenguaje?. Se puede hacer apologética perfectamente bien sin caer en el lenguaje soez y despreciativo.
         Eso por un lado, pues creo que si queremos que "los que no piensan como uno" se conviertan, abran los ojos y encuentren la Ciudad de Dios,  no lo vamos a hacer si nosotros primeramente no damos el ejemplo. Siempre he sostenido que la mejor prédica es el ejemplo. Hay que partir por uno imitando a Nuestro Señor, con caridad, porque lo que hemos recibido - la Fe - es un don, y por tanto, no por nuestros miserables méritos hemos sido bendecidos con el don de conocer la verdad. Es cierto que el que no busca no encuentra, y que muchos han cubierto sus ojos para no ver la luz de Dios y no quieren seguir la verdad. A ellos debe ir nuestro ejemplo y luego nuestras palabras. Es increíble cómo mucha gente comienza a preguntarse sobre la vida que lleva cuando lo ve a uno comprometido con lo que Dios nos manda. Me pasa frecuentemente cuando vamos en familia a comprar al supermercado. La gente se asombra al ver a seis niños pequeños comprando con sus padres, cuando los ven correr y chacotear mientras esta pobre mujer intenta completar su lista de compras. Increíblemente a la gente le gusta ver a estas familias, les devuelve la esperanza, y eso únicamente por la sola presencia. Otro ejemplo: a mi hija en el colegio le dicen "rara", pues bien, los mismos que la hallan así han votado por ella para premiarla por responsabilidad y respeto.  Sus compañeros admiran a aquellos que hacen "cosas de grandes", hablan con groserías y sin respeto, pero al mismo tiempo premian a los que no son así. Lo que nuestra sociedad  neo-pagana fomenta y alaba, luego ella misma lo condena. Fomenta las conductas desviadas, pero cuando por culpa de esta misma conducta alguien enferma, lo apartan como a un leproso.
         Los que sabemos algo más sobre la Fe, tenemos una tremenda responsabilidad y no creo que sea para andar por ahí presumiendo ni mirando en menos a los demás que no han tenido la gracia de abrir su alma de la verdad. A mayor conocimiento, mayor responsabilidad. Como dice el Apóstol: hay que buscar la salvación con temor y temblor.  No nos es posible caer en la soberbia por algo que nos ha sido entregado gratuitamente y sin ningún mérito por parte nuestra. Nuestra mayor responsabilidad ha de estar en primer lugar con nuestros hijos, para los que los tienen, y luego para los que nos rodean, especialmente para con los mismos católicos. Alguien decía por ahí, que hoy en día debemos hacer a los católicos, católicos. Es una misión dura en estos confusos tiempos e insisto en que la mejor prédica es el ejemplo. Ejemplo que nace de la profunda convicción que tenemos de estar en la verdad, la cual no es una mera teoría, sino que se manifiesta en obras, en el fiel cumplimiento de nuestros deberes de estado para con la familia, para con el trabajo, a donde sea que uno esté. Actúo como actúo porque realmente creo en lo que creo. Me daría mucha tristeza  escuchar a alguien decir de mí que haga lo que digo y no lo que hago. Los santos más grandes llegaron a serlo porque hacían lo que creían y lo hacían en primer lugar por amor a Dios.
        Si he hablado de "los-otros-que-no-piensan-como-yo", no lo he hecho para decir como el fariseo aquel: "yo no soy como ese publicano". Lo hice y lo seguiré haciendo para mostrar que en el mundo donde me muevo hay mucha gente que no quiere saber que le hablen de pecado, de verdades eternas inmutables como son los dogmas, de doctrina, de infierno,  y de cosas que están realmente muy mal. Mi tribuna es pequeña y desconozco si estas personas me leerán, pero no falta la ocasión en que tal vez sí. Quisiera yo poder remecerlos para hacerlos entender, pero no quieren saber, no quieren ver, y no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.
        Estoy agradecida de Dios por ser católica y por poder conocer la Tradición. Es una gran responsabilidad de la cual tendré que dar cuentas, y no puedo gloriarme de algo que implica un compromiso de vida permanente y al cual no siempre le soy fiel. Desde este lugar trato de dar lo mejor, aunque no sea mucho. Son muchas las almas que se están condenando cada día por su ignorancia. Ignorancia que se da por el hecho de tener la inteligencia cerrada a la verdad. No saben porque optaron por no saber y la Luz de Dios se apartó de ellos. Dios nos  llama a cada uno a lo largo de nuestras vidas y lo hace valiéndose de sus hijos. Ojalá sirvamos para  ayudar a llevar siquiera a una almita a Dios, que por un alma Cristo se hubiera encarnado.
Que tengan un domingo santo, mañana festividad de Cristo Rey.
         
        

viernes, 25 de octubre de 2013

Pensar distinto en los tiempos actuales

 
"Aquel inicuo cuya aparición es obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira, y con toda seducción de iniquidad para los que ha de perderse en retribución de no haber aceptado para su salvación el amor de la verdad. Y por eso Dios les envía poderes de engaño, a fin de que crean mentira, para que sean juzgados todos aquellos incrédulos a la verdad, los cuales se complacen en la injusticia."
2 Tesalonicenses, 9-12
 
          Llevo algunos meses leyendo este librito de don Federico. No es de esos libros que uno lee así de rápido en una semana o incluso en un par de días. Este es un libro para meditar, y por tanto, me gusta irlo rumiando, porque en cada párrafo uno descubre alguna buena enseñanza. Pero este post no es una reseña del libro, sino más bien una reflexión propia sobre algunos temas que aparecen en el mismo.
        En un capítulo se hace alusión a aquellos que pensamos distinto a lo que ahora se acepta por la denominada "opinión pública", que no es otra cosa que lo que dicen los medios. Y son los medios los que llevan a la gente a pensar lo que ellos quieren que piensen, y las masas acéfalas van de allá para acá, como veletas, y lo que un día alaba, al siguiente lo critica. Pero en fin, no me quiero adelantar.
        Este "pensar distinto" es la contradicción vital de la sociedad moderna que vocifera aceptar todo tipo de ideas, pero que hace anatema cuando esas ideas le molestan, y especialmente cuando se plantea con firme convicción, que la verdad no tolera el error. Ahí se lanza en picada contra aquellos que nos declaramos en contra de los errores que como un cáncer están consumiendo a la sociedad sin que ésta quiera aceptar que está enferma. Uno de estos cánceres por ejemplo es la aceptación del matrimonio homosexual. ¡Ay de aquellos que están en contra de ésto! Muchos están en contra, pero no lo dicen por miedo a ir  contra corriente. La sanción que conlleva a decir abiertamente que se está en contra conlleva a convertirse en un paria. Es el rechazo y para nadie es agradable sentirse rechazado por los pares. Sin embargo, es el precio que hay que pagar, y lo vivimos a diario incluso dentro de la pequeña comunidad social donde se está.
         Aparte del miedo al  rechazo que sufren muchos que se dejan arrastrar por la corriente de los que "piensan igual"  o, como dice don Federico,  por el "pensamiento único aceptado por todos", es que la gente en su mayoría no cree en la verdad. Ha desaparecido la verdad y ya no se reflexiona ni se cuestionan los hechos ni las palabras que se escuchan a diario. No se dan el trabajo de analizar con profundidad y en su real dimensión, por ejemplo, las palabras de Obispo de Roma cuando dice que él no juzga a los homosexuales. Patético fue entonces contemplar en una reunión de apoderados del colegio de mis hijos, a los papás de los compañeros de mis niños, irse en contra de mi esposo y dejarlo como un mísero talibán por decir que la Iglesia no acepta la homosexualidad. Le enrostraron que eso ya había cambiado por el PP Francisco había dicho lo que ya dije arriba y un largo etc, etc. Ni que hablar con toda esta basura de Halloween que antes siquiera se pensaba "celebrar" en Chile. Hoy nos hemos visto invadidos por esta plaga yanqui neopagana y satánica, y la gente feliz "celebrando" a las brujas, a los demonios y a los monstruos. ¿Se preguntarán qué es lo que están haciendo y por qué lo hacen? ¿Siguen el "está de moda"? "¿es guay, cool o lo que sea?" ¿Ignorancia, estulticia? Yo que ellos no jugaría con fuego. 
          No quieren pensar, no quieren encontrar la verdad porque para ellos ésta simplemente no existe. Cero cuestionamiento a la luz de la Verdad de lo que dicen los medios o fulanito de tal...lo dice la tele y con eso basta. "El entendimiento está hecho para la verdad"- dice Newman, y ésta ha de buscarse para ser encontrada.  Por no querer buscar la Verdad, Dios les ha quitado la Luz para que sean engañados y se pierdan.
           Esta última frase se desprende del texto del epígrafe que he citado. El padre Straubinger tiene un comentario a propósito del mismo en la traducción de la Biblia que nos hace pensar en los tiempos actuales:

          "Los que han de perderse: este pasaje es tal vez uno de los más terribles de la Escritura y digno de grave meditación. Dios que es la misericordia misma, es también la verdad, cuya expresión nos da en su hijo Jesucristo, que es su Verbo o Palabra encarnada, y que cesa de presentarse como la Verdad y la luz. Así, pues, como habrá una tremenda venganza del Amor despreciado, así también vemos aquí la venganza de la verdad desoída. Vemos en S. 80, 13 que Dios abandonó a sus devaneos al pueblo de Israel que no quiso escucharle; así hará aquí entregándolos desarmados, "para que crean a la mentira, ya que no tuvieron interés en armarse de la espada que es la Palabra de Dios ( Ef. 6, 11, 13 y 17). Y se cumplirá entonces trágicamente - como hace tiempo se está cumpliendo - aquella palabra de Jesús en Juan 5, 43, que algunos interpretan precisamente como un anuncio del Anticristo"

     Debemos entonces estar atentos a los hechos. Debemos ejercitar la inteligencia para resistir armados este ataque contra la verdad, contra Dios. Debemos armarnos con la oración. Hay que pedir por la Luz, por la sabiduría para no dejarnos obscurecer por el mundo neo-pagano en el que vivimos. Sabemos a lo que vamos y que seremos rechazados por el mundo. Me causa cierta perplejidad el futuro al que se enfrentarán mis hijos. Nosotros estamos recién comenzando a sufrir las consecuencias, y nuestros sufrimientos serán pocos comparados con los de la generaciones que nos siguen. Habrán de sufrir mucho más por amor a Cristo y de hecho, ellos ya lo están experimentando, pues entre sus pares ya son fenómenos extraños que no se adaptan a la moda del mundo. ¿Podrán resistir al rechazo? Es duro estar en contra de la opinión pública, no es una tarea fácil quedarse humanamente solo, pues somos seres sociales que necesitan de los afectos.  Como padres les estamos entregando las armas necesarias para resistir, y los encomendamos a la protección permanente de Dios y de la Virgen, de los Santos y de los Ángeles...¿cómo Dios los va a abandonar? Confiados en Él se los encomendamos entonces, porque  además el premio eterno bien vale la pena. 


domingo, 20 de octubre de 2013

Mgn.Robert Hugh Benson, de R.P. Allan Ross, parte 3.


         "La casa de Hare Street es una antigua casa ubicada en un caminito que pasa detrás de la vía principal que atraviesa el villorrio.  El frontis es un agregado posterior, pero el edificio en sí mismo data de la época de los Tudor. Cuando Hugh Benson la compró, no había sido ocupada por un largo tiempo y la propiedad estaba prácticamente en estado salvaje. Cuando él murió, había sido transformada e impresa con su propia individualidad. Construyó su jardín destinado a satisfacer su imaginación, y uno de sus últimos actos en esta dirección fue plantar el jardín de rosas detrás de la casa. La idea era ponerla en ejecución a su regreso de la visita a Salford, que resultó ser la última.

          Encontró una instalación de una vieja cervecería y de una antigua panadería detrás de la casa, y la transformó en una capilla, que posteriormente derribó y la construyó a mucha menor escala, como una sacristía. El crucifijo fue construido a partir de una de las pesadas vigas de la cervecería. La figura en lo alto fue tallada por él mismo y un amigo a partir de uno de los tilos del jardín. Así también con los otros accesorios de la capillita, el dueño tuvo una directa ejecución en su confección; o ellos fueron el resultado  de sus propias sugerencias. Lo mismo con la casa: donde quiera que uno entre, encuentra reminiscencias de su dueño. Si uno entra a su encantador estudio, donde solía escribir,  en todos los muros, sobre los paneles de madera, lucen unos elaborados tapices que representan a varios personajes, incluido él mismo, en la búsqueda del Santo Grial. Las figuras que fueron recortadas por un artista amigo, fueron cosidas a fondo y todo el trabajo de tapices fue hecho por el dueño. Si se pasa del estudio a la biblioteca, se encontrará con los rastros similares de sus actividades  en la elección y en el arreglo de los libros que se ordenan en los muros. O si se suben las escaleras se encontrará en el dormitorio principal otra pieza de tapicería representando algo más macabro: “la muerte”. Una vez más el trabajo, la concepción y la ejecución es de Hugh Benson.

         Cada vez que uno pregunte por la historia de algún objeto que llame la atención, recibirá casi invariablemente la misma respuesta: que el mismo dueño de la casa lo hizo, o ayudó en su fabricación, o que tuvo una idea particular en conexión con eso. Seguramente nunca ha habido un lugar más marcado con la individualidad de un hombre, que Hare Street House: el terreno está estampado con la individualidad de Hugh Benson.

         Fue así como una aldea de Hertfordshire llegó a ser el hogar de este bendito hombre de Dios, y Hare Street House  a su vez llegó a ser un centro de influencia que se hizo sentir no sólo a través de lo largo y ancho de Inglaterra, sino incluso a partes lejanas. Fue a Roma en tres diferentes ocasiones a predicar una serie de sermones, y tres veces visitó América para dar conferencias y predicar, pero como es natural, sus trabajos más intensos fueron efectuados  en Inglaterra. Siempre estaba haciendo algo – predicando por aquí, o dando conferencias por allá, o dando un retiro en algún convento. Y a pesar de todo, encontraba tiempo para su retorno a Hare Street House para escribir libro tras libro, y para tratar con su enorme correspondencia. Es difícil concebir cómo un hombre puede realizar tanto trabajo, pero hubo una fuerza motriz en monseñor Hugh Benson que lo impulsaba, lo sostenía y lo capacitaba para trabajar incansablemente bajo una enorme presión. Alrededor de un año antes de su muerte escribió: “Estoy siendo obligado a actuar con más cuidado que antes (to draw in my horns, n. de tr.) en economizar tiempo, y precisamente justo ahora, ya que estoy al borde de mi capacidad”.

         Y fue así que trabajó – al borde de su capacidad – y mantuvo este tremendo ritmo hasta el final, cuando la sobresaturada máquina colapsó completamente, y Hugh Benson murió a una edad en que la mayoría de los hombres alcanza la madurez de sus fuerzas, desgastado por su incansable e indomable energía. Parece haber considerado que su mejor trabajo estaría realizado a la edad de cuarenta años, y que debía trabajar para ese entonces, como un corredor que sabe que tiene cierto camino por recorrer y que deberá esforzarse a sí mismo para llegar a tiempo y cortar la cinta con su pecho. Tuvo éxito en el cumplimiento de su objetivo, y al morir, a la edad de cuarenta y dos años, y usando la metáfora de un atleta, corrió hasta el final. “Todo lo que pueda hacer tu mano, ejecútalo con tus fuerzas” (Eccles. 9, 10), Este fue ciertamente el caso de Hugh Benson . Aquellos que lo conocimos tenemos la autoridad  para decir que todo lo que hizo, lo hizo con la energía concentrada en mostrar que tenía su corazón y su alma puesto ahí. Ya sea en un libro, en una carta, o en un juego, o en una conversación, él ponía toda su atención. Y nadie que lo haya escuchado alguna vez predicar, pudo dejar de sorprenderse por esta característica.

         La mano de la muerte lo hirió a mitad de su muy extenuante actividad, y murió así como vivió: con la mente lúcida hasta el final. Esta peculiaridad de su muerte, parece haber causado una gran impresión en su hermano, el que estuvo presente y ha dejado grabada sus impresiones en estas siguientes expresivas palabras: “Fue realmente maravilloso. Entonces me pareció en ese momento, extraño más que triste. Fue él mismo hasta el final, sin disminución de su vigor, sin complacencia, sin humillación, con toda su antigua cortesía,  consideración y recogimiento – esta es la única palabra que puedo usar. Reconozco que nosotros sólo éramos unos simples espectadores, y que él estaba al mando de la escena. Él le tenía odio a morir, y se marchó tal como siempre lo solía hacer: derecho desde la tarea cumplida hacia otra que lo esperaba. No fue como un fin. Fue como si hubiera doblado la esquina y se hubiera marchado fuera del alcance de la vista, pero aun incuestionablemente ahí. Me pareció como la muerte de un soldado o de un caballero, con el ánimo tranquilo, enfrentando espléndidamente hasta el último extremo con una magnífica determinación; a experimentar, con los ojos abiertos y vigilantes, el cruce oscuro.” (Hugh, Memoirs of a brother)

        Hugh Benson murió en la casa del Obispo de Salford el 19de Octubre de 1914, a la edad de cuarenta y dos años y once meses. Había llegado ahí el sábado 10 de Octubre para pronunciar un segundo curso de sermones, los cuales había predicado en la Catedral de Salford durante el mes de Octubre. El lunes 12 estaba tan enfermo que no pudo dejar Salford, y fueron cancelados todos los compromisos. Pocos días después le sobrevino una neumonía, y como su corazón no estaba lo suficientemente fuerte como para soportar la tensión, falleció a las primeras horas del siguiente lunes.

         Un papel con instrucciones fue encontrado indicando que deseaba ser sepultado en Hare Street House. En consecuencia, su cuerpo fue conducido hasta allí, y el viernes 23 de Octubre, después de un solemne Requiem en su capillita, fue enterrado para su eterno descanso en su propia huerta, cerca del Calvario que él mismo había levantado. Parece haber sido completamente apropiado que aquel que había sido el alma viva de Hare Street House fuera enterrado en el mismo lugar que había amado tanto, y sobre aquello que había construido para estampar tan maravillosamente la impronta de su propia notable personalidad."       (continuará)

 

sábado, 19 de octubre de 2013

Requiem aeternam dona eis Domine

          En un día como hoy hace 99 años, 19 de Noviembre de 1914, entregaba completamente en paz su alma a Dios, el joven monseñor Robert Hugh Benson, en la casa del obispo de Salford. Tenía 42 años y 11 meses.  Quisiera yo poder tener la gracia de morir como él, con mis cuentas saldadas con Dios por intermedio de la Extremaunción, con Su santo nombre en mis labios y con la cabeza sana y consciente.
         En esta fecha les pido una oración por el eterno descanso de su alma.

(Funeral de R.H.Benson, el 23 de Octubre de 1914)
        
         He aquí dos relatos de sus últimos momentos, que hiciera su hermano mayor, Arthur, quien estuvo junto a él en su lecho de muerte:

                               "Al entrar Hugh clavó sus ojos en mí, con una expresión de triunfo en su extraña sonrisa, y dijo con voz clara y nítida: "¡Arthur, esto es el fin!". Me arrodillé junto a su lecho. Él me miró y supe, de ese modo en el que solo él y yo sabíamos entendernos, que no lo diría ni lo demostraría, pero que se alegraba de que estuviera con él. Se reanudaron las oraciones. Hugh se santiguó una o dos veces, una o dos veces pronunció una oración...De repente preguntó a la enfermera: "Enfermera, ¿sirve de algo resistirse a morir...hacerse violencia?". Ella contestó: " No, monseñor; solo estar lo más tranquilo posible". Entonces cerró los ojos y su respiración se aceleró... en un par de ocasiones alzó las manos como intentando tomar aire y lanzó un pequeño suspiro; no había lucha ni dolor. Luego habló de nuevo: "Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía". Entonces la enfermera, que estaba tomándole el pulso, soltó su mano y dijo: "Se acabó". Estaba muy pálido y parecía un niño, con los ojos abiertos de par en par y los labios separados. Le besé la mano, aún caliente y firme, y salí con Canon Sharrock, que me dijo: "Ha sido maravilloso! He visto morir a mucha gente, pero a nadie con tanta suavidad y rapidez". 
                                                          Hugh, Memoirs of a brother.

                                  " Su muerte fue maravillosa. Estuvo consciente hasta incluso unos pocos minutos antes del fin. En efecto, desde la hora en que estuve con él ( al ser convocado) hasta el último aliento fueron solamente unos minutos. Habló varias veces y se unió con entusiasmo a las oraciones. Sin embargo, aquello por lo cual estoy muy agradecido es que él fue entera y completamente él mismo: valiente, considerado y, debo agregar, arrojado. Fue como si simplemente hubiera abandonado la habitación  cuando murió. No con una sensación de muerte,  sino como si la vida pasara.
                                 Algún día espero poder contarte más, pero por ahora no puedo hacer más. Simplemente sentí que justamente deberías saber esto."
                                      
                                Carta enviada a Blanche Warre Cornish, y publicada en Memorials of Robert Hugh Benson.





sábado, 5 de octubre de 2013

Unas palabras sobre las últimas entrevistas

          Hace varios días que intento escribir un post en este blog. De hecho he borrado esta entrada ya unas cuatro veces porque no he quedado conforme con lo escrito. Creo que estoy pasando por una de esas crisis de creatividad intelectual que hacen que cualquier esfuerzo que hago por escribir no saque nada en limpio que valga la pena leer y que no sea confuso, y he terminado finalmente friendo mi cerebro.  Mi pobre cabeza se encuentra por un lado aletargada y por otro turbada. Aletargada pues a esta altura del año, el trabajo de la casa y el escolar me está pasando la cuenta. Turbada con los últimos acontecimientos del Obispo de Roma y sus apariciones-declaraciones. No había querido hablar sobre este último personaje ya que sobre el mismo lo han hecho varios blogs de los que sigo y me parecen muy cuerdas sus opiniones.
          Sin embargo, ya que tengo este blog, creo que debo aprovechar la oportunidad para dar mi opinión al respecto en tres tópicos, y de esta forma conseguir un poco de alivio al desahogarme.
 
1- Cuando se está ocupando un cargo tan alto y de tanta responsabilidad, pues debe confirmar en la fe a los católicos, no se puede andar por ahí diciendo ambigüedades que se tomarán en cualquier sentido, según lo que cada cual quiera interpretar y le convenga para sus fines. Entramos a campos peligrosos especialmente para los que buscan la escusa para justificar sus actos, y nos encontramos con el clásico: "es que el papa lo dijo...". Y como existe una enorme confusión - por ignorancia - sobre la infabilidad, nos topamos con mucha gente que considera que todo lo que dice el papa es ley, es magisterio infalible. Y si el papa dice que no hay que juzgar a los homosexuales, por ejemplo, la masa  lo traduce como: "ahora la Iglesia acepta a los homosexuales...". Se confunde al pecado con el pecador.  Obviamente que nadie es Dios y puede juzgar y condenar a alguien que es homosexual, pero no se puede tolerar su conducta y menos fomentarla legalizando las uniones homosexuales y viéndola como algo normal .
 Otro ejemplo: "yo no creo en un Dios católico". ¿Qué entiende el vulgo? "Parece que el papa no cree en el Dios que cree la Iglesia católica"...hay una buena respuesta a esto en Infocaótica.
 Otro ejemplo: «El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos». ¿Son estas dos cosas en mal más grave que afecta al mundo? ¿En serio? Yo pensaba que era la crisis de fe, la nula conciencia del pecado, el inmanentismo, el sincretismo religioso, etc, etc. O el sufrimiento de los católicos en Medio Oriente, en Asia...
Otra perla: «Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe». Como yo me encuentro pasando por una crisis intelectual y me está costando un mundo expresarme, lo dejaré en manos de Soloiev en su Relato del Anticristo que responda por mi:
 
"Cristo, que ha predicado y realizado en su vida el bien, ha sido el reformador de la humanidad, mientras que yo estoy llamado a ser el bienhechor de esta humanidad en parte enmendada, en parte incorregible. Yo daré a todos los hombres aquello que necesitan. Cristo fue un moralista que dividió a los hombres según el bien y el mal, pero yo los uniré con beneficios que son necesarios tanto para los buenos como para los malos. Yo seré el verdadero representante de aquel Dios que hace resplandecer el sol sobre los buenos y los malos, que hace caer la lluvia sobre los justos y los injustos. Cristo ha traído la espada, yo en cambio traeré la paz."
 
         No estoy diciendo que Franciscus sea el Anticristo por favor, sino que con sus palabras le hace un favor a éste. No se puede relativizar el bien y el mal, de otra manera terminamos en el caos y finalmente en la nada.  Hay que pensar muy bien las cosas antes de decirlas y considerar las consecuencias que éstas traerán. Las palabras tienen una realidad y siempre las significan. No es posible largar y largar frases que suenan bonitas y que traen el aplauso del mundo. En resumen, le haría un gran favor a la Iglesia si el Obispo de Roma hablara menos. Dejaría de confundir a los fieles, la mayoría de los cuales carece de formación doctrinal y filosófica. Confunde y a la vez se atrae el halago del mundo, especialmente de la presa enemiga de la fe, lo cual me hace tiritar...dime quién te alaba, dice el refrán.
 
2- Me ha llamado profundamente la atención el desprecio que hace por el proselitismo. Nuevamente caemos en una ambigüedad. Recuerdo a mi profesor de lógica en la universidad cuando nos hablaba de los distintos supuestos. Una cosa tiene varios supuestos y para que nos entendamos y nos pongamos de acuerdo tenemos que hablar siempre bajo los mismos términos, entendiendo lo mismo, y me parece que en este sentido sobre el proselitismo hay una confusión de conceptos.
Según entiendo el verdadero proselitismo busca convertir al pecador para que no pierda su alma. Convertirlo a la verdadera y única fe. No nos podemos quedar callados guardándonos la fe para nosotros mientras vemos que los demás pierden su alma por la ignorancia. Esta labor le corresponde a la Iglesia en primer lugar. A mi como madre, en mi estado, me corresponde enseñarles a mis hijos la fe. Si no lo hago, omito y por esta omisión seré juzgada. Con la Iglesia sucede lo mismo,  y es por esto que ante las palabras de Franciscus lo primero que se me vino a la mente fue este texto de las Confesiones de R. H Benson:
 
"I had been taught to believe that Catholics had at least the grace of Proselytism; that they possessed, at any rate, that passion for converting others which is usually one of the signs of strong conviction. And here I found, not only indifference in many cases, but even a kind of veiled opposition towards every form of activity in this direction. "Converts have so much zeal," it is said; "they are indiscreet and impetuous. The steady old ways are preferable; let us keep our faith to ourselves, and let others keep theirs."

"Me habían enseñado a creer que los católicos tenían al menos el don del proselitismo a toda costa, la pasión de convertir, que suele ser uno de los signos de una firme convicción. Y he aquí que encontré no sólo indiferencia en muchos casos, sino incluso una especie de velada oposición hacia cualquier actividad en esa dirección. "Los conversos muestran demasiado celo" decían; "son indiscretos e impetuosos. Es preferible continuar por los clásicos caminos; dejémonos la fe para nosotros y que los otros mantengan la suya"
 
Entonces, tal como lo dije arriba, viene aquí la distinción clara de lo que queremos decir con proselitismo y lo que se mal entiende por el mismo. Hacen un mal proselitismo los neocon, especialmente los Opus, que más que buscar hijos para la Iglesia, buscan hijos para la Obra, o para el movimiento que sea. Me van a reclamar que al entrar en el movimiento entran también en la Iglesia, sí, pero el movimiento neocon no es LA Iglesia, y ahí radica la confusión. Si el Obispo de Roma se refiere a este último tipo de proselitismo quizás no se equivoca en sus palabras, pero no lo aclara, lo deja a la libre interpretación.
 
3- Por último, está su deseo de reformar la curia. Un par de cosas: no se puede descalificar al personal que trabaja y ha trabajado con los Pontífices de esa manera, pues además siguen trabajando con el actual. Se genera un ambiente de desconfianza que termina por afectar a toda la Iglesia, además de ser ofensivo e hiriente. Está claro que en todas partes hay gente que anda con camarillas, adulaciones, y cosas por el estilo, pero no se pude colocar en el mismo saco a todos.
Si va a sacar del Vaticano a las malas influencias, a aquellos, que por ejemplo, pagan suculentas sumas para acelerar y destrabar los procesos de beatificaciones y canonizaciones, bienvenido sea. Estaría muy buena una reforma en la Curia para correr a los corruptos, lobistas, amanerados, masones, etc. Pero si va  reformar la Curia para caer en algo peor, ¡qué Dios nos dé la fortaleza para contemplar cómo la Iglesia se abandona en las manos del mundo!
           Estaremos atentos y expectantes ante los nuevos cambios que lleguen. Confiados en que de una  buena vez se muestren las cartas y estemos con la película más clara respecto a lo que nos han anunciado las profecías apocalípticas. Es lo que tiene que ser, es lo que tiene que pasar. Está todo profetizado y mientras tanto seguiremos pidiendo con más fuerza en el Pater Noster: adveniat regnum tuum. Permanecemos firmes en la fe, sabiendo que ésta no depende de un papa de turno, ni de un cura.  Nos remitimos al Evangelio, a los Padres de la Iglesia, a los grandes maestros en nuestras lecturas. Contemplamos la historia de la Iglesia como siempre avanzando en línea recta, con ondas cíclicas, pero siempre recta hacia el Triunfo del Rey. Quedarán muchos en el camino confundidos, cansados y hasta sin fe...le rogamos a Dios que nos asista en el combate.
           Si he sido confusa al exponer, si he sido superficial en mis argumentos les pido su comprensión a causa de mi noche oscura intelectual.
Que tengan un domingo santo.