Páginas

viernes, 31 de mayo de 2013

Paradojas del Catolicismo: La Alegría y la Pena

                      La cruz del calvario, tallada por Benson y colocada por él en el jardín de su casa en Hare Street                         
     "The world is neither white with black spots nor black with white spots; it is black and White"   R.H.Benson                                                         

             Una las Paradojas del Catolicismo de R.H. Benson se titula Joy and Sorrow. Me resulta difícil dar con el término exacto para "sorrow", pues traducirlo como dolor me trae siempre  a la mente la palabra "pain", y apunta a otro sentido. "A man of sorrows", dice Isaías, y se traduce casi siempre como Varón de dolores. Es una manía mía esta la de buscar el término preciso y como me parece más adecuado pena que dolor para este caso, lo dejaremos así.
       Antes de pasar a la traducción que he realizado sobre este sermón, quisiera comentar a propósito del tema, algunas cosas que quizás no tengan tanto que ver directamente con los argumentos de Benson, a pesar de que atañen a lo mismo.  La vida está llena de momentos alegres y tristes, es blanca y es negra como dice nuestro cura inglés. Y como la Verdad es el justo medio entre dos extremos, me chocan tanto la gente que anda siempre con su alegría desbordante del "sonríe Dios te ama", como la del que ve todo negro sin esperanza y se siente que Dios nos ha abandonado a nuestra suerte.
       No es posible vivir una vida de jarana permanente porque somos naturaleza caída y por tanto vamos estar siempre golpeados por el sufrimiento y los días malos. Nuestros pecados siguen crucificando a Cristo. La vida misma nos enseña que estar "hiperventilados" siempre no es lo normal. Nos dolemos por el mal que hay en el mundo, causado por nuestra ruptura con el Bien Eterno, y este dolor - que es el mal de pena causado por el pecado original -  no se puede tapar  con escapes transitorios de fiestas, tecnologías, centros comerciales o lo que se les ocurra por más que tratemos de convencernos que sí. Porque pareciera que nuestro mundo vive tan lleno de problemas que en vez de refugiarse en la templanza de una vida conforme a la Voluntad de Dios, se arranca en el continuo ruido que intenta tapar su conciencia. El mundo está mal y como no quiero saber más de aquello me lanzo con todas mis fuerzas y recursos a tapar al menos por un rato mis problemas. Entonces nos transformamos en hedonistas, en gozadores...total ya que la vida está tan dura, pasémosla bien...yo..yo...yo y mi individualismo. Sin embargo, por más que tratamos de escapar del sufrimiento, más sufrimos. Mientras más escapamos por el camino del disfrute, más nos persigue la desazón;  y mientras lo hacemos, vamos dejando una estela de consecuencias negativas a nuestro paso.
        Se nos pide que resistamos y que esperemos, que confiemos cumpliendo la Voluntad de Dios. La mayoría de las veces es muy difícil no sucumbir a la tentación de la desesperanza. La vida no es un jolgorio de felicidad con momentos duros; ni tampoco es amargura permanente con uno que otro momento de dicha. La vida tiene alegrías y tiene penas, y hay que aprender - aunque nos lleve toda la vida - a vivirla con sus momentos buenos y sus momentos malos con paciencia, con fidelidad a lo que se nos pide. Vaya aquí un ejemplo personal: me levanto con la tentación de la desidia, sin ganas de hacer nada, con el ánimo por el suelo viendo todo negro y la depresión se me pega a la espalda como un virus que pretende achatarme. Sin embargo, como yo sé que es una tentación - y el maligno sabe donde se encuentran nuestras debilidades y entonces por ahí trata de dominarnos - entonces intento no escucharla. Está ahí casi todo el día intentando que le haga caso y en la medida de mis fuerzas la ignoro, literalmente me hago la sorda a sus susurros. Le pido ayuda al Sagrado Corazón y al Niño Jesús para que me den la fuerza para no hacerle caso. Sé que está ahí siempre y si sucumbo a escuchar la voz de la desesperanza, como una torre que se cae, me caigo. La tentación de pensar que todo está perdido, de que todo está mal, la combato con la confianza que me da la virtud teologal de la Esperanza. ¿Qué sería de mi vida sin Ella? No lo sé, y no quiero ni pensarlo. En consecuencia: somos católicos que vemos que hay dolor, lo experimentamos a diario. Eso nos remece, nos apena, nos duele ver como se demuele la cristiandad,  pero sabemos que algún día  el mal que nos aflige se va a acabar. Hay que resistir al mundo confiados y esperanzados. La Esperanza es la que nos da el consuelo y la alegría suficiente para seguir cada día adelante cumpliendo nuestro deber, sirviendo a Dios. Sabemos que Cristo vino a liberarnos de la esclavitud del pecado y que ha resucitado, y que nosotros Como decía el padre Castellani: ni pesimismo ni optimismo, sino esperanza. Ahí está la clave de todo.
       Pongo entonces a su disposición otra más de la Paradojas del Catolicismo. El procedimiento de monseñor en estos sermones es colocar en primer lugar las dos objeciones más comunes, para luego pasar a contra argumentarlas. La segunda objeción me parece escucharla a diario en algunos grupos católicos primaverales con sus muestras de optimismo ciego e irracional. He aquí el texto de Benson:

                                              Paradojas del Catolicismo

IV- Alegría y Tristeza:

                                                                           Gozaos y alegraos… (Mateo, 5, 12)
                                                     Bienaventurados los que lloran… (Mateo, 5, 5)

         La Iglesia Católica, como se ha visto, es siempre demasiado “extremista” para el mundo. Ella se satisface nada más que con la Paz Divina y  su causa ha sido ocasión para las más sangrientas guerras, más que cualquiera librada por motivos meramente humanos. Ella no se satisface con la mera bondad, sino que urge siempre  a la Santidad hasta a sus niños, aunque tolera simultáneamente a los pecadores, a quienes hasta el mundo desprecia. Vamos a considerar ahora cómo, en el cumplimiento de estos dos aparentes  mutuos contradictorios preceptos de Nuestro Señor, el regocijarse y el llorar, una vez más aparecen al mundo como extravagantes en ambos sentidos a la vez.
I-  Una acusación común contra ella es su excesivo regocijo; es arrogante, confidente, y optimista cuando ella debiera ser tranquila, templada y sensible.
     “Este mundo” – exclama su crítico – “es en su totalidad un lugar muy triste e incierto, no existe un rayo de luz que no tenga una nube delante; después de todo no existe la esperanza de no ser decepcionado. Entonces, cualquier religión  que reclame ser apropiada a la naturaleza humana, debe siempre poseer algo de tristeza e incluso de vacilación con respecto a esto. La religión debe andar con cuidado todos los días, si ella quiere andar mano a mano con la experiencia. La muerte es segura; ¿es segura la vida? La función de la religión  es ciertamente, ayudar a iluminar esta oscuridad, aunque no con un gran rayo de luz. Ella puede esperar, aspirar, suponer, insinuar; de hecho, es su deber. Pero ella no debe proclamar, denunciar ni comentar. Ella debe ser más sugestiva que exhaustiva; más sensible que viril; esperanzada más que positiva; experimentada más que dogmática.”
“Ahora bien, el catolicismo  es al mismo tiempo, muy ruidoso y demasiado confiado. Observa el espectáculo de la liturgia católica un día de misa cantada. ¿Ha existido alguna vez algo más arrogante? ¿Qué tiene que hacer ese estallido de colores, esas voces clamando, ese soplido de trompetas, con las tenues medias luces del mundo y el misterio de la oscuridad desde la cual provenimos y hacia la cual volvemos? ¿Qué tienen que hacer los dogmas revelados con las gentiles conjeturas de la filosofía? ¿Qué tiene que hacer este optimismo con la incertidumbre de la vida y del futuro? Y sobre todo, ¿qué tiene de simpática esta absurda  exultación con la miseria del mundo?”

“¡Cuán diferente es todo esto con el espíritu del Varón de Dolores! Leemos que Jesús lloró, pero él nunca rio. La suya fue una vida triste, partiendo  por el oscuro establo de Belén hasta el oscuro monte Calvario. Él fue lo que fue porque sabía lo que significa el dolor. Fue a causa de sus penas que tocó el corazón de la humanidad. Dijo: “Bienaventurados los que lloran”. Bienaventurados son los que nada esperan, porque no serán decepcionados."
Este es el otro modo en que nuestro crítico encontrará fallas, para nuestro pesar. 

“¿Por qué la religión de ustedes los católicos  no es más acorde con el mundo feliz en el cual vivimos? ¡Indudablemente la función suprema de la religión es animar, fomentar, poner énfasis en el lado positivo de la vida! Debiera ser iluminadora, brillante y fraternal. Porque, después de todo, este es un mundo hermoso y lleno de alegría. Es verdad que hay sombras, aunque no puede haber sombras sin sol; hay muerte, pero observa cómo la vida continuamente brota nuevamente desde la tumba. Puesto que todas las cosas trabajan juntas para el bien; ya que Dios ha tomado los dolores para hacer al mundo más dulce, es poco halagador para el Creador tratarlo como un valle de miseria. Vamos a hacer entonces las cosas mejor y a olvidar las peores. Vamos a dejar que las cosas queden atrás y vayamos hacia las cosas que están delante. Vamos a insistir en que el mundo es blanco con unas manchas negras sobre él, seamos optimistas, felices y confiados.” 

“Mas, ustedes los católicos son unos pobres de espíritu, una raza miserable. Mientras otras denominaciones están, poco a poco, eliminando la melancolía, ustedes insisten sobre esto. Mientras el resto de nosotros está de acuerdo con que el Infierno existe, pero es un espectro, el pecado es un error y el sufrimiento no es más que curativo, ustedes los católicos siguen insistiendo sobre su realidad; que el Infierno es eterno, que el pecado es una oposición deliberada de la voluntad humana contra la Divina, y que el sufrimiento es judicial. Pecado, Penitencia, Sacrificio, Purgatorio e Infierno – estas son las viejas pesadillas del dogma- y sus frutos son lágrimas, dolor, terror. ¿Qué es lo que está mal en el catolicismo entonces? ¿Es su penumbra, es su dolor? Porque con seguridad esto no es el Cristianismo de Cristo, tal como nosotros ahora lo aprendemos y entendemos. Cristo, entendido correctamente, es el Hombre de la Alegría, no del dolor. Lo más característico de sí mismo, por así decirlo, es como el sonriente pastor de Galilea, rodeado de sus ovejas; es como el amigo de los niños, de las flores y de los pájaros; es como el Predicador de la Vida y de la Resurrección – lo más característico de sí  mismo es como coronado, ascendido y glorificado más que como el ensangrentado mártir de la Cruz, al cual ustedes colocan encima en sus altares. Regocijaos, entonces, y sean alegres, y lo halagarán a Él mejor.” 
Una vez más entonces, parecemos estar equivocados, cualquiera sea el lado hacia el cual nos tornemos. El rostro rojizo del fraile con su barril de cerveza es la caricatura de nuestra alegría. ¿Puede ser éste, se preguntan, un seguidor del Varón de Dolores? El lánguido rostro del asceta, con sus ojos vueltos hacia el cielo, es la concepción  que tiene el mundo de nuestro dolor. La alegría Católica y el dolor Católico son igualmente ardientes y extremos para un mundo que se deleita en la moderación. En ambos dolor y alegría – un poco de melancolía, pero no mucha; y un poco de jovialidad, pero no excesiva. 

II. En primer lugar entonces, es importante recordar que estas  acusaciones no han sido hechas contra nosotros por primera vez ahora. Incluso en los días del Imperio Romano pensaban que eran signos de la falta de humanidad  del cristianismo. “Estos cristianos” se decía “lo más probable es que estén embrujados. Mira como ellos se ríen  en el potro y con el látigo, y van a la arena como ¡si fueran al lecho nupcial! Observa como Lorenzo se mofa sobre su parrilla”. Y una vez más “Ellos deben estar embrujados por su morbosidad y por su amor por las tinieblas. Son enemigos de la alegría, de las risas humanas y de los placeres comunes. Pero en fin, ellos no son  hombres de verdad,  después de todo. Sus alegrías excéntricas cuando otros están llorando, y su tristeza extravagante cuando todo el mundo está feliz -"  Estos son los grandes signos a los cuales apelan  sus enemigos como prueba de que algo ajeno a este mundo los estaba inspirando; como prueba de que ellos no podían ser simples amigos del género humano, como se atrevían a pretender.
Resulta  interesante recordar que nuestro mismo Divino Señor llamaba la atención por estas acusaciones: “El Hijo del Hombre viene comiendo y bebiendo. El Hijo del Hombre se sienta en las Bodas de Caná y  en la casa de un hombre rico se sienta en la mesa: ¡He aquí a un glotón bebedor de vino! El Hijo del Hombre se regocijó y tú le propones estar triste. Juan el Bautista  no llegó ni comiendo ni bebiendo, un ascético envuelto en su piel de camello, con palabras de penitencia y con reproches en su boca, y tú dices, Él está endemoniado…Nosotros hemos cantado para ti y tú no has danzado. Hemos jugado en las bodas como niños en la plaza del mercado, y tú nos has hablado de estar silenciosos y de pensar sobre nuestros pecados. Nosotros hemos llorado por ti,  en lugar de eso te hemos preguntado sobre jugar en los funerales, y tú nos has dicho que era morboso pensar en  la muerte.  Hemos llorado y tú no te lamentas.
III. Desde luego, el hecho es que ambos, alegría y tristeza deben ser parte de todas las religiones, ya que  juntas la alegría y la tristeza constituyen parte de la experiencia.  El mundo no es blanco con manchas negras ni negro con manchas blancas, es blanco y  es negro. Esto en tan cierto como que el otoño sigue al verano y que la primavera sigue al invierno. No es menos cierto que la vida surge de la muerte, como que la muerte sigue a la vida.
Entonces, la religión si se adecua a la experiencia, no puede ser desapasionada. Por el contrario, debe ser apasionada, ya que la naturaleza humana es apasionada también; y en gran parte debe ser más que apasionada. No debe moderar su aflicción, sino que debe profundizarla. No debe desterrar las alegrías, sino que debe exaltarlas.

Debe llorar – con las más amargas lágrimas que cualquiera en el mundo pueda derramar – con los que lloran; y debe regocijarse también – con una alegría que ningún hombre pueda quitar – con los que se regocijan. Debe sumergirse profundamente y debe triunfar abundantemente si verdaderamente viene de Dios y es servidora de los hombres, puesto que sus pensamientos son más elevados que los nuestros y su Amor es más ardiente.

Lo que Cristo hizo cuando vivió en la tierra. En un determinado  momento, Él se regocijó enormemente en el espíritu y aquellos que lo observaban estaban maravillados; y en otro, Él sudó sangre a causa de la angustia. En un determinado  momento Él se ensalzó sobre lo alto del ardiente Monte de la Transfiguración; en otro  Él fue hundido en lo más  profundo que un corazón humano puede penetrar en lo más bajo del Huerto de Getsemaní. Mirad y ved si hay algún dolor como mi dolor. 
IV. Entonces, una vez más, la Iglesia  es, tal como su Señor, Divina y Humana.

Ella es Divina, y por tanto, se regocija – tan llena del vino  nuevo del Reino de su Padre que los hombres la quedan mirando con desprecio.

Es completamente cierto que el mundo es infeliz. Los corazones  están partidos, las familias, los países, los siglos están devastados por el pecado. Aunque la Iglesia es Divina ella sabe, no solamente supone, espera y desea, sino que  Ella sabe que aunque todas las cosas llegan a su fin, los mandamientos de Dios los superan ampliamente. Desde hace años, ella sabe – y por tanto no todas las críticas del mundo la pueden estremecer – que su Señor bajó del cielo, que nació, murió, resucitó y ascendió, y que Él reina con un poder invencible. Ella sabe que Él  retornará nuevamente y que tomará el reino y reinará. Ella  sabe, porque es Divina, que en cada tabernáculo suyo en la tierra, el Señor de la alegría se encuentra oculto; que María intercede; que los Santos están con Dios; que la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Observa a tu alrededor sus construcciones terrenales,  éstas son los símbolos y las imágenes de estas cosas. Ahí está la alegre luz frente al altar, y están los santos rígidos con oro y gemas; está María “causa de nuestra alegría”, resplandeciente, con su radiante niño en sus brazos.
Pero si fuera únicamente humana, ella se mantendría a la sombra de estas cosas – las sombras de su propios deseos; ella susurraría su credo, murmuraría sus oraciones, obscurecería sus ventanas. Pero ella es Divina, y ella ha bajado del cielo, entonces no supone, ni piensa, ni espera – ella sabe. 
Pero ella también es humana y habita en medio del género humano, que no la conoce y por lo tanto, no la considerará a ella ni a su mundo, y entonces el colmo de su exaltación será también la medida de su desesperación. El hecho es que  ella conoce muy certeramente e intensificada por mil su humano dolor, pues ella, que ha venido para que tengan vida, observa como ellos no vendrán a ella, y no la encontrarán. Ella observa como el triunfo certero es retrasado por mucho tiempo debido a la falta de fe de ellos. “Si hubiera sabido” – llora ella con el corazón roto las palabras del mismo Jesús sobre Jerusalén, “¡Si hubieras conocido las cosas que  pertenecen a  tu paz! ¡Contemplad y ved, entonces, si hay algún dolor como el mío!, si hay un sufrimiento tan profundo y tan penetrante como el mío, que tengo las Llaves del Cielo y veo a los hombres alejarse de la puerta.
Así pues, en la Iglesia destacan grupos simbólicos de imágenes, representando la alegría y la tragedia,  que comparados con aquellos Venus y Adonis, son niñerías e imágenes semi-civilizadas – María como una Reina triunfante, con el Niño coronado de oro en sus brazos, y María  como la Madre de los dolores, con su Hijo muerto sobre sus rodillas.  Porque sólo ella  al ser Divina y Humana entiende que es la Humanidad que se ha hecho Divinidad.
No es de extrañar, entonces, que el mundo crea que es extravagante en ambos sentidos al mismo tiempo. ¿Qué el mundo se aleje el Viernes Santo desde las indescriptibles profundidades de su dolor y que el Domingo de Pascua desde las infranqueables alturas de su alegría, llamando a una morbosa y a la otra histérica? ¿Qué el mundo conoce de pasiones como éstas? ¿Qué puede saber, después de todo, el hedonista saber de alegría, o el hombre de las finanzas arruinado de dolor? ¿Y qué puede el moderado, auto-controlado, y auto-respetado hombre de mundo saber de ambos?

Entonces finalmente en la Paradoja del Amor, la Iglesia posee ambas pasiones, a todo trapo y ambas a la vez.  Así como el amor humano convierte la alegría en dolor y sufre en medio del éxtasis, así el Amor Divino convierte el dolor en alegría, y sobre la Cruz se regocija y reina. Porque la Iglesia es más que la Majestad de Dios reinando sobre la tierra; es más que el desapasionado de lo Eterno; ella es el Sacratísimo Corazón del mismo Cristo, el Eterno unido al Hombre, y ambos sufren y se gozan a través de esa unión. Es Su gozo, el cual ella experimenta y extiende, en virtud de su identidad con Él; y en medio del mundo caído existe el más supremo gozo de este Sagrado Corazón que es sufrir dolor.









       

martes, 21 de mayo de 2013

¿Te vas a ligar?

         Quizás considerarán ustedes que es un poco prosaico el título de este post, pero  fue esta la pregunta que me hizo después de cada una de mis seis cesáreas, mi querido obstetra, siguiendo tal vez la costumbre de hacerla a cada paciente antes de proceder suturar el bajo vientre. Continúen ustedes leyendo y entenderán a dónde quiero ir con el asunto del título. 
         Voy a contarles un poco la experiencia que he tenido pariendo hijos. Cuando me casé me preguntaban cuándo iba a tener mi primer hijo. Luego, cuando tuve a mi primera cría, todos mis conocidos me preguntaron encantados si iba a tener "la parejita". Cuando hube tenido a la "parejita", me dijeron que con esos dos ya era suficiente. A mí me entraba por un oído y me salía por el otro...Cuando quedé esperando la tercera cría, ya comenzaron a mirarme medio escandalizados, y así se fue poniendo peor por cada uno de los que siguieron hasta completar los seis. Parece que nunca les di en el gusto...(me importa un pepino en todo caso: aparte de criticar a uno no la ayudan en nada, por tanto lejos estoy de considerar lo que opinan, sin ser soberbia) Cuando iba en el quinto, la cosa se puso tremenda: ¡qué descaro! , ¿¡cómo no te "cuidas"!? ¡la vida está tan difícil, tan cara! Los niños molestan, no te dejan "hacer tus cosas", te vas a echar a perder el cuerpo, es mucho trabajo, etc. etc. etc. Mis idas al supermercado  por ejemplo, hasta el día de hoy son una verdadera cachetada para los modernos chilenos que no tienen más de dos hijos. Nos miran como si fuéramos un fenómeno anormal cuando con  mis niños de entre 12 y 3 años andamos comprando entre las góndolas del supermercado...y eso que son sólo seis. A algunos les parece simpático, otros me consideran casi una heroína, a otros les choca, en definitiva, hay para todos los gustos.
          Entonces hay varias cosas que decir: cuando se dice que la vida actual es cara, difícil, competitiva, yo les encuentro toda la razón. La educación particular es muy cara, ( tema aparte)  especialmente en los colegios "católicos" donde a uno le cobran intereses apenas se atrasa un día en el pago y los descuentos por hermanos (salvo en los colegios de "la Obra") son mínimos. La alimentación, el vestuario, el transporte, la vivienda, etc., son de elevados costos. Peor aún cuando a uno no la ayuda nadie en la crianza y se está sola con el marido para hacer de todo: limpiar, cocinar, lavar, planchar, ayudarlos con las tareas.  Ahora bien, si nos ponemos a pensar en la cantidad de estupideces e inutilidades en las que incurren mis compatriotas, bien les daría para tener diez hijos. Porque obviamente es más entretenido viajar a Cancún o a Brasil de vacaciones, y comprarse el último Smartphone, o el televisor de xx pulgadas con conexión satelital, y tener cada uno su autito de ciudad, ¡ah! y si es posible  tener dos nanas, que estar gastando la plata en los hijos, que además son inoportunos, pues no dejan salir con los amigotes, ni ir a los happy hour, ni levantarse a la hora que se venga en gana el fin de semana. Es un asunto de opción, ¿qué es lo que espero de la vida y cómo la voy a vivir? ¿Voy a vivir para pasarlo bien convertido en un marido adolescente eterno con una esposa- polola (novia) eterna, o voy a cumplir con lo que manda el matrimonio? Ahí está el asunto, más allá del dinero y de lo que cuesta tener hijos.
           Cada uno sabe cuantos hijos tiene. Hay casos y casos y aquí hay que actuar con mucha prudencia. Es un asunto del matrimonio, pero no debemos olvidar que hemos de dar cuenta a Dios, y Dios es el que manda los hijos. Nadie tiene el derecho por un mero asunto material, a poner límites a la obra creadora de Dios. Y se los dice alguien que tiene varios hijos y que también pasó por etapas de miedo y de angustia cuando se enteraba que estaba embarazada nuevamente: ¿cómo lo vamos  a hacer con otro más? ¿quién nos va a ayudar? Me producía vértigo pensar en comenzar a criar de nuevo cuando venía recién saliendo de una crianza. Y entregados como matrimonio a Dios, lo pusimos todo en Sus manos...y hemos sobrevivido bien. Nunca nos ha faltado nada, ni material ni espiritual. Hemos sido bendecidos con hijos y con los medios para educarlos cristianamente con mucho esfuerzo, trabajo y muchas renuncias, confiados cien por ciento en la misericordia de Dios y en las gracias que otorga el sacramento.
         El doctor en cuestión se extrañaba cuando le decía que no me ligara porque era católica. Se extrañaba que no usara ningún medio  anticonceptivo no natural. Y cuando fui a visitarlo tras una segunda pérdida el año pasado, nos decía a mi esposo y a mi que se acordaba siempre de nosotros, pues cada día veía con preocupación que las mujeres no quieren tener hijos y que la población de Chile se envejece y va en disminución.
        Y como sigo leyendo al Cura de Ars en mis ratitos libres le dejo con este párrafo del libro de Trochu:
 
                   "A las personas unidas en matrimonio les hacía ver la grandeza de su vocación y las exhortaba a cumplir santamente con las obligaciones de su estado. La señora Ruet, de Uroux (Ródano), que ya tenía numerosa descendencia, iba a ser madre otra vez. Fuese al Cura de Ars en busca de consuelo. No hubo de aguardar mucho, pues el Santo la hizo salir de la multitud. "Está usted muy triste hija mía, le dijo cuando estaba arrodillada en el confesionario. -¡Ah, si ya soy de edad avanzada, padre mío!.- Tenga usted buen ánimo, hija...¡Si usted supiera cuántas mujeres están en el infierno por no haber dado al mundo los hijos que tenían obligación de darle!"
                     ¡"¡Ánimo!", decía con paternal afecto a una señora que le confiaba sus cuitas a causa de su numerosa prole, no le espante a usted la carga: "cuando Dios concede a una madre muchos hijos, es señal de que la juzga digna de educarlos. Es, por parte de Dios, una prueba de confianza".
 
 
          

lunes, 13 de mayo de 2013

¿Qué debemos pedir a Dios?

          Sufro un par de afecciones físicas, de esas que no matan,  pero que se transforman en algo bastante molesto puesto que producen dolor crónico. Hay días que se me hacen insoportables, y me dan ganas de hacerme pedazos las partes que duelen. Me da rabia, mucha rabia porque me limitan en mi trabajo de la casa, en la lectura y en la escritura, y lo peor es que me pone muy mal genio. Cuando ocurre le pido a mi Señor Jesús que por favor me quite el dolor para me que deje trabajar en paz. Es a lo primero que uno atina cuando está medio tumbado: pedir para que Dios le devuelva la salud a uno. El instinto de supervivencia hace su aparición y nos quiere buenos y sanos, llenos de energía para enfrentar la vida. Sin embargo, la lectura del Diálogo de la Fortaleza contra la Tribulación, de Santo Tomás Moro, puso en vilo mi continua petición por la recuperación de la salud. El texto en cuestión  se los daré ,como siempre, al final. Lo que propone  el santo inglés es que no debemos pedir siempre para que Dios nos sane, sino que más bien debemos aprovechar esa enfermedad que Dios permite en nosotros para poder hacer méritos. No lo dice alguien que en teoría nos propone algo que quizás es digno de virtudes heroicas, sino que este consejo proviene de un hombre que experimentó en carne propia el sufrimiento.
         "Si quieres Señor sáname, como sanaste a tantos y tantos cuando estuviste entre nosotros como Hombre. Y si no conviene para mi salvación que yo me recupere, entonces dame la fortaleza, la paciencia y un espíritu trascendente para poder llevar esta dolencia con resignación, por amor a ti y al prójimo" Esa oración que me la he inventado la digo cuando estoy mal.  Le pido el espíritu de fortaleza también para poder sobrevivir al dolor sin causar dolor a los que me acompañan.
         Sé que cuesta, sé que cuando uno está sufriendo dolores horribles no tiene cabeza para andar ofreciendo el sufrimiento, sino que lo único que quiere es sentirse mejor, aliviarse aunque sea por un rato. Hay dolores que son terribles y que a uno lo dejan tirado. Por eso creo que antes de llegar a ese estado de sufrimiento que no nos permite razonar bien,  hay que "conversar" con Dios para que llegado el momento nos asista para sacarle provecho a la enfermedad desde el punto de vista espiritual. Nosotros no sabemos lo que Dios tiene pensado para el bien de nuestra alma, y debemos confiar y confiar, una vez y otra vez, que sea lo que sea, es porque su Voluntad así lo quiere. Una cosa es decirlo y otra padecerlo...confiemos por tanto a la Misericordia de Dios y al conocimiento que tiene de nuestras almas esta intención: pidamos para que no nos pruebe más allá de nuestras fuerzas y que llegado el momento de padecer, nos consuele con su presencia en la Sagrada Comunión, con la infusión de las virtudes y especialmente con la fortaleza del alma.
 
         "Un hombre puede desear muchas veces y sin pecado que Dios le quite la tribulación, pero ni podemos desearlo así siempre, ni tampoco (salva alguna excepción) si no es bajo cierta condición, explícita o implícita, porque las tribulaciones, como sabes, son de muchas clases: vienen unas por pérdida de bienes o posesiones; algunas por nuestra enfermedad; otras por pérdidas de amigos; o de algún daño a nuestros cuerpos; también por el miedo a perder lo que nos gustaría salvar a toda costa; bajo esto cae todo lo que hemos hablado. Tememos la pérdida de posesiones, o la pérdida de nuestros amigos, o su aflicción y pena, o la nuestra, por enfermedad, prisión, o cualquier otro dolor corporal; podemos ser atribulados con el terror de la muerte, y muchos hombres buenos lo son con un temor que quien más necesitaría tenerlo no lo tiene de ninguna manera, a saber, el miedo a perder por el pecado mortal la vida de su pobre alma. Ésta es la tribulación más dolorosa de todas.
         Cuando hay muchas, un hombre puede pedir a Dios que le quite algunas y confortarse con la esperanza de que así lo hará. Contra el hambre, la enfermedad, los daños  corporales, y contra la pérdida  del cuerpo o del alma , los hombres pueden legítimamente rogar muchas veces a la bondad de Dios, por ellos mismos o por sus amigos. Muchas devotas oraciones en el servicio común de nuestra santa Madre la Iglesia son expresamente rezadas con ese propósito. Y también nos ayudan en esas situaciones algunas de las peticiones del Pater Noster,  en el que pedimos nuestro alimento cotidiano y ser preservados de caer en la tentación y que nos libre del mal.
        Aun así no hemos de rezar siempre para que quite de nosotros todo tipo de tentación. Si un hombre pide la salud en cada enfermedad, ¿cuándo se mostraría contento de morirse e ir con Dios? Y ésta es la actitud que un hombre ha de tener; de lo contrario, no irá bien.
        Para los hombres buenos es una tribulación sentir en sí mismos el conflicto de la carne contra el espíritu, la rebelión de la sensualidad contra la regla y el gobierno de la razón, restos que quedan en la humanidad de nuestro viejo pecado original, del que San Pablo con tanto dolor se lamenta en su epístola a los Romanos (21, 6). Pero, a pesar de esto, no hemos de rezar para que desaparezca del todo este tipo de tribulación, pues la providencia de Dios nos la ha dejado para que luchemos contra ella y para que por medio de la razón y de la gracia la conquistemos y la usemos para nuestro mérito.
          Por la salvación de nuestra alma podemos rezar con atrevimiento. Podemos rezar por la gracia, por fe, esperanza  y caridad, y por cada virtud que nos sirva para ir al cielo. Pero, por lo que se refiere a las otras cosas que antes he mencionado y en las que se contiene materia para toda tribulación, no debemos nunca hacer nuestra petición muy precisa, sino que debemos expresar o dar como entendida una condición, a saber, que si Dios ve que lo contrario es mejor para nosotros, lo dejamos todo a su voluntad; y en lugar de retirar nuestra aflicción, le pedimos en ese caso que nos dé fortaleza espiritual para llevarla alegremente o, al menos, la fuerza para soportarla con paciencia. Pues si nos empeñamos en no tener alivio en nada que no sea la desaparición de la tribulación, entonces una de dos: o estamos prescribiendo a Dios que no nos conceda nada mejor de lo que le exigimos, aunque Él lo haría, o le declaramos que sabemos mucho mejor que Él lo que es mejor para nosotros.
         Deseemos por tanto su socorro en la tribulación, pero dejemos a su amorosa voluntad la manera de darlo. Cuando lo hagamos, no dudemos de que así como en su sabiduría infinita ve mejor que nosotros lo que nos conviene, así en su soberana bondad nos dará lo que de verdad es mejor. De otro modo, si presumimos inclinarnos a nuestra propia elección, puede ocurrir que escojamos neciamente lo peor ( a no ser que Dios mismo nos ofrezca escoger, como lo hizo con David, dejándole que eligiera su propio castigo, una vez que su orgullo le había llevado a pensar en hacer censo de su pueblo) Y al prescribir a Dios de modo tan exacto lo que queremos que haga por nosotros - a no ser que rechace nuestra locura por amor nuestro - en su indignación nos concederá nuestra petición, y muy pronto descubriremos que se convertirá en daño. ¿Cuántos hombres recuperan la salud el cuerpo, cuando hubiera sido mejor para la salud de sus almas seguir enfermos?
          ¿Cuántos salen de la prisión y caen luego en males de los que la prisión les hubiera mantenido apartados? ¿Cuántos, a quienes ha repugnado perder sus bienes materiales, han perdido la vida poco después al conservarlos? Tan ciega es nuestra mortalidad, y tan inconsciente de lo que va a ocurrir, tan incierta también de cómo pensaremos mañana, que Dios no podría castigar más fácilmente a un hombre que concediéndole todos sus insensatos deseos.
          Qué cabeza tenemos nosotros, pobres locos, para saber lo que será mejor, cuando el mismo bienaventurado Apóstol, que tres veces pidió a Dios que apartara de él su grave tribulación, fue contestado por Dios de manera que venía a decirle que era un loco al hacer tal petición, porque la ayuda de su gracia fortalecerle en esa tribulación era mucho mejor para él que quitársela. Al experimentar la verdad de esa lección, nos advierte para que no seamos demasiado alocados al pedir cualquier cosa de Dios, ni tampoco muy precisos en nuestra petición, sino que dejemos la elección a su gusto. Su propio Espíritu Santo desea tanto nuestro bienestar, que se podría decir que suspira por nosotros de modo que ninguna lengua puede expresar. Dice San Pablo: Nos autem quid oremus ut oportet nescimus, sed ipse Spiritus postulat pro nobis gemitibus inenarrabilibus: Pues no sabiendo ni siquiera qué hemos de pedir en nuestras oraciones, ni cómo conviene hacerlo, el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables.
         Digo entonces en conclusión: nunca pidamos de Dios exactamente nuestro propio alivio librándonos de la tribulación, sino su ayuda y fortaleza de la forma que quiera. De esta manera, podemos encontrar alivio aun en esa petición, pues estamos seguros de que esta disposición viene de Dios, y también de que, si ha empezado a trabajar en nosotros, no dejará de continuar con nosotros a no ser que huyamos de Él. Si Él mora en nosotros, ¿qué puede hacernos daño? Si Deus nobiscum quis contra nos: Si Dios está con nosotros, dice San Pablo, ¿quién puede estar contra nosotros?"
   Santo Tomás Moro, Diálogo de la Fortaleza contra la Tribulación, Editorial Rialp, 2002.
 
                    
        



miércoles, 8 de mayo de 2013

La soledad y la decepción

 
"Por eso aquellos seres patéticos que simplemente "quieren amigos" nunca pueden conseguir alguno. La condición misma de tener Amigos es querer algo más que Amigos. Si la sincera respuesta a la pregunta ¿ves la misma verdad? fuese "no veo nada y la verdad no me importa, lo que yo quiero es un Amigo", ninguna Amistad puede nacer, aunque sí puede nacer un Afecto. No habría nada en torno a lo cual trabar Amistad; y la Amistad tiene que trabarse en torno a algo, aunque sólo fuera una afición por el dominó o las ratas blancas. Los que nada tienen no pueden compartir nada; los que no van a ninguna parte no pueden tener compañeros de ruta".
                                                                                                         C.S. Lewis
        Dado que mi cabeza no puede dejar de pensar durante todo el día, y puesto que se ha hecho una práctica vital cuestionarme y darle vueltas a las cosas una y otra vez, mi mente se vuela a pensar cosas que terminan por derribar mi temple anímico. Una de las cosas que continuamente se agolpa en mis pensamientos es la soledad en la que vivo. No porque mi familia me deje sola, porque son bien absorbentes y entre nosotros nos buscamos y nos acompañamos diariamente. Somos un bloque muy compacto.  Mi soledad va más bien por el lado de la falta de amigos y de personas de carne y hueso cercanas en pensamiento, en gustos y en cosas afines. No tengo amigas, ni amigos, ni parientes cercanos que vengan a visitarnos porque no tenemos nada en común. No hay nada sobre lo cual fundar algo sólido, algo que nos haga decir como Lewis: "¿Qué? ¿Tú también? Yo creía ser el único... ¿ves la misma verdad?" A lo que voy es que me veo a mí misma completamente aislada del mundo de la amistad y de la vida social.
        La soledad a veces, especialmente cuando se está pasando por una etapa medio depresiva, pesa y duele. ¿Seré yo la única que no tiene amigos reales? Virtuales sí, por internet se encuentra uno con gente que piensa parecido y que comparte los mismas verdades, pero sin que se me mal entienda, no son verdaderas amistades, dado que somos seres materiales, necesitamos de la presencia física de los otros y no sólo una presencia espiritual con la cual uno pueda conversar o hasta incluso, discutir inteligentemente. Le digo a mi esposo: si yo no tengo amigas ni amigos ¿será por que a nadie le interesa lo que digo, ni lo que pienso o simplemente no ven que yo pueda ofrecer algo que valga la pena? Es duro decirlo, pero está dentro de las posibilidades. Y voy entonces y me descargo escribiendo este tipo de cosas en el blog. Largar para afuera las aflicciones es una buena terapia.
       "Dios te protege de las malas amistades que pueden causarte un daño mayor si te defraudas dado tu carácter" dice mi esposo. Y creo que tiene razón. Quizás espero demasiado del resto, y por eso me decepciono, y  como una manera de no caer en el pozo de la depresión, que sí me llevaría a una pena terrible que hasta acarrearía la pérdida de fe, Dios me mantiene alejada de las personas. La decepción es un golpe fuerte al alma, la aturde, la descompone, la hace taciturna. El alma se va poniendo "callosa" como las manos, el cuero del alma se va poniendo duro en la medida que sufre fatalidades y decepciones. Termina uno por no darles demasiado importancia. Al menos es el ejercicio que he aprendido a hacer: intento mirar hacia otro lado, pensar otras cosas...pero no siempre me resulta.
        Entonces pensándolo con la mente más fría y racional veo que este problema de la soledad no es solamente mío, es un dolor que es de este siglo, de estos últimos cuarenta o treinta años. La gente está cada día más sola, aunque esté siempre conectada con sus dispositivos de última tecnología. Cada cual está metido en su mundito, con sus problemas y al resto parece importarle un pepino lo que los demás pudieran estar padeciendo. En mi ingenuidad pensaba que todo el mundo andaba feliz de la vida, sonriendo al buen pasar que les otorga el mundo moderno con su mar de entretenciones vacuas como sus cabezas, pero cuando uno escucha las historias de sus vidas y sus diarios problemas, la cosa no es tan así como la apariencia - la doxa - lo hace ver.
      Según mi análisis fenoménico, la soledad se resiente más en estratos de clase media para arriba. La gente con menos recursos, que sabe  cuánto cuestan las cosas, que sabe de escases, se apoya y se acompaña, pues sufren de lo mismo. Si un vecino está pasándolo mal, corren a ayudar con lo que sea, con lo que tengan, con su tiempo, etc.  Amistades verdaderas, desinteresadas que buscan perfeccionarse y no simplemente pasarla bien...¿ubi? No lo sé, creo que es una utopía que ya no existe, o al menos a mí no me ha tocado conocerla.
        Pero bueno, aquí está uno medio convertida en ermitaña sin buscarlo. Busco la explicación y la encuentro en mi Señor. Si tuviera amistades rodeándome y perturbándome permanentemente no tendría tiempo para pensar en Dios, para escribir, para meditar, para formarme, para criar a mis hijos cristianamente y a atender a mi marido como se debe. Tiene razón mi esposo cuando dice que Dios me protege de la decepción y que por eso no tengo amistades. Pero no sólo eso. La Providencia me aísla para que le busque y para que descanse en Su pecho. Como un amigo al cual siempre se puede acudir para conversar y para contarle lo que tienes escondido en lo más profundo del alma. No digo que no me gustaría contar con, por ejemplo, un matrimonio amigo de la familia, con hijos y con gustos similares que nos permitiera acompañarnos mutuamente, pero mi Señor no lo ha querido así. Quisiera muchas cosas, pero como yo me arrastro en el tiempo y en espacio, y no veo lo que Dios ve,  si esas amistades, cosas,  bienes o lo que fuera, no me ayudan a salvarme, entonces que se queden en mis sueños. Me abrazo a la Cruz, me consuela saber que estoy rodeada por el Mundo Invisible, como lo llamaría el cardenal Newman, y que aunque yo no los vea, están ahí de alguna manera presentes en mi corazón, consolándome.  Sin embargo, no dejo de anhelar que Dios nos otorgue como familia a personas que sepan valorar a un buen amigo. "Quien teme a Dios logrará igualmente tener buenos amigos; pues como él así es su amigo" ( Eclesiástico, 6, 17)
Que así sea.
        
       
        

sábado, 4 de mayo de 2013

Hace 102 años


                         El día 5 de Mayo de 1911 Robert Hugh Benson fue nombrado monseñor por San Pío X. Esto significa que se convirtió en camarlengo, es decir, en capellán papal. Si esta foto estuviera a color, veríamos al cura usando su sotana color carmesí. Estaba orgullosa de ella, así nos lo cuenta su hermano, también escritor Arthur: "He likes his Monsignor's purple, his red-edged cassock and crimson cincture, as a soldier likes his uniform" (Arthur Christopher Benson, Hugh memoirs of a Brother)
 
El decreto de nombramiento se puede encontrar en la web del vaticano y dice así:
                                      MAGGIORDOMATO DI SUA SANTITÀ NOMINE
      La Santità di nostro Signore, con biglietto di S. E. Rma Mons. Maggiordomo, si è degnata di nominare:
Camerieri segreti soprannumerari :
5 Maggio 1911, — Mons. Francesco Angelino, della diocesi di Casale;
Mons. Roberto H. Benson; dell'archidiocesi di Westminster.
 
 
 
 
                                            

viernes, 3 de mayo de 2013

La traducción del Señor del Mundo del R.P. Castellani

                                              
Hace unas semanas a propósito de un post que escribí, les comenté acerca de que no tenía la edición  traducida del Señor del Mundo por el padre Castellani. Un generoso lector de Bensonians y actualmente gracias a este blog, un buen amigo, tuvo la gentileza de enviarme  de regalo este ejemplar editado por la Librería Córdoba. Quiero agradecerle públicamente, puesto que mi lector ni siquiera me conocía y tuvo este gesto para conmigo. La verdad es que no se encuentra muy seguido este tipo de generosidad en nuestro mundo actual. Para él y para su hermosa familia mis agradecimientos y mis oraciones.
Del padre Castellani, copio - ¡era que no! - unos párrafos del postfacio del libro. Advierto que cualquier semejanza encontrada en las palabras del padre Castellani con respeto a la realidad actual de la Iglesia, no es mera coincidencia, sino que ha sido exprofeso copiado aquí.
 
"Así, pues, el autor del Señor del Mundo concibe la Gran Tribulación como una persecución externa, que hace mártires de los valerosos y apóstatas de los tímidos, reduciendo el número de los cristianos a un puñado de héroes del espíritu, a través de grandes matanzas y defecciones innúmeras; pero ha velado la tribulación de adentro, la corrupción introducida en el seno de la Iglesia, mucho más temerosa. Ha prescindido de lo que llama el Apocalipsis "la Segunda Bestia". La Iglesia, apretada más y más, se conserva más y más, se conserva más y más pura, como un grano de oro en el crisol. Benson no ha tenido la idea (o la ha perdonado al lector) de la corrupción interna específica de la religión; de la confusión dentro del redil, y no solamente fuera.
     Con ligereza indigna de un católico, algunos católicos que no eran católicos llegaron a insinuar al aparecer este libro la sospecha de que el novelista "hubiera perdido la fe"...Lo que sí se puede conceder es que quizás esta novela represente una tentación contra la fe  ya rechazada, lo cual es justamente lo contrario: una tentación de desaliento vencida.
         Mas, como ya hemos dicho, cuando Cristo venga por segunda vez " en gloria y majestad", encontrará la religión en el mismo estado ( y un poco peor) que en su primera venida: Él mismo lo dijo. Y ese fenómeno es mucho más espantable que el de la violencia externa y corporal; la cual no faltará tampoco. Por lo menos, así leemos nosotros las profecías; sujetándonos, si erramos, al juicio de la Santa Madre Iglesia. Cuando veáis la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar...entonces es.
"La última corrupción ya ha comenzado, porque la Iglesia ya está tocada: en el Atrio, no en el Santuario", nos dijo también don Benjamín Benavídez.
Las palabras que Cristo habló acerca del misterio de la agonía del mundo que habitamos y su definitiva transformación, son extremosas, tanto en la amenaza como en el consuelo; y van en su desmesura sublime más allá de donde el arte humano pude seguirlas. El Predicador y el Profeta humano (que de esto oficia Benson en este libro) ante un suceso que es mayor que el Diluvio y comparable a la creación misma, debe contentarse con balbuceos. Pero esos balbuceos son también necesarios a la propagación de la Palabra."
                                                                                             Día de San Juan Evangelista de 1956
                                                                                               Leonardo Castellani Conte-Pomi Th.D.
 


 


jueves, 2 de mayo de 2013

En el mes de Mayo

 
En Europa celebran en Mayo lo que nosotros celebramos entre Noviembre y la primera semana de Diciembre. El mes consagrado a Nuestra Señora, el Mes de María.  Allá en el viejo continente las flores comienzan a hacer su aparición y las primicias de éstas se ponen a los pies de la Virgen María.  Nuestro querido monseñor Benson tiene un hermoso poema, llamado simplemente In the month of May.
 
                                        "¡Salve María!" Susurró Gabriel, mientras
                                                       descendió.
                                                       El brillante heraldo de la Santísima Trinidad.
                                         "¡Salve María!", y el mundo moribundo se detuvo a la mitad
                                                       y su enfermedad, cargada de pecados respiró
                                                       Enclavado en Nazareth;
                                                y el querubín cantando miró hacia abajo para ver.
 
                                           "¡Salve María!" Observa, el estremecimiento del aire;
                                                 La Presencia se mueve a su alrededor suave como el fuego;
                                                La justicia y la paz se han besado ahí.
                                                        Y de pronto el lugar santo
                                                         brilla con la luz Divina,
                                               La Esperanza de Israel y el Anhelo del mundo.
 
                                           Porque el que nosotros buscábamos llegó de repente, y encontró
                                                      Su Templo limpio de cualquier mancha de pecado;
                                                      y todo el mundo pareció tierra consagrada;
                                                      Las oraciones de Ella, como incienso se elevan;
                                                      y mira, sus propios ojos
                                                      brillan como cirios gemelos como viene el Señor.
 
                                          Donde  nacen los cuatro ríos místicos del Edén
                                              El ángel guardián, que está sobre el valle
                                          y resguarda la puerta del Paraíso iluminado por el sol,
                                                      Deja caer su espada de llama
                                                      y clama a tu nombre,
                                          "¡Salve María"!, y el jardín respondió ¡Salve!
 
                                           Gritaron los hijos de Dios; las estrellas de la mañana
                                              cantaron una vez más, como cuando el Señor comenzó
                                              a construir las colinas con almenas y barras.
                                                         ¡Ah! ¡Qué llanto desciende ahí!
                                                                     "Jesús, Emmanuel," 
                                              ¡El Señor de los Ángeles y el Hijo de María!
 
                                         ¡Salve María" Para que el mundo todavía recuerde
                                                      a La Madre Virginal y al Hijo Santo;
                                           ¡Recuerda! ¿Cómo puede un niño olvidar
                                                       la esperanza del cielo y a ti,-
                                                       a tan inmaculada pureza-
                                         que conquistó al pecado, y comenzó el reino de la paz?
 
                                                 ¡Recuerda! Sí, si yo no recuerdo
                                                las alegrías de Nazareth y de Belén,
                                            sin embargo tus dolores nunca  puedo olvidar 
                                               A tu Hijo coronado de espinas y a ti
                                               en lo alto del Calvario,
                                         En mundo entero llora por esto - y les recuerda.  
 
                                               ¡Salve María! Cuando egoístas hijos de los hombres 
                                            se lamenten por tu gloria, y te despojen de tus alabanzas,
                                            las bestias y las aves reanudarán el canto nuevamente
                                                             con villancicos agudos y altos
                                                                  de una melodía de Mayo:
                                                 "¡Salve María, Virgen María, llena de gracia!"
 
                                            ¡Oh Madre! Recibe estos versos y ruega por mí,
                                               Ahora y en mi última hora, no sea que el costo
                                                        de mi redención, y  tu caridad,
                                                   sea desperdiciado en tu Hijo,
                                                          ¡Oh María inmaculada!
                                        No sea que la gracia sea vendida y un pecador perdido
                               
                                                                                   Robert Hugh Benson, Poems