Oratorio Parcela Santa Juana, Hijuelas |
Cuando R.H. Benson
estaba como capellán católico en la Universidad de Cambridge examinó seriamente
su manera de servir mejor a Dios en este mundo, y confiesa en una carta
dirigida a su madre que parece que Dios Todopoderoso lo está llamando a vivir
una especie de apostolado de ermitaño moderno, y una de las razones que da para
llegar a esa conclusión es que Dios le ha dado desear esto ardientemente y este
deseo iba creciendo año tras año incansablemente. Estoy segura que muchos de
ustedes han pasado por esta misma experiencia: esa santa idea que está una y
otra vez presente en la mente y que no dejará de hablar o hasta de gritar hasta que no se lleve a cabo.
Pues bien, algo
parecido me ocurrió hace años: el ferviente deseo que en nuestra finca o campo,
como lo quieran ustedes llamar, debíamos construir – no sé cómo ni con qué
recursos – una capilla familiar, un pequeño oratorio para uso exclusivo de la
Misa Tradicional. Tenemos un terreno bastante grande y necesitábamos tener un
lugar como familia para rezar. No era fácil, no solo porque nuestros recursos
eran muy limitados, habíamos tenido malos años por los precios bajos de
nuestros productos, y además, no teníamos idea de cómo construir una capilla,
sus especificaciones técnicas, la formalidad de las dimensiones de un altar,
entre otras cosas.
Finalmente los recursos
llegaron y le encargamos los planos a un arquitecto. Confieso que mi idea para
el oratorio era más bien una capillita pequeña, lo suficiente para nuestra
familia, y me sorprendió que el arquitecto nos diseñara una capilla casi al
estilo de esas que se construían en los fundos hace más de un siglo y bueno,
era casi imposible poder construir una cosa tan grande.
¿Qué hacemos? – pensamos con mi esposo - ¿Qué
tal si construimos algo similar a lo proyectado por el arquitecto, pero en una
proporción menor. Dios lo quiere, pensaba yo, esta idea está en mi cabeza todo
el día, y no solo porque creía que necesitábamos un oratorio para nosotros,
sino porque estaba convencida que debíamos hacer esto para los malos tiempos
que algún día van a llegar. ¿Qué malos tiempos? Aquellos que alguna vez vendrán
en que los sacerdotes que quieran rezar la Santa Misa Tradicional ya no podrán
hacerlo en forma pública o que serán perseguidos por ser tradicionales. Puede que
sea a corto, mediano, o a largo plazo, eso yo no lo sé, y puede que ni yo ni mi
esposo estemos vivos, pero si esto llega a ocurrir, tendrán en este oratorio un
solar tranquilo, alejado del mundo, rodeado por la naturaleza donde podrán
rezar en paz la Santa Misa Tradicional. También será para que ahora puedan
venir sacerdotes que quieran pasar algunos días de vacaciones y descansar en
una ermita junto a la capilla. Muchas ideas, pocos recursos. No importa, si
esto es la voluntad de Dios, Él mismo nos dará los medios, el tiempo y la salud
para concretar este anhelo.
Comenzamos entonces la
primera parte de la construcción, en el mes de julio del año 2011. Un
carpintero y sus ayudantes fueron dando forma a esta locura…sí, porque los que
sabían lo que estábamos haciendo nos tildaron de locos. ¿Cómo se le puede
ocurrir a esta familia destinar el
dinero que podría ocuparse para salir, por ejemplo, de vacaciones, en una
capilla? ¿Quién se construye una capilla tradicional hoy en su campo?
Nosotros…los locos tradi.
El confesionario que se salvó del fuego |
En su primera etapa
entonces la capilla quedó armada con un crucifijo enorme en la pared, con dos
sacristías, el confesionario en la planta baja de lo que será luego el
campanario. Quedó cubierta con techo hasta menos de la mitad, pero era
suficiente como para poder tener la primera misa. Y la tuvimos en octubre del
2011. Concurrió un padre de la fsspx, en un lluvioso y helado día de octubre,
sin un techo para cubrirnos a todos, el agua inundando el suelo de cemento, pero
el altar digno y seco, la capilla llena con un grupo de las SAS y de amigos que
quisieron acompañarnos.
Con los años tuvimos
varias misas tradicionales, pero costaba que los sacerdotes vinieran. Pero no
me puedo quejar por esto porque tuvimos misas en fechas significativas trayendo
bendiciones y gracias para los presentes.
Sin embargo, los años
comenzaron a pasar y no teníamos los recursos para terminarla. Comencé a dudar
de esta locura de tener una capilla acá cuando no teníamos certeza de si íbamos
a acabarla, de si íbamos a contar con sacerdotes para que vinieran a rezar la
misa. Habíamos avanzado un poco con los ornamentos, los vasos sagrados, los
manteles, y todo lo que suele colocarse en la credencia. Una de mis hermanas me había regalado un icono de San Miguel Arcángel hecho por ella misma para el frontal del altar. Habíamos comprado unas
casullas hermosas en un taller de ornamentos, y habíamos logrado habilitar el
baño junto a una de las sacristías. Pero seguían pasando los años y nada, no
podíamos terminarla. Veía como, al estar más de la mitad a la intemperie, las
maderas de las paredes estaban comenzando a deteriorarse; las vigas del techo a
ser refugio de los pájaros con sus indeseables consecuencias; el Cristo del
altar estaba con polvo y el improvisado techo de plástico que cubría la parte
que estaba al descubierto se volaba una y otra vez con el viento. Fue muy
frustrante ver la capilla a medias y hasta pensé en que sería mejor echarla
abajo. No era digno de Dios tener algo así, a medias, pero mi esposo nunca
perdió la esperanza. Había que esperar, había que confiar en que Dios nos daría
una vez más los medios.
Tuvieron que pasar seis
años para que, una buena cosecha de paltas (aguacates) nos diera para concluir este trabajo
que tanto ansiábamos. Y fue así que en unos meses se terminó de cubrir el techo
con vigas a la vista, las paredes se forraron con madera, se colocaron un par
de ventanas de pino Oregón, se habilitó el atrio, el piso de cubrió de piso
flotante y por fin viéramos este sueño hecho por amor a Dios realizado. Ahí
estaba la capilla de los Corazones Inmaculados de Jesús y María lista para que
cualquier sacerdote pudiera rezar su misa tradicional privada cuando quisiese.
Estaba nuestra capilla terminada para ir a rezar por las mañanas y por la noche
las oraciones de todos los días. Y junto a la capilla ahora también, construida
justo hace un año, la ermita del capellán. Quisiéramos poder construir más
ermitas para poner a disposición de grupos de fieles que quieran tener algunos
días de retiro, pero eso está por verse. Lamentablemente no hemos tenido la
acogida que quisiéramos para que más sacerdotes tradicionales vengan a decir la
misa y a pasar unos días, si es que quisieran. Nos hemos encontrado con la
curiosa experiencia de que no hay interés en los sacerdotes que conocemos de
venir. Curioso…y doloroso, al menos, para mí, pero los tiempos son de Dios y la
Providencia sabrá cuando enviarnos sacerdotes. Tal como ya he dicho, ahí está
la capilla a disposición de cualquier sacerdote tradicional que quiera venir y
no pasará quizás mucho tiempo en que las circunstancias dentro de la Iglesia
los hará buscar donde rezar la Misa de siempre. Aquí encontrarán un lugar y
serán bienvenidos.
No hay que medirse
cuando se quiere entregar algo nuestro a Dios porque Él sabe de nuestro
esfuerzo, de nuestras renuncias, y paga con creces, con mucho más de lo que
nuestra miseria puede dar. Tener un lugar dedicado a Él es un privilegio, y no
depende para nada del tamaño que el lugar tenga, de las imágenes valiosas que
se posean o de lo que sea. En cualquier lugar de nuestra casa, en un
rinconcito, tengamos nuestro lugar dedicado a Dios, donde podamos conversar con
Él, donde podamos pedir perdón por nuestras negligencias y pecados, por
nuestras infidelidades y falta de confianza y de caridad. Nosotros como familia
hemos tenido la gracia de poder poner esto al servicio de Dios a través de sus
sacerdotes y de los fieles que quieran y puedan acompañarnos cuando tengamos
misa. Pero insisto, en que Dios a cada
cual lo llama de manera distinta a poner lo que Él mismo da a su servicio.
Tanto valor tiene una catedral o una basílica que un pequeño altarcito en la
casa. Dios ve nuestro esfuerzo y nuestro amor, y a sí como a algunos les da
más, también se les exigirá en la misma proporción.
Interior del oratorio |
No dejen, hermanos míos
en la fe, de tener un lugar en casa para rezar. Aun en medio de las grandes y
bulliciosas ciudades se puede tener algo de silencio y se puede orar a Dios
frente a una imagen de nuestra Señora, frente a un Crucifijo. Nuestra alma lo
necesita, no podemos dejar de rezar, de rezar por los que no lo hacen, de pedir
por los que necesitan de nuestros ruegos para salvar su alma. ¡Hay tanto por lo
que rezar! ¡Tenemos tanto por lo que agradecer a Dios! En estos tiempos donde
parece que Dios ya no forma parte de la vida de la mayoría de las personas con
las que nos topamos a diario, nosotros estamos llamados, con un especial
privilegio que no dimensionamos, a rezar y a tener presente a Dios en nuestros
corazones durante el día. Es un don gratuito al cual debemos responder.
Este artículo ha sido escrito originalmente para Marchando Religión.
Nota aclaratoria: este es un oratorio privado familiar, y aunque está bendecido por un sacerdote de la fsspx todavía no tiene la consagración episcopal. Conozco la legalidad canónica al respecto, solo me basta decir que por el momento lo consideramos como un oratorio "de campaña", y así como un sacerdote reza su misa privada tradicional dignamente sobre un capó de un auto, o sobre un tronco de un árbol o sobre una piedra en la montaña, aquí puede celebrar la misa sobre este altar que ha tratado de ser lo más digno posible, aunque siempre mejorable.
Este artículo ha sido escrito originalmente para Marchando Religión.
Nota aclaratoria: este es un oratorio privado familiar, y aunque está bendecido por un sacerdote de la fsspx todavía no tiene la consagración episcopal. Conozco la legalidad canónica al respecto, solo me basta decir que por el momento lo consideramos como un oratorio "de campaña", y así como un sacerdote reza su misa privada tradicional dignamente sobre un capó de un auto, o sobre un tronco de un árbol o sobre una piedra en la montaña, aquí puede celebrar la misa sobre este altar que ha tratado de ser lo más digno posible, aunque siempre mejorable.