No se puede negar que vivimos tiempos
tormentosos dentro de la Iglesia. Por lo menos así lo consideramos quienes nos
preocupa lo que ocurre en ella, y por tanto, lo que dice relación con la
salvación de las almas. Sabido es que hay católicos a los que no les importa
conocer su fe y saber acerca de lo que transcurre en la Iglesia. Ni
siquiera se lo cuestionan y no ven ninguna crisis ni ningún problema. Ahora
bien, nosotros sí que estamos preocupados y nos preguntamos si acaso la
jerarquía, con el papa a la cabeza, está empecinada en destruir la Iglesia, o
si tiene el firme propósito de sacar a Cristo y su doctrina de ella, a fin de
convertirla en una Iglesia sincrética, farisaica, vaciada de contenido,
con la cáscara de cristianismo, pero idolátrica tal como el padre Castellani lo
ha sugerido para el fin de los tiempos: "La Religión será adulterada, sus
dogmas vaciados y rellenados de substancia idolátrica". Idolátrica porque
se está colocando al hombre en el lugar de Dios. Del fuero interno, de las
intenciones de los hombres de Iglesia, de los Obispos y del mismo papa no puedo
referirme. Eso es asunto de cada uno con Dios, sin embargo, del fuero externo,
de las obras sí puedo juzgar y me basta a ver como existe una verdadera
obsesión por ocultar a Cristo y reemplazarlo por el hombre, por una nueva
teología centrada en el hombre. Escuchamos, por poner un par de ejemplos, que
debemos postrarnos ante un pobre como si fuera nuestro Señor, o que el canal de
televisión del papa no tenga olor a
sacristía, o sea, que no anuncie a Cristo, sino que sea una sea un punto de
encuentro de fraternidad y paz.¡ Qué lejos estamos de aquella admirable
enseñanza de San Pío X!: "Debemos luchar contra este gran error moderno:
la entronización del hombre en el lugar de Dios."
Se nos propone aceptar lo inaceptable y a quienes
desean vivir conforme a la doctrina se les caricaturiza, se les ridiculiza y se
les tacha de in-misericordiosos. Se pretende separar la doctrina de su
ejercicio práctico justificando lo injustificable y poco a poco van metiendo,
como con cuña, sus errores, v,gr. lo que acaba de aprobar la Iglesia Alemana
sobre sus trabajadores. Se ridiculiza la devoción, los actos de piedad y hemos
llegado al extremo de escuchar cómo se condena el proselitismo católico, cosa
que lleva a pensar que no debemos de enseñar la doctrina. Existe un miedo
extremo a anunciar la Verdad de Cristo. A veces me parece como si la jerarquía de la Iglesia se sintiera fracasada
frente al mundo. Como si se hubieran rendido, tal como aquel dicho, "si no
puedes contra ellos, únete". Es como si los mandamientos, los
preceptos, y la doctrina fueran una carga casi imposible de llevar en la
actualidad. Para ellos, la doctrina es impensable ponerla en práctica en este
mundo moderno. ¿Qué se nos propone? Hacerla practicable cediendo en
algunos puntos, pues piensan que de esta manera logran que la gente vuelva a la
Iglesia. Craso error porque agrietando la doctrina lo único que estaremos
haciendo es abrir un forado por donde entrarán más males y calamidades que
terminarán por derrumbar todo el edificio. Ninguna autoridad, por legítima que
sea, puede venir a cambiar ni una sola iota de lo enseñado por Cristo y por la
Iglesia so pretexto de la misericordia, de la inclusión y la no discriminación. La medida que se debiera
tomar, pero que no están dispuestos a hacer, es volver a predicar la doctrina,
volver a enseñarla, acrecentar los actos de piedad. Algo tan sencillo, pero tan
grande, como volver a enseñar el catecismo a los fieles. La gran mayoría de los
católicos no sabe lo que cree, no conoce su fe y difícilmente se puede amar lo
que ignora. La ignorancia es atrevida y habla de lo que no conoce, entonces nos
encontramos a diario con católicos que nunca han estudiado la doctrina y emiten
opiniones completamente falsas y contrarias a la fe, emitidas desde el
sentimentalismo más que de la razón y del conocimiento de la Fe. No niego que
existen sacerdotes que se preocupan por enseñar el catecismo a sus fieles, pero
la gran mayoría o no lo hace, lo hace a medias o delega sus funciones en
catequistas que no están bien preparados.
Ser católico nunca ha sido fácil. Exige renuncias,
trabajo, cultivar el espíritu, luchar contra nuestros desordenes internos,
luchar contra las insinuaciones del mundo y del demonio. La vida es un combate
permanente. ¿Por qué se menosprecia tanto al hombre moderno como incapaz de
grandes hazañas o incapaz de pelear el buen combate? ¿Acaso el católico actual
no puede alcanzar la santidad a través de la práctica de las virtudes heroicas?
Se nos habla mucho de que todos podemos llegar ser santos, pero para ser santos
hay que poner en práctica lo que Dios nos ha ordenado: si me amas cumple mis
mandamientos. Por el contrario, ahora oímos desde la jerarquía que el hombre no
puede luchar contra sus desordenes y pasiones: "Pobrecito católico
moderno. No podemos poner esa carga de la castidad sobre sus espaldas. Reconocemos
que existe la diversidad sexual y que los adúlteros pueden acercarse a recibir
al Señor" ¿Estamos por llegar a eso? ¿Qué hay detrás de esta vil doctrina?
¿Crear una nueva religión? ¿Vaciar la Caridad de la Ley de Dios?
La tarea es difícil, pero no menos ni
más que en los siglos anteriores. Resultan consoladoras estas palabras del
padre Castellani: "El gozo que Cristo prometió a los suyos existe; porque
si no existiera, la Iglesia no existiría ahora. Los mandatos de Cristo no son
fáciles sino difíciles; las virtudes son muchas y pesadas; la renuncia a lo
temporal que Él exige no es menguada sino total…y el mundo es muy embromado. Si
no hubiese una cosa invisible y misteriosa que equilibre todo ese peso, los
cristianos no hubiesen podido tirar hasta ahora. Esa cosa es la Caridad, fruto
de la Fe y la Esperanza." Los mandamientos nos han sido dados por Dios no
como una carga imposible de llevar. Nunca nos pediría algo que no pudiéramos
hacer, y al cumplirlos no sólo obedecemos a Dios, sino que nos cuidamos de
nosotros mismos. Cuando la sociedad dejó de cumplir con la Ley de Dios se
volvió esclava de sí misma y ahora sufrimos el desorden: asesinatos,
infidelidades, adulterios, blasfemias, robos y un largo etc. ¿El hombre actual
no es capaz de ser fiel, de renunciar a sí mismo, de no dejarse tentar por lo
más fácil? ¿Está destinado a ser un mediocre, un esclavo de sus pasiones? Tiene
que haber algo más detrás de este Caballo de Troya que algunos teólogos quieren
meter en la Iglesia.
No parece un escenario muy alentador. Estamos
perplejos y dolidos. Sin embargo, debemos estar tranquilos, paremos la
ansiedad, que ya nuestro Señor nos lo advirtió: "En el mundo pasáis
ansiedad, pero tened confianza: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). Vivir
escandalizados por cada cosa que hace el papa, los obispos, el cura de la
parroquia no ayuda, si ya sabemos lo que son y vislumbramos lo que hay
detrás. Nosotros debemos mantener el rumbo, conservar la fe. Cuando se está
ansioso y angustiado se toman malas decisiones y en este caso, malas posturas
teológicas. Sabemos que vendrán tiempos difíciles, pero es lo que tiene que
pasar, y se pondrá peor en la medida que no se obedezca a Dios. Dios
espera pacientemente la conversión, pero todo tiene un límite y no hay que
tentar a Dios. ¿Qué le compete hacer al fiel? No puedo dar recetas, sino
solamente digo lo creo y lo que yo misma hago: a esta altura hay de guarnecerse
en la trinchera para dar el buen combate. Armarse con la oración, con la Santa
Misa Tradicional, con las buenas obras, con el estudio de la doctrina. Ser
ejemplo hacia los que dudan y hacia el mundo poniendo en la acción todo aquello
que conocemos. Practicar la caridad material y espiritual...nada nuevo
para el católico de siempre. Rezar y ayudar a los sacerdotes, obispos y cardenales fieles
a la doctrina. ¡Cuántas veces ya he repetido lo mismo! En fin, buscar agradar a
Dios y esperar a Cristo, observando, velando y orando.