"Es
menester estar demasiado vilmente enamorado de sí mismo para escribir de sí
mismo sin empacho, únicamente me disculpa el hecho de no escribir para lo que
todos escriben: esto es, para pavonearse ante el lector."
Fiodor M.
Dostoyevski, El adolescente
NOTA: He publicado este artículo en Adelante la Fe, portal al que agradezco enormemente la posibilidad de hacerlo sin censurar mi escrito, y en especial a su director Miguel Ángel Yáñez. Lamentablemente hay gente que no entiende mi posición con respecto a mi inasistencia a la misa nueva, tomada en conciencia luego de años de estudio al respecto, y que se ha escandalizado con mis palabras. Sin embargo, confirmo aquí cada una de las palabras que publico y es más, insisto en que mi decisión es absolutamente personal. No soy cura, ni obispo, ni "madre" espiritual de nadie, soy una simple seglar y no voy a decirles que no vayan a la misa nueva ni tampoco les voy a decir que vayan. Trato de vivir en consecuencia con lo que pienso y si defiendo a morir la Misa Tradicional parto dando el ejemplo. No es un tema sencillo y fácil de explicar en un par de líneas. Tengo una imposibilidad moral de asistir a la misa nueva y me gustaría que aquellos que me reprochan esto primero estudien un poco el asunto. Aquí les dejo un link para que, antes de enviarme comentarios mandándome al infierno por no ir a la misa nueva los domingos cuando no puedo ir a la tradicional, se informen un poquito: enlace Stat Verita
Saludos, Beatrice
Hago la
cita de Dostoyesvki porque lo que leerán en este artículo es mi propia vivencia. Tal
vez a algunos no les parezca, y pensarán que mi cosmovisión y mi ruta han sido
tomados por orgullo. No es así, créenme que no. Aquí no han cabido ni las
emociones, ni los sentimientos, ni
gustos personales, sino que la búsqueda racional de la Verdad que es la que en
definitiva debe guiar nuestras decisiones.
Quiero
relatar en breves palabras mi fe como católica tradicional y su contraste con
la fe de aquellos que no lo son y que constituyen la gran masa de los católicos
de a pie y de los llamados neoconservadores. Hace unos meses escribí un
artículo muy similar a este artículo y les ruego perdonen la insistencia y la
repetición al respecto, pero el presente viene a completar el anterior.
La voluntad
decide lo que el entendimiento le ha mostrado como verdadero y en conciencia,
en absoluta conciencia, toma su determinación. Esto es lo que yo he hecho. Dios
a lo largo de vida nos va guiando y nos revela el camino, poniendo personas y, porqué no
decirlo, libros y maestros que nos conducen hacia una buena dirección. Nuestro
Señor se las arregla de una u otra manera para que nos conduzcamos por el
sendero del bien, aunque para esto a veces deba servirse de procesos
traumáticos y dolorosos que nos dicen que ese camino por el que vamos no es el
que conviene. Algunos se hacen los sordos y los ciegos y se van en dirección
opuesta, de lo cual tendrán que dar cuenta. Pero si somos dóciles a sus señales
y a sus llamados, iremos descubriendo el camino hacia donde Él quiere llevarnos
para el bien de nuestra alma y de su salvación. He tratado de escuchar su voz y
Él se las ha arreglado para conducirme hasta la Tradición, y de manera
singular, hasta la Santa Misa Tradicional.
Pues bien primero señalar que, tal como lo he dicho en varias ocasiones,
desde el motu propio Summorum Pontificium no voy a la misa nueva. Si por
distancia o razones de fuerza mayor no puedo ir a la misa tradicional,
santifico el domingo de otra manera ya sea leyendo las lecturas del día o
practicando el oficio del Motus Spiritualis que publicara el padre Juan Manuel Rodríguez
de la Rosa. A la misa novus ordo no voy por la sencilla razón que me es
imposible en conciencia volver atrás. Guardando las proporciones, hago
una analogía con el mito de la caverna de Platón: una vez que se ha conocido la
Luz es imposible volver a la caverna, ¿¡quién querría volver a la misa nueva
después de vivir, sí, vivir la misa tradicional y sabiendo además toda la
teología que hay detrás de la nueva!? Sé que hay gente que le da igual y que no
ve mayor diferencia, pero yo encontré en
la misa tradicional un tesoro y a ella me he aferrado con toda mi alma y con
todo mi corazón.
Ahora bien, la misa tradicional es el punto culminante, detrás de
ella existe toda la doctrina católica que se ha ido desenvolviendo a lo largo
de los siglos. Entonces aquí es donde me
he encontrado ya no sé cuántas veces haciéndome siempre la misma pregunta: la
fe que profeso ¿es la misma que profesa el 90 o más por ciento de los
católicos? Y tras un análisis que contempla una serie de puntos que detallaré
más adelante, he llegado a la conclusión que no, que simplemente no tenemos la
misma fe, ya que no creemos en lo mismo ni hablamos el mismo idioma para expresar
esa fe. Anoto solamente algunos de los
hechos que más me han llamado la atención porque me ha tocado enfrentarlos. Sé
que hay un millón de cosas más, pero me centro en estos porque, tal como dije,
me han salido al camino en boca de personas conocidas.
A la mayoría de los bautizados
como católicos no les interesa su fe en lo más mínimo, excepto para participar en acontecimientos
sociales, como la ceremonia del bautismo o el matrimonio. A ellos les importa
un bledo profundizar en el conocimiento de la fe y menos les importa lo que
está pasando en la Iglesia, y si les interesa es para decir: ¡por fin la
Iglesia se está modernizando! La mayoría de los católicos no están preocupados
por la salvación de sus almas porque se les ha venido diciendo que prácticamente
todos estamos salvados y que el infierno, si es que existe, está vacío. Todo
muy light y adecuado a las emociones de cada uno como aquel que va a misa
cuando siente que necesita de Dios o le hace falta un poco de vida espiritual.
Como católica tradicional me he
encontrado hablando un lenguaje completamente diferente al que habla un
católico novus ordo o incluso neocon que insiste en no ver el quiebre entre la
Tradición y la nueva teología. Para
muestra un botón: me llega una invitación a la "misa a la chilena"
con sus respectivos bailes y cuecas, del colegio de mis hijos y el encargado de
la invitación dice, al final de la misma, que será "animada" por el
grupo de pastoral... ¿animar la misa? ¿Algo así como las barras de fútbol que
animan el partido o las porristas del baloncesto o del futbol americano?
¿Estamos hablando de la misma misa? ¿Del sacrificio incruento de Cristo? No,
para ellos la misa es en primer lugar cena, banquete, una fiesta. Por eso es
que insisto: expresamos una fe distinta porque hablamos en términos diferentes,
y si bien usamos las mismas palabras, ellas expresan diferentes conceptos.
Podrán encontrar miles de ejemplo en el moderno vocabulario católico post
concilio: pueblo de Dios, sacerdocio común de los fieles, el sacerdote que preside la eucaristía...y para qué decir
de cómo se le ha cambiado el nombre a los sacramentos. En consecuencia, ¿Hablamos del mismo credo?
Pienso que las palabras expresan realidades y por tanto son decidoras al
momento de significar lo que expresan, y dentro de la Iglesia están conviviendo
realidades que se contraponen y por tanto se excluyen: una de las dos está
equivocada, no caben dos lecturas. La Verdad es excluyente.
Ahora bien, lo más grave es la
negación de las verdades de la Fe. ¿Tengo la misma fe de alguien que siendo
católico niega, por ejemplo, la Segunda Venida de Cristo? Claro que no. Rezamos
en el Credo que Cristo ha de venir a juzgar a vivos y muertos; leemos en el
Apocalipsis que Cristo vendrá en su Parusía y que tendrá lugar la resurrección
de los muertos. San Pablo también nos ha hablado del fin de los tiempos, del
misterio de iniquidad, etc. ¿Con qué me he encontrado? Con católicos que dicen
que el Apocalipsis es el tiempo de la Iglesia y que ya ha pasado; que Cristo ya
vino y que no es una profecía escatológica del fin de los tiempos. Esto en boca
de teólogos y curas. Realmente resulta escabroso escuchar cómo un profesor de
religión le enseña a sus alumnos a no creer lo que está contenido en el Apocalipsis
y escuchar de uno de éstos decir: "¿Qué se fumó San Juan para escribir
todo esto?" haciendo mofa de la Revelación. Palabras blasfemas que me ha
contado uno de mis hijos que llegó del colegio anonadado por lo que escuchó y eso
que el chico sólo tiene trece años. ¡Hay que ver cómo a nuestros hijos les
están envenenando el alma en los colegios católicos! Si estos pobres chicos no
son formados y armados en la sana doctrina por sus padres en casa, lo más
probable es que sean confundidos hasta perder la fe.
Es aterrador observar y escuchar la liviandad – por no decir que se
trata de una obra deliberada para destruir la Iglesia y hacer que se pierdan
las almas - con que se toman las
enseñanzas perennes de la Iglesia y los mandatos de Dios, y fruto de esto es
que tenemos a católicos que aprueban el aborto, el divorcio a la católica y a
lo civil, el uso de medios anticonceptivos, la aceptación de las uniones
homosexuales, el sacerdocio femenino, en definitiva, todo lo que el liberalismo
y el modernismo ha querido introducir en la mente de los católicos ignorantes.
Entonces tenemos un catolicismo a la medida, que terminan desfigurando la fe para transformarse en una nueva religión porque, a fin de
cuentas, lo que estorba se arranca, triunfando el subjetivismo y el relativismo
que ofende y desprecia a Dios gravemente.
Por consiguiente, quien rechaza
todas estas mentiras y quiere vivir conforme a la enseñanza tradicional de la
Iglesia, conforme a aquello que desde siempre la Iglesia ha creído y enseñado, buscando agradar a Dios por amor a Él y por su
propia salvación, tendrá que asumir las consecuencias que ello conlleva.
Consecuencias espirituales y también prácticas. Todo tiene un costo en la vida
cuando se está dispuesto a actuar conforme a la recta conciencia que se afirma
en los mandatos divinos. Los costos los he ido asumiendo. Por ejemplo, ya me he acostumbrado a no participar desde
hace años de la vida de mi parroquia, a viajar doscientos kilómetros para ir a
misa, a peregrinar de aquí para allá para encontrar a un sacerdote que confiese
sin manipular las conciencias y sin que nos digan burradas. Creo que no me
equivoco si digo que los fieles tradicionales
nos hemos acostumbrado al desamparo espiritual, a que nos miren con
suspicacia, casi con lástima, a hacernos sentir que somos rebeldes y orgullosos
y que hemos sido incapaces de adaptarnos al siglo, que somos intransigentes e
inflexibles especialmente ahora con los últimos acontecimientos a propósito del
motu propio “Mitis et misericors Iesus” y del futuro sínodo de la familia.
Porque yo me pregunto ¿Cómo puede haber una dicotomía entre la doctrina
inmutable revelada por Cristo y su ejercicio práctico? Es una irracionalidad. Pues bien, en lo que a mí se refiere,
imposible aceptar el divorcio a la católica disfrazado de misericordia. No
podré aceptar jamás que se quiera disfrazar la mentira y en el engaño diciendo
que no van a cambiar la doctrina, sino la aplicación práctica de ella y que tiene
que adaptarse a los tiempos y a realidad actual.
Sin embargo en medio de la confusión y
de las ambigüedades que parecen haberse tomado la Iglesia, todavía es posible
rescatar lo que conserva de la Tradición, y es por eso que me mantengo en la
Ella y reconozco a sus autoridades, aunque no las obedezco cuando actúan contra
las enseñanzas de Cristo. La Iglesia es Divina
y humana tal como repite una y otra vez monseñor Benson, y por tanto es la
parte humana de la Iglesia la que sistemática y proféticamente ha abandonado la
misión que se le encomendó: “Predica la
Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda
longanimidad y doctrina. Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la
sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con
arreglo a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán
a las fábulas. Por tu parte, sé sobrio en todo, soporta lo adverso, haz obra de
evangelista, cumple bien tu ministerio.” 2 Tim, 4, 2-5. Continúa entonces a pesar de toda la apostasía de alguno de sus
miembros, y sigue siendo sostenida sobrenaturalmente por
la Trinidad Santa. Vemos como en ella aún
hay miembros que siguen siendo fieles y dando el buen combate. El trigo se ha
mezclado con la cizaña y será de esta manera hasta que venga el Segador, y tal
vez ahora estemos presenciando el inicio de una Iglesia doméstica, de un
pequeño rebaño que deberá resistir desde las catacumbas asistidos por
sacerdotes que resistirán al error y a las falsas doctrinas. Aquellos pastores
fieles deberán guiarnos y confortarnos con los sacramentos a los que queremos
seguir siéndole fieles a Cristo y a la Iglesia. Por eso es que, aunque la
Iglesia atraviese por esta verdadera pasión no me separaré de Ella. Hoy más que
nunca tendremos que estar en el Calvario, a los pies de la Cruz para dar
testimonio y obrar conforme a los mandatos eternos e inmutables de Cristo.